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Tomás Moulian, precandidato presidencial del Partido Comunista de Chile

«Nosotros desarrollamos nuestra propia política»

Fuentes: El Siglo

En el reciente Pleno de su Comité Central, el Partido Comunista acordó instalar en el PODEMOS la precandidatura presidencial de Tomás Moulian. Sociólogo, autor de libros de vasta aceptación y difusión, Moulian nació en Santiago el 21 de septiembre de 1939


Pone el acento en la «batalla por las ideas» y en el combate encarnizado al modelo de capitalismo salvaje que impera en nuestro país, para lo cual, insiste, se debe convenir en una programa común y un candidato común de los sectores antineoliberales. Pensamiento crítico y apertura, claridad en las definiciones y amplitud en la concepción de los pasos a seguir, son las características de este sociólogo que acepta que se lo califique como un «candidato pedagógico».

-¿Está el PODEMOS, a partir de su resultado electoral reciente, en condiciones de convocar a un gran movimiento antineoliberal?
«Creo que esos resultados son el comienzo de un deshielo, y que todo va a depender de nuestra capacidad de llegar a un acuerdo de plataforma común y candidato común. Los resultados de las municipales ponen el futuro en nuestras manos. Depende de cómo sepamos luchar contra las estructuras de dominación que todavía hacen que ciertos sectores del pueblo permanezcan alejados y viviendo de las ilusiones de la Concertación»
-¿Qué papel le asigna a una propuesta programática y cuáles debieran ser sus rasgos esenciales?
«Primero, el papel de la propuesta: nosotros creemos, y ésa ha sido siempre la tónica de los partidos de izquierda, que una elección, cualquiera que ella sea y sobre todo una presidencial, tiene que realizarse en torno a una discusión sobre Chile, su presente y su porvenir. O sea, lo por construir. Hay que crear una plataforma electoral que tenga, a mi entender, cuatro ejes fundamentales.
-La construcción de una nueva democracia política, que parte por poner a la Constitución del 80 en el desván de los trastos rotos. Y esa nueva Constitución tiene que apuntar hacia un sistema democrático que no sólo sea de democracia representativa, aunque también lo sea, pero que
tenga aspectos de una democracia participativa. ¿Qué instituciones políticas? Bueno, la iniciativa popular de ley, la posibilidad de veto popular de las leyes, la posibilidad de revocación de mandatos… Y sobre todo, la descentralización, un Chile de las autonomías, que es una de las grandes tareas de la izquierda porque eso permite la socialización del poder, una distribución territorial del poder más equitativa y la posibilidad de formación de sujetos sociales nuevos que estén en condiciones de airear esta democracia débil.
-Después, hay tareas de democratización del mercado. No es éste el momento, no se está en condiciones de luchar frontalmente contra el capitalismo, que sigue siendo lo que siempre ha sido: una sociedad que al producir riqueza produce al mismo tiempo destrucción. Un sistema que, guiado por el lucro, somete a miles de personas a condiciones de una sobrevivencia ruin. Ya que no podemos eliminar el capitalismo, tenemos que crearle grietas. Y eso es lo que llamamos democratización del mercado, la creación de cooperativas, de empresas de trabajadores fomentadas desde el Estado; la organización de los consumidores, en lucha contra los abusos de las grandes empresas. Todo lo que significa la participación de los trabajadores, que entregan sus cotizaciones a las isapres, para que reivindiquen el derecho a la elección de representantes de los ahorristas que tengan una mayoría en esas organizaciones que acumulan un excedente económico que mueve y dinamiza la economía chilena. Y allí, los que son apenas administradores de fondos ajenos toman esas decisiones, lo que les da un poder económico enorme que no les corresponde. Habría que pensar también en la creación y un plan de fomento de la pequeña industria, una banca para ella. El Banco del Estado no está cumpliendo en ese sentido su papel.
-Crear una cultura de la solidaridad, una cultura humanista. Hoy día, estamos en el hiper individualismo y la experiencia del hombre común es que vive en el interior de instituciones mercantiles y es forzado por la sociedad y sus mecanismos a tener ‘estrategias’ de desarrollo individual donde no hay espacio para el hombre público, el hombre cívico, el ciudadano.
Hay que empujar una reforma intelectual y moral de Chile. Tiene que haber una política cultural que permita que la televisión y la prensa no sean parte de esta verdadera instalación de ‘pan y circo’, sino que sean el lugar donde se discute sobre Chile, se plantean preguntas y se delibera, donde se ponen en duda los fines de la sociedad.
Tiene que haber un cambio drástico de la educación, que está mercantilizada en todos sus sectores y niveles».

-¿Cómo se explica que sectores marginados por el modelo neoliberal se muevan en el terreno institucional que ellos mismo cuestionan, incluyendo la propuesta de una lista de candidatos a diputados y senadores, sin antes corregir el sistema binominal?
«Bueno, Chile, no podemos olvidarlo, tiene una de las peores distribuciones del ingreso del mundo. Pero al mismo tiempo, tiene un grado altísimo de gobernabilidad. El control político de la protesta social, es enorme. Tenemos un país ‘taza de leche’. Algo pasa ahí, en el entremedio, y es que se ha perdido la conciencia de clase. En este momento, la cultura burguesa se muestra capaz de crear un sentido de vida para la gente. Junto con una pésima distribución del ingreso, Chile tiene un sistema de facilitación del consumo de los mejor organizados del mundo. Es bien posible que estos mecanismos de facilitación del consumo sean los que logran la compensación y permiten que esto que debería ser una olla a presión no estalle, y siga funcionando. Y que tengamos 14 años de una Concertación que reproduce el sistema de Pinochet y tiene una gran cantidad de votos, así como una Alianza por Chile que es heredera de Pinochet y tiene también una gran cantidad de votos».
-¿Qué diferencia a su candidatura, y su campaña, de cualquiera otra que surja tanto de la derecha como de la Concertación?
«En primer lugar, una campaña electoral es una campaña de educación del candidato y de la coalición que lo acompaña, y de los ciudadanos. Tenemos que concebir la batalla como una batalla por las ideas. Segundo, una precandidatura como la mía surge para generar conversaciones en el interior del PODEMOS y los grupos aledaños a él, Fuerza Social, la Surda, etc., que conduzcan a una plataforma y un candidato común. Lo importante es que el PODEMOS tenga candidato, que se amplíe y que tenga la mejor plataforma programática posible».
-¿Lo podríamos llamar un «candidato pedagógico»?
«Yo creo que sí. Creo que las elecciones debemos pensarlas como momentos pedagógicos. Y ése es el modo como se podría definir una candidatura presidencial como la nuestra».
-Desde el Partido Comunista, que ha levantado su precandidatura presidencial, se ha señalado que una candidatura antineoliberal puede y debe plantearse el gran desafío de obtener una votación que permita incidir en la política nacional, y que de ninguna manera acepta la limitación que se le quiere imponer en el sentido de que su votación sería tan sólo «un factor de la segunda vuelta». ¿Cuál es su opinión al respecto?
«Bueno, totalmente de acuerdo. Yo creo que aquí hay que ser muy crítico y pararle el carro cada vez que algún político de la Concertación viene y se enfrenta a nosotros mostrándonos el espantapajaros de Lavín como ‘criatura nuestra’. En verdad, si sale Lavín será por los errores de la Concertación. Nosotros no somos ayudistas de la Concertación. Es la Concertación la que tiene la obligación de ser capaz de parar a Lavín. Nosotros desarrollamos nuestra propia política, nuestra propia plataforma. No estamos con la Concertación, que tiene otra visión de Chile, una visión neoliberal que nosotros no compartimos. Por lo tanto, la candidatura del PODEMOS es una candidatura distinta tanto de la Alianza, por supuesto, como de la Concertación. Nosotros dijimos en la campaña de Gladys Marín que la Concertación lo que estaba haciendo era legitimar en democracia un modelo que se había parido en dictadura. El gobierno de Lagos no ha hecho más que profundizar eso. Ha llegado en materia de privatizaciones a lugares a que no se habían atrevido los otros gobiernos de la Concertación, ni siquiera los militares. Ha cedido en los tratados de libre comercio, sobre todo con Estados Unidos, los pocos espacios de soberanía económica que tenía el Estado de Chile. Ha sido un gobierno que nos deja atados de manos, incapaces de desarrollar una política económica libre, uncidos al carro, por lo tanto, de la globalización capitalista pero como un país dependiente, y un país dependiente aislado. Porque no estamos entre los países de América Latina que buscan con esfuerzo, a veces fracasando o ganando a medias, modificar la trayectoria del neoliberalismo. En eso están Uruguay, Venezuela, Cuba por muchos años, están Kirchner y Lula.
En los otros países hay intelectuales reflexivos. En Chile, la mayor parte de los intelectuales están en el gobierno. Se ha acabado ese pensamiento libre que podría poner a pensar a los ciudadanos. Eso existe muy poco. Somos la lacra de América Latina.
Somos una muestra de cómo una sociedad con tal desigualdad de ingresos puede, al mismo tiempo, ser una sociedad en donde la izquierda recién logra un 9,14% de los votos después de 14 años de lucha. Eso es lo increíble de Chile. Eso muestra también las potencias del sistema de dominación. No son sólo nuestros errores, son las potencias, las armas de este sistema de dominación».
-En algún momento usted habló de «gobernabilidad». ¿Qué pasa con la clase dominante? Un sector político simplemente se plegó al carro del sector dominante…
«Diría que la clase dominante chilena tiene los mismos defectos que en el siglo XIX. Siempre tuvo que buscar a alguien que la intermediara. No era capaz de ponerse al frente de las modernizaciones capitalistas. Entre 1938 y 1947 fueron la coaliciones de centro-izquierda las que realizaron la industrialización. Durante Frei Montalva fue el centro el que hizo las modernizaciones al capitalismo. Posteriormente, tuvieron a Pinochet, que implementó la política que ellos querían. Ahora tienen a la Concertación, lo que es muy inteligente de parte de nuestras clases dominantes. Es bastante tonto sacar a la Concertación para poner a Lavín. Eso es lo que no logro entender. Tenemos acá un sistema neoliberal, legitimado por el Partido Socialista, tenemos una cuestión formidable desde el punto de vista de la capacidad de ‘envolinar la perdiz’ a la sociedad chilena. Si gana Lavín, el PS tendrá que moverse un poco a la izquierda. Habrá conflictos que serán más difíciles de resolver. El PDC tenderá a pensar en el social cristianismo y en la justicia social, que nada tienen que ver con el neoliberalismo.
Uno vive en una sociedad que determina la conciencia. No creo que toda la gente que vota por Lavín sea neoliberal. Más bien, conoce algunas ideas fuerzas del neoliberalismo. Lo que no deja de sorprenderme es que este país, que en la década de los ’70 intentó construir el socialismo por la vía institucional, hoy sea el más reaccionario de América Latina. Ahí también están nuestras incapacidades para captar cuáles son los nuevos mecanismos de dominación. Uno de ésos es que el neoliberalismo produce la atomización social, trata de hacer morir a los sujetos sociales. No sólo prohibe la negociación sindical y le resta fuerza a los sindicatos, además trata de inmovilizar a los otros sectores. El ideal utópico de este neoliberalismo es la existencia de un individuo aislado que se entiende con los otros en el mercado. Un ciudadano absolutamente crediticio. La facilitación del consumo, la enorme cantidad de tarjetas de tiendas para trabajadores que ganan 150 mil pesos, es un mecanismo de compensación de la pésima distribución del ingreso. Es tan difícil explicarse cómo se mantiene la paz social cuando hay una diferencia de 37 veces entre el primero y el quinto quintil. En Brasil pasa lo mismo, pero allá no hay crecimiento. En tanto, nosotros hemos tenido crecimiento. No obstante, Brasil está edificado sobre la base de tremendas desigualdades regionales. Incluso, en algunas partes de ese país se está en etapas precapitalistas de producción. Chile no es así. Este es un país más homogéneo. No obstante, tiene la misma mala distribución de ingresos y la ausencia de protesta, de reacción política».
-El modelo de dominación actúa como un paradigma dominante, ¿pero qué hace que el modelo sea legitimado transversalmente por la sociedad chilena?
«Hay que constatar una cosa: es dominante. En su porqué tiene mucho que ver la dictadura militar. Pinochet no fue derrotado: perdió una elección por la sucesión presidencial, pero su obra quedó incólume. Quedó la forma en que pensó la previsión, sus privatizaciones, sus concepciones del Estado mínimo, la concepción del mercado como la gran ‘mano invisible’ en que el único actor es el empresariado. Se agregan la leyes laborales, terriblemente injustas. Todo eso quedó y no ha desaparecido. Tampoco se podía esperar que la Concertación construyera el socialismo, eso un absurdo. Sin embargo, se podía esperar en el sentido de que ‘miren, hago lo que puedo. En esta sociedad de mierda, no puedo hacer más’. Pero lo que ha hecho es legitimar este sistema como el mejor de todos. Ha convertido el vicio en virtud. Ese es su delito político principal».
-Las candidaturas de la Concertación buscan desvincularse del daño social generado por sus gobiernos. Michelle Bachelet apuesta a una reconversión de las políticas económicas, pero a partir de la lógica del liberalismo…
«La Concertación agotó sus cartuchos. El ‘crecimiento con equidad’: hermosa promesa, pero una absoluta falacia. Estamos en la misma situación que en los tiempos de Pinochet. Si Michelle Bachelet desea ser otra cosa, tiene que renunciar a la reproducción del noeliberalismo. Tiene que situarse en una campaña de reforma del sistema neoliberal y cambio de su lógica. Eso se traduce en un Estado más potente en su capacidad reguladora. Significa contenciones a la concentración económica del capital y de la propiedad, leyes laborales que permitan que los trabajadores luchen por mejores ingresos. Una serie de elementos que están fuera del horizonte mental del oficialismo chileno».