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Notas para el debate sobre «imperialismo y geopolítica»

Fuentes: Viento Sur

El texto de Pierre Rousset/1, así como el de Michel Husson/2 hacen mención a las diferencias entre el imperialismo de finales del siglo XIX y principios del siglo XX con el imperialismo global de principios del siglo XXI. Por mi parte quisiera señalar dos grandes diferencias entre estas dos épocas históricas: •La primera tiene que […]

El texto de Pierre Rousset/1, así como el de Michel Husson/2 hacen mención a las diferencias entre el imperialismo de finales del siglo XIX y principios del siglo XX con el imperialismo global de principios del siglo XXI. Por mi parte quisiera señalar dos grandes diferencias entre estas dos épocas históricas:

•La primera tiene que ver con las transformaciones que se han dado en el mundo, con la emergencia de China y de las nuevas potencias económicas asiáticas que han desplazado el centro de gravedad de la economía mundial.

•La segunda se refiere al movimiento obrero organizado. Un movimiento obrero que si a finales del siglo XIX y principios del siglo XX estaba en expansión, y que a comienzos de este siglo XXI se encuentra en plena crisis histórica.

1. La profunda transformación del mundo

Tenemos que tomar conciencia de ella. No se trata de cambios o mutaciones coyunturales que, una vez pasada la crisis, volverán al punto de partida. Para tomar conciencia de su amplitud podemos tomar como referencia el desplazamiento de los centros de gravedad económica que hemos conocido a lo largo de la historia: en 1760-1780 el que se dio de Holanda a Inglaterra y en el período de entreguerras mundiales el operado entre Inglaterra y Estados Unidos. En esta ocasión, la única diferencia es que no sólo se trata de un desplazamiento del centro de gravedad de un continente a otro, sino de un cambio más global: económico, social, político, cultural… Se trata de una transformación en la que Occidente (Europa y EE UU), que ha dominado el mundo desde el descubrimiento de América, pierde su hegemonía en beneficio de las nuevas potencias emergentes o de viejas potencias que recuperan su fuerza 4 ó 5 siglos después.

1.1 En las nuevas relaciones mundiales, Europa pierde peso y Estados Unidos, aún cuando continúe siendo la primera potencia militar mundial, ha perdido su hegemonía económica. En este contexto, la evolución de la crisis en EEUU va a ser determinante, si bien la participación de los países del G7 en el PIB mundial, que a principios de los años 1980 era del 56%, en el 2010 se situó en el 40%. Las previsiones indican, además, que las curvas de crecimiento de los exG7 de un lado y de China y las nuevas potencias asiáticas de otro, van a cruzarse en las próximas décadas. Otro tanto podría ocurrir con la renta per capita en los años 2030-2040. Tendencia confirmada, también, por los índices de crecimiento de los diez o quince últimos años: entre el 8 al 12% para China e India contra el 1 al 2% para EE UU, y el de las reservas mundiales.

1.2 En esta crisis, el mapa del mundo se redefine y la competencia hace estragos

Las nuevas relaciones de fuerza desembocan en nuevas tensiones económicas inter-capitalistas o inter-imperialistas que, en determinadas contextos, pueden desembocar en conflictos militares. El retroceso de Estados Unidos se traduce en una crisis de su hegemonía. Aún cuando continúa siendo una potencia mundial, su posición está debilitada en todas las guerras en las que toma parte en el planeta. La relación de fuerzas en la situación actual no es la misma que durante el «nuevo orden mundial» de los años 1990.

1.3 La crisis europea no puede explicarse al margen de estos cambios a nivel mundial. La UE quiere adaptar el mercado laboral europeo al mercado mundial. Ahora bien, la crisis en Europa puede adquirir una gravedad enorme debido, justamente, a su débil posición en la competencia mundial. Alemania continúa siendo uno de los principales países exportadores (47% del PIB, frente a Japón, 17%, y China, 15%) pero también se ve afectada por la contracción del mercado mundial. Por otra parte, con el fin de hacer frente a la competencia mundial, las clases dominantes europeas quieren cargarse lo que queda del «modelo social europeo». Desde su punto de vista, es necesario desmantelar lo mucho de «social» aún queda en ese modelo. De ahí la ofensiva especulativa que azota los mercados europeos. «Mercados» tras los que se encuentran: banqueros, dirigentes de fondos de pensiones, de multinacionales… que exigen elevar la tasa de plusvalía mediante la reducción de los salarios, desmantelar la Seguridad Social e incrementar el tiempo de trabajo. De ahí la brutalidad de las políticas de austeridad, cuyo objetivo es adaptar la fuerza del trabajo a las exigencias de un mercado mundial arrastrado por las relaciones sociales de las potencias emergentes, que implica la reducción de 10 a 15 puntos del poder adquisitivo en los años que vienen.

Pero, además, y eso es lo que le da un carácter agudo, explosivo, a la crisis, a ello se le añade el tipo de construcción política que ha conocido Europa: con divergencias o trayectorias económicas divergentes entre diversos polos de la UE (Alemania y el círculo de Holanda, Austria, Europa del Norte, la periferia sur de Europa, Francia en el centro…). Las relaciones franco-alemanas reflejan la realidad económica, política e institucional de Europa; una Europa sin un Estado europeo, sin una dirección europea y carente de un plan de desarrollo y de respuestas concretas a la crisis.

Por ello, las transformaciones que se están dando a nivel mundial conllevan el declive de Europa y minan tanto los fundamentos de la democracia política como las bases sociales y electorales de los grandes partidos tradicionales. Crea, también, las condiciones para el desarrollo de tendencias autoritarias. Es lo que reflejan los informes de la Troika y, en algunos países de Europa del Sur, las crisis políticas nacionales donde la extrema derecha puede situarse en el primer plano de la escena política. Si bien los intereses de la burguesía mundializada no coinciden con el de una «opción proteccionistas» de extrema derecha, no se puede descartar un «accidente político» que sitúe a la extrema derecha a las puertas del poder.

2. Crisis histórica del movimiento obrero

2.1. El nuevo redespliegue del imperialismo no se puede comprender mas que en el marco de la nueva relación de fuerzas entre las clases en las metrópolis imperialistas. Relaciones de fuerza caracterizadas por un debilitamiento histórico del movimiento obrero tradicional. En este contexto, ¿cuál es la situación del movimiento obrero y de la izquierda? Pensábamos (y la IV Internacional no era la única en hacerlo) que la gravedad de la crisis económica posibilitaría una dinámica de recomposición y de reorganización del movimiento obrero y de los movimientos sociales… Es verdad que existen experiencias como la de Syriza, o la del movimiento Indignados pero, a pesar de ello, la explosividad de la situación no se traduce política, orgánicamente en estos movimientos: los sindicatos no se fortalecen, tampoco lo hacen los partidos reformistas, la izquierda radical, la izquierda revolucionaria… ni las corrientes de izquierda en las grandes formaciones. Tampoco asistimos a la emergencia de nuevas organizaciones, si exceptuamos Podemos. Es cierto que se dan nuevas expresiones organizativas, pero por el momento son muy inestables. Además, retrospectivamente hablando, podemos decir que desde el inicio de las crisis capitalistas en la historia y si exceptuamos las coyunturas en las que el movimiento obrero había sido físicamente eliminado por el fascismo o las dictaduras militares, nunca antes habíamos asistido a una simultaneidad tan estrecha entre la crisis del sistema capitalista y la existencia de un movimiento obrero tan débil para hacerle frente.

2.2 El movimiento obrero se ve afectado por varios factores:

a) Desde finales de los años 1970, las contra-reformas liberales a escala mundial provocaron un proceso de reestructuración de la fuerza de trabajo: individualización, precarización, retroceso de derechos colectivos y debilitamiento de las organizaciones sindicales. La desindustrialización liquidó las grandes concentraciones obreras. Y no digamos nada del llamado sector «informal». La gente obrera y empleada constituye más del 60% de la población activa, pero su estructura social se ha modificado radicalmente. En China, o en el resto de los países asiáticos, la industrialización ha conducido a una expansión sin precedentes del proletariado, pero no estamos más que en los inicios de su organización en movimientos independientes. Y, en cualquier caso, actualmente tampoco existe una sincronización entre los sindicatos y asociaciones o partidos en Europa, Estados Unidos y Asia. Estamos frente a retrocesos en Occidente y procesos incipientes en el Este.

b) La formación de una conciencia socialista revolucionaria paga el tributo del balance del siglo pasado; fundamentalmente, del estalinismo del corto siglo XX, que para millones de personas fue identificado con el comunismo. Un siglo XX que en sus últimos años dio nacimiento a la globalización capitalista neoliberal.

c) Los partidos y organizaciones social-demócratas han sufrido una mutación social-liberal o, mejor dicho, neoliberal, aunque guardan lazos históricos con la social-democracia de antaño. Se trata de fuerzas políticas de alternancia dentro del sistema, lo que les obliga a diferenciarse de los partidos de derechas en función, evidentemente, de las especificidades nacionales; pero están totalmente integradas en la gestión de la crisis. No hay diferencias entre la social-democracia y los dirigentes de derecha europeos. Los procesos de primarias y su parecido con el Partido Demócrata de los EE UU van en el mismo sentido. Se trata de partidos cada vez menos obreros y cada vez más burgueses. En cuanto a los partidos post-estalinistas, o bien se han visto reducidos a expresiones sectarias como el PCP-portugués o el KKE-griego, o bien se dedican a hacer seguidismo de los partidos social-demócratas o a resistir tratando de tener una política llamada «anti-liberal, pero de gestión de la economía y de las instituciones capitalistas». Partidos como en PS en Francia evolucionan tan a la derecha que dejan espacio para este tipo de formaciones que pueden jugar un papel independiente en tanto que no se ven obligados a entrar directamente en el Gobierno.

d) El efecto combinado del debilitamiento del movimiento obrero frente durante más de tres décadas de ataques neoliberales con la política de las direcciones de la izquierda mayoritaria, da margen de maniobra a la burguesía mundial para «gestionar la crisis». Refuerza la posición de los mercados financieros y profundiza los ataques contra las clases populares; en los BRICS, incluso mejora la situación de millones de personas… Cuando no existen salidas obreras, el capital siempre tiene una salida a la crisis. El problema es que el coste social, ecológico y humano de su «solución» es cada vez más terrible.

Notas

1/ Ver en VIENTO SUR «El caos geopolítico y sus implicaciones: notas de introducción para una reflexión colectiva». http://www.vientosur.info/spip.php?article9505.

2/ http://www.vientosur.info/spip.php?article9358