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Entrevista a Jónatham F. Moriche

«Nuestra democracia ha sido secuestrada por los mercados»

Fuentes: Ambroz Información

El pasado agosto se cumplían cinco años de colaboración en Ambroz Información de nuestro paisano Jónatham F. Moriche, autor de una columna de análisis político de la que ahora se toma un descanso de algunos meses. Firma habitual en medios alternativos como Rebelión o Kaosenlared, activista de movimientos sociales como ATTAC o Rumbo a Gaza […]

El pasado agosto se cumplían cinco años de colaboración en Ambroz Información de nuestro paisano Jónatham F. Moriche, autor de una columna de análisis político de la que ahora se toma un descanso de algunos meses. Firma habitual en medios alternativos como Rebelión o Kaosenlared, activista de movimientos sociales como ATTAC o Rumbo a Gaza y militante de Izquierda Unida, hemos querido, con ocasión de este punto y aparte, conversar con él sobre algunos de los asuntos que ocuparán un lugar destacado en el debate nacional e internacional durante el curso político que ahora comienza.

– Has dedicado muchos de tus artículos en Ambroz Información a la situación de crisis económica que atravesamos. ¿En qué punto estamos dentro de este proceso?

– Conforme ha ido quedando en evidencia la incapacidad de las instituciones nacionales e internacionales para presentarle soluciones éticas y eficaces, la crisis económica se ha transformado en crisis política. Y los mercados han aprovechado esta debilidad de los poderes públicos para relanzar el proceso de globalización en clave de neoliberalismo radical y autoritario. Los Estados no sólo no han puesto coto a los abusos del mercado, sino que se han convertido en paganos de sus desastres y rehenes de sus chantajes. Las políticas económicas públicas están completamente subordinadas a la voluntad de agentes económicos no democráticos. La reforma constitucional pactada por PSOE y PP en España, siguiendo órdenes del Banco Central Europeo, es el más reciente ejemplo de este violento secuestro de la política por parte de los mercados.

– Tu colaboración en estas páginas comenzó con un texto sobre la ofensiva israelí contra Líbano en verano de 2006, con George W. Bush todavía en la Casa Blanca. En estos cinco años, ¿cuáles han sido los grandes cambios en el campo de las relaciones internacionales?

– La demente operación de cruzada emprendida por Bush, Blair y Aznar tras el 11-S destrozó completamente el ya de por sí injustísimo sistema de relaciones internacionales posterior a la Guerra Fría, y ha dejado un legado de violento desorden del que muy poco o nada ha sido reparado: las guerras de Afganistán e Iraq siguen dejando un escandaloso recuento diario de muertes; Guantánamo y otros tantos campos de concentración y exterminio siguen operando; no se ha avanzado un sólo paso en la resolución del conflicto palestino… Y, por supuesto, ninguno de los tres genocidas de la cumbre de las Azores ha sido sometido a juicio por sus crímenes. Las tremendas decepciones que han supuesto Zapatero y Obama parecen descartar definitivamente la posibilidad de una reforma progresista desde dentro del sistema. Los cambios para bien que puedan llegar vendrán desde abajo y desde la izquierda, como estamos viendo en las heroicas revoluciones populares del mundo árabe frente a sus tiranos, o en la tenaz resistencia del pueblo griego a los ajustes salvajes que le han impuesto el BCE y el FMI. La única excepción es América Latina, donde se han consolidado gobiernos progresistas como los de Brasil, Argentina, Venezuela o Bolivia, con notable éxito en términos de extensión de derechos sociales y bienestar colectivo.

– Pero, en medio de esta crisis y bajo esas presiones tremendas del mercado, ¿hubiera sido posible hacer otra política, en España o en otros países europeos?

– ¡Por supuesto! Constituyendo mayorías fuertes junto a otros partidos de izquierdas, sindicatos y movimientos sociales, los gobiernos socialistas de España, Portugal o Grecia hubieran podido plantar cara al ataque de los mercados y defender sus servicios públicos y derechos sociales. E incluso, actuando conjuntamente, hubieran podido promover una refundación en clave progresista de la Unión Europea. Pero es que ni siquiera lo han intentado. En el Congreso, PP y PSOE se tiran los trastos a la cabeza, pero luego conviven muy civilizadamente en los consejos de administración de Endesa, Telefónica o Caja Madrid. En esos intereses bastardos radica ese sólido «consenso» de las fuerzas políticas mayoritarias. Las grandes organizaciones de la socialdemocracia española y europea están absolutamente entrampadas en el discurso ideológico y la trama de intereses del neoliberalismo.

– Y en este panorama, ¿qué futuro aguarda a la Unión Europea?

– Ninguno. En su formato y orientación actual, el proyecto europeo está muerto. La UE es sólo un conjunto de instituciones inútiles y carísimas, sin la menor legitimidad democrática, que sólo sirve como correa de transmisión de los mandatos del gran capital europeo. Cuando se presentó aquel engendro jurídico, engañosamente denominado Tratado Constitucional, fue rechazado por la ciudadanía en las urnas. Ahora, se aprovecha la crisis para saltarse las formalidades y aplicar de modo imperativo las mismas medidas neoliberales que aquel Tratado contenía. Resulta muy expresivo escuchar como, en la plaza Syntagma de Atenas, los manifestantes que defienden sus hospitales, escuelas y pensiones del chantaje de la deuda entonan las viejas canciones de la resistencia contra los nazis. Como alternativa a esta deriva mercantilista y autoritaria de la UE, la izquierda debe poner sobre la mesa un nuevo proyecto europeo, radicalmente democrático y antagónico de la dictadura de los mercados.

– Volviendo a nuestro país, ¿quién, y por qué, crees que ganará las elecciones generales del 20 de noviembre?

– El PP, probablemente con mayoría absoluta. Pero también con una abstención muy alta, y con muchos votos nulos y blancos en las urnas. El electorado del PP crecerá relativamente poco, será el electorado de izquierdas el que se derrumbe, a causa de la enorme decepción y rabia que ha producido el drástico volantazo a la derecha de Zapatero durante esta legislatura. Pero buena parte de la sociedad española progresista, aunque haya decidido no votar, sí va a querer hacerse escuchar en sus críticas hacia un sistema político cuya credibilidad está, y con toda razón, por los suelos. Lemas como «lo llaman democracia y no lo es», «no nos representan» o «nuestros sueños no caben en vuestras urnas», que hemos escuchado en las movilizaciones del 15-M, son muy representativos de ese estado de ánimo.

  – Sin embargo, no parece que Izquierda Unida u otros partidos a la izquierda del PSOE, mucho más críticos con el neoliberalismo, vayan a crecer mucho en estas elecciones.

– La crisis del capitalismo ha supuesto también una importante crisis para la izquierda tradicional, en España y en toda Europa. Hay mucha sensatez en los programas políticos de IU, Equo o Izquierda Anticapitalista, pero hay una absoluta insensatez en la vida orgánica de la izquierda política, empezando por esa interminable y absurda sopa de siglas que astilla al electorado progresista en cada llamada a las urnas. Que, en una situación como la actual, al menos esas tres formaciones de ámbito estatal no concurran en una única plataforma electoral el próximo 20-N es una irresponsabilidad y una inmoralidad de tal calibre que justifica sobradamente la cautela y la distancia con que el movimiento 15-M y buena parte de la «izquierda sociológica» observa a la izquierda política, por mucho que comparta lo esencial de sus programas electorales.

 

– Las movilizaciones de los «indignados» han supuesto una importante convulsión en el panorama político de nuestro país, ¿cuál es tu impresión de este movimiento?

– El movimiento 15-M es una formidable maquinaria de pedagogía política, que ha devuelto la conversación política al primer plano de la vida social, y ha demostrado una increíble energía e inteligencia en acciones como la ocupación de plazas públicas o la obstrucción de desahucios hipotecarios. Su gran novedad radica en que, a diferencia de movilizaciones anteriores, no existen plataformas de partidos, sindicatos y movimientos que organicen las protestas, sino que estas se han auto-organizado desde la base y por sí mismas, tomando la delantera a esa izquierda tradicional que durante los últimos cuatro años han fracasado en la tarea de constituir un sujeto político capaz de articular la indignación de la sociedad frente a la catástrofe neoliberal.

– Como militante de IU, defendiste activamente vuestra abstención en la investidura de José Antonio Monago como nuevo presidente extremeño tras las elecciones del 22-M. ¿Cómo valoras tres meses después aquella decisión?

– Fue la decisión correcta cuando se tomó, y ahora lo es todavía más, cuando haber apoyado al PSOE nos hubiera convertido en socios de hecho del «constitucionazo» neoliberal, que los diputados y senadores socialistas extremeños en Madrid han respaldado. El presunto «giro a la izquierda» que entonces nos proponía Fernández Vara era igual de inverosímil que el que ahora plantea Pérez Rubalcaba. Cayo Lara y la dirección federal de IU se equivocaron entonces al presionar y amonestar a la militancia y la dirección extremeña por su abstención, y se equivocan ahora cuando anticipan el apoyo de los diputados de IU a una hipotética investidura de Rubalcaba, una apuesta sobre una quiniela electoral muy arriesgada, y que además despierta escasa simpatía en el movimiento 15-M, que es hacia donde IU debería dirigir en este momento la mirada en busca de alianzas.

– ¿Y qué papel juegan en este escenario los sindicatos?

– CCOO y UGT apenas han sido capaces de movilizarse, más allá de la chapucera huelga general de septiembre de 2010 y un puñado de actos simbólicos sin apenas repercusión, convocados más bien para salvar la cara ante sus propias bases que para confrontar al gobierno y los poderes económicos. Su modelo de «sindicalismo de gestión» naufraga porque el nuevo y más agresivo neoliberalismo surgido de esta crisis considera que ya no tiene nada que negociar con las fuerzas del trabajo. Méndez y Toxo se sentaron gustosos a cenar con Ángela Merkel, pero no han comparecido ante las asambleas de indignados de las plazas españolas ni han satisfecho su demanda de movilizaciones más contundentes. Es una situación insostenible. Si no rompen abierta y radicalmente con el neoliberalismo, los grandes sindicatos se verán defendiendo la trinchera opuesta a la que ocupan los trabajadores a los que dicen representar.

– ¿Y cómo encajarán todas estas piezas en la España posterior al 20-N?

En materia de orden público y libertades civiles Rajoy será mucho más duro que Zapatero, pero en materia económica no habrá grandes diferencias porque el proceso de desmantelamiento del Estado de Bienestar ya está muy avanzado y porque, al fin y al cabo, los dueños de todo esto no están en Madrid, sino en Bruselas o aún más lejos, y ni PP ni PSOE tienen un proyecto económico propio que oponer a la emergencia económica permanente del neoliberalismo. Mientras la izquierda política no se recomponga, la oposición a la dictadura de los mercados sólo podrá expresarse en forma de acción directa y desobediencia civil en la calle. Parece inevitable, en España y en toda Europa, un choque de trenes entre la legitimidad descendente de unas urnas semivacías y la legitimidad ascendente de unas calles y plazas desbordadas. En el resultado de este choque se perfilará la futura forma de nuestra democracia, si es que al cabo de esta crisis arribamos a un futuro democrático, algo que a día de hoy no deberíamos dar por seguro.

 

[Publicado originalmente en Ambroz Información nº 19 (septiembre 2011); edición digital disponible en www.radiohervas.es]

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.