Siempre hay que pensar que el tiempo puede hacer su trabajo y dar posibilidad a, por ejemplo, desempolvar los libros de los que tanto se presume, y tal vez nunca se han leído, a militar en donde uno dice que hace la batalla y resulta que jamás piso la trinchera, a escuchar las partes interesadas […]
Siempre hay que pensar que el tiempo puede hacer su trabajo y dar posibilidad a, por ejemplo, desempolvar los libros de los que tanto se presume, y tal vez nunca se han leído, a militar en donde uno dice que hace la batalla y resulta que jamás piso la trinchera, a escuchar las partes interesadas y no lanzar el monopolio, a enterrar el olvido estructural que tanto nos esclaviza y por fin recordar, recordar y recordar…en el estricto sentido platónico.
El patriarcado es un sistema de producción muy anterior al capitalismo, por eso la resistencia política a dicha estructura de dominación es la primera en el tiempo de los movimientos sociales de la Edad Moderna. El feminismo es la teoría crítica por excelencia, es la teoría política que ilustra la Ilustración, es el movimiento social con más de tres siglos de historia.
El patriarcado se constituye en un orden de dominación a partir del momento en que se apropia de nuestro cuerpo, imponiéndole una moral reproductiva y sexual. El feminismo es el único movimiento que ha combatido esta estructura, siendo una teoría radical que aborda la raíz del problema y facilita a las mujeres de las generaciones sucesivas la progresiva consecución de sus derechos. Así, la liberación sexual de la mujer se debe a una larga historia: desde las sufragistas – con la consecución del derecho de las mujeres a la participación política – a las marxistas – con el acceso real de las mujeres a la participación política, pues el movimiento sufragista se permitió sólo desde la burguesía – pasando por las anarquistas con sus programas libertarios de sexualidad y amor libre, las teóricas feministas y sus distintas corrientes políticas en la segunda ola del siglo XX, las feministas radicales norteamericanas o las feministas de la diferencia europeas. Todas ellas han contribuido a la apropiación del cuerpo femenino por parte de la mujer. El feminismo ha descolonizado nuestro cuerpo, permitiéndonos así decidir sobre él, respecto a la usurpación patriarcal que se atribuía su reproducción y sexualidad.
Todas estas corrientes tejen a lo largo de más de tres siglos lo que hoy somos, permitiéndonos disfrutar de nuestro cuerpo, explorarlo, reventarlo de gusto solas, con quien queramos, con cuantos queramos…..como queramos, el derecho a entregarnos, a subir y bajar en todos los sentidos con un desconocido o desconocida, con un conocidísimo o conocidísima, con medio o cuarenta, ensayando todo tipo de posturas que ni toda la industria pornográfica junta podría jamás imaginar, haciéndonos vivir una y mil veces el paraíso en esta tierra. Es algo que decidimos nosotras, desde nuestra revolución sexual – revolución ganada por el feminismo para cada mujer que nace.
Así el feminismo, sobre todo el feminismo marxista, con una clara pretensión política, luchó por la emancipación sexual de la mujer. Luchó contra las leyes matrimoniales que nos incluían en el patrimonio del marido, luchó contra la legislación reproductiva que impedía que decidiésemos sobre nuestra capacidad reproductiva, y luchó contra la legislación que reglamentaba la prostitución, que sometiendo a las mujeres a controles sanitarios, al confinamiento en espacios determinados, y a su estigmatización, multiplicaba a un ritmo vertiginoso la cada vez más pujante trata de blancas. En el siglo XIX se crea el movimiento por la abolición de la reglamentación de la prostitución. Qué vueltas da el mundo, señores, las feministas se unieron para luchar contra la reglamentación de la prostitución, ley que impuso la Iglesia junto con la burguesía progresista en distintos periodos de la Edad Media y la Edad Moderna: los católicos la consideraban un mal menor1histórico – es el oficio más antiguo del mundo – y la burguesía comenzaba a idear esa fantástica ideología chorreante de dinero, que todavía organiza hoy nuestros días, en donde se acepta que exista la libertad sexual sólo en tanto que libertad de compra y venta2. La libertad sexual, si no se subsume al orden aparente de las leyes del comercio, y al orden de la doble moral que predica la Iglesia, resulta tan subversiva que hace que a lo largo de los siglos se hermanen todas las corrientes religiosas – cristianos3, musulmanes, hebreos …- y las corrientes laicas convertidas en ideología -desde la aristocracia, la burguesía, desde la dictadura de Primo Rivera, desde la dictadura de Francisco Franco, hasta los progres del siglo XXI – para justificar cada uno desde su palco la necesidad de reglamentar la sexualidad de las mujeres.
El parangón de esta doble moral es la sustentada hoy en día por la pseudointelectualidad. A saber, las propias condiciones de la estructura patriarcado, como sistema de producción socioeconómico, consisten en que las reivindicaciones feministas tan sólo floten como islas en un inmenso océano, imposibilitando de raíz su organización política y su trascendencia. Silenciando su militancia, ¡claro que el feminismo tiene que resultar desorganizado políticamente! ¡claro que tiene que presentarse como reformista, puritano..! El sistema patriarcal imposibilita una y otra vez su organización, no con golpes de estado financiados por la CIA, si no manteniendo a sus guerrilleras aisladas en los hogares, esparcidas por todo el mundo; la diferencia estructural entre el espacio privado y el espacio público es todavía tan radical, tan imperante que no hace falta ni gastarse un duro en paramilitares. Y la pretensión de que la disolución de esta diferencia corre a cargo de la prostitución es tan reaccionaria como sus argumentos reposmodernos, los cuales ficcionan el acceso de la mujer al espacio público a través de un asunto tan, tan privado que curiosamente la consumación de su transacción no suele ser pública. Y por tanto -aquí viene el salto mortal- el cuestionamiento del fenómeno de la prostitución es atentar contra las libertades en general. Recuerdo la de veces que hemos tenido que oír, de liberales y neoconservadores, el hecho de que cuestionar las condiciones estructurales de un fenómeno hace sentirse a uno muy incómodo, muy incómodo….. Una incomodidad como la que genera el abolir los privilegios que uno identificaba con su libertad.
Junto a los argumentos ultraliberales afloran los argumentos específicamente misóginos embistiendo el abolicionismo desde un frente todavía más moralista, retrógrado y castrante. Esto suele suceder cuando el discurso reglamentarista se olvida de aferrarse a lo que en principio, supuestamente, era el motivo de su lucha, el tan bien intencionado demagógico discurso de los derechos laborales de las mujeres prostituidas. Es entonces cuando aparece en el horizonte de las analogías la impertérrita misoginia, que -maldito patriarcado- nos persigue a las mujeres desde tiempos ancestrales. Del lado de la problemática de la prostitución, se presenta la eterna cola de los males del mundo, siempre recurrente cada vez que una mujer reivindica sus derechos: véase, los pintorescos ejemplos del alcoholismo y el tabaquismo. Y en este punto la rueda retórica se lanza como una noria saltándose en cada vuelta los pasos lógicos de lo que pretendía ser una exposición racional convertida en peligrosos atentados contra los derechos humanos. Comparar la abolición de la prostitución con la abolición del tabaquismo y el alcoholismo pone en circulación el contenido misógino del discurso antiabolicionista:
– En primer lugar la relación entre el fumador y el tabaco, como la relación entre el bebedor y el alcohol, es hasta la fecha -pese a la animación a la que vivimos sometidos-, una relación entre un sujeto y un objeto, y a saber -pese a todos los esfuerzos de los reglamentaristas- la relación entre el prostituidor y la mujer prostituida es una relación entre un sujeto y un sujeto. Esta aclaración hace, para empezar, totalmente imposible, en todos los casos, la analogía entre la abolición del tabaquismo, del alcoholismo, y de la prostitución, y la hace imposible en unos cuantos sentidos, pero sobre todo en un sentido pragmático – por la naturaleza de los elementos que componen la relación-, en un sentido ético -flaco favor haríamos a las posibles distinciones entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, si ni siquiera sabemos diferenciar un sujeto de un objeto- y en un sentido inmoral, porque efectivamente no es lo mismo, en cuanto a deberes y derechos, la suerte que corre, o debería correr, un sujeto respecto a un objeto.
– Y en segundo lugar el desarrollo de esta analogía pervierte el orden de las secuencias: se erige en defensa de los derechos de los consumidores de alcohol, y de los consumidores de tabaco, cuya decisión a abandonar sus consumos dependerá de ellos, en tanto que en esa relación participa un sujeto, adulto, con capacidad de decisión, y un objeto inanimado, a saber una o cuarenta botellas de whisky, o, uno o doscientos cigarrillos. Y ese consumo en el momento en que se convierte en una patología, y además daña a terceros[i], deberá ser regulado, por ejemplo con la normativa cívica, me imagino que para todos adecuada, si bebes no conduzcas. Ahora bien en el momento en que intentemos establecer un hilo de continuidad con los bebedores, fumadores y la prostitución, no podemos ampliar el campo de referencia de una manera tan vertiginosa, pues entonces los consumidores de alcohol y de tabaco a quienes no se les debe perseguir por ello, ¿están en el lugar del hombre que compra cuerpos femeninos para su uso sexual o en el lugar de la mujer prostituida? Entendemos que el orden argumentativo nos obliga a colocar a los consumidores de alcohol y de tabaco al lado de los hombres que compran cuerpos de mujeres para su uso sexual. Y nosotras … en fin… nosotras, colocadas en el lado oscurísimo del tabaco y el alcohol, resistiremos…. nos fumaremos un buen puro habano con todos estos argumentos, a ser posible cada vez que hagamos el amor – por lo que necesitaremos un infinito abastecimiento cubano -, nos beberemos de un trago un buen vaso de vodka y seguiremos luchando por la abolición de las condiciones que nos prostituyen, condiciones estructurales sostenidas por proxenetas y prostituidores, lucharemos por las desestigmatización y descriminalización de las mujeres prostituidas, por nuestros derechos sexuales como mujeres ciudadanas, por nuestros derechos laborales como mujeres ciudadanas. Por el derecho a no estar en la lista de la compra junto al alcohol y el tabaco.
A finales del siglo XIX comienza la superproducción industrializada del sexo, fruto del reformismo burgués. Es entonces cuando se desarrollan los primeros movimientos de mujeres para abolir las leyes reglamentaristas. Como las acciones políticas protagonizadas por Josephine Butler, quien consiguió en 1880 la adhesión de protestantes y sindicatos, propiciando la abolición de las leyes reglamentaristas en 1886. Pionera en la lucha por los derechos humanos organizó un movimiento internacional contra la esclavitud sexual en el siglo XIX. A lo largo de la primera mitad del siglo XX se sucedieron distintos convenios internacionales, hasta el Convenio de Naciones Unidas del año 49 – hoy papel mojado para la globalización ultraliberal . Las feministas luchan contra las leyes prohibicionistas y reglamentaristas, las dos caras de la misma moneda, que criminalizan y responsabilizan a las mujeres de la existencia de la prostitución4.
Las feministas siempre se resistieron a que se legislase sobre su libertad sexual, ¿cómo se podía considerar que había que legalizar la libertad sexual de las mujeres a través de la prostitución?, ¿acaso es que la libertad sexual de las mujeres era ilegal? ¿Es que para existir, la libertad sexual de las mujeres, necesita de la existencia de la prostitución? Bendita retórica.
Pero no importa, las feministas que llevan siglos haciendo de este mundo un lugar más libre, no cesaron su lucha ante las siempre nuevas -siempre las mismas- reacciones patriarcales, a lo largo de la historia la lucha ha sido condenada desde todos los frentes. Desde la Iglesia inquisitora se las consideró brujas, perversas, poseídas, y se las quemó en la hoguera, desde la Revolución Francesa se las guillotinó por revolucionarias5, desde los incipientes Estados Nación democráticos -desde los primeros sufragios- se las encarceló por sufragistas, y así podría continuar un largo etcétera hasta finales del siglo pasado y principios del que nos ocupa en donde por defender nuestra libertad sexual se nos llama puritanas.
No importa, seguiremos siendo libres, aunque no quieran. Y de verdad, dejad de batir vuestras armas de redención, no tenéis que pagarnos por ello, nuestra libertad nos pertenece precisamente porque no está en venta. E invitaría a los iluminados a que aúnen sus fuerzas para desalentar a todos aquellos reprimidos sexuales que siguen empeñándose en convertir nuestra festiva, erótica y revolucionaria sexualidad en un supermercado6.
1 En España, al igual que en otros países de Europa, en los períodos en los que se reglamentó la prostitución las casas de lenocinio pertenecían a Obispos. Al respecto consultar material de documentación de Rossiaud,J., o Molina Molina, Ángel Luis. Mujeres públicas, mujeres secretas,Editorial KR ( «el cardenal Guillermo de Testa, compró un burdel, a modo de inversión, llamándolo Aulus Comitatis,Eduardo II en 1324 se compró un lugar de retiro en la margen sus del Támesis, al que bautizó con el nombre de la Roserie, en donde organizaba elegantes juergas, que no interesaba fueran observadas por la Corte. En 1337, las monjas de Straford poseían un burdel llamado The Bargue….; Vidal Gavidia, Mª Amparo La casa de arrepentidas de Valencia. Sèrie Minor.Generalitat Valenciana.2001. Y para periodos contemporáneos, como es el caso del franquismo en España, consultar obras como Mujeres en el franquismo.
2 La trampa retórica recurrente en los argumentos críticos con la abolición es la siguiente, como recoge la cita señalada, por un buen amigo, para esta ocasión «El concepto del «libre comercio» surgió como un principio moral aún antes de convertirse en un pilar de la ciencia económica. Si uno puede hacer algo que otros valoran, uno debe poder vendérselo a ellos. Si otros hacen algo que otros valoran, uno debe poder comprarlo. Esta es la verdadera libertad, la libertad de una persona – o una nación – de ganarse la vida. Esta es la verdadera libertad, la libertad de una persona – o una nación – de ganarse la vida». Así comienza el Documento de Estrategia para la Seguridad Nacional del Pentágono, redactado por Pearl y Kagan en el 2001.
3 No hay que confundir las apropiaciones circunstanciales de un discurso con la historia de ese discurso. Las apropiaciones circunstanciales del discurso abolicionista por parte del Vaticano no nos va a confundir ni un poquito. Nadie dejó de manifestarse en la calle contra la guerra de Irak porque Wojtyla poco antes de morir se proclamase pacifista. La posibilidad de desproveer esta lucha del significado político que tiene desde los orígenes del feminismo es la estrategia clara de las posturas moralistas que siguen insistiendo en corregir las conductas sexuales de las mujeres.
[i] En este punto no cabría un ensayo de justificar dichas analogías a través de la inclusión de la violencia de género en el caso de los hombres bebedores. Aludir al posible alcoholismo de los hombres maltratadores es una de las máximas denunciables por parte de los profesionales que trabajan con mujeres maltratadas. La violencia de género no es un fenómeno que se deba a una patología psíquica, o a unos hábitos masculinos como el alcohol, si bien hay casos de maltratadores alcohólicos, no son la mayoría, y el establecer esta relación contribuye a disolver las verdaderas causas de la violencia de género y por tanto a dificultar su análisis y resolución. El presentar a la mayoría de los hombres maltratadores como alcohólicos se les desresponsabiliza, además de contribuir al mito de que la violencia doméstica se ejerce mayoritariamente en las clases bajas o marginales de la sociedad. Cuando la realidad es bien distinta, solo que las clases más pudientes, siempre tardan más en establecer denuncias o en hacer pública su situación por el desprestigio social que estigmatiza estas situaciones. A el hombre que maltrata a una mujer se le juzga por esto, no por que sea alcohólico.
4 Los argumentos reglamentaristas que apelan a la voluntad de las mujeres prostituidas sobre el tipo de redención al que quieren someterse, vuelan en el aire de las paradojas como esa burbuja que está a punto de estallar en cuanto uno se sienta a reflexionar sobres las condiciones de clandestinidad, y esclavitud a la que están sometida la mayoría de las mujeres prostituidas en este planeta, según informes de Naciones Unidas, de Coalición Contra el Tráfico, y de todas las Instituciones y Asociaciones que luchan por los derechos y humanos y la erradicación de la tortura, de la militarización de la ciudadanía, de la explotación de los seres humanos….