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Nuevo gabinete: La banalidad de lo mismo

Fuentes: Rebelión

Se decidió mantener intacta la lógica del sistema político que corrompe y genera desconfianza. No hubo ni simulacro de cirugía mayor. Ni siquiera un lifting. Quizás la mitad de una inyección de botox, a lo sumo. De esas que duran un par de meses. En la forma y en el fondo se reincide y persiste […]

Se decidió mantener intacta la lógica del sistema político que corrompe y genera desconfianza. No hubo ni simulacro de cirugía mayor. Ni siquiera un lifting. Quizás la mitad de una inyección de botox, a lo sumo. De esas que duran un par de meses. En la forma y en el fondo se reincide y persiste en reproducir los mismos perfiles políticos de la vieja Concertación. Es claro que no tienen otra cosa que ofrecer. Así, a la Nueva Mayoría le es imposible jugar en las ligas mayores del cambio social; con reformitas a medias. La gente de pueblo lo sabe.

La coalición gobernante, pese a las patéticas puestas en escena de la Presidenta, no tiene los recursos políticos ni éticos para reinventarse durante una crisis. Menos para romper con la relación de subordinación hacia el poder del capital-dinero en la cual se movían felices los «Peñailillo boys» o los «pistoleros» del PPD, como los llamó el analista Edison Ortiz. Así se mantiene intacto el caldo de cultivo de la corrupción. Quedó la misma estructura de poder que devora toda voluntad. Por eso, aquí, no vale la pena nombrar a los reemplazantes por sus nombres propios.

No obstante, es un dato de la causa que explica los aplausos de las organizaciones patronales: con la llegada de los nuevos ministros de la Segpres, Interior y Hacienda aumentó el número de los ministros concertacionistas que arrastran y encarnan estrechos vínculos con la empresa privada o con agencias a su servicio como Imaginacción de E. Correa. Se agregan a los otros que nombramos, como Eyzaguirre, Rincón, Williams, Pacheco y Blanco. Factor clave de la crisis de legitimidad del Estado neoliberal. Es lo que explica la vorágine inútil de frases programadas para consumo periodístico. Pues se siguió con la misma dinámica. La misma orientación política estratégica.

Y el choque entre personalidades o los gallitos entre los piños no debe obscurecer lo fundamental.

Es la vuelta repetitiva de la banalidad de lo mismo en una coalición política que se apropió de las demandas populares, no para impulsarlas sino para desactivarlas. Podrían haberse disuelto como Nueva Mayoría; haber llamado a nuevas elecciones, pero decidieron repetirse. Habían razones de peso para que la Presidenta renunciara.

Empero las grandes coaliciones que gobiernan en el Estado no se hacen el harakiri. Lo sabe el ciudadano común: el endeudado, «representado», vigilado y mediatizado: el todavía espectador irónico que se imagina la rutina por venir del humorista del canal de Luksic, allí dónde fue a actuar la Presidenta.

Los políticos y su clientela tienen muchas ventajas pecuniarias siendo partidos de gobierno. Por contra, quedará registrado de manera indeleble, en una vasta porción de la ciudadanía, la sensación de una coalición corrupta y sumisa al poder del capital y de una presidenta que no supo estar a la altura de la situación.

Nada podrá disipar el malestar ciudadano respecto a la casta político profesional del actual duopolio. Aquél demora en manifestarse políticamente. Pero permanece como un sustrato. Como un dato duro en la memoria política colectiva. Así lo ratifica la última encuesta CEP: sólo un 3% de los encuestados confía en los partidos políticos y sólo un ridículo 1% cree que nadie está involucrado en casos de corrupción.

En Europa, los estudios muestran la crisis y erosión vertiginosa de los grandes partidos y coaliciones desde hace 5 años. La corrupción y las políticas económicas neoliberales son las responsables. El PT brasileño cayó redondo y los intelectuales ni vieron venir la máquina estructural corrupta. ¿Hicieron la vista gorda? Nuevos partidos y movimientos que incluyen en sus programas la lucha contra la corrupción y que saben vincularse a los movimientos sociales surgen para disputar las contiendas electorales (como Podemos en España). En Chile aún no los hay. El PRO de ME-O no puede hacerlo porque está con las manos sucias. Este adoptó la política del avestruz. El vacío político existe, el significante anti corrupción está; hay que llenarlo de contenido.

Los estudios también demuestran que hay un desfase temporal entre una crisis de confianza y su traducción en el plano de la política. Puede tomar años, puede que no, pero hay que estar preparados. Por eso la calma aparente. Pero también la gran responsabilidad de quienes deben desde la acción colectiva construir una alternativa a las dos coaliciones neoliberales sumidas en el desprestigio.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.