Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El fabuloso Buda recostado en Wat Pho, Bangkok, no aprueba exactamente las guerras de drones y los «asesinatos selectivos», por no hablar de bombardeos de la infraestructura civil. Por lo tanto el Buda puede haberse sentido intrigado -por lo menos- cuando el presidente de EE.UU., Barack Obama, trajo a colación lo siguiente refiriéndose a Israel y Gaza al comienzo de su tour relámpago de «pivoteo» del Sudeste Asiático: «ningún país del mundo toleraría que llovieran misiles sobre sus ciudadanos desde más allá de sus fronteras».
Por lo tanto imaginad al Buda en el nirvana, supervisando compasivamente el lamentable paisaje de este valle de lágrimas y viendo, lógicamente, que los drones de Obama lanzan lluvias de misiles Hellfire desde Pakistán hasta Yemen, mientras uno de los asesinatos selectivos -extrajudiciales- típicos de Israel, el del líder militar de Hamás Ahmed Yabari, fue el preámbulo del desencadenamiento del último capítulo del castigo colectivo que Israel ha infligido a Gaza.
Llámese Doctrina Obama o buena excepcionalidad estadounidense; en toda la calle árabe el apoyo de Obama a la violencia israelí se analizó junto a esta dosis preceptiva de análisis geopolítico del heredero de Ariel Sharon: «Tenemos que arrasar vecindarios enteros en Gaza. Arrasar toda Gaza. Los estadounidenses no se detuvieron en Hiroshima, los japoneses no se rindieron lo bastante rápido, por lo tanto también atacaron Nagasaki» [1].
¿Alguien quiere una solución final? Ni siquiera Obama -o cualquier otro presidente de EE.UU.- admitiría la posibilidad de que Tel Aviv se implica rutinariamente en terrorismo de Estado basado en castigo colectivo. Después de todo, como dijo una vez Golda Meir: «No existe el pueblo palestino… ellos no existen».
Eso hace que el parloteo sobre el envío de la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, para mediar en un acuerdo entre Israel y Hamás sea tanto más ridículo. El gobierno de Obama no posee el poder para garantizar las promesas de su aliado Israel de ajustarse a un alto el fuego. Sin embargo, hay que mediar para llegar a un acuerdo y el mediador crucial es Egipto, bajo el presidente Mursi de la Hermandad Musulmana (HM).
Desde el principio, Mursi sabía que el primer ministro israelí Bibi Netanyahu no podría seguir bombardeando eternamente con la horrenda acumulación de «daños colaterales». Sabía que Bibi tendría que dar marcha atrás, porque un bombardeo «para arrasar toda Gaza», seguido de un guerra terrestre, correría el riesgo de hundir a Israel no solo en el terreno de la opinión pública mundial sino también en el terreno geográfico.
Durante semanas, el mantra de los conservadores y derechistas de EE.UU. es que la política de Obama en Medio oriente ahora consiste en besar los pies de la HM. Incluso si se admite que Obama y sus consejeros no saben cómo encarar a la HM (lo que está lejos de lograrse), se podrían esperar resultados del tipo más absurdo. La HM está en el poder en Egipto; bien posicionada para tomar pronto el poder en el país aliado de EE.UU., Jordania; dirige ahora la remezcla de la oposición en Siria; y está totalmente apoyada por Catar. Además, Hamás es esencialmente la HM en el poder en Gaza.
Considerando que Catar se colocó cuidadosamente en segunda línea en el intento de solucionar el drama en Gaza (porque teme enfrentarse a Israel), Washington se tuvo que basar en Egipto. En cuando a Mursi, él sabía que si no trataba de distanciarse de EE.UU. en el intento de mediar en un acuerdo, la calle egipcia lo apalearía en las próximas elecciones parlamentarias. Y solo Mursi tiene suficiente margen de maniobra para danzar alrededor del objetivo supremo de Hamás, que es romper para siempre el (ilegal) bloqueo físico y económico de Gaza.
Luego tenemos a la cada vez más curiosa Siria. El consejo remezclado de la oposición siria es una operación conjunta de EE.UU. y Catar. El propio Obama, en la primera conferencia de prensa después de su reelección, dijo que quería una oposición «comprometida con una Siria democrática, una Siria inclusiva, una Siria moderada». No es exactamente la agenda en Doha, por no hablar de Riad.
¿Cuál habrá sido la reacción de Obama al saber que las bandas del Ejército Libre Sirio descartan totalmente el nuevo Consejo Nacional Sirio cuyo líder Moaz al-Khatib, a propósito, cree que Facebook es un maligno complot estadounidense/israelí? Las bandas han proclamado que quieren un «Estado islámico justo». Traducción: al diablo con Catar y EE.UU., queremos seguir el camino medieval saudí.
No cabe duda; en los próximos meses será un desmadre ver a Obama tratando de pivotear para alejarse de todo ese lío hacia Asia-Pacífico.
Demasiados peces en el mar
Lo que nos lleva al destino final de todo este pivoteo: China.
La interpretación de Pekín de la exageración del pivoteo es directa. La Guerra Fría ha vuelto y la nueva amenaza roja (¿amarilla?) es China. El gobierno de Obama no tiene por qué meterse en disputas en el Mar del Sur de China. Ya que el ascenso del Reino del Medio a máxima potencia económica -y después política- del mundo es tan inexorable como la muerte o los impuestos, todo el Sudeste Asiático preferirá la integración al enfrentamiento.
Comparadlo ahora con la posición más bien cómica de Obama -quien trajo a colación el pivoteo que aumentó la tensión para comenzar- que ahora se presenta como el benigno apaciguador de tensiones, involucrando a China, Taiwán y cuatro naciones del Sudeste Asiático, durante su tour relámpago.
No obstante la lucha ya ha comenzado; después de todo están en juego inmensas cantidades de petróleo y gas inexplorados. Pekín solo aceptará negociaciones bilaterales. Las Filipinas -siguiendo la influencia de EE.UU.- quieren internacionalización. Camboya -esencialmente una colonia económica china- anunció durante la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) que todos los miembros discutirán bilateralmente con China el Mar del Sur de China. Las Filipinas -que hablan de un «Mar de las Filipinas Occidentales»- dijeron: «olvidadlo». En esta etapa, ASEAN y Pekín deben ponerse de acuerdo en un «código de conducta». Tomará tiempo. Pero es inevitable.
Obama se reunió con el primer ministro chino saliente Wen Jiabao, a quien dijo que EE.UU. y China deben «establecer reglas de juego claras» para el comercio y la inversión. Es ciertamente más civilizado que cuando Mitt (¿Quién?) Romney prometió comenzar una guerra comercial/monetaria con China «el primer día de su presidencia». No hay referencias de de que Wen haya mencionado el pivoteo a Obama.
Por lo tanto al fin y al cabo ¿qué estaba haciendo exactamente Obama en su tour relámpago por el Sudeste Asiático? Para el horror de los «excepcionalistas» estadounidenses de todos los tipos estaba, esencialmente, deslocalizando puestos de trabajo estadounidenses.
Obama fue en una ofensiva diplomática a extender a la mayor cantidad posible de naciones asiáticas un trato al estilo del Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica conocido como Acuerdo de Asociación Trans Pacífico de Libre Comercio (TPP). El TPP es otro fabuloso instrumento de las corporaciones de EE.UU., así como otro clavo en el ataúd de la manufactura estadounidense. Los funcionarios del gobierno de Obama estuvieron activos presentando el TPP como un instrumento para facilitar el pivoteo de Obama, en términos de «contener» a China. Al contrario, la propia Hillary Clinton anunció que le gustaría que China formara parte del TPP.
¿Pivoteo? No creáis el sensacionalismo. Es solo negocio.
Nota:
1. A decisive conclusion is necessary, Jerusalem Post, 18 de noviembre de 2012.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto: [email protected]
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/NK22Ak02.html
rCR