No he escuchado una frase más desafortunada del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que la expresada hace pocos días, cuando dijo que su régimen tenía que «torcer el brazo a países no obedientes a Washington». Más que una amenaza, esa declaración denota inmadurez, desesperación e impotencia, lo cual es demostrativo en las conductas agresivas […]
No he escuchado una frase más desafortunada del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que la expresada hace pocos días, cuando dijo que su régimen tenía que «torcer el brazo a países no obedientes a Washington».
Más que una amenaza, esa declaración denota inmadurez, desesperación e impotencia, lo cual es demostrativo en las conductas agresivas asumidas en los últimos meses por la Casa Blanca contra naciones como Argentina y Venezuela, en América Latina.
La afirmación de Obama se torna más desdichada aun si se tiene en cuenta el hecho de que la pronunció cuando resta poco más de un mes para que se celebre en Panamá una nueva Cumbre de las Américas, prevista para abril venidero, sobre la cual se han generado numerosas expectativas.
La referida expresión del jefe de la administración norteamericana fue rechazada de inmediato en la Patria Grande, donde actualmente la mayoría de los gobiernos no acatan las ordenes de Washington, como solía ocurrir en tiempos pasados, sino todo lo contrario, las repelen, por injerencistas y contrarias a la soberanía e independencia de sus pueblos.
Argentina y Venezuela son hoy evidentemente los principales blancos de turno de planes desestabilizadores fabricados en Estados Unidos, que han incluido intentos de Golpes de Estado, agresiones continuas, sanciones, y campañas mediáticas perpetradas por medios de prensa europeos, y latinoamericanos que actúan como partidos políticos al servicio del Pentágono.
En el caso de la presidenta Cristina Fernández, es hasta de poco caballero pretender «torcer el brazo», y al mismo tiempo ridículo, porque ella ha dejado bien claro que valentía y coraje les sobran frente a los ataques de los Fondos Buitres, y ahora ante denuncias infundadas en su contra por el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), ocurrido en 1994 y que dejó 85 muertos.
El objetivo es desprestigiar a una dama generosa que ha devuelto a su país el honor y la autoestima, además de contribuir a la unidad latinoamericana, y por supuesto ir preparando el terreno para que la derecha vuelva a tomar el poder en Argentina en las cercanas elecciones presidenciales.
En relación con Venezuela, no es noticia que Estados Unidos desde hace mucho tiempo, más que «torcer el brazo», ha querido «arrancar la cabeza» a la Revolución Bolivariana. Lo hizo con el mandatario Hugo Chávez, y ahora lo repite con Nicolás Maduro.
Colocar a gobiernos «obedientes» a Washington en Caracas y Buenos Aires serían dos duros golpes para los procesos de cambios que se escenifican en América Latina, y un retroceso para la integración de la región, hechos por lo que apuestan los sectores ultraconservadores norteamericanos.
Empero, hacen mal los cálculos los tanques «pensantes» e imperiales del Pentágono porque, como se ha reiterado, son otros vientos los que refrescan la Patria Grande, que ante una agresión contra uno de sus pueblos, reacciona en conjunto con firmeza y solidaridad.
Mejor habría que recomendar a Obama que evite usar las amenazas y la violencia hacia las naciones latinoamericanas. De lo contrario sería aconsejable para él que se abstenga de asistir a la próxima Cumbre de las Américas.
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