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Entrevista a la periodista Lucía Sepúlveda Ruiz, autora de "119 de nosotros"

Operación Colombo: rescate de la memoria y camino a la justicia

Fuentes: Terra Magazine

Hace unas semanas el juez Víctor Montiglio inició el proceso judicial más numeroso por crímenes perpetrados durante la dictadura de Augusto Pinochet. Numeroso por los 98 ex militares y agentes del régimen que han sido detenidos, pero también por la cantidad de desaparecidos y asesinados. 119 personas, la gran mayoría jóvenes y adolescentes, fueron secuestrados […]

Hace unas semanas el juez Víctor Montiglio inició el proceso judicial más numeroso por crímenes perpetrados durante la dictadura de Augusto Pinochet. Numeroso por los 98 ex militares y agentes del régimen que han sido detenidos, pero también por la cantidad de desaparecidos y asesinados. 119 personas, la gran mayoría jóvenes y adolescentes, fueron secuestrados en Chile por la DINA entre 1974 y comienzos de 1975, en una maniobra de los servicios secretos denominada Operación Colombo cuyo objetivo no fue sólo la muerte de los jóvenes, sino su difusión y manipulación, también como campaña del terror, a través de los medios de comunicación controlados por la dictadura.

La periodista y ex mirista Lucía Sepúlveda Ruiz ha relatado esa trágica y perversa historia en un libro. En 2005, cuando se cumplieron los 30 años del sangriento episodio, publicó «119 de Nosotros» (LOM Ediciones, Santiago de Chile, 2005), un texto que es investigación y también testimonio. Los 119 era su generación, sus compañeros, sus amigos. Lucía, aun cuando no fue detenida por la dictadura, vivió largos años en la clandestinidad y trabajó para salvar las vidas de muchos compañeros detenidos. Su primer esposo, sin embargo, es un ejecutado político.
De los desaparecidos, cuenta Lucía, 94 eran miembros del MIR, nueve eran comunistas, nueve socialistas, dos del Mapu, uno de la Liga Comunista y de cuatro cuya militancia se desconoce. La mayoría eran santiaguinos de Ñuñoa, Villa Francia, las poblaciones José María Caro, La Legua o Lo Hermida. Pero también había quienes venían de Antofagasta, La Serena, Talca, Concepción, Temuco, Chillán, Valdivia, Los Angeles y Longaví. En el grupo había estudiantes secundarios (varios del Manuel de Salas y del Instituto Nacional y el Liceo 7 de Niñas), había interventores, empleados públicos, metalúrgicos, sastres, textiles, obreros, pobladores, vendedores ambulantes y un peluquero. También 47 de ellos eran alumnos o egresados o docentes de la Universidad de Chile y once lo eran de la Universidad Técnica del Estado, actual USACH. Había también nueve que venían de la Universidad de Concepción, y tres de la Universidad Católica, entre ellos la actriz Carmen Bueno, egresada de la Escuela de Arte y Comunicación. La inmensa mayoría eran menores de 30 años y en el grupo había 19 mujeres. Entre todos tenían 97 hijos, de los cuales 13 fueron póstumos y dos nacieron en cautiverio pues sus madres fueron también a prisión.
¿Qué te llevó a escribir este libro 30 años después de los hechos?

La escritura de este libro tiene que ver con la amnesia y la afasia en este país. Con lo que no se ve ni se dice. El periodo de la dictadura, para algunas personas y medios de comunicación, parece no haber existido. Un pueblo no puede vivir sin historia, o con una historia fragmentada. Consideré un deber, una deuda con mi generación, dar a conocer los hechos que tuvieron que ver con esta operación mediática de la DINA para encubrir las desapariciones de chilenos y chilenas en el año 1974 y comienzos de 1975, que fue el periodo más feroz de represión. Fue cuando había mayor terror, estaban frescas las huellas del bombardeo a La Moneda, los hechos más sangrientos, por tanto eran momentos muy difíciles. Hoy, a más de 33 años de estas detenciones, se comienzan a ver ciertos atisbos de justicia.

– Tú fuiste parte de esa generación, conociste a muchas de las víctimas. ¿Podrías hacer un perfil de ellos?

– La mayor parte de ellos eran jóvenes, lo que era muy notable, y entre ellos, estudiantes secundarios, universitarios, recién recibidos de ingeniería, de veterinaria. Así era la generación del MIR, muy comprometida. No eran opositores, eran miembros de la resistencia a Pinochet. 119 personas, de las cuales la gran mayoría eran miembros del MIR. De manera que era gente muy vital, que estaba comenzando a vivir. Había también algunos mayores, profesores de la universidad, profesionales. Era un grupo muy calificado, gente muy valiosa. Fue también una masacre de cerebros.

– ¿Dónde y cuándo fueron detenidos y asesinados?

– Año 74 y en febrero de 1975. Fueron detenidos en sus lugares de trabajo, en las universidades. Fueron detenciones selectivas, que correspondían a un plan de la DINA.

– La Operación Colombo -nombre por cierto inventado por la DINA- estuvo especialmente dirigida al MIR

– La DINA le puso ese nombre. En el fondo, según el informe Rettig, 1974 fue el año en que la DINA centró sus objetivos en el aniquilamiento del MIR, así como más tarde fue el Partido Comunista. La DINA tuvo brigadas, como la Halcón, dirigida por Krassnoff, absolutamente dedicada a la persecución, detención, tortura y aniquilamiento de miembros de la resistencia y del MIR. Esto fue como un ensayo de la Operación Cóndor, la que implicaba el traslado de gente desde fuera. Acá se dijo eso, pero en el fondo todos fueron detenidos en Chile y su destino se pierde también en el país, porque habían sido vistos en centros de exterminio en Chile. Acá lo que hace la DINA es conectarse con los órganos de inteligencia de fuera para el montaje. En los preparativos previos a la aparición de la noticia en Chile, aparecen cadáveres en Argentina, que en realidad eran cadáveres de personas argentinas a quienes se les puso cédulas de identidad de chilenos. Se avisa a las familias, incluso, pero las familias no pueden reconocer los cadáveres. La DINA llevó las cédulas de identidad. Aquí entró en acción Iturriaga, que era el encargado de la sección exterior de la DINA. El monta la operación, y después le pone el nombre. Porque el nombre se encuentra en los papeles de Mario Arancibia, que estuvo involucrado en el crimen del general Prats. Pero ese es el caso emblemático de la Operación Cóndor. Arancibia ya está instalado en Argentina cuando comienzan estas detenciones en 1974 y en su oficina se le hallan cédulas de identidad de chilenos. ¿Qué era lo que buscaba la DINA? Decir que los miristas se mataron en Salta, en Brasil, por peleas de dinero. Eso fue lo que publicaron más tarde los medios de comunicación.

– Durante la campaña mediática ¿ya los habían asesinado?

– Para preparar esto tenían a las personas o detenidas o ya las había matado, lo que aún no está determinado. Sí, que sus documentos de identidad fueron llevados a Argentina, lo que se comprobó cuando, por otras razones, la oficina de Arancibia fue allanada. Lo raro es que ningún magistrado tomó este caso como Operación Colombo. Sabemos que la detención de Pinochet en Londres abre el espacio para que la justicia chilena, cómplice absoluta de la dictadura, se viera presionada por la comunidad internacional, y empiece a procesar y a juzgar. En ese sentido, está el gran mérito del juez Juan Guzmán, que es el primero que más activamente investiga. De este modo, las investigaciones actuales de la Operación Colombo comienzan con la detención de Pinochet en Londres y el nombramiento de jueces especiales. Aquí comienzan los casos investigados uno a uno. Si uno tenía suerte, su caso era nombrado por uno de los jueces especiales. Pero no todos los 119 quedaron con jueces especiales y no todas las investigaciones pudieron avanzar. Pero el primero que le llamó a esta lista Colombo fue el juez Guzmán. Y el primero que condenó a miembros de la DINA fue el ministro Solís.

– Esta operación tuvo como objetivo el amedrentamiento de la población. Se montó una campaña mediática. ¿Qué has podido investigar de eso?

– El objetivo de la inteligencia de la dictadura, de los servicios secretos, era mostrar que quienes resistían al nuevo gobierno era mala gente, pistoleros, gente que no merecía piedad ni simpatía ninguna. Esto estaba orientado a que nadie ayudara, que nadie se hiciera parte del movimiento de resistencia. Había que presentarlos como gente malvada. Empezaron a publicar en los diarios informaciones que crearan un clima de este tipo, en un tiempo en que las fuerzas de izquierda estaban en un estado de shock y de reorganización muy incipiente. Lo primero fue una información sobre enfrentamientos por Talca.

– ¿Eso salía en todos los medios?

– En todos, que eran los mismos de ahora. El Mercurio, La Tercera y la televisión. Se digitaba desde la oficina central de información de la dictadura y se repartía a los medios y desde allí se publicaba. Tal cual.

– ¿Esa información la hacían periodistas?

Yo creo que la publicaban los periodistas. Era hecha por la DINA, que tenía gente que producía información.
Y los periodistas, ¿nunca comprobaron esa información?

No reportearon jamás. Publicaban los que le entregaba la DINA. Más tarde, en julio de 1975 esta campaña se lanza oficialmente como si fuera un cable de agencia que llega a Chile. La operación fue republicar una noticia que había aparecido en un medio brasileño y uno argentino. Pero ninguno de esos dos medios existía, fueron creados por la DINA en colaboración de agentes en el Cono Sur. En Brasil había existido una revista, O Día, que se recreó para sacar un solo número con esta noticia de chilenos que se pelean entre ellos y que mueren en una balacera. Y luego lo mismo en Argentina. Esa noticia es la que toman los diarios chilenos. Primero aparece en La Segunda, con un enorme titular que dice «Exterminados como ratas», expresión que más tarde analizan expertos en salud mental. ¿A qué asocias una rata? ¿O exterminio? Una evidente campaña, que penosamente ha ido quedando en la sociedad chilena. Eso explica el miedo, la amnesia… una operación de alto vuelo.

– Un titular como ese compromete gravemente a personas del gremio. Eso lo investigó el Colegio de Periodistas.

Existe un grupo de familiares de estas 119 personas. Ellas crearon originalmente la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, la que por otros motivos se divide. Hace dos años le pidieron a la Comisión de Etica del Colegio de Periodistas, que debe resguardar el ejercicio de la profesión, que investigara. La comisión investigó, identificó a los directivos de El Mercurio y de La Tercera de la época, fueron a declarar. No se pudo determinar con exactitud, pero se cree que fue una mujer la que hizo el titular en La Segunda. Ella lo niega. Otros explicaron cómo era el proceso, lo que está en un acta de más de cien páginas que es muy interesante de revisar sobre los límites del periodismo. Aquí se muestra cómo la dictadura elaboraba las noticias, en tanto ellos, como periodistas, no podían no publicar lo que la DINA les pasaba. Así era el periodismo de la época, dijeron, se justificaron. Pero lo más chocante es que El Mercurio y La Tercera, que en ese entonces le dedicaron a ese caso portadas, páginas y páginas, editoriales sobre la condición moral de los miristas, que se mataban afuera, que la Vicaría de la Solidaridad mentía para perjudicar al gobierno porque no había desaparecidos, etc., ahora no ha publicado nada, o casi nada.

– ¿Dónde estabas entonces? Tú eras del MIR.

Yo estaba en la clandestinidad, recolectaba información de las personas que estaban desaparecidas. No había nada. Sólo el Comité pro Paz, la Vicaría de la Solidaridad y la prensa extranjera. Muchas personas deben su vida a esta solidaridad. Tuve la suerte de no ser detenida, pero muchos de mis compañeros sí. Y mi ex marido, el padre de mi hija, Augusto Carmona, fue ejecutado en 1977.