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Organización política y sujeto social

Fuentes: Rebelión

La teoría canónica sobre el partido El tema clásico de la izquierda que se denomina de inspiración marxista ha sido siempre el de la organización. En la mayoría de las corrientes que se denominan marxistas el supuesto, dado por bueno, es que existe una clase o clases sociales subalternas -clase obrera, campesinado, clases medias, etc-, […]

La teoría canónica sobre el partido

El tema clásico de la izquierda que se denomina de inspiración marxista ha sido siempre el de la organización. En la mayoría de las corrientes que se denominan marxistas el supuesto, dado por bueno, es que existe una clase o clases sociales subalternas -clase obrera, campesinado, clases medias, etc-, constituidas como tales a consecuencia de la actividad económica desarrollada por las clases dominantes, y que poseen consciencia de serlo. La fuerza política organizada puede partir de esa realidad social organizada y consciente de sí misma que es la clase social. Su objeto es dotar de consciencia exterior a las clases subalternas ya existentes, proponiéndoles un programa, una ideología política y una estrategia, elaborada por el partido político, elementos de los que las clases subalternas carecen y que son los que llevan a trascender la sociedad actual. Elementos todos los cuales no pueden ser elaborados por la consciencia espontánea o sentido común de los subalternos, y requieren de la ciencia, de la teoría marxista, entendida ésta, según unas versiones, como un saber de base científica, que se constituye por reflexión sobre los conocimientos aportados por las ciencias académicas, a partir de los que analiza el presente y descubre las posibilidades de acción que se abren para encaminarse a una realidad social diferente. En otras versiones el marxismo podría ser considerado un saber teorético superior a las ciencias y que da respuesta adecuada, y mejor que las ciencias, a las preguntas que tratan de ser respondidas por las ciencias; o que es una teoría científica de una ciencia diferente, superior, etc. Y aún en otras versiones, que el marxismo es una visión del mundo, de base científica o no, según la corriente marxista de que se trate Se dan diversas interpretaciones entre las corrientes marxistas al respecto, pero en todas esas versiones el marxismo es la guía intelectual, teorética, que investiga y comprende el presente y elabora las perspectivas de futuro. Su importancia radica en su potencia explicativa, en su carácter gnoseológico capaz, a la vez, de orientar la estrategia política y hacer luz en las conciencias de los subalternos .

La estrategia que se concluye de esta interpretación consiste en un proceso de lucha en el tiempo formado por etapas sucesivas, cuyos objetivos, medios, etc han sido pronosticados y previstos por la teoría, y que llevan en la dirección política propuesta ya por anticipado por el cuerpo teorético como objetivo final. En resumen éstas elaboraciones: programa para el presente, adecuado a la actual fase, dentro de una estrategia prevista a largo plazo, la propia estrategia, y la ideología política superior, no se consideran posibles para la consciencia espontánea, son elaboraciones científicas, o teoréticas y mediadas por las investigaciones sociales científicas y pueden ser transmitidas a la clase o a la alianza de clases en la que se piensa porque éstas poseen conciencia de ser clases diferenciadas y subalternas, y saber reconocer en las fuerzas marxistas y de izquierda a los suyos.

Por todo ello, constituirse en plataforma electoral es el segundo paso de cualquier fuerza marxista; el primero es la elaboración de un análisis y de un proyecto estratégico, y de una ideología, lo cual queda en manos de su grupo dirigente, que deben ser difundidos mediante la propaganda. La tercera prioridad tradicional era, antaño, el trabajo sindical entre las masas para hacer propaganda de su proyecto. Pero este tercer elemento clásico, en la actualidad es dejado de lado por las organizaciones políticas de izquierda que se esfuerzan fundamentalmente en oficializar su existencia tratando paroxísticamente de ocupar un lugar al sol del sistema político mediante su intento de tener representación parlamentaria, como forma de poder «disputar la primogenitura»

La primera perplejidad sobreviene cuando los sectores sociales a quienes se quiere interpelar no responden. No se sienten concernidos por la propuesta, ni se sienten clase social subalterna. «Enajenación» es la palabra que viene enseguida a la mente y a la lengua, y que tranquiliza al grupo político de izquierdas

Cabe recordar como resumen, que para todas estas corrientes y fuerzas políticas marxistas, las clases sociales son una clasificación sociológica que se da en la realidad, una entidad configurada por la organización económica impuesta por las clases dominantes

Otra forma de ver la cosa. La filosofía de la práctica

Si bien para varias de las corrientes de pensamiento que son parte integrante de la tradición plebeya, democrática y revolucionaria la clase social ha sido considerada como un objeto social de índole sociológica, existente por naturaleza -por naturaleza social- y perceptible para los propios agentes formantes de la misma, desde su sentido común. Y si bien entre esas corrientes se encuentran incluidas la mayoría de las que se inspiran en Marx, no todas las corrientes inspiradas en Marx asumen ese postulado. A comenzar por el propio Marx, tal y como se echa de ver en El Manifiesto Comunista.

Para el marxismo del propio Marx y el marxismo praxeológico, minoritario, en general -Gramsci, Benjamin, Korsch, Bloch… de historiadores como Edward P. Thompson…- las clases sociales existen como consecuencia de la práctica encaminada a constituirse en tales1. La palabra «clase social» propia de la sociología que la utiliza -desde luego, no toda mi mucho menos- no tiene nada que ver con la noción de clase que utiliza el marxismo de esta corriente. Para la sociología, ésta puede existir como un estrato social dentro de una estratificación social dada -«estrato», «estratificación» términos morfológicos, procedentes de las ciencias naturales geológicas-, con independencia de que los sujetos incluidos en cada uno de estos sub universos en que se descompone el universo social que se estudia se consideren tales. Unas rentas, unas capacidades de acceso y disponibilidad de bienes, etc los configuran como tales. Una participación asimétrica en el producto nacional, económico, en beneficio de las clases económicas dominantes, del que sin embargo son ellas las productoras, sería una caracterización propia de lo que se define como clase en la sociología, y sería a la vez una definición aceptable para los marxismos mayoritarios. Sobre todo si se incluyera la relación salarial como el elemento que diferencia entre clases sociales dominantes y subalternas, etc. O, en todo caso, y de no incluirse en la definición esta última

característica, sería ésta la única divergencia.

Sin embargo, para la filosofía de la práctica, que es el nombre con el que podemos denominar a esa variante minoritaria del marxismo que no comparte la noción de clase propia de la sociología, la clase social no existe como tal antes de su organización voluntaria por parte de los individuos subalternos, con el propósito de la acción. La acción, a su vez, en esta corriente de pensamiento no es solo la actividad estrechamente política mediante la que se pretende la ocupación de los aparatos de Estado, sino que es toda actividad cultural autogobernada que constituye a los miembros participantes en ella en sujetos activos, diferenciados de los demás. La clase en la medida en que existe es esa protocultura en desarrollo y en conflicto con la de las otras clases sociales. Una protocultura o cultura en ciernes, que se desarrolla abarcando a nuevos sectores sociales, que se integran activamente, con sus saberes nuevos y heterogéneos, y enriquecen el patrimonio cultural del colectivo subalterno al que robustecen en número y capacidad de control sobre la actividad material, en fuerza de confrontación con el sujeto social rival2. Las culturas subalternas autónomas surgidas de las luchas de clase son las que, si se desarrollan en un grado determinado, pueden dar lugar a que se llegue a elaborar un proyecto político social, orgánico de su propia cultura material en desarrollo, de la propia capacidad de poder -capacidad de control sobre la praxis desarrollada- y de su propia experiencia de lucha. Las culturas subalternas surgidas en conflicto y como resultado de la variante, constantemente fluctuante, correlación de fuerzas sociales que se da en cada momento histórico en cada sociedad, son los saberes que permiten al sentido común producir y reproducir la vida, el trabajo. Poseen axiologías morales, más o menos homogeneizadas conforme a los principios propios de la izquierda según el grado de desarrollo de las mismas en el conflicto social. Desarrollan en el sentido común la experiencia de lucha y de posibilidad de alternativa. Es el sentido común el que las alberga, y son fruto de la reflexión colectiva de ese sentido común en acción. El sentido común que en la otra variante de marxismo resulta deleznable casi por su pobreza y poca consistencia, es en esta variante el saber fundamental. Aquel, incluso desde el que se apropia el saber de las ciencias. El que elabora la visión del mundo de la gente. Pero el sentido común que considera la filosofía de la práctica no es cualquier estadio del propio sentido común. Es el sentido común resultante de de la actividad, el que se convierte en «buen sentido» -para darle un nombre, «frónesis» es otro buen nombre- como consecuencia de las transformaciones que introduce en el mismo la experiencia de la praxis: Es el que surge de la experiencia de la lucha organizada y de la autonomía cultural, esto es de hacer y vivir, que se va logrando, mediante la práctica de lucha.

Para la filosofía de la práctica, el sujeto de conocimiento son los obreros, los subalternos, y no puede haber otro sujeto del conocimiento, -éste no es delegable-, si se quiere apuntar al protagonismo político de las clases subalternas y a su liberación, su autodeterminación democrática; pero los subalternos son el verdadero sujeto del conocer sólo cuando luchan, cuando están activos, tal como dice Walter Benjamin3. También Vygotski plantea el desarrollo de conciencia y capacidades, de forma concomitante, solo a partir de la práctica del sujeto, y de la práctica organizada, y nos recuerda que no se «enseña» sino que se «aprende» activamente. Esto es, que el saber es elaborado y apropiado por el sujeto de forma activa, sujeto que es «agente», no «paciente». Y por supuesto, para Vygotski como para toda la filosofía de la práctica, el sujeto social no preexiste al margen del objeto social4. Sino que se genera como tal sujeto mediante la apropiación activa por su parte de la cultura histórica del mundo social en el que nace, en la medida en que se lo posibilitan las relaciones sociales asimétricas en las que se socializa.

Experiencia práctica frente a propaganda

Vuelvo por un momento a la otra forma de considerar la política por las corrientes mayoritarias del marxismo y de la izquierda. La conexión del partido con las clases subalternas le es confiada, como he señalado, a la propaganda, que consiste en organizar un discurso mediante el que se difundan de forma pedagógica las ideas que cada variante de marxismo considere fundamentales de su teoría. El discurso no encuentra eco.

No es que la mayoría de las individualidades subalternas no sepan que son explotados, o que no sepan, en el presente, que su situación empeora por momentos. Pero su actitud de rechazo a los discursos ideológicos va mucho más allá y es mucho más sensata de lo que las explicaciones ad hoc de la izquierda quieren reconocer. No es simplemente que los discursos que se dicen de izquierdas son varios, y encontrados, debido a la falta de unidad. Que el discurso del grupo político rojo tiene poca repercusión mediática, como consecuencia del dominio de los medios de comunicación por parte del capital y sus fuerzas políticas. Es que el programa propuesto y difundido mediante la propaganda es inverosímil, un brindis al sol, porque no se percibe qué fuerzas pueden llevarlo a realidad, dado que los explotados, uno a uno saben que no existe fuerza organizada alguna con capacidad real para imponerlo.

Ésta es una objeción muy firme y sensata que se basa en la propia experiencia. A menudo, dentro del sistema de fuerzas electorales institucionales, esas mismas fórmulas han sido ofrecidas por otras fuerzas progresistas en otros momentos, pero éstas, luego han debido hacer dejación de sus programas. La explicación no consiste sólo en la «traición»; es que no se pueden llevar a cabo hoy día esos programas, dada la correlación de fuerzas existente, y si no se asume la tarea de luchar por cambiarla, tarea que no es un imposible, pero que debe ser desarrollada y debe constituir el objetivo primordial.

Por lo demás, y aunque los subalternos reconocen que su situación personal es la del explotado, tampoco se sienten miembros de una clase. Y no lo son, porque la clase no es un cuerpo místico, ni un fenómeno social «natural», sino que, cuando existe, es un entramado organizado, en lucha, una cultura emergente, que anuda relaciones nuevas, materiales, entre las personas, en la vida cotidiana de éstas; una nueva cultura y una forma nueva, concomitante, de ver el mundo resultante de la experiencia de lucha, del hacer y vivir juntos que resulta de esa organización empírica, real, y un proyecto político que se elabora desde ese proceso. Para sentirse miembros de una clase haría falta que la clase existiera, no como objeto intelectual a partir de criterios elaborados por una disciplina científica, a partir de una hipótesis heurísticas, pe, la renta, esto es, como objeto artificial creado por reducción analítica, sino como realidad creada por la actividad consciente , estable, de las personas . La «consciencia» de clase, solo existe cuando existe la clase, el sujeto organizado, experimentable por sus acciones, por las consecuencias que su actividad tiene para nuestras vidas y por ser el resultado que la experiencia del sentido común registra como consecuencia de la propia praxis,.o de la praxis de los individuos del entorno. «Conciencia», la palabra utilizada por Marx, es término que remite a un estado mental habitual, propio del sentido común. Y es la experiencia unitaria de vida, producto de la propia actividad que modifica el mundo social y la realidad cotidiana, y no las explicaciones de las ciencias, lo que la crea, y la desarrolla y modifica.

Las dos explicaciones antagónicas que he tratado de resumir aquí tienen consecuencias distintas a la hora de pensar en cómo debe ser organizado el agente político. La primera, que se considera depositaria de todo el saber imprescindible para liberar a las clases subalternas, tiene como prioridad dotar de dirección y representatividad al sujeto naturalmente existente. Quiere ser y constituirse en su «estado mayor» -«vanguardia» suele ser el término que usa, pero la vanguardia de un ejército está en las trincheras más adelantadas, no trata de tener una visión global, que no puede tener, sino de contener el choque enemigo, ni tiene la capacidad de mando sobre la totalidad del «ejército»-.

El efecto de esta forma de actuar es siempre dañina, paralizadora, sustiuista. Pero en la actualidad, es además, delirante, la propia de un napoleón de manicomio, que dice ser jefe de unos invisibles ejércitos, solo existentes en su delirio pretencioso.

La otra forma de organizar, que podemos denominar la del «intelectual orgánico» para tomar el término de Gramsci, pretende ser el instrumento o percha organizativa que permita, sin más, a las gentes, desde su vida cotidiana, de forma inmediata, organizarse para luchar y protagonizar así, democráticamente, su actividad y su pensamiento. Por decirlo claro, es «al revés y lo contrario»: el partido no «es», sino que se denomina partido, o intelectual orgánico, a todos aquellos individuos que, cotidianamente, en este o aquel ámbito de la vida crean microfundamentos estables de organización permanente. Que ayudan a que los individuos puedan protagonizar y desarrollar su propia actividad, puedan luchar y vivir ya en ciernes de otra manera. El intelectual orgánico es la red o sistema nervioso de un nuevo sujeto en ciernes, pero un sujeto material, esto es, de veras organizado, mensurable por su actividad, y porque sus miembros participantes tienen conciencia de ser -«conciencia»-,y experiencia de lo que eso produce en sus vidas y en las de los demás. La experiencia de lucha, la creación de nueva capacidad de hacer, creadas por la actividad colectiva organizada, desarrolla, en primer lugar, poder; poder no es sino capacidad de control de la actividad; en este caso, de la propia actividad socialmente organizada, un poder esto es, democrático, real, en lucha con el que posee la clase dominante sobre la actividad y la vida cotidiana de las gentes y que genera la explotación y la heteronomía. Un poder que sigue bajo el control de los propios individuos organizados y cuyo control no es delegado en ningún agente especializado «externo». De esa actividad organizada, producto de la acción de miles y millones surge el nuevo sujeto, la nueva cultura en ciernes. Es, por tanto, intelectual orgánico todo aquel individuo que actúe establemente como animador, organizador copartícipe de cualquier microgrupo de personas estable que actúe capilarmente en la vida cotidiana; de entre ellos, serán elegidos por los demás los individuos que enlacen y coordinen con otros grupos y creen la nueva red de la que puede emerger en nuevo sujeto colectivo. Quien realice esa tarea de animación a la autoorganización, sea del grupo político que sea, y aunque no sea de ninguno, es un intelectual orgánico, pues realiza una tarea que permite hacer emerger una nueva realidad social, al incitar a otros a protagonizar sus actos, a deliberar sobre el cómo hacerlo democráticamente, en pie de igualdad. Y quien no ejecute esta tarea, aunque sea afiliado a un grupo político, no es intelectual orgánico.

Un movimiento solo puede tener una sola organización interna -«partido»-, y esa organización interna es el intelectual colectivo de la misma, aunque sus miembros se consideren con falsa conciencia, miembros de diversos partidos. Para serlo no hay que disponer de saberes teoréticos, sino de disponibilidad para interpelar a los demás a estar todos juntos en pie de igualdad, elaborando actividad. Desde luego, hay quienes tienen mayor habilidad para esto, en cada momento y proceso; son personas distintas pues cada momento y proceso requiere de capacidades y habilidades diversas. Y la habilidad no les viene de su pertenencia a este o aquel grupo político.

La capacidad de poder, como consecuencia de la extensión y potencia de su organización, del movimiento colectivo, y la experiencia generada en los individuos participantes en el movimiento son lo que fijan las posibilidades inmediatas de acción, las posibles, y el proyecto político que la imaginación práctica elabore, y que debe ir vinculado a la dinámica, al proceso de lucha y a sus posibilidades inmediatas. El proyecto surge de la imaginación de todos, una imaginación que está relacionada con la experiencia percibida por el sentido común de lo que hay, de lo que se puede hacer desde la nueva capacidad de hacer colectiva que surge, y de las deliberaciones públicas internas al movimiento: de la verdadera opinión pública creada por el propio movimiento

La práctica desarrollada es deliberada y dirigida, no por tal o cual teoría esotérica autodeclarada luz del mundo, sino por el sentido común, que es el depositario de la concepción del mundo de cada individuo, la cual está integrada por los saberes axiológicos, los saberes teoréticos y científicos que todo individuo posee desde la escuela y la información, y por los saberes prácticos, que orientan su vida cotidiana y su relación con los demás, y por tecnológicos o poiéticos que dirigen su actividad productiva. Todo este saber del mundo estaba antes orientado por la experiencia previa de todo individuo desorganizado y aislado, que es la de la impotencia ante el orden del mundo tal cual éste es, y la de derrota. Esta experiencia es idéntica en el universitario y en el obrero manual, precisamente porque es cierta: refleja la realidad de las relaciones sociales de un mundo en el que los subalternos no están organizados para luchar Una vez la persona subalterna se organiza y actúa, surge una nueva experiencia en su sentido común, que reordena todos sus saberes, combate y elimina las ideas que sugieren imposibilidad de cambiar las cosas, reafirma los principios favorables a la actividad solidaria y democráticamente organizada, de lucha por la igualdad y la justicia y combate las ideas que sugieren ventajas para las actitudes individualistas, egoístas e insolidarias. Esta reflexión tiene valor porque emerge de la propia experiencia inherente a toda acción protagonizada conscientemente, y de las nuevas capacidades emergentes que se desarrollan en todo individuo que se pone a la praxis, y que posibilitan autogobernar la propia praxis.

La filosofía de la práctica, saber segundo

Esta reflexión es ayudada por ese saber segundo sobre la actividad que es la filosofía de la práctica. Que en un primer momento debe ser un discurso parenético que insista en las virtudes de la autoorganización para la lucha. Y que en un segundo momento reflexiona sobre la nueva visión del mundo emergente para hacerla tomar consciencia de sí misma y dotarla de mayor poder de retroacción sobre la praxis. Pero la filosofía de la praxis no es una visión del mundo, elaborada por sabios marxistas -obligados en esa pretensión a definir no solo cómo debe ser el cine, la música y el arte «marxistas» y «socialistas», sino también cómo deben ser vividos los sentimientos «en marxista», el erotismo «marxista», la nueva célula familiar para la crianza de los hijos «marxista», la nueva vida cotidiana «marxista»…Zdanov no llegó a proponerse tanto- sino el techo superior de la visión del mundo nueva que surge en el sentido común a partir de la imaginación y la deliberación colectivas, como consecuencia de la praxis, del uso de los saberes ya existentes, poseídos ya por los individuos subalternos, de otra forma y según otra axiología de valor; el saber segundo que reflexiona sobre esa nueva visión del mundo que emerge de la praxis.

Este sentido común está dotado de saberes, incluidos los científicos, y para orientarse, puede recurrir a las ciencias sociales, para documentar mejor la realidad, tanto en su momento presente, como en su pasado originario. Pero es este sentido común, que alberga las capacidades y saberes que permiten la acción, el que gobierna la nueva acción. Tanto en las clases subalternas en lucha como en las clases dominantes, es el que dirige el ejercicio de poder sobre la praxis y la adopción de nuevas decisiones. Las decisiones que dirigen la práctica, que crea el mundo pueden ser deliberadas teniendo en cuenta las explicaciones de las ciencias sobre la realidad presente,, pero no son las ciencias las que las orientan. Cualquier medida bien fundamentada puede reclamarse inspirada en el saber científico que tuvo en cuenta. Las nuevas decisiones -toda decisión humana es siempre nueva, toda acción práctica que «reproduce» el mundo es siempre nueva porque incide sobre un mundo siempre en cambio, toda decisión humana, incluso la encaminada a la reproducción implica novedad porque conlleva consecuencias imprevistas, tal como explicaba Marx: «no lo saben, pero lo hacen»- nunca pueden ser decididas por las ciencias, porque las ciencias tan solo explican lo existente, en el presente, y su saber puede ser utilizado indistintamente para basar en él un indefinido número de diversas alternativas. Como consecuencia de todo esto, si antes el otro modelo de partido se justificaba por ser el estado mayor portador de un saber científico imprescindible para la práctica bien orientada, que solo él posee y sólo él puede utilizar para elaborar una línea política, creo que queda suficientemente puesto de manifiesto que esta división social del trabajo que se propone entre los que ordenan y los que obedecen como medida de organización de los subalternos para la lucha no solo es antidemocrática, un aristocraticismo herencia del liberalismo, sino que queda además claro que es una herencia del aristocraticismo liberal en su variante positivista y neopositivista, que niega que haya otro pensamiento posible veraz al margen de las ciencias y que exige, en consecuencia que todos no pongamos, para toda tarea y en todo caso en manos de profesionales científicos especialistas: lo puesto a la democracia cuya idea axial es que todos podemos mandar y obedecer por turnos, porque para ocuparnos de las cosas de la sociedad, de la res publica, todos estamos capacitados.

Los individuos que eventualmente sean enviados a las instituciones por un posible nuevo movimiento o sujeto social organizado por los subalternos, serán elegidos por el movimiento. Saldrán de entre las personas que sean de confianza, serán miembros del intelectual orgánico, colectivo. No hay razón para que sean elegidos en organización a parte por un comité dirigente. Pueden ser rotados, y sería una exigencia que lo fueran. Podrían ser elegidos mediante sorteo, incluso, recurso tradicional de la democracia clásica, dado que todo participante activo en un movimiento está capacitado y sabe de los debates, decisiones etc del sujeto colectivo

Creo que esta otra deriva del modelo nuevo posee a todas luces un gran interés. Sabemos que el modelo de partido diseñado por el liberalismo para actuar en la democracia liberal, y en el que se inspiran las organizaciones partidarias de la izquierda, incluso de la más radical, está basado en la profesionalización del especialista político. Sabemos que este modelo es particularmente vulnerable a la lógica de la perversión: la división social del trabajo en que se basa el profesionalismo político convierte a los dirigentes en una casta permanente y cerrada, que lleva el camino de convertirse con mucha rapidez en clase política, tal como nos revela una y otra vez la experiencia . Y, además, hemos visto la facilidad con la que este modelo se supedita a la lógica del capitalismo, que ha corrompido hasta la médula estas instituciones de profesionales permanentes, al extremo de que no hay fuerza electoral, fuerza sindical, estables, basadas en profesionales fijos que no tenga en su seno la corrupción, y entre cuyos profesionales no haya cundido el intento de acomodo para lograr prosperar y acceder a cargos en el cursus honorum. La diferencia entre unos y otros partidos está en el número de cargos corruptos -de muchos/bastantes a mayoría o casi todos-; y el grado y número de corrupción está en relación con el nivel de poder institucional ocupado por el partido y el tiempo que lleve en los aledaños del mismo. En la actualidad que un político no sea un corrupto es motivo de elogio y encomio público, como hemos podido ver una vez más en el caso de Enrique Curiel.

Crear alternativas de organización política a las actuales, también como consecuencia de esta gravísima perversión de la política provocada por el mundo capitalista en colusión con las características específicas de un modo de articular la organización política, es, también, uno de los retos que tiene la izquierda. Pero es un reto cuya respuesta se obtiene, no de la reflexión «politológica» en abstracto, elaborada por especialistas teoréticos, sino de las luchas por venir y de sus experiencias y resultados.

Crear una nueva cultura es hacer política para fundar un nuevo Estado

¿Pero todo esto, tan cultural, qué tiene que ver con la creación de un nuevo poder político?

Una vez más tengo que referirme a la contaminación de la ideología liberal en el pensamiento de izquierdas. Para el liberalismo el Estado o poder político es el conjunto de aparatos institucionales que intervienen en la sociedad civil mediante técnicas de ingeniería, para ayudar a su reproducción -uso de los impuestos y del personal funcionarial para organizar servicios, infraestructuras, subvenciones, etc, que luego son usados por la sociedad civil. Esta noción es, también, la de la mayoría de las versiones que se denominan marxistas. En ellas el Estado es la ley y los denominados aparatos de Estado, constituidos por los funcionarios. Sin embargo para la filosofía de la práctica el Estado es el nombre que recibe todo acto consciente que tiene el propósito de crear orden social, que establece orden social, que crea sociedad civil, y que, precisamente por ser creador de la misma, es, y se denomina, acto político. Y lo hace mediante la creación de la cultura material que produce y reproduce esa sociedad. Esto se logra mediante el uso de los saberes prácticos de los individuos -mediante la organización de los mismos- para crear y recrear, producir y reproducir, la sociedad civil permanentemente. Lo hace así el capitalismo, organizando y supeditando la actividad y el saber de la totalidad de la sociedad, y lo han hecho otras clases hegemónicas antes.

Hace política y, por tanto, es «funcionario» del Estado, cualquier individuo que orienta sus actos deliberadamente, que dirige su praxis conscientemente para crear un orden civil determinado, para poner las bases de un nuevo orden social modificando en la medida de lo posible para él la vida cotidiana5. Este orden civil, que es la cultura material, es la verdadera constitución de una sociedad. Por encima y por debajo de la «ley-constitución» a la que el liberalismo da tal nombre. Esta idea de lo que es el Estado procede de la clasicidad griega y llega a Marx y Engels a través de los clásicos y de su lectura de Hegel6. Desde esta interpretación de lo que es Estado: el principio activo, esto es, político, que organiza produce y reproduce permanentemente la sociedad civil, la ley constitución sí es una sobrestructura, cuasi ideológica, la ficción ideológica o fetiche que creen los individuos que ordena su mundo, y que a veces está en contradicción con las correlaciones de fuerzas del Estado propiamente así denominado, y salta por los aires. Como, por ejemplo, saltan por los aires, ahora, las constituciones europeas vigentes y sus listados de derechos sociales, de sus libertades, de sus soberanías, bajo el impulso de la práctica que genera el verdadero poder político organizado de la sociedad que es el capital financiero, poder político Estatal verdadero que se impone tras su lucha abierta, al margen de las leyes, por imponer en la vida social una nueva correlación de fuerzas.

Por tanto, cuando se está por la lucha a favor del control sobre la práctica y sobre la cultura que ordenan la sociedad civil y se está a favor de la reforma de las costumbres que ordenan la vida cotidiana, la reforma, esto es, de las «mores» -.riforma morale e intelettuale- y se está imponiendo a la sociedad civil un orden nuevo, como consecuencia de la lucha democrática masiva de los subalternos, entonces se está creando una nueva hegemonía, que si llega a cuajar y hacerse mayoritaria, fragua en un Estado nuevo. Precisamente porque consiste en una acción de millones de personas, permanente, dirigida a ordenar la sociedad civil de una determinada manera, y toda acción de este tipo se denomina Política. Cuando la mayoría de la sociedad se orienta en su acción capilar en el mismo sentido, eso, entonces es un nuevo Estado. El viejo Estado no se asalta; el nuevo poder político no se crea por asalto. El nuevo poder político se está imponiendo en la lucha por la reforma de la cultura. El viejo estado se vacía. Emerge de la lucha el nuevo. Toda acción nueva que ordena las cosas de otra forma, que crea nueva forma de hacer, nueva cultura práctica es creación de orden nuevo -ordine nuovo-: de Estado nuevo.

Por lo tanto, al tratar de la práctica cultural nueva, emergente de la lucha, no nos estábamos olvidando la lucha política por el nuevo Estado. No, si nos orientamos por el fecundo filón de la filosofía de la práctica. Y creo que con esto queda también apuntado, de forma breve pero clara, un posible modelo alternativo de hacer política para rojos y para comunistas

1 «Los comunistas no forman un partido a parte, diferente de los otros partidos (.) no proclaman principios especiales a los que quisieran amoldar el movimiento proletario (.) El objetivo inmediato de los comunistas es el mismo que el de los demás partidos proletarios: constitución del proletariado en clase (.) Las tesis de los comunistas no se basan en modo alguno en ideas y principios inventados y descubiertos por tal o cual reformador del mundo. No son sino la expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que se está desarrollando ante nuestros ojos» Carlos Marx y Federico Engels: Manifiesto del Partido Comunista Ed Progreso Moscú, 1972, pp. 44 y 45. El proceso al que se refiere no es «la dinámica general de la época», o el «tran tran de la Historia», sino el movimiento de masas organizado, concreto, material e histórico de los años 40 del siglo XlX: «ese movimiento que está ante nuestros ojos»

2 «Esta dirección no era «abstracta»,no consistía en el repetir mecánico de fórmulas científicas y teóricas: no confundía la política, la acción real, con la disquisición teorética; aquélla se aplicaba a hombres reales, formados en determinadas relaciones históricas, con determinados sentimientos, modos de ver, fragmentos de concepciones del mundo, etc., que resultaban de las combinaciones «espontáneas» de un ambiente dado de producción material , con el «casual» aglomerarse en éste de elementos sociales dispares. Este elemento de «espontaneidad» no fue desatendido y aún menos despreciado: fue educado, fue enderezado, fue purificado de todo lo que, por ajeno, podía doblarlo, para hacerlo homogéneo, pero de modo viviente, históricamente eficiente, con la teoría moderna. Se hablaba por parte de los mismos dirigentes, de «espontaneidad» del movimiento; era justo que se hablase de ello. Esta afirmación era un estimulante, un energético, un elemento de unificación en profundidad, era ante todo, la negación de que se tratase de algo arbitrario, aventurero, de artefacto [y no de históricamente necesario].Daba a la masa una conciencia «teorética» de creadora de valores históricos e institucionales, de fundadora de estados. Esta unidad de la «espontaneidad» y de la «dirección consciente» , o sea, de la disciplina, es precisamente la acción política real de las clases subalternas, en cuanto política de masas y no simple aventura de grupos que se reclaman de las masas» Antonio Gramsci, Quaderni del Carcere, Ed Einaudi, Torino, 2001, p. 330

3 «La clase que lucha, que está sometida, es el sujeto mismo del conocimiento histórico». Walter Benjamín. Tesis de filosofía de la historia. Tesis Xll. Es el sujeto activo formado por los individuos subalternos mismos, el que conoce, desde la praxis y la experiencia de explotación, incluso la heredada como memoria cultural. No una elite de sabios

4 Un buen resumen de las ideas de esta escuela puede encontrarse en el libro de A. N. Leontiev Actividad, conciencia y personalidad, Ed Cartago, México, 1984

5 &61. Lucha de generaciones. El hecho de que la generación anciana no acierte a guiar a la generación más joven es en parte también la expresión de la crisis de la institución familiar y de la nueva situación del elemento femenino en la sociedad. La educación de los hijos le es confiada cada vez más al Estado o a iniciativas escolares privadas y esto determina un empobrecimiento sentimental en relación con el pasado y una mecanización de la vida . Lo más grave es que la generación anciana renuncia a su tarea educativa en determinadas situaciones, sobre la base de teorías mal comprendidas o aplicadas en situaciones diversas de aquellas otras de las cuales eran expresión. Se cae en formas estatolátricas: en realidad cada elemento social homogéneo es «Estado», representa el Estado, en la medida en que se adhiere a su programa: de otra manera se confunde el Estado con la burocracia estatal. Cada ciudadano es «funcionario» si está activo en la vida social en la dirección trazada por el Estado-gobierno [o por el intelectual orgánico, claro, de un estado en ciernes y en lucha de posiciones y cerco] y es tanto más «funcionario» cuanto más se adhiere al programa estatal [en sus actos diarios, en sus costumbres, en su praxis diaria] y lo elabora inteligentemente» Antonio Gramsci, Quaderni del Carcere, Op. Cit. pág. 340. El texto de los corchetes es mío.

6 La organización social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados individuos, no como puedan representarse ante la imaginación propia y ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmente» …la sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuos (.) [y la actividad organizadora que produce ese orden] tiene que hacerse valer al exterior como nacionalidad y hacia el interior como Estado«. Y más adelante: «El Estado es la forma (.) en la que se condensa toda la sociedad civil de una época, se sigue de ahí que todas las instituciones comunes [de la sociedad civil] tienen como mediador al Estado, y adquieren a través de él, una forma política. De ahí la ilusión de que la ley se basa (.) en la voluntad desgajada de la base real»,. Carlos Marx y Federico Engels, La Ideología Alemana, Ed Grijalbo, B. 1970, pp. 25, 38, y 72. El Estado no es un sobrestructura de la sociedad civil, sino el principio interno que le «da forma» u organiza.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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