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Pablo González Casanova: La democracia en México

Fuentes: La Jornada

Leí por primera vez La democracia en México en Madrid, sin conocer quién era el autor. Por casualidad lo tomé de entre otros libros que había en la biblioteca de mi compañero de piso de estudiante; tal vez el color amarillo de la tapa fue determinante, y también no saber casi nada de México. Era […]

Leí por primera vez La democracia en México en Madrid, sin conocer quién era el autor. Por casualidad lo tomé de entre otros libros que había en la biblioteca de mi compañero de piso de estudiante; tal vez el color amarillo de la tapa fue determinante, y también no saber casi nada de México. Era 1977, tenía 22 años, cursaba cuarto de sociología y a mi ignorancia sobre América Latina se aunaba desconocer quién era quién en las ciencias sociales. No ubicaba a sus principales teóricos, sus épocas, sus países ni sus disciplinas. Me sonaban los «famosos» de la dependencia, y algunos desarrollistas. ¿Pero Pablo González Casanova? Ni lo uno ni lo otro. Cuando terminé la lectura me sentí en otra realidad. Nunca pensé que se podía escribir y hacer sociología sin perder el rigor conceptual y no declararse marxista. Algo nuevo para mí, un marxista de manual, como era preceptivo serlo en esos años de universitario.

La democracia en México despertó inquietud y pasión. Motivó una lectura más sosegada sobre América Latina, la sociología y la obra de Pablo González Casanova, en especial Sociología de la explotación y algunos ensayos cortos que cayeron en mis manos. Su lenguaje y argumentos eran claros. Me impactó la valentía en la exposición, sobre todo si la realidad era como la narraba. Años más tarde sabría quién era. Lo conocí en 1982, en el Museo de Antropología de la ciudad de México, junto a René Zabaleta Mercado. Me acerqué para la firma de su libro La nueva metafísica y el socialismo: «Para Marcos Roitman y R., muy cordialmente, Pablo González Casanova, septiembre 1982.»

Desde esa fecha han transcurrido 23 años, y 40 desde la primera edición, en 1965, de La democracia en México. Nadie me vaticinó que tras esa lectura casual y mi desconocimiento de Pablo González Casanova nacería una colaboración intelectual y una amistad de la cual me enorgullezco y hago pública confesión. Lo importante, más allá del recurso a la historia personal, es que busco unir obra con autor para resaltar que La democracia en México trasciende coyunturas, es patrimonio del pensamiento y la cultura universal. Su grandeza reside en la realización de un proyecto vital de compromiso ético y democrático. No hay separación entre el ser y el decir del ser. Por eso pervive en el tiempo y se transforma en un clásico para el pensamiento social latinoamericano y la sociología occidental.

En La democracia en México, González Casanova construye una propuesta para comprender y transformar las estructuras sociales y de poder que articulan México a base de interpretar su historia, sin más argumentos que mostrar las contradicciones entre la realidad formal y material. Como hicieron Marx, Braudel o Mills, plantea un método, un camino.

La democracia en México es un texto donde conceptos y categorías se transforman en afilados escalpelos y bisturíes. Herramientas de precisión capaces de abrir la sociedad mexicana a los ojos de su elite política e intelectual, y mostrar los órganos de un cuerpo social cuyo estado de putrefacción se oculta bajo un diagnóstico bastardo de apariencia saludable. La ética y el compromiso democrático con su sociedad y tiempo histórico no le permiten ser cómplice de semejante diagnóstico.

Pablo González Casanova denuncia la farsa. Su decisión abre un debate político y teórico en la sociedad mexicana y en las ciencias sociales latinoamericanas. Su propuesta conlleva una praxis que no pone cotas a la enorme riqueza conceptual proveniente de las diferentes disciplinas y escuelas de pensamiento que integran las ciencias sociales. Sólo hay una condicionante: el rigor. Es un combatiente frente al dogmatismo que constriñe el conocimiento a una dinámica empobrecedora partidaria o escolástica. Un heterodoxo del saber. Radical porque va a la raíz, al decir de José Martí.

La democracia en México es un ejemplo del quehacer del científico social donde el sincretismo teórico no puede refugiarse. El uso de conceptos está para explicar y no para justificar una estructura social y de poder. El lenguaje sociológico no puede servir de parapeto a un «disfraz conservador o revolucionario» con el cual vestir la realidad mexicana acercándola a modelos acartonados y acríticos. El resultado de semejante opción son unas ciencias sociales estériles donde la democracia se reduce a un formalismo jurídico e institucional, manteniendo las formas de explotación y dominio impidiendo su práctica real sobre un colonialismo intelectual. Así, González Casanova enuncia la categoría de colonialismo interno. Creada ex profeso para dar cuenta de las condiciones sobre las cuales se asienta el dominio y la explotación en el México contemporáneo donde la población indígena sufre la dominación de la sociedad nacional blanco-mestiza. El colonialismo interno se adhiere a las formas que adopta la explotación de clases y las estructuras de poder, donde vive la población indígena. Como señala en La democracia en México, «el problema indígena es esencialmente un problema de colonialismo interno. Las comunidades indígenas son nuestras colonias internas. La comunidad indígena es una colonia en el interior de los límites nacionales. La comunidad indígena tiene características de sociedad colonizada».

La búsqueda del argumento y su contraste: el dato empírico es la fórmula de lucha por la democracia, y denunciar el colonialismo en sus diferentes formas internas e intelectual. Apropiarse de la realidad es la manera de enfrentar el desarrollo. Identificar problemas y avanzar soluciones. Así concluía su primera edición, llamando a una tarea nacional: democratizar el poder y acabar con el colonialismo interno. La vía pacífica sería el mecanismo de encararla, reconociendo sujetos y dando entrada a las voces disidentes. Una opción de cambio social propia del socialismo democrático y de liberación nacional se atisba en sus páginas finales como parte de una sociedad desarrollada.

En 2006, la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y el EZLN ponen de manifiesto la continuidad del colonialismo interno como forma de dominio y explotación. Las tareas propuestas por González Casanova siguen pendientes. Esperemos que pronto se realicen. Sin embargo, cumplidas, la lectura de La democracia en México seguirá siendo imprescindible. En eso consiste su grandeza.