Publicado en Mientras Tanto nº 119. Homenaje a Francisco Fernández Buey. Marzo 2013
Es difícil hablar de Paco Fernández Buey (PFB) y añadir algo nuevo a todo lo que ya han dicho sus amigos, camaradas y compañeros de fatigas, discípulos y admiradores, con motivo de su muerte. Pero quizá se trate de eso: de hacer entre todos, a base de pequeñas pinceladas y de grandes trazos, un retrato de una gran persona, compleja y sencilla a la vez, admirable siempre. Algún pequeño apunte, pues, como mi modesta contribución.
Tengo delante uno de sus libros, de los más emblemáticos para mí: La barbarie de ellos y de los nuestros (1995). Una sencilla dedicatoria personal dice: «Para AM, compañero, amigo, resistente antes a la barbarie de ellos, de los de siempre, y ahora también, me temo, de los nuestros, o que fueron de los nuestros…». Fechada en Barcelona, enero de 1996. No era un juego de palabras, era una ponencia. Hace una referencia clara y amarga a la crisis que estaba viviendo CCOO en aquellos momentos y que terminaron con la defenestración de Marcelino Camacho de la presidencia del sindicato y de otros miembros de la dirección por nuestras posiciones críticas hacia el giro a la derecha del sindicato.
En este libro comienza recordando a Espartaco, Girolamo Savonarola, Thomas Münzer y Fray Bartolomé de las Casas, probablemente héroes, también en el siglo XXI. Sabe la importancia que tienen los héroes en el imaginario colectivo, pero rechaza que los hechos realizados por la gente común no cuenten para la historia como si se tratara de una repetitiva rutina de sometimiento y de explotación. Coincide con Walter Benjamin en una consideración de los revolucionarios como los depositarios del sentido común y no como utópicos enloquecidos, algo que PFB traduce en que en realidad son hijos del orden, aun cuando parezcan anárquicos hijos del desorden. Porque no pueden soportan el desorden existente, el de un sistema tan extravagante que convierte en problemas lo que deberían de ser soluciones.
Y estructura el texto analizando la intolerancia hacia el otro a lo largo de la historia y como concepto filosófico que muestra lo peor de la condición humana. Algo a lo que nunca se resignó Paco Fernández Buey, porque siempre tuvo claro que había que luchar contra esa barbarie que se expresa en la negación del otro, en la intolerancia de las ideas, en el uso de la violencia para asegurar el dominio de clase de la minoría, independientemente del discurso político al uso.
Quizá una de las ideas más importantes que refleja, y que es un santo y seña de su pensamiento de intelectual marxista, es el análisis de la nueva barbarie, como la fusión de la barbarie antigua y de la nueva. Y lo considera una gran perturbación. Lo que llamamos neoliberalismo es justamente esta tempestad. Porque la barbarie está anidando en la tremenda brecha que se ha abierto en el sistema-mundo capitalista, en el choque entre culturas, en la desesperación del proletariado mundial al borde del hambre, en la mentira interesada en que se acabé la lucha de clases para convertirse en lucha entre etnias, en la hipocresía de los ricos que ven una amenaza en los «inmigrantes», esos pobres que tiene la desgracia de buscar un trabajo manual fuera de su país de origen, en un mundo globalizados donde se mueven a discreción los capitales y las mercancías.
Un sistema que aumenta brutalmente la explotación de esa masa de la que Gramsci habla en su Quaderni del carcere, cuando dice que la historia de los grupos sociales subalternos es episódica y está necesariamente disgregada. Justamente la división internacional del trabajo del capitalismo mundial ha consolidado el proceso de subalternización inaugurado por el colonialismo. Y hace que la tradición de los oprimidos nos enseñe que el «estado de excepción» en que vivimos es sin duda la regla. Para PFB lo que él llama paria excéntrico, en el mundo del Imperio Único, ya no es nada: no es ni siquiera objeto potencial de la explotación. Una situación tan tremenda que, como dice Spivak, nos lleva a tener que preguntarnos no si los subalternos pueden hablar, sino si pueden vivir.
Pero lo que le producía más náusea y angustia no era sólo la permanencia y extensión del mal social y de la barbarie, sino también la constatación de que la resistencia o se siente impotente o todavía está sin columna vertebral. Hobsbawm decía que quizá el mayor problema es que nos hemos acostumbrados a convivir con la barbarie. A lo que Paco añade que hemos aprendido a tolerar lo intolerable. ¿O no es intolerable la obscenidad de un sistema económico que podría acabar hasta cuatro veces con el hambre en el mundo con la fortuna de las cien personas más ricas y no lo hace?
Siguiendo a Rosa Luxemburg la disyuntiva sigue siendo socialismo o barbarie, aunque en el nombre de algo llamado «socialismo» también pudiera crecer la barbarie. PFB criticó duramente la barbarie stalinista, una tragedia del siglo XX, preguntándose cómo era posible que las ilusiones y esperanzas de tantos trabajadores europeos pudieran haberse convertido en una nueva forma de la mentira y del horror. Y la comparación con los crímenes de los sistemas enfrentados no podía ser consolación para nadie.
El camino para prevenir la barbarie es el reconocimiento de las diferencias naturales en el seno de la especie humana, sin sacar la conclusión de la necesidad de mantener las desigualdades fijas (sociales, culturales, nacionales, étnicas, etc.). Y la construcción de una sociedad de iguales. Para ello reivindica el valor moral de la persona y defiende la ética de la resistencia. Este mundo necesita revolucionarios. Muchos. Es curioso que cite a figuras a las que también recurrió muchos años antes su admirado Walter Benjamin cuando afirmaba que el sujeto del conocimiento histórico es la misma clase oprimida que lucha; que en Marx aparece como la última clase esclavizada, la vengadora, que lleva hasta el final la que es la obra de liberación en nombre de generaciones de vencidos. Y para Benjamin esta conciencia también cobra vigencia en Espartaco.
Paco Fernández Buey tuvo un pensamiento muy amplio y lo mismo podía escribir sobre filosofía, que sobre historia, ecología, feminismo y otros movimientos sociales o sobre las clases subalternas. Sobre historia considera que la historiografía de los vencedores ha inventado nuevas formas de presentar la historia de los vencidos, y contra esta historiografía se revuelve PFB. Y aclara que la historia es una forma de producción intelectual, que el historiador tiene que saber que lo que uno cree hacer no siempre coincide con lo que realmente hace. Que es difícil hacer una historia limpia, objetiva; las historias oficiales, en el mejor de los casos, sólo se estarían contando una parte de la verdad. Por ello es lógico que los de abajo, los vencidos pero no resignados, los que no tienen historia, se rijan por subjetividades de signo contrario, que cumple una función importante para volver a intentar la revolución después de una derrota.
Para PFB la figura del héroe forma parte del imaginario colectivo, del recuerdo que se mantiene en las mentes de los pobres y oprimidos, que no le conocieron y que significa: podríamos hacerlo, podríamos volver a intentarlo. Es el ¡Sí, se puede! del 15-M. Esa es la importancia que le da a la mitología popular del volver a empezar. De ahí que aparezcan aún en la derrota resistiéndose hasta el final y, a ser posible, como víctimas de la mentira y la traición. Es lo contrario de lo que hacen las historias oficiales, que destacan la conversión final de los adversarios a las tesis triunfadoras (las oficiales), para separar al héroe de las gentes que le siguieron.
Sobre ecología, critica el crecimiento y el concepto corrompido de trabajo, siendo consciente de que la naturaleza no se encuentra ahí, gratis. Y que cuando la humanidad va en un tren desbocado por el consumismo y la destrucción medioambiental, hay que tirar de los frenos de emergencia e incluso de la marcha atrás. Y reflexionó sobre el decrecimiento, que debía de ser con justicia social y sin crisis social que pusiera en cuestión la democracia. Enlazando la idea de decrecimiento con otras utopías sociales históricas, considerándolo una utopía concreta posible como un horizonte de sostenibilidad ambiental y de justicia social, lo que requiere una respuesta política y filosófica radical.
Paco Fernández Buey fue un intelectual comprometido, que se remangaba para participar en las organizaciones políticas y sindicales. Pero, como Gramsci, defendiendo siempre el equilibrio entre ética privada y ética pública, es decir, la política como ética de lo colectiva. La honestidad de la persona es un factor necesario de la coherencia política, porque cuando se vive la política sin convicciones políticas, sin verdad, es cuando anida la corrupción y el politiqueo. Además de haber pertenecido al PSUC, era afiliado a CCOO y, como buen hereje apoyó discretamente al Sector Crítico, en los momentos graves de la crisis interna del sindicato de los años noventa y comienzos del dos mil. A Paco le pedimos que nos elaborara una importante enmienda sobre la política de alianzas para el VII Congreso Confederal (2000) y así lo hizo. Entre su contundente aportación y la de militantes sindicales e intelectuales como Jesús Albarracín, Pedro Montes y otros profesores universitarios, economistas y abogados, las enmiendas del Sector Crítico, me atrevo a decir, eran textos más brillantes que la ponencia oficialista. Siempre le agradeceremos su compromiso a Paco y a los demás compañeros y compañeras, porque corrían malos tiempos, en los que posicionarse frente al aparato tenía consecuencias.
En cuanto al contenido de aquella aportación, hay que decir que PFB tenía claro que hacía falta un sujeto histórico, la búsqueda de nuevas alianzas para transformar las cosas, para poner en pie un proceso emancipatorio. Por ello el texto es de plena vigencia, porque intentaba dar respuesta a la necesidad de construir un bloque plural de progreso para hacer frente a las brutales políticas neoliberales que se venían aplicando en el país y que han continuado después. Teorizaba en suma, la experiencia de creación de Plataformas Cívicas por los Derechos Sociales que se construyeron en aquel momento, antecedentes de alguna manera de movimientos y plataformas posteriores como el 15-M, 25-S, las Mesas de Convergencia, el Frente Cívico, la Cumbre Social o las Mareas Ciudadanas.
Su actualidad, por ello, es clara. Cuando el país está siendo saqueado brutalmente, cuando la deslegitimación de la clase política es inmensa, urge construir un bloque nuevo y alternativo para no perder definitivamente esta guerra de clases por la pasividad de la ciudadanía y la incapacidad de la izquierda para poner en pie un sujeto emancipatorio.
El castigo tan tremendo que están sufriendo los trabajadores y ciudadanos hace que la conciencia social está empezando a despertar del letargo. Parece que hemos perdido una guerra. Con seis millones de parados, la destrucción del débil estado de bienestar, la expropiación de lo público, el empobrecimiento generalizado de las masas obreras y hasta de la clase media. Los medios de desinformación masiva son monotemáticos: hablan continuamente de corrupción y recortes. Conocemos lo que pasa, la verdad del holocausto social. Lo padecemos. Sobran motivos para la movilización transformadora ¿Por qué no se produce un estallido social? es la pregunta. Porque lo que no se puede aceptar ni entender es que las masas acepten el saqueo; equivaldría a aquello que Reich exclamaba: ¡no, las masas no fueron engañadas, en determinado momento desearon el fascismo!
El poder construye el sistema de alienación y de dominación sobre los ladrillos del miedo y de la mentira. Y el miedo y la represión son muy paralizantes. Por eso no es fácil combatir el desorden. Por falta de conciencia, como se dice más arriba, o porque la indignación no es suficiente. Como decía Paco, las gentes suelen estar con Goliat, con el Poder que se supone que va a ganar la desigual batalla contra el débil, contra el pobre, contra el obrero. Sólo suele estar con David post festum, cuando los hechos ya han pasado y los avatares son parte de la memoria. Y cuando los apoyos se dividen durante el transcurso de los acontecimientos, es porque existe alguna expectativa razonable de que David, con su honda, es un poder o está a punto de serlo.
Paco nos habla de algo tan necesario hoy en día: la ética de la resistencia. Para poder sobrevivir a tanto desorden, para volver a empezar una y otra vez la lucha contra la barbarie, porque sigue habiendo en este mundo más llanto del que se puede comprender. En estos momentos, vísperas quizá de choques entre placas tectónicas, sin saber exactamente cuándo ni la forma que van a adoptar: estallidos sociales, fuertes movimientos de cambio…, es cuando más necesitamos a PFB. Y aunque nos queda lo mejor de él, que es casi todo, sus aportaciones, sus ideas, su compromiso, su ejemplo, no nos consuela de su ausencia.
La última vez que estuve con Paco fue en noviembre de 2010, en Barcelona con motivo del seminario sobre Movimiento Obrero organizado por la ACIM y la Universitat de Barcelona. Luego estuvimos cenando en el Raval junto con otros compañeros. Ya andaba tocado por la enfermedad y comentaba con naturalidad algunos de los episodios que había pasado. Como no podía ser menos, comentamos la situación política y la situación de la izquierda. Recuerdo que hablamos de la política del gobierno Zapatero, de los erróneos ajustes sociales y económicos, de cómo el conformismo había encontrado acomodo hacía tiempo en la socialdemocracia y que afectaba a su táctica política y a sus ideas económicas, sin otro planteamiento que no fuera nadar con la corriente de los mercados. Ello sería la causa de la debacle que vendría un año después. Pero a pesar de su lucidez, Paco siempre combatió el pesimismo político y tenía muy claro que no se había llegado al final de la historia ni al final de la política: a lo sumo, estamos llegando al final de una historia y de una forma de entender la actividad política. En lo personal estuvo afable como era, con esa humanidad que le hacía interesarse sinceramente por los demás.
Como buen marxista sabía que la única posibilidad de trascendencia posible son los hechos realizados, sus ideas que abundantemente escribió, su testimonio, su inquebrantable voluntad de resistir y no claudicar, el ejemplo de que nunca se sintiera derrotado, ese es su legado. La memoria es el lugar donde ahora existe Paco. Ojalá que entre todos construyamos un lugar digno de su generosa entrega a los demás. Un paisaje tan extenso y confortable como el interés que puso en hacer la revolución y en saber lo que hacíamos y pensábamos los otros.
Decía Hegel que la lechuza de Minerva que lleva la sabiduría levanta el vuelo en el crepúsculo. Es una buena señal que en estos momentos esté volando en círculos alrededor de nosotros. Con ella sobrevuela, seguro, PFB que intenta que no desfallezcamos y nos recuerda la necesidad de la ética de la resistencia, para que no aceptemos nunca el desorden existente y para que sigamos combatiéndole y comprometidos con la emancipación revolucionaria para construir una comunidad de iguales. Paco decía que hacen falta muchos Espartacos y yo digo que hacen falta muchos Paco Fernández Buey. Un hombre libre en un país donde ha escaseado la libertad
Agustín Moreno, profesor de Secundaria.