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Pacto entre caballeros: dialéctica y estructuralismo

Fuentes: Rebelión

Introducción Durante mis primeros años como estudiante de economía me daba mucha curiosidad que existiera una corriente estructuralista en el seno del marxismo, sobre todo porque venía escuchando de antes la etiqueta de dialéctica materialista. Realmente no lograba comprender lo que esto representaba para al desenvolvimiento de esa ciencia.  En mi búsqueda encontré que una […]

Introducción

Durante mis primeros años como estudiante de economía me daba mucha curiosidad que existiera una corriente estructuralista en el seno del marxismo, sobre todo porque venía escuchando de antes la etiqueta de dialéctica materialista. Realmente no lograba comprender lo que esto representaba para al desenvolvimiento de esa ciencia.
 
En mi búsqueda encontré que una variante del marxismo, la autoproclamada dialéctica -en buena medida formada a partir del estudio de Hegel- rechaza la vertiente estructuralista, alegando en ocasiones, hasta traición al marxismo.

El devenir histórico ha hecho que el marxismo dialéctico, a pesar de existir en el imaginario y el discurso de muchos marxistas, haya sido desplazado por su correlato estructuralista, siendo este el que domina incluso en la academia. Esto es a tal punto, que existen aún marxistas que no establecen diferencias metodológicas entre ambas corrientes, llegando a confundirlas en ocasiones.

Sin dudas estas diferencias son imborrables. Una gran brecha metodológica y de objeto de estudio, separa al estructuralismo de la dialéctica. Esta es negada por muchos de los primeros y evidentemente defendida por los seguidores de la dialéctica.

A pesar de mostrarme abiertamente en defensa de esta, me gustaría proponer un diálogo entre ambas formas de pensamiento.

Dialéctica y estructuralismo: ¿Qué dicen?

La dialéctica, tal y como la conocemos muchos, podemos asumirla desde Hegel. Si bien puede haber gérmenes de esta incluso en la antigüedad, su forma madura es con el autor mencionado. Esta intenta replantearse el entendimiento del mundo, en la que se asume una nueva lógica y sea ahorra ciertos problemas de la cognoscibilidad del mundo.

La dialéctica intenta superar la hegemonía metodológica: la de la lógica formal. Para ello se plantea un nuevo objeto de estudio: las relaciones sociales de producción, producción en el sentido hegeliano. Con este nuevo objeto de estudio, las relaciones objetivas, se saltaba algo muy importante: la congnoscibilidad de las cosas (física y material mente). La nueva ciencia no se planteaba un conocimiento anatómico, físico, de las cosas para insertarlas en la realidad, sino que partía del desenvolvimiento de estas, arrancando ya de su inserción y estudiando solo sus relaciones.

Por otro lado, a partir del contacto con la filosofía soviética, occidente, sobre todo de la mano de Luis Althusser, desarrolla el estructuralismo, apropiándose esta corriente del marxismo.

Este estructuralismo aprovechó bien el lenguaje de Marx y Engels, para argumentar la necesidad del estructuralismo desde el seno del propio marxismo fundacional. Así, por ejemplo, se usó que la idea de las estructuras ideológicas, o que el lenguaje no es otra cosa que las estructuras de la conciencia.

Este correlato de la dialéctica se mostró seguro de sí mismo: el punto de partida del estudio son las estructuras (la coseidad del mundo diría yo). No tardaron en aparecer máximas como la del desarrollo desigual y combinado, planteado antes por Trosky, expuesto en otros autores como Novack, y asumido por el estructuralismo.

Pronto se trazó algo más allá,- no sé si muchos marxistas lo sepan-, pero el estructuralismo lleva implícito una renuncia a la dialéctica hegeliana como lógica central de Marx, para usar su propio método de base.

El posible conflicto

Sería inocente pensar, que ante semejantes divisiones, no existe ningún conflicto. Si se mira la propia historia, este hecho no se puede negar. Por solo mencionar, destaca el debate teórico entre Althusser y el gran defensor de la dialéctica Henri Lefebvre. Hasta el día de hoy, en nombre de la unidad o el desconocimiento se puede haber intentado hacer desaparecer esas diferencias, pero siguen existiendo. Como es la dialéctica el punto de partida del autor de estas líneas, desde ahí se propone comparar.

La dialéctica, como ya mencioné aquí, solo estudia las relaciones establecidas, construidas, etc. en el contexto social. Esto hace que las cosas (cosificadas), llamémosle estructuras físicas, queden fuera del alcance de su vista. A partir de ahí, se propone una serie de abstracción que faciliten captar esas contradicciones que permitan explicar la propia existencia: el movimiento. De ahí surgen categorías como clases sociales, forma y contenido, y muchas que no serán necesarios mencionar.

¿Cuál sería la contradicción con el estructuralismo? Hay que recordar que la dialéctica es un escape a la visión fetichista del mundo, es decir, aquella que se queda en su coseidad. No es casual que Marx se cuestionara la visión fetichista (cosificada) de la realidad de los economistas clásicos (1). De ahí, que se considere que todo lo que regrese a una visión que retome las cosas, es una vuelta al fetichismo.

Esto puede sonar muy básico -y lo es-, pero sus implicaciones son muy fuertes. Si bien es la visión estructuralista una vuelta al fetichismo, hay problemas que la dialéctica y sus defensores están/mos olvidando: la propia existencia del mundo material.

Hay que mirar que la existencia de relaciones que ignoran la coseidad del mundo se pone sobre sí su propia cota: no recoge nuevas coseidades. La dialéctica de Hegel, -como último gran metafísico-, se estanca en su propia relación. Si no incorpora nuevas coseidades, está olvidando su propia crítica a la lógica formal y negando la existencia de nuevas relaciones.

La complementariedad entre dialéctica y estructuralismo

Para abordar esto, se debe mirar en las profundidades de la dialéctica. La existencia material del mundo, condiciona la vinculación de los elementos dentro de este. La dialéctica establece una relación entre esos elementos y el resto (capacidades productivas), y como se interrelacionan (relaciones sociales de producción). Lo curioso es que en la medida que esto se desenvuelve, no solo cambian las capacidades y como se relacionan, sino que cambia todo, lo que incluye las propias coseidades o formas físicas.

Quizá la dialéctica hábilmente pueda lidiar con esto, sin embargo tiene su límite. Así como por ejemplo, si explicar la evolución del capitalismo de libre competencia no necesita ir más allá, el cambio tan grande que representa el monopolio, implica inserción no solo de nuevas relaciones, sino de coseidades que merecen ser estudiadas.

Hay que recordar que las capacidades productivas mencionadas anteriormente, no son más que una abstracción de cómo se relaciona un elemento físico con el resto, y esto, en buena medida depende de sus características físicas. Por eso al establecer esa relación el pensamiento dialéctico, se hace cierto supuesto sobre la característica, sobre una estructura física.

Siguiendo con el ejemplo, los cambios estructuras y técnicos del imperialismo, por ejemplo, son tales, que reconfiguran las relaciones de producción. Si no se hace una mirada a estas, no podría entenderse esta fase capitalista. Entonces, guste o no, es necesario hacer la vuelta a una visión estructural para aplicar la dialéctica.

No es casual que los filósofos soviéticos tuvieran una producción teórica estructuralista. Esta era necesaria, para explicar nuevas formas. Lo que simplemente quedaron atrapada en ella.

La dialéctica recoge el amplio mundo de relaciones, pero al no estudiar sus formas físicas queda atrapada en la no transformación de estas, o mejor dicho, no puede llegar a explicar a partir de los cambios en estas como repercute en las nuevas relaciones. Así, se queda inerte, como clásicos alemanes (filósofos), en actividad contemplativa. Permite generar una visión totalizadora, una verdadera cosmovisión que describa un estado actual de las cosas, pero por sí sola, no puede exponer un futuro de esta.

Cierta revolución productiva, que modifica la estructura productiva social (ahora no en sentido hegeliano), puede generar cambios de relaciones sociales. Hacer semejante previsión, con el grado de acierto necesario, implica conocimiento sobre dichas nuevas formas especificas para analizar las lógicas formas de organización social.

Evidentemente, el mundo físico-material, genera relaciones sociales. Eso, puede quedar fuera de la dialéctica.
Es por eso, que aunque la critica lanzada al estructuralismo es acertada, este no debe ser rechazado. Él da respuestas (a preguntas a pesar de las limitaciones que presenta) que la dialéctica no puede.

El gran problema está en el hermetismo que el estructuralismo propone. Esta corriente debe saber ubicarse a sí misma dentro de la evolución del pensamiento, para comprender su verdadero rol. No es una contraposición a la dialéctica, sino un saber que permite dar respuestas a preguntar que no encontraban solución a la primera, pero que si se propone un camino independiente, separado de esta, se termina en una sobrevaloración que lo sitúa en un status de cosmovisión. Comprender ese rol necesario pero complementario del estructuralismo, es crear un diálogo entre este y la dialéctica. Esto podría ser algo verdaderamente marxista, o quizá sea el primer paso para que los seguidores de la dialéctica, construyamos nuestra propia herramienta estructuralista.

Nota

(1)Ver Qué es el fetichismo para Marx, publicado en rebelión.org

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.