Cuando se toca el tema del Estado Plurinacional ecuatoriano las reacciones son diversas: la mayoría se queda indiferente, otros atienden con interés, pero hay quienes reaccionan con disgusto y rechazo y hasta lo relacionan con la ideología fascista…
Nada de eso tiene que ver con la unidad política y jurídica que algunos estados contemporáneos han optado para equiparar los derechos de las naciones y/o nacionalidades que existen en su seno: Suiza, España, Rusia, China, Canadá o Bolivia.
Los términos nación y nacionalidad provienen de la palabra nacer, de ahí que surja un fuerte sentimiento nacionalista que lleva a defender la identidad: lenguas, culturas y territorios de origen. Los pueblos indígenas ecuatorianos al luchar por un Estado Plurinacional están defendiendo, a partir de la Constitución del 2008, sus particularidades históricamente conformadas.
La nación ecuatoriana, (español-hablante) relativamente nueva en comparación con los pueblos indígenas, de larga trayectoria, es heredera de la lengua y la cultura hispana y ocupa un territorio definido en 1830, y perdido en gran parte hasta quedar reducido a las dimensiones actuales.
Sin embargo, la nación ecuatoriana es la única que se expresa en las políticas oficiales: se habla español en las ciudades y en todos los niveles educativos, en las leyes, la ciencia y la tecnología, el arte, los grandes medios de comunicación colectiva, los deportes, la iglesia, el ejército, en las diversas instituciones.
Sucede lo mismo con la cultura oficial: sus códigos responden a códigos occidentales, cada vez más globalizados pero convenientemente protegida por el Ministerio dedicado a ese efecto. El territorio de la nación ecuatoriana tiene significado hasta sagrado, por él hay que dar hasta la vida. Estos y los anteriores son rasgos propios de la nación dominante.
En contraste, los elementos de las nacionalidades indígenas ocupan un lugar social muy inferior. Las lenguas indígenas, a pesar de sus potencialidades, tienen un uso reducido a funciones mínimas, y se hablan solo en los círculos familiares, comunales y de trabajo, se las utiliza en muy pocos medios de comunicación; paulatinamente van perdiendo sus características de sistemas.
Las culturas indígenas, profundamente ecológicas, no son valoradas; se arrasa con la memoria y la identidad cultural. Los territorios no son protegidos, a pesar de que la carta política vigente contempla la obligatoria consulta previa a los habitantes de las zonas de posible afectación.
Las reivindicaciones nacionales se convierten en reivindicaciones sociales, es difícil establecer una nítida diferenciación entre estas, la situación de pobreza es más aguda a medida que se desciende hacia los sectores indígenas menos protegidos. La realidad social es muy diferente a la realidad oficial, la situación de los indígenas es compleja, pero no se la debe ignorar.