» En el pasado cristiano, era habitual que gentes que habían llevado vidas disolutas regresaran al seguro refugio de la Iglesia cuando se hacían viejos, de manera que pudieran morir reconciliados con Dios. Algo similar está sucediendo hoy día con muchos izquierdistas anticomunistas. En sus años finales regresan al comunismo, como si, después de su […]
» En el pasado cristiano, era habitual que gentes que habían llevado vidas disolutas regresaran al seguro refugio de la Iglesia cuando se hacían viejos, de manera que pudieran morir reconciliados con Dios. Algo similar está sucediendo hoy día con muchos izquierdistas anticomunistas. En sus años finales regresan al comunismo, como si, después de su vida de traición depravada, quisieran morir reconciliados con la idea comunista. Como las de los viejos cristianos, estas conversiones tardías comportan el mismo mensaje básico: hemos gastado nuestras vidas rebelándonos en vano contra lo que, en nuestro profundo interior, sabíamos todo el tiempo que era verdad. Así cuando (…) un gran comunista regresa a su fe, nuestro mensaje debe ser: ¡no tengáis miedo, uníos, regresad! Ya habéis tenido vuestra diversión anticomunista y quedáis perdonados: ¡es hora de ponerse serios otra vez!». Así termina el libro de Slavoj Zizek «Primero como tragedia, después como farsa».
Recurriendo en su título a una frase de Marx en su Dieciocho brumario de Luis Bonaparte , Slavoj Zizek nos ofrece una reflexión sobre prácticamente la totalidad de los asuntos de la actualidad: la crisis económica y el papel del Estado, las políticas proteccionistas agrícolas de EEUU y la UE, la berlusconización de la política, el populismo -pero no el de los gobernantes sino el de quienes se rebelan mediante estallidos sin comprender nada ni comprometerse-, la disyuntiva incluidos/excluidos, los movimientos islamistas que son benévolamente vistos por algunas izquierdas porque los consideran socios antiimperialistas, los nuevos gobiernos progresistas latinoamericanos, las credenciales progresistas de Obama que le facilitan reforzar los reajustes estructurales necesarios para estabilizar el sistema, el capitalismo como aliado histórico de las emigraciones tal y como ya mostró hace años Howard Zinn en La otra historia de los Estados Unidos . Todo ello con una reflexión radical, comprometida y feroz, como requiere -añado yo- la situación que atravesamos. Porque Zizek reivindica la ideología, o mejor dicho, la lucha ideológica, la guerra cultural que merece estudiarse detenidamente para lograr saber por qué «ya no se necesita la represión directa, cuando se puede convencer al pollo para que entre libremente en la carnicería».
Zizek tiene la respuesta a una reciente pregunta de Eric Hobsbawn, «El socialismo falló, el capitalismo está en la bancarrota, ¿qué viene a continuación?». Zizek, lo tiene claro: el comunismo. En estos tiempos en los que las movilizaciones colectivas huyen de las etiquetas políticas, Zizek advierte desde sus primeras páginas que su libro toma partido «por supuesto, por el comunismo». Y para ello propone su gran paso adelante: «en nuestras sociedades, los izquierdistas críticos hasta ahora sólo han conseguido ensuciar a los que están en el poder, cuando de lo que se trata es de castrarlos…». Y no duda en reivindicar los «cuatro conceptos fundamentales» que han caracterizado históricamente a las revoluciones: la estricta justicia igualitaria, el terror disciplinario, el voluntarismo político y la confianza en el pueblo.
Si Noemi Klein hablaba en La doctrina del shock de cómo el capitalismo aprovecha los shock para aplicar políticas que de otro modo no serían aceptadas por la población, Zizek propone que la izquierda revolucionaria aproveche los momentos en que el sistema funciona abiertamente mal o se colapsa para apoderarse del poder. Un libro para tomar nota,
Zizek, Slavoj. «Primero como tragedia, después como farsa». Akal. 2011