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Para comprender el momento político actual de América Latina y el mundo

Fuentes: Rebelión

Comprender el momento actual que atraviesa Latinoamérica no es posible sin comprender lo que sucede en el mundo, cada vez más integrado por la globalización. Los acontecimientos dramáticos de Brasil, Venezuela, México o Argentina, solo pueden ser entendidos en ese marco general que aquí procuramos fotografiar en pocas páginas: 1. Una crisis dramática atraviesa a […]

Comprender el momento actual que atraviesa Latinoamérica no es posible sin comprender lo que sucede en el mundo, cada vez más integrado por la globalización. Los acontecimientos dramáticos de Brasil, Venezuela, México o Argentina, solo pueden ser entendidos en ese marco general que aquí procuramos fotografiar en pocas páginas:

1. Una crisis dramática atraviesa a la humanidad entera. Una crisis que ha reducido a cenizas, literalmente hablando, países enteros en Medio Oriente (como Libia, Siria, Irak, Afganistán) y parte de África. Una crisis que conduce a millones de seres humanos, niños incluidos, a deambular hacia los países del norte en busca de una esperanza, ya sea que lleguen a pie desde Oriente a tocar las puertas de Europa, en pateras desde África, cruzando el río Grande y el desierto en Estados Unidos. Esa crisis humanitaria es la crisis sin salida del sistema capitalista mundial, como la llamado el compañero Fred Goldstein. Crisis del capitalismo depredador que saquea países enteros, lucra con las armas, destruye los derechos sociales de los pueblos, todo para asegurar la sacrosanta ganancia de un puñado de empresas y sus dueños.

2. Esa enorme crisis humana es más grave aún, porque también están sumidos en ella los países a los que acuden en busca de esperanza de un pedazo de pan para sus hijos y de un trabajo, esas millones de personas. Europa occidental y Estados Unidos están sumidos en una crisis económica de gran envergadura, con grandes segmentos de su población sumidos en la pobreza, bajos salarios, desempleo y marginalidad. De manera que los millones de pobres que tocan a la puerta de los países capitalistas industrializados se suman a los millones de pobres que ya viven ahí. Una crisis humana de esa envergadura no se veía desde la Segunda Guerra Mundial y, como aquella, es una crisis del capitalismo sin salida.

3. Pero la crisis actual tiene una dimensión adicional que no existía antes: una catástrofe ambiental gigantesca, cuyo aspecto más dramático es el llamado cambio climático y sus consecuencias a escala global. Que también se expresa en cada país, ya sea como polución industrial o como resultado de la destrucción masiva de la naturaleza con la industria extractiva de minerales y el abuso de las hidroeléctricas. Catástrofe ambiental producida por la depredación del modo de producción capitalista cuyo objetivo es una absurda e irracional búsqueda de la ganancia, pasando por encima de la naturaleza, la gente y las comunidades. Es la crisis del capitalismo sin salida.

4. La crisis económica y humana tiene sus claras expresiones en la política. La «anomalía» que han representado en el sistema político norteamericano las candidaturas del socialista Bernie Sanders, por los demócratas, y del ultraderechista Donald Trump, por los republicanos, son la expresión de la búsqueda de una salida de millones de ciudadanos que intuyen o son conscientes de que «las cosas no pueden seguir como antes». Se acerca el final de doscientos años de estabilidad política en Washington, centro del capitalismo mundial. Europa también ve crecer las alternativas a la izquierda y a la extrema derecha, mientras se desvanecen los partidos de «centro» (como la socialdemocracia) que garantizaron la gobernabilidad los últimos sesenta años. Fenómenos como los indignados en España o Francia, o el nuevo laborismo en Inglaterra, así como el crecimiento de los partidos xenófobos en Alemania y Austria son expresiones de esa crisis del capitalismo y de la búsqueda de una salida por parte de la gente.

5. América Latina vive de manera particular la crisis de la globalización neoliberal. Tal vez su aspecto más dramático, por ser el que destacan los medios de comunicación de masas siguiendo objetivos políticos inconfesables, es la crisis de aprovisionamientos (tanto de alimentos, como de medicinas) que vive la República Bolivariana de Venezuela, y las dificultades del gobierno de Maduro para resolverla. Aunque los medios no lo destacan, la crisis golpea al conjunto de los países, no importa si gobierna la derecha neoliberal o el llamado «progresismo». La enorme crisis social, humana y la guerra civil no declarada que vive México es otra cara dramática de la crisis latinoamericana. Las maras de Centroamérica y el extendido fenómeno del narcotráfico, son otra cara de la crisis, así como la crisis social que hace décadas vive Colombia que siguen expulsando millones de emigrantes. A lo que se suma ahora la crisis brasileña y el rápido desprestigio del recién subido gobierno derechista de Macri en Argentina, y los problemas de la «socialista» Bachelet en Chile. Cada una a su manera, expresa la crisis sin salida del capitalismo mundial.

6. La crisis de América Latina es, en primer lugar, una crisis de la economía dependiente y mono exportadora de materias primas, que asiste al final del auge momentáneo de sus exportaciones (petroleras y mineras) por el creciente estancamiento de la economía China, su principal comprador. La crisis de los precios de las materias primas, se expresa como caída de los ingresos de las exportaciones, lo que lleva a crisis presupuestarias, que conducen a una disyuntiva: o se rompe con el modelo capitalista dependiente y el pago de la deuda a la banca, o se cortan los beneficios sociales (transferencias, misiones, programas de asistencia, salud y educación). Es la crisis sin salida del capitalismo.

7. La disyuntiva que vive América Latina es concreta: o se rompe con el capitalismo, y su crisis sin salida, adoptando verdaderas medidas socialistas (como la expropiación de la banca, la gran industria y la nacionalización del comercio exterior), o se debe atacar a los pueblos y sus derechos sociales para asegurar los beneficios capitalistas. Los gobiernos de derecha neoliberales, apoyados por el imperialismo norteamericano, no tienen problemas de disyuntiva, pues saben bien de qué lado están, por lo que sus programas atacan directamente los derechos sociales y defienden el capitalismo en su crisis agónica.

8. La disyuntiva es más dramática para los gobiernos progresistas latinoamericanos porque sufren las presiones políticas, las campañas sucias internacionales y el sabotaje económico permanente del imperialismo yanqui y sus socios internos de la oligarquía, para que rompan con los programas sus programas sociales o directamente cedan el gobierno a la derecha, como pasó en Brasil o pretenden que suceda en Venezuela. Los sectores reformistas de esos gobiernos, quienes no desean ir más allá de reformas moderadas dentro del capitalismo, creen equivocadamente que haciendo algunas concesiones políticas y económicas a la burguesía puede salvarse la situación. Ese fue el error de Dilma Rousseff, que derivó en su separación del poder por sus socios derechistas en el gobierno. Venezuela sufre una agresión mayor y más descarada del imperialismo norteamericano y la burguesía interna, con un sabotaje económico inhumano. El presidente Maduro, para enfrentar el sabotaje económico y la agresión extranjera, asegurando la comida para el pueblo, está obligado a golpear el corazón económico de la burguesía venezolana nacionalizando el comercio exterior, la banca y la gran industria alimentaria, apelando a la movilización popular. O avanzar a verdaderas medidas socialistas o la derrota estará asegurada lamentablemente, como ha pasado antes en otros países.

9. Enfrentar con éxito la crisis del capitalismo requiere la construcción alternativas políticas consecuentemente revolucionarias que comprendan que la verdadera esencia del problema está en un sistema de clases sociales llamado capitalismo, y que la única salida es caminar hacia una sociedad sin explotadores, donde el bienestar de los seres humanos sea el objetivo y no el enriquecimiento de unos pocos. Vencer al capitalismo no será obra de un grupito de conspiradores, sino de la acción consciente de millones de personas que actúen y lo hagan debatiendo democráticamente en grandes asambleas que preludian la democracia socialista, como ha hecho la juventud indignada que se reunía en la Plaza del Sol en Madrid y que ahora lo hace en la Plaza de la República de París. Ese es el germen de un nuevo tipo de democracia. Esa democracia asamblearia, que en Rusia llamaron «soviets», fue lo que posibilitó la victoria de la primera revolución socialista hace cien años, y es la que parirá las revoluciones del siglo XXI, que darán salida a la crisis del capitalismo.

10. La enormidad de la crisis humana y planetaria que ha producido el capitalismo obliga a construir una nueva dirección política revolucionaria que supere dos obstáculos que afectan a la clase trabajadora: los partidos reformistas que pretenden amarrar a los pueblos al carro capitalista alegando que «no hay condiciones objetivas para ir más allá»; y los sectarios, que pretenden actuar sólo con el «programa máximo», sin entender las mediaciones de la conciencia de la clase trabajadora, sin tener la paciencia para acompañar que madure y haga sus experiencias. Como dijo Trotsky, la revolución no tiene etapas, pero la conciencia de las masas que la deben hacer sí pasa por etapas, que no se pueden saltar artificialmente.

11. La crisis actual de la humanidad se parece a la crisis de los años 20 y 30 del siglo pasado que terminó en la Segunda Guerra Mundial, con sus 40 millones de muertos. La humanidad está en la disyuntiva que señaló Rosa Luxemburgo: o socialismo o barbarie. Para salvarnos de la barbarie capitalista hay que construir partidos revolucionarios que levanten un programa de lucha que combine la ferviente defensa de los derechos democráticos, sociales y antiimperialistas, con la lucha por medidas socialistas como el control obrero, la nacionalización de la banca y del comercio exterior. Un partido que levante con inteligencia un «programa de transición» al socialismo, como dijera Trotsky antes de la guerra.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.