Recomiendo:
0

Apuntes personales

Para hacer una revolución

Fuentes: Rebelión

Para hacer una revolución se precisa algo más que una crisis económica, algo más que el descontento social generalizado, y mucho más que la frustración de las ambiciones políticas y sociales de los grupos políticos que buscan mejorar/cambiar el sistema social. Ante todo, generosidad en la renuncia personal. Estar abiertos sin temor al abrazo a […]

Para hacer una revolución se precisa algo más que una crisis económica, algo más que el descontento social generalizado, y mucho más que la frustración de las ambiciones políticas y sociales de los grupos políticos que buscan mejorar/cambiar el sistema social.

Ante todo, generosidad en la renuncia personal. Estar abiertos sin temor al abrazo a lo común, a la comunidad. Sentarse a dialogar con honestidad, cara a cara, para decidir qué deseamos y qué rechazamos para nuestra comunidad. Hay una sociedad muy concreta, real, fuera del cenáculo de tanto grupúsculo, que espera soluciones y no más problemas.

Un programa aglutinador, que no unificador.Base mínima común de grupos políticos tan diversos que se diferencian tan sólo en aquello del frente nacional de liberación judaico y frente judaico de liberación nacional -Monthy Pyton y Juan Carlos Monedero, en uno, dixit-. O, lo que es lo mismo, la mayoría de las veces se diferencian en la egolatría de los dirigentes de cada grupúsculo.

El proyecto de partido es un proyecto para un partido. Un proyecto de la sociedad para todos, es un proyecto en construcción permanente. Debe dar cohesión social al descontento de grupos tan heterogéneos como construyen la comunidad. La sociedad en marcha debe legitimarlo en todo momento. No hay que proponerse vencer tomando el Palacio de Invierno o Parlamento en una noche por la fuerza. Hay que convencer para poder, realmente, vencer.

Todo está en nuestras manos. Aún podemos tomar el Parlamento a través de la política. El Parlamento es una institución hecha a la medida de la proyección que nosotros queramos dar a nuestra sociedad. Quienes tienen el poder construyen las instituciones según sus intereses y valores. La mayoría queremos construir nuestro país -y, cuando toque, nuestra Europa, nuestro Mundo-, a la medida de nuestros intereses, de nuestros valores. Aspiramos a un mundo sustentado en la justicia, más allá de los Derechos Humanos antropocéntricos como base.

La revolución no tiene que hacer saltar el país del antiguo régimen al nuevo. Si saltamos sin haber convencido a la mayoría, si nos imponemos, no venceremos. Dejaremos atrás a una mayoría social, temerosa ante lo desconocido. Quienes se queden, acabarán integrando la contrarrevolución. Avanzar juntos, despacio, pues vamos lejos. Aquel lema del 15M. Aquel lema del zapatismo.

Ante todo, no proponer ni utilizar la violencia como solución. Es rechazada por la mayoría social. Sobre todo, porque quien realmente posee los recursos verdaderamente brutales es quien está ejerciendo el poder. Los poderes establecidos pueden aplastar cualquier movimiento social mediante el uso de la fuerza y el uso del poder judicial (Alex Callinicos). Si respondemos con violencia a la violencia física institucional, nos espera el fracaso una vez más. La violencia, consustancial a toda lucha revolucionaria, debe manifestarse en el campo de lucha de lo simbólico, del pensamiento y la emotividad.

A media que se avance en la lucha, se irá creando un vocabulario de esperanza y protesta. Rehusar todo lenguaje negativo y toda acción violenta que provoquen el rechazo de parte de la sociedad que quiere viajar con nosotros, pero aún nos teme. Lo simple es lo más directo y lo más eficaz.

Asumir la cultura popular, que también es nuestra, y darle la vuelta. La violencia gratuita de muchos comportamientos que dicen basarse en las tradiciones más ancestrales de la población, debe ser rechazada redirigiéndola a una defensa de los Derechos Humanos ampliados.

Resaltar los símbolos de la lucha. Deben ser unificadores. Extraer tales símbolos de las vivencias cotidianas de la sociedad, contra las estructuras sociales impuestas. El movimiento social arranca en la emotividad. Se es ciudadano antes que profesor, albañil, periodista, político, camarero, agricultor, etc. Construir el significado de lo que vivimos en nuestras mentes en relación con nuestro entorno. Si tenemos un problema de comunicación, tenemos un problema de supervivencia. Ante todo y en primer lugar, nuestro cerebro es emocional. Primero sentimos, luego racionalizamos (Manuel Castells).

El discurso debe tener sentido dando significado a la realidad que nos afecta. Nombrar al enemigo, ponerle rostro. Su identificación hace más fácil la unión de quienes luchan.

Alcanzar la unidad del precariado. Hoy todos -doctores universitarios, canis y chonis (ver artículo de Nega)-, todos somos precariado. Para los oligarcas todos somos eventuales y prescindibles. En veinte o treinta años, el 70% del trabajo lo realizarán las máquinas.

Encontrar un punto de encuentro entre quienes buscan escapar de los imperativos de la actual sociedad de mercado y los deseos consumistas de la mayor parte de la población.

Las soluciones técnicas son una cosa y las políticas otras. Aquéllas deben estar supeditadas a éstas. El mercado no es un ente superior desconocido. El mercado son las tomas de decisión de los dueños de las transnacionales, de la banca, etc., sus relaciones entre ellos -luchas de poder- y su relación con nosotros, productores y consumidores. La Globalización económica es lo que en el siglo XIX se conocía como imperialismo. La diferencia que modifica y magnifica este capitalismo es el tipo, calidad y cualidad de las comunicaciones, así como el modelo de producción -la financiarización.

Existe una lucha de clases. Aparenta ser una guerra de ideas. Pero, básicamente, es una guerra por el poder, por la conquista del poder, entre la razón social y la razón lucrativa. Hasta los multimillonarios manifiestan y admiten en público que la van ganando. Hacerla visible a través del conflicto local, primero, y mundial después. Demostrar por qué todos somos pobres, quiénes nos van empobreciendo cada día. Quieren la globalización de una mano de obra servil, tan infrapagada como privada de las garantías y los derechos más elementales, la neo-esclavitud.

Nos dicen que hay mil millones de pobres menos en el mundo. ¿Con respecto a quién se delimita la pobreza? No podemos dejar de ver y mostrar que en nuestro país, y todos los de nuestro entorno, la diferencia entre los ricos y los que no lo somos no deja de aumentar. Y se abisma entre nuestro mundo, el sur de occidente, y el sur del mundo, ¡África, como ejemplo, tan cerca y tan lejos!

Apoyarnos en la acción y, sobre todo, la contribución creativa de cuantas más mujeres mejor. Si la mayoría social, que es la mujer, cambia de mentalidad, las relaciones sociales cambiarán. La mujer es el mayor motor para el cambio de mentalidades.

Resucitar los bellos recuerdos de los sueños y luchas de juventud de los mayores de cincuenta años. Proponer a los más jóvenes la lucha por la construcción conjunta y para toda la sociedad de sus bellos sueños, posibles. Construir para mañana, no para el año que viene. La utopía nunca debe ir más allá del día siguiente. Nadie es dueño del futuro, ni puede escribirlo en piedra. La realidad nueva, cuando llega, llega con voluntad de permanecer, de fosilizarse, de instituirse como verdad absoluta. Si lo aceptamos, será nuestra derrota. La vida es movimiento perpetuo. Sus necesidades y requerimientos son inciertos, pero son mutables. Las mentalidades de acero crean sociedades rígidas, prontas a la parálisis, con falaces estructuras que aprisionan a quienes las componen. Hay que proponer la subversión permanente, la subversión de los pequeños actos: apaga la tele, consume para un mundo sostenible, rechaza la prensa oficial, solidaridad con el vecino y con el extranjero inmigrante -todos somos migrantes-, etc. Una subversión anti-totalitaria para evitar la barbarie, construyendo cada día la libertad, sustentada en unos derechos humanos ampliados más allá del antropocentrismo que contemplamos ahora.

El Poder puede que sea global -las transnacionales, el FMI, la OCDE, la OMC, el BM, son los comandos de élite de quienes están detrás, los grandes financieros-, pero la política es local. Si vencemos localmente, en muchos lugares a la vez, nosotros decidiremos la política y, por tanto, la acción político-social para nuestro país.

Petra Kelly nos lo dijo: Piensa globalmente, actúa localmente. ¡Podemos, claro que podemos! Hasta arrojarlos en el mar para rescatar nuestros náufragos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.