El 18 de marzo, Peter Handke asistía al entierro de Slobodan Milosevic, el ex presidente de Serbia, muerto el 11 de marzo mientras era juzgado por genocidio y crímenes de guerra en el Tribunal penal internacional de La Haya. En contestación a un artículo corto publicado en Le Nouvel Observateur, – que Peter Handke decidió […]
El 18 de marzo, Peter Handke asistía al entierro de Slobodan Milosevic, el ex presidente de Serbia, muerto el 11 de marzo mientras era juzgado por genocidio y crímenes de guerra en el Tribunal penal internacional de La Haya. En contestación a un artículo corto publicado en Le Nouvel Observateur, – que Peter Handke decidió atacar por difamación – el administrador general de la Comédie française, Marcel Bozonnet, decidía retirar del programa la obra de Peter Handke Viaje al país sonoro o el arte de la pregunta, cuya puesta en escena estaba prevista para enero-febrero del 2007 en el Vieux Colombier por Bruno Bayen. «Asqueado» por este asunto, Peter Handke acepta hoy hablar de aquello, aún cuando su voz, hasta ahora tan tranquila, se acelera, las palabras son cada vez más duras y se encoleriza en cuanto hace -y se disculpa de ello – «de político».
En 1996, cuando apareció en el Süddeutsche Zeitung, el gran periódico alemán, el texto que se transformaría en Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina Peter Handke recuerda haber sido cualificado de «terrorista» , de «abogado proserbio». Incluso el periódico español El País lo tachó de aprobar la masacre de Srebenica. «Nunca tuve una posición negacionista», se subleva Peter Handke. «¿Por qué no abren este libro, mis libros, en lugar de acusarme? He escrito sobre las víctimas serbias, ya que nadie lo había hecho , sin dejar de pensar también en las víctimas croatas, en los musulmanes». Desde el país de los «agresores» – término que rechaza – Peter Handke decide dar a leer una realidad más compleja que la proporcionada por «las hordas de los revueltos a distancia que confunden su oficio que es escribir, con el oficio de un juez e incluso de un demagogo». Lo que quería entonces, dice, era «escuchar, dar que ver y que pensar, sin juzgar».
«Narro los refugiados serbios . Nadie habla de esto. ¿ Porque los periódicos no realizan grandes reportajes sobre esto?» se pregunta, añadiendo: «Vuelvo de Kosovo. Sólo quedan dos o tres pueblos serbios, literalmente copados.¿ Se sabe que se tiran piedras a los autobuses que han conservado las inscripciones cirílicas ? ¿En qué piensan los padres albaneses para dejar a sus hijos actuar de esa manera? Hace falta hablar de esto, contarlo» .
El que «admiró» a Yugoslavia («Es el primer país de Europa que se liberó casi él solo: expulsaron a los alemanes») dice haber estado «realmente furioso contra François Mitterand por haber cedido frente a Helmut Kohl cuando Croacia y Eslovenia reclamaron su independencia. A partir de este momento la guerra era inevitable . Todo esto en nombre de la presunta amistad franco-alemana. ¡Aunque para mí, una amistad que destroza un gran Estado, no vale nada! Para mostrar su oposición a la participación de Alemania a la guerra, Peter Handke devuelve el premio Georg-Büchner (equivalente del premio Goncourt) en 1999. Este mismo año, abandona la iglesia católica después de su aprobación del bombardeo de Serbia por la OTAN y de la beatificación, por Juan Pablo II, del cardenal de origen croata Alojzije Stepinac, acusado de apoyo al régimen «ustachi», milicia croata responsable de la exterminación de centenares de miles de judíos y cíngaros, así como de sangrientas masacres de serbios. (vergonzosa acrobacia verbal de Le Monde que menciona de paso a los serbios aunque casi un millón de ellos fueron victimas del terror croata) El mismo año, Claudio Magris intentaba en las columnas del periódico italiano Il Corriere della Sera, entender a Handke. El escritor italiano veía en ello «una reacción a la información unilateral que denuncia, sin cese, los crímenes cometidos por los hombres de Milosevic, pero silencia los perpetrados por los hombres del croata Tudjman y del musulmán Izetbegovic.Numerosos y atroces, sin embargo estos últimos, a diferencia de los primeros, no se han introducido en la conciencia occidental».
¿Pero, por qué ir a Pozarevac ante la tumba de Milosevic? «Lo decía en las pocas palabras que pronuncié en esta ocasión: el mundo, el presunto mundo, lo sabe todo sobre Slobodan Milosevic. El presunto mundo conoce la verdad. Es por esto que el presunto mundo hoy está ausente, y no sólo hoy y no sólo aquí(…). No conozco la verdad. Pero miro. Oigo. Siento. Recuerdo. Pregunto. Es por esto que estoy presente hoy». Aún hoy en día, rechaza el término dictador : «ha sido elegido». Y afirma no estar «para» sino siempre «con» los serbios y «con» Serbia, aún cuando añade, en ningún caso se trata de «insultar a otro pueblo».>»Estoy solo y, cuando uno vive solo, tiene tendencia a sentirse culpable (es la tendencia Kafka) o magnífico. Son los dos peligros. No soy ni culpable, ni héroe. Soy el tercer hombre», añade por fin.
Traducción de Danielle Steffen