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Petroleo: la pesadilla de Michael Moore

Fuentes: Rebelión

Michael Moore es, en estos momentos, el escritor norteamericano más leído en EEUU y en el mundo, además de afamado cineasta. En su libro: ¿Qué han hecho con mi país? (Ediciones BSA. Barcelona-España. Marzo de 2004), relata una pesadilla que lo llevó a imaginar que vivía en el año 2054, que acababa de cumplir cien […]

Michael Moore es, en estos momentos, el escritor norteamericano más leído en EEUU y en el mundo, además de afamado cineasta. En su libro: ¿Qué han hecho con mi país? (Ediciones BSA. Barcelona-España. Marzo de 2004), relata una pesadilla que lo llevó a imaginar que vivía en el año 2054, que acababa de cumplir cien años y que, en la cueva que le servía de morada, recibía la visita de sus bisnieta de pocos años de edad.

El bisabuelo explica a la niña que la crisis del petróleo comenzó hacia el 2015 y provocó muertes en cadena que redujo en un 90 % la población del planeta. Rememora los terribles accidentes producidos por la energía nuclear y los fracasos científicos que hicieron pensar que el hidrógeno podría ser transformado en combustible de uso masivo. Así se vino abajo un mundo en el que el petróleo se convertía en plástico y en el que el plástico servía para fabricar, en otras, las siguientes cosas:

«Tapizado de muebles, bolsas de compras, juguetes, botellas, ropa, medicamentos y pañales para bebés, así como aspirinas, cámaras de fotos, pelotas de golf, baterías de coche, alfombras, fertilizantes, gafas, champú, pegamento, ordenadores, cosméticos, detergentes, teléfonos, conservantes, balones de fútbol, insecticidas, equipaje, quitaesmaltes, , medias, pasta de dientes, almohadillas, lentillas, neumáticos, bolígrafos, cedes, zapatillas de deporte…»

Recuerda que la dependencia del petróleo era tan grande que la gente bebía agua de botellas de plástico, las que eran echadas a la basura. «Éramos capaces, dice, de gastar varios litros de gasolina para conducir hasta una tienda y comprar un litro de leche (que también venía en una bolsa de plástico), en tanto la abuela recibía en las Navidades regalos de plástico, colocados debajo de un árbol de plástico, que parecía de verdad… En la pesadilla, el bisabuelo pide a su bisnieta que le deje uno de sus lápices de madera para poder quemarlo y tener algo de calor, ya que la calefacción y el aire acondicionado se volvieron cosas del pasado.

La angustiosa somnolencia de Moore parecería tener algunos puntos de apoyo en la realidad, cuando el influyente periodista Ignacio Ramonet, en el Le Monde Diplomatique, de agosto de 2004, dice que si China continúa creciendo, como en los últimos 20 años, a un 9 % anual, su consumo de energía, en el año 2030, equivaldrá a la suma del consumo energético actual de EEUU y Japón, para lo cual requerirá construir dos centrales nucleares anuales, en los próximos 16 años.

Su modernización a marchas forzadas, puntualiza Ramonet, ha llevado a China a multiplicar la construcción de infraestructuras, puertos, aeropuertos, autopistas, vías férreas, puentes, embalses, rascacielos y estadios. El gigante asiático es ya el segundo importador de petróleo del mundo y el segundo más contaminantes del planeta. La medalla de oro en ambas especialidades correspondes aún a los estadounidenses.

Si George W. Bush, a través de las invasiones a Irak y Afganistán, buscaba energía barata, precios estables y abastecimiento seguro para EEUU, lo menos que podría decirse es que es un especialista en auto goles, ya que la valiente resistencia iraquí, el incendio de campos petroleros y la disparada de precios del petróleo parecen nuevos insumos del cataclismo soñado por el escritor norteamericano.

Reconozcamos, sin embargo, que existen personas inmunes a las pesadillas, como las de Moore, así como a las predicciones como las de Ramonet. En efecto, con irresponsabilidad digna de mejor causa insisten en que, de una vez por todas, Bolivia exporte la mayor cantidad posible de sus reservas de gas, sin valor agregado, a EEUU, México, Argentina, Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay. El ex ministro Xavier Nogales planteaba que el país exporte ocho trenes de gas (28 TCFs) en los próximos 20 años, con destino a México, Argentina y Brasil, lo que sobrepasa en 2 TCFs la totalidad de nuestras reservas probadas.

Los presidentes de Bolivia y Perú, Carlos Mesa y Alejandro Toledo, respectivamente, redactaron, en días pasados, sendas declaraciones conjuntas, para exportar gas a México. En esos documentos no existe una sola referencia a proyectos nacionales o binacionales de industrialización del importante energético. Los pueblos de Perú y Bolivia deberían sufrir pesadillas, como las de Moore, por la mediocridad de nuestros gobernantes.