Eppure, è questo un giorno di vittoria En la mañana del 2 de noviembre de 1975, el cuerpo sin vida y maltratado de Pier Paolo Pasolini yacía en el Idroscalo de Ostia. 40 años después de su asesinato, de su legado intelectual podría decirse lo mismo que observase Borges acerca de los escritos encantadores de […]
Eppure, è questo un giorno di vittoria
En la mañana del 2 de noviembre de 1975, el cuerpo sin vida y maltratado de Pier Paolo Pasolini yacía en el Idroscalo de Ostia. 40 años después de su asesinato, de su legado intelectual podría decirse lo mismo que observase Borges acerca de los escritos encantadores de Oscar Wilde: su vigencia es tal que nadie dudaría de que se han escrito ayer o incluso hoy mismo. Las circunstancias de su brutal muerte nunca fueron aclaradas. Como Wilde, también fue un perseguido moral. La justicia condenó al menor de edad Pino Pelosi, un ragazzo di vita, a pesar de las múltiples contradicciones entre su testimonio y las pesquisas policiales. Era uno de los giovani infelici apostados en las arcadas de la Stazione Termini, de los cuales Pasolini observaba: «Non c’è gruppo di ragazzi, incontrato per strada, che non potrebbe essere un gruppo di criminali. Essi non hanno nessuna luce negli occhi»i.
Los detalles del proceso se rodearon del misterio y de ese aroma a celada quizás política a quien fue juzgado y absuelto hasta en 33 ocasiones. No hubo absolución para su último litigio. Conjeturaba su biógrafo Enzo Siciliano: Todo puede ser creíble. Así, el asesinato político toma consistencia sólo en un sentido metafórico; en el sentido en que todo acto humano puede y debe ser sustraído a la mera casualidad, para ser transcrito en términos racionales. Este asesinato, in obiecto, fue ‘político’, por la relevancia de la public figure del asesinadoii. Con sus reticencias hacia la entrevista por disociadora, la última concedida y grabada con motivo del estreno del que quizás fuese su film más polémico, Saló o los 120 días de Sodoma, dejaba entrever algunas de sus ácidas críticas. A la pregunta sobre el escándalo, respondía: «Escandalizar es un derecho, ser escandalizado es un placer. Quien rechaza ser escandalizado es un moralista».
Unas horas antes de su muerte, contestaba a las preguntas del periodista Furio Colombo. El propio Pasolini sugería un título para la entrevista: «Todos estamos en peligro». En una sociedad cuya tragedia consiste en el aislamiento y la violencia estructural de unos contra otros, advertía: «Tú no sabes quién está pensando en matarte ahora»iii. Las felices e insidiosas convenciones sociales, las «tolerancias» sibilinas e hipócritas que implican también enjuiciamiento y desigualdad, escondían, latentes, esas violencias cotidianas que acabaron con su vida, silenciada brutalmente tras el grito desaforado y peyorativo de frocione!
En verdad, la poesía pasoliniana, tanto como el cine-poesía o incluso su afición popular al calcio-poesía representaban un modo práctico de conculcar las corrientes neofascistas. Sus ensayos y las transgresiones en sus ensayos periodísticos, novelas, dramas y films pudieron ser concebidos como una advertencia sobre esos nuevos fascismos que estaban creciendo desde las cenizas del fascio. Pero como Casandra, lo profético en Pasolini había sido desoído como una mera transgresión estetizante. Un puro entretenimiento para la élite burguesa que paradójicamente lo aplaudía.
¿Cuál era el peligro del que avisaba Pasolini? Antes que nada, urgía tomar conciencia de la situación. Sin ilusiones ni engañifas. Su estilo era del del realismo. Alejado de las banalidades y las trivialidades. Orgulloso de la cultura popular, de las raíces purificadas de toda cultura del consumo. En su poesía, remedando el dialecto friulano a veces, herencia materna de su madre de orígenes campesinos en su Casarsa natal. La realidad es el fin práctico de su poesía, la fuente de su ansiedad:
Oh, fine pratico della mia poesia! Per esso non so vincere l’ingenuità che mi toglie prestigio, per esso la mia lingua si crepa nell’ansietà che io devo soffocare parlando. Cerco, nel mio cuore, solo ciò che ha!iv
En su estética cinematográfica, donde con frecuencia escogía el elenco de intérpretes entre actores no profesionales y donde el découpage se mostraba a veces con aparente espontaneidad, con zooms y travellings descuidados, asincopados; y cortes severos, abruptos como nuestra mirada furtiva, entre los primeros planos y los planos panorámicos.
Il vangelo secondo San Matteo (Pasolini, 1964) invita a la religiosidad y lo sagrado desde la óptica marxista de los oprimidos. Y la forma estética pasoliniana viene a reafirmar su insistencia en la realidad. Lo sacro en Pasolini se entremezcla con ese gusto por la cultura popular auténtica, aún no contaminada por esa religión destructiva de nuestros tiempos que es la cultura de masas y sus espectáculos debordianos. Resulta muy significativa la elección de la banda sonora para ilustrar la vida de Cristo: desde Bach, Mozart y Prokofiev hasta los cantos congoleños de Missa Luba, Billie Holiday y el bluesman Blind Willie Johnson. No en vano, observaba Pasolini que la única cosa esencial para que un film sea bueno radica en que cuente algo REAL.
¿Pero cuál era la situación ante que la Pasolini confesaba que todos estábamos en peligro? Su última entrevista proporciona una imagen anticipadora sobre lo que hoy, 40 años después, podemos atisbar acerca del modo de ser en el capitalismo neoliberal: «Pretendo que mires a tu alrededor y te des cuenta de la tragedia. ¿Cuál es la tragedia? La tragedia es que ya no somos seres humanos, somos extrañas locomotoras que chocan unas contra otras»v. Y para aliviar el peso de esta tragedia, evitamos enfrentarnos con la verdad. Miramos para otra parte, desviamos la atención por ejemplo respecto a los mecanismos del poder: «El poder es un sistema de educación que nos divide en sojuzgados y sojuzgadores»vi. ¿Qué educación? La común y obligatoria que nos empuja a todos hacia un despiadado sistema de relaciones dominado por la competencia brutal. Mismas metas sociales valorizadas por su escasez -éxito, consumo conspicuo- para todos en un escenario jerárquico, darwinista y desigual donde sólo los más aptos -conformes al ethos capitalista- podrán alcanzar los objetivos al precio de ningunear a los no aptos. Pero en realidad, el juego capitalista carece de ganadores o perdedores:
A esta arena nos empuja como una extraña y oscura armada en la que unos tienen los cañones y otros tienen las barras de hierro. Entonces, una primera división, clásica, es ‘estar con los débiles’. Pero yo digo que, en cierto sentido, todos son los débiles, porque todos son víctimas. Y todos son los culpables, porque todos están listos para el juego de la masacre. Con tal de tener. La educación recibida ha sido: tener, poseer, destruirvii.
La transgresión en Pasolini reside, en buena medida, en la conculación de ese paradigma de la competición, del agonismo depredador. Su nostalgia es la de la gente pobre, verdadera que desea enfrentarse a ese orden injusto del mundo. Pero no para subvertir el orden y colocarse en lo alto de la escala. No para derribar al «patrón» y convertirse en segunda instancia él mismo en «patrón». Sino para construir otro orden más humano y menos violento. Un orden existencial pacífico sin violencias latentes. Sin ragazzi sin luz en los ojos. Arremetía en la entrevista contra el propio entrevistador. El violento deseo de poder que irriga la educación y, por qué no añadirlo, ese instrumento educativo y socializador que son los media, con la televisión en el centro de mira, tiene como resultado la fabricación forzosa de «gladiadores desesperados»:
Y vosotros, con la escuela, la televisión, vuestros periódicos pacatos, vosotros sois los grandes conservadores de este orden horrendo basado en la idea de poseer y en la idea de destruir. Dichosos vosotros que os quedáis tan felices cuando podéis poner una etiqueta apropiada al crimen. A mí esta me parece otra de las muchas operaciones de la cultura de masa. Como no podemos impedir que pasen ciertas cosas, nos tranquilizamos encasillándolasviii. Inquietante, inconformista, incómodo, IN-. Pasolini blandió el arma de la poesía contra un mundo deshumanizado y estéril. Infeliz y absurdo. En su vida intelectual tanto como en su vida práctica. Como polemista, no escondió sus críticas tras bizantinismos o fariseísmos. En su poema sobre Le ceneri di Gramsci, en 1954, años después de haber sido expulsado del Partido Comunista Italiano por conducta invertida y homosexual, escribía: «Sussisto perchè non scelgo. Vivo nel non volere del tramontato dopoguerra. Amando il mondo che odio -nella sua miseria sprezzante e perso – per un oscuro scandalo della coscienza…» Y sus armas para combatir ese mundo que odia y ama, no son más que las intelectuales como leemos en Vittoria: «Dove sono le armi? Io non conosco che quelle della mia ragione: e nella mia violenza non c’è posto NEANCHE PER UN’OMBRA D’AZIONE NON INTELETTUALE».