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Piñera: patético y final

Fuentes: Rebelion

Cuando aún se desarrollan los versallescos finales, de la refinada hipocresía oficial, que se producen después de las elecciones, donde el Presidente que dejará el cargo en un par de meses invita tecitos en palacio o desayunos caseros a su sucesora, uno no puede dejar de preguntarse ¿Qué hizo este tipo durante los cuatro años […]

Cuando aún se desarrollan los versallescos finales, de la refinada hipocresía oficial, que se producen después de las elecciones, donde el Presidente que dejará el cargo en un par de meses invita tecitos en palacio o desayunos caseros a su sucesora, uno no puede dejar de preguntarse ¿Qué hizo este tipo durante los cuatro años en que gobernó este país? ¿Qué justificó desde el punto del interés de todos los chilenos sus denodados esfuerzos para llegar a ocupar la presidencia junto a sus secuaces? La respuesta es desoladora para el presente y futuro de los chilenos: con gobiernos de derecha hay un mal presente y ningún futuro. Esto lo han tenido muy claro los estudiantes, los movimientos sociales que empujaron la resistencia al desparpajo neoliberal y su viga maestra el lucro financiero.

Quizá para los amantes del chiste fácil, en un país que no está precisamente para la risa, algunos hayan disfrutado las llamadas popularmente «piñericosas» y lo recuerden como tal: émulo menor del otrora comandante en jefe de la armada: el inefable Merino de la Junta Militar, poder legislativo durante la dictadura, experto en bufonadas.

Piñera, el nuevo rico, nunca tuvo la aceptación de la mayoría del pueblo chileno, ni tampoco, para su desgracia, de la derecha tradicional del país para los cuales siempre ha sido un advenedizo. Llegó a ser candidato, luego presidente porque se puso con un montón de dólares y por el apoyo del chileno común, harto de una Concertación que no parecía tener otro horizonte que mantener lo heredado de Pinochet y llenarse los bolsillos a costa de todos los chilenos. Problema no menor. Un ex Presidente en Chile recibe más platas en un mes de lo que gana un joven trabajador en 4 años. Para qué hablar de los jubilados(as) «proletas». Esto habla claro de dónde brota el interés de tantos para dedicarse al llamado eufemísticamente «servicio público».

La derecha sabía que su gobierno no perduraría en el tiempo y usaron como cabeza de turco a la Mattei, que en un alarde de estupidez creyó en un éxito electoral que no tenía ningún asidero, claro que no previeron la magnitud del desastre en las parlamentarias. La mujer se dejó envolver, con el apoyo aparente y sibilino de Piñera, uno de los que le soplo al oído que ella era la señalada por Dios y que de paso tomó una refinada venganza de profundas desavenencias que venían del pasado en uno de los pasajes más obscuros de deslealtad, inmoralidad y violencia criminal, y política que se conoce, lo que en un país como Chile no es poco decir. Piñera a pesar de que decía que apoyaba a Mattei con toda la boca nunca dejó de llevar agua hacia su molino durante la campaña y mostrar que será el próximo candidato de la «nueva derecha» en las próximas elecciones del 2018.

En síntesis este gobierno del marketing nunca resolvió ninguna de los problemas estructurales del país. Ni en el campo energético ni en la educacional ni en la salud. No por nada los trabajadores portuarios lo han despedido con una con una paralización que puso en jaque todo el sistema económico del país. En el campo internacional se sumergió en ese engendro llamado de Alianza del Pacífico, conformada, además de Chile por Colombia, México y Perú, todos con gobiernos proclives a convertir a sus pueblos en cajas de resonancia política y económica de los intereses estadounidenses. Esta alianza fue diseñada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos para oponerse a los intentos americanistas de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe ( CELAC) y de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), organizaciones destinadas construir identidad de intereses de los países suramericanos y del caribe con 33 naciones incorporadas y una población de más de 500 millones de personas.

Uno se pregunta ¿en qué invirtieron los mayores ingresos de la bonanza del cobre? ¿Qué nueva industria de interés nacional se creó para el mejor uso de esta enorme riqueza? riqueza que han estado depredando a niveles históricos en los últimos años. Si en 1996 la producción de cobre fino del sector privado era un 55,6 % mayor que la producción estatal el 2013 esta diferencia se elevó a más del 130 %. Es decir el gran negocio del cobre sigue en manos del insaciable interés del lucro privado. El año 2014 se proponen extraer casi seis millones de toneladas de cobre fino.

Este ha sido quizá la síntesis más tremenda del «gobierno de excelencia». Mantener la entrega casi total de la principal riqueza del país al interés privado en la coyuntura más notable de la historia del cobre en su capacidad de generación de riqueza.

Para los chilenos con algún grado de conciencia de la realidad, el gobierno de Piñera es como si después de la Concertación y de Bachelet hubiesen sucedido sólo desgracias. En definitiva ha sido el reino del esperpento. Quizá si hubiese cumplido su promesa de convertir el río Mapocho en navegable, a su paso por Santiago, habría algo que decir.

Por ello no deja de sorprender su pretensión de volver a la presidencia el año 2019. Los últimos días del individuo se han transformado en una campaña desembozada para sembrar una imagen de gobernante con estatura de estadista, como tanto le gusta de etiquetarse. El tipo es ramplón, ignorante y hábil para las movidas financieras, que le permitieron enriquecerse a través de una actividad que es paradigma del lucro parasitario. Nunca ha creado ninguna empresa que genere riqueza. Es el epítome de la movida de cuello, corbata y tarjeta de crédito, de las relaciones sociales que se establecen en las escuelas de la elite chilena y con ese afán de figuración desmedido tan caro a esa clase media arribista de la cual Piñera es paradigma.

Piñera y los suyos (UDI Y RN) han significado también, además de lo dicho, la degradación de la institucionalidad pública: el papelón del Instituto Nacional de Estadística, con la parodia de Censo y de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN); la corrupción de la dirección del Servicio de Impuestos Internos (SII), el endeudamiento público que pasó de un superávit de 2,3 % del Producto Interno Bruto (PIB) al -0,3 % a fines del período sin que se sepa para qué ni por qué endeudaron al país. Y un déficit de viviendas que era de 320 mil viviendas el 2009 y hoy llega a 500 mil.

Pero Piñera es incombustible piensa y actúa para volver a gobernar el 2019. Para este fin ha creado un partido llamado «Multitud». No sabe, no entiende que su fin es hoy: patético y final.

Patricio Malatrassi Aguilera es Economista


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.