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Entrevista el presidente de la Casa Memorial Salvador Allende en Cuba

«Pinochet nunca pagará por lo que hizo»

Fuentes: Bohemia digital

Carlos Rolando (Tato) Ayress Moreno es un hombre de paz, a pesar de tener un pasado de prisión y torturas, a pesar de que sus verdugos se pasean libremente por las calles de su natal Santiago. Se evidencia en sus pinturas, aun cuando las primeras surgieron en los campos de concentración. Se advierte en sus […]

Carlos Rolando (Tato) Ayress Moreno es un hombre de paz, a pesar de tener un pasado de prisión y torturas, a pesar de que sus verdugos se pasean libremente por las calles de su natal Santiago. Se evidencia en sus pinturas, aun cuando las primeras surgieron en los campos de concentración. Se advierte en sus canciones, porque la vida también lo hizo trovador.

Chileno de pura cepa, criado hasta los 15 años en la comuna de San Miguel, en Santiago de Chile, Tato hoy preside la Casa Memorial Salvador Allende, ubicada en una añeja casona del Vedado, céntrica barriada de La Habana.

Llegó a Cuba junto a sus padres y hermanas huyendo de la dictadura de Pinochet. Aquí estudió Artes Plásticas, en el Instituto Superior de Artes. Su familia no es un caso aislado. La Isla recibió cerca de mil chilenos luego del golpe fascista. Hoy todavía viven por acá unos 300. Como la de tantos chilenos, también la vida de los Ayress Moreno fue otra a partir del 11 de septiembre de 1973.

Persecuciones, allanamientos, delaciones, hasta que una patrulla de la DINA, «al frente de la que estaba un argentino que le decían el comandante Alberto», se lleva presos a Carlos Rolando -el padre-, que pertenecía al Partido Socialista, a Luz de las Nieves, miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y a Tato, del Frente de Estudiantes Revolucionarios.

En lo adelante, los dos hermanos y su padre fueron víctimas de las más crueles torturas en Londres 38 y en Tejas Verdes, entre los más reconocidos centros del crimen y la maldad durante los años de la dictadura:

«Allí fusilaron a mucha gente, mientras continuaban los interrogatorios. Hubo gente que se volvió loca, que no pudo resistir tanta tortura. A nosotros tres nos hicieron simulacros de fusilamientos, nos torturaron, cometieron abusos sexuales, nos desnudaban. A mi hermana la violaron, le colocaron ratas en la vagina y luego le ponían electricidad, le cortaron el vientre y las orejas.

«Llegaba un momento en que no podíamos responder por las golpizas y el cansancio. Era terrible. Nos hicieron cosas inimaginables…». Tato evita ahondar en el tema, trata de no adentrarse en los recuerdos. Pero es inevitable.

A pesar de sus 48 años, de que han transcurrido cerca de tres décadas de aquellos sucesos, tampoco puede olvidar los meses en el Estadio Nacional y en los campos de concentración -«iguales a los de los nazis, con torres de control, alambradas, tierras minadas»- de Chacabuco, Puchuc Cabi y Tres Álamos.

«Mientras, mi madre y mi familia luchaban por nuestra excarcelación. Hablaron con abogados, con organizaciones de derechos humanos, con organismos internacionales. Hicieron cartas a Naciones Unidas, a la Cruz Roja, a personalidades mundiales, a senadores de cualquier país que visitaban Chile.

«A finales de 1976 nos dieron la libertad a mi padre y a mí. A mi hermana Luz de las Nieves, la expulsaron después de Chile. Directo de la cárcel para el aeropuerto. Salió en la lista con Luis Corvalán, Julio Palestro, entonces alcalde de San Miguel. Luego de unos meses en Europa llegamos a Cuba en mayo de 1977. Aquí ya estaban mis otras dos hermanas.»

La familia Ayress Moreno está dividida por todo el mundo, Tato y sus padres continúan viviendo en Cuba; Luz de las Nieves reside en el sur del Bronx, Nueva York, donde es activista comunitaria; otro hermano está en Italia y el resto volvió a Chile. Sin duda, la vida cambió para ellos como para muchas familias chilenas.

Tato opina que eso no se puede olvidar. «Por eso mi criterio particular es que los gobiernos de la concertación -o sea, Arwin, Frei, Ricardo Lagos- le han dado un barniz al caso Pinochet. Han querido quedar bien con Dios y con el Diablo.

«Nunca se comprometieron de verdad para resolver la situación de los derechos humanos, cuestión pendiente y muy sentida por todos los involucrados: familiares de torturados, asesinados, presos y desaparecidos… Hay

muchas cosas que no han sido aclaradas, aunque es cierto que ahora se están investigando un poco más y que incluso hay un reconocimiento por parte de las Fuerzas Armadas, a esta altura de la vida, de que fueron los responsables de gran parte de los crímenes y las barbaridades que se cometieron.

«Dicen que ha sido un proceso, pero pienso que más que todo ha sido la propia movilización de los familiares, de los afectados, que han estado presionando, haciendo huelgas, manifestaciones, denunciando cada caso.

También hubo gente con la conciencia tan sucia que no resistió. Comenzaron a descubrirse los cementerios clandestinos. En la medida que se fueron conociendo estas cosas, que fueron apareciendo pruebas de la barbarie, ya no se podía disimular más.

«Porque así y todo hicieron movidas políticas bajo la justificación de no afectar a la nación. Había muchos torturadores en las calles. Para meter preso a Contreras fue una odisea. Utilizaban todos los mecanismos legales para no llevarlo a la cárcel. Lo mismo con Espinosa. Gente que estuvo implicada a la Caravana de la Muerte, en asesinatos masivos. Hay miedo a los militares todavía. Y ellos tienen que pagar.

«A Pinochet, hasta ahora, nadie lo ha tocado. Los mecanismos jurídicos siempre crean las artimañas para protegerlo. En todo eso existen muchos manejos políticos y nada transparente. Entonces uno se siente engañado. A la luz pública, parece ser un circo, un descaro.»

-¿Pueden vivir tranquilos los chilenos sin que todas estas historias se aclaren?

-Creo que mientras las cosas no se aclaren no existirá esa tranquilidad. Porque hay gente que no sabe dónde está su familia. Es el caso de los desaparecidos. Esas familias están infectadas de ese trauma que llevan como una cruz. Son madres, van a luchar toda la vida por saber dónde y cuál fue el paradero de su hijo. Y estas

tristes historias no se pueden borrar tan fácilmente. Sobre todo si los asesinos andan sueltos o les dieron condenas que parecen burlas.

«El gobierno está tratando de indemnizar a las familias de las víctimas de los crímenes de la dictadura. Hay muchos hijos que sus padres fueron asesinados en esa etapa, no pudieron estudiar, económicamente se las vieron mal, pero además de todo eso está el trauma. En el caso de nosotros, los que somos presos políticos torturados, salió hace muy poco una ley a través de la cual nos van a indemnizar a todos y nos van a dar, como digo yo, una especie de jubilación de por vida, un fondo de dinero ínfimo.

«La dictadura nos cambió la vida a todos. Muchos no pudimos continuar nuestros estudios, otros perdieron el trabajo, gente que perdió su casa, que pudo tener una profesión y hoy está limpiando carros o mesas por ahí. Y lo hacen un poco para tratar de acomodar a todo el mundo y tratar de ver cómo se puede terminar con esta historia. Si me van a indemnizar está bien. Pero eso no quiere decir que me van a callar la boca, que ya no pueda seguir hablando del tema.

«Ahora las Fuerzas Armadas reconocen las violaciones de los derechos humanos. Eso también está muy bien. Pero tenían que haberlo hecho hace años. Del golpe de Estado han pasado 31 años. Algunos torturadores están presos, pero hay otros tantos que están sueltos. Hay que seguir denunciándolos. Y que cumplan ante la ley. Esa es una responsabilidad histórica del gobierno con todos los casos de familiares de asesinados, desaparecidos y torturados.»

-¿Usted cree que algún día sea castigado realmente Pinochet?

-Pinochet nunca pagará por todo lo que hizo. Tengo esa sensación. Pero por lo menos se que como persona está desprestigiado a nivel mundial, por todo lo que se sabe que hizo, los asesinatos, los robos. Y si muere mañana, las Fuerzas Armadas le harán un monumento -entre ellos-, pero no trascenderá en la historia. Y si lo hace será como un criminal, un dictador, un asesino.

-¿Qué haría de poder participar en su juicio?

-Esperaría la sentencia más dura para este tipo. La extrema. Que quede como un mensaje para el mundo entero. Conocimos la experiencia del racismo, el nazismo, el fascismo… en la escuela, en libros, películas… pensamos que nunca nos tocaría. Todo ese horror, toda esa crueldad parecía mentira hasta que tuvimos que vivirlo.