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Una respuesta a Pablo Bustinduy y David Perejil desde Podemos

Podemos y la causa palestina

Fuentes: Rebelión

Cuando nació Podemos en enero de 2014 muchas personas provenientes de otras organizaciones políticas y espacios de activismo nos incorporamos porque nos identificamos de forma inmediata con la asfixiante necesidad de que el mensaje político fuese distinto y porque la columna vertebral de su programa, la (aparente) simplicidad de la defensa de los Derechos Humanos, […]

Cuando nació Podemos en enero de 2014 muchas personas provenientes de otras organizaciones políticas y espacios de activismo nos incorporamos porque nos identificamos de forma inmediata con la asfixiante necesidad de que el mensaje político fuese distinto y porque la columna vertebral de su programa, la (aparente) simplicidad de la defensa de los Derechos Humanos, era el elemento aglutinador y transversal que se necesitaba en una nueva herramienta política de cambio.

Al leer el artículo de mis compañeros de Podemos David Perejil y Pablo Bustinduy titulado «Reconocer el Estado Palestino: un paso político para construir la paz«, se comprueba que al abordar la situación de Palestina los representantes de Podemos se acaban enfangando en el discurso ya superado de las equidistancias, de las palabras calculadas, de las «conversaciones de paz» y, en definitiva, no aplican la simplicidad programática con que nació Podemos, sumergiéndose en el mismo torrente retórico de los gobiernos occidentales durante décadas, que es: hay que trazar un cordón de excepcionalidad en Palestina en lo que se refiere a la exigencia de Derechos Humanos. El mensaje de ese artículo sobre Palestina no es el mensaje con el que nació Podemos sobre los Derechos Humanos.

Todo defensor de la causa palestina con rigurosidad en el discurso, cualquiera que sea el foro en el que se encuentre, tiene que tomar como eje central el código genético intrínseco del nacimiento de Israel, que sigue siendo su motor de actuación hoy, y lo seguirá siendo mañana si no se le detiene: la creación por las potencias europeas de un proyecto colonial de ocupación de más y más tierra mediante asentamientos de población extranjera, el cual ahora está en su tercera generación. Y por supuesto expulsando y asesinando a sus legítimos habitantes.

Si el eje del discurso no es radical, no toma esa raíz originaria como referencia, está condenado al fracaso, y es lo que ocurre con este artículo, que es un artículo con un mensaje fracasado por el que se acaba cayendo en el falso «choque de dos sociedades» o «conflicto de dos movimientos nacionales» y en la embaucadora telaraña de la estrategia israelí de las hipócritas «conversaciones de paz» con las que encubre el continuo avance de la ocupación y expulsión o asesinato de palestinos.

Sorprende que una formación cuya dirección muestra especial atención en manejar el relato para su argumentación política caiga en esa abstracción del reconocimiento de un estado Palestino, a sabiendas que en la práctica es inviable, puro artificio. De la misma manera que el relato sionista ha condicionado a buena parte de la opinión pública durante mucho tiempo, sorprende que Podemos haga suyo el discurso oficial de una desprestigiada y de representatividad cuestionable Autoridad Nacional Palestina (ANP), y no haya querido adoptar una solidaridad efectiva con las demandas del pueblo, o si lo prefieren, del conjunto de la ciudadania palestina.

Podemos quizá no hubiera nacido sin «las calles y plazas del 15M»-no por ello es su expresión autorizada- y debe mirar qué demandan otras «calles y plazas». Y en Palestina esas «calles y plazas» están representadas por las más de 300 organizaciones sociales de base que forman el Boycott National Committee.

Además, hay otros errores muy graves en el artículo, de fondo y de forma.

Dicen que «Palestina es el vector principal de toda la inestabilidad de la región». No, no es Palestina, es Israel el «vector principal de la inestabilidad». Israel como problema, no Palestina como problema. El lenguaje es fundamental.

En ese mismo párrafo se argumenta que «sin una acción decidida por la paz en Palestina [Palestina como sujeto a pacificar/apaciguar en lugar de Israel] (…), las consecuencias nos afecten a los europeos». Ante la vaguedad de la frase, la unión de los puntos Palestina-terrorismo-bombas-Europa se le sirve en bandeja al lector. Por supuesto que hay relación causa-efecto entre el colonialismo e injerencia occidental por todo el planeta y las consecuencias en este continente. Pero en un artículo tan cargado de eufemismos y ambigüedades, es al final Palestina (y no Israel u occidente) quien queda amarrada en esos puntos encadenados a «consecuencias en Europa». La paz justa para los palestinos no puede basarse en ese tipo de defensa utilitaria de evitar «consecuencias» en Europa.

Equiparar «las espirales de violencia» con que se vive diariamente en Cisjordania e Israel (¿?), además de ser falso es tan dañino como equiparar al ocupante y al ocupado. Hoy no se nos ocurre equiparar a los ocupados que se defendían en el Gueto de Varsovia frente al ocupante ejército nazi, o equiparar al nativo americano frente a los colonos europeos, pero con Palestina se aplica la excepcionalidad de la equidistancia.

Es un muy grave error transmitir a los lectores que la Autoridad Palestina es responsable de la situación de su población y exigirle que debe «hacer frente a las necesidades» de los palestinos, porque en última instancia no es así. Israel determina la vida y la muerte en Palestina. Israel aplica la Thanatopolítica sobre los palestinos: que vivan todos ellos en todo momento bajo la certeza de que están a cinco segundos de la muerte. Por tanto sobra esa exigencia a la Autoridad Palestina, y nosotros podríamos ser mucho más críticos con ella que los autores del artículo. Hasta la podríamos señalar como una administración indígena colonial maniatada a la potencia ocupante, pero eso al público le distrae del entendimiento del discurso central que es la ocupación de un territorio y sus habitantes.

A Israel no se le debe «invitar al diálogo». A Israel se le debe exigir. Y cuando se exige ante una ocupación colonial se debe partir de ese elemento central porque es su origen, y si no se explican y se entienden los orígenes de los problemas no se pueden encontrar las soluciones.

Y esas soluciones pasan por tres exigencias irrenunciables a Israel:

1-Reconocimiento (de la limpieza étnica, de la expulsión, de la apropiación, de los crímenes contra la humanidad…)

2-Responsabilidad (de «responder», responder por el daño causado, y en ello se incluye el retorno de los refugiados como marca la Resolución 194 de la ONU)

3-Aceptación (de la población palestina en igualdad de Derechos)

Sólo así se avanzará en el camino de des-sionizar ese ente colonial llamado Israel y habrá una solución de Paz justa para Palestina.

Es un discurso de exigencia de derechos civiles que nos libera de las pesadas cargas dialécticas y vías políticas muertas del pasado sobre «conversaciones de paz», «rondas de negociaciones fracasadas», etc. que contribuyen a que la población del estado y europea acaben por no comprender qué ocurre en Palestina. Y ese es el objetivo de Israel.

Por supuesto Israel no sólo no acepta estas condiciones sino que en una huida hacia adelante ha creado un ministerio y dedicado una suma importantísima de su presupuesto para luchar contra la campaña que reclama esas tres condiciones de mínimos a través del Boicot a Israel. ¡Y ahí está la cuestión! Cuando Israel criminaliza a quien defiende una campaña que denuncia la desigualdad, el colonialismo y el apartheid basándose en la lesgislación internacional, implicitamente está reconociendo esa misma esencia, para pasar en un salto mortal a tachar a todo activista de los DDHH en antisemita. Dicho de otra manera, metiendo en la cárcel a activistas israelíes por adherirse a la campaña de Boicot, Israel sólo hace mirarse en un espejo. Un espejo que refleja la esencia de un estado colonial que fomenta la desigualdad y practica el apartheid contra la población indígena.

Por tanto, mientras Israel no acepte y aplique esas tres exigencias, a la sociedad civil y a los activistas que defendemos la causa palestina -que es la causa de los Derechos Humanos- sólo nos queda el camino que la propia sociedad civil palestina nos pidió hace once años que emprendiésemos, y no es otro que el Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) al estado de Israel. Exactamente la misma estrategia exitosa que con la Sudáfrica del Apartheid. Y no sólo nos compete a la sociedad civil mundial esa línea estratégica responsable. El BDS debe elevarse cualitativamente, hay que elevarlo a un nivel de exigencia programático. Debemos exigir a nuestros representantes políticos (entre los que se encuentran Pablo Bustinduy y David Perejil) y a nuestros gobiernos (municipales, autonómicos, estatales) que adopten el Boicot a Israel en sus facetas económica, política, institucional, deportiva, académica y cultural.

Como dice el mismo Ilan Pappé que citan los compañeros, para encontrar de madrugada la llave de casa que hemos perdido hay que ponerse a buscarla, y no necesariamente (como solemos hacer) buscarla alrededor de esa farola encendida que alumbra un pequeño círculo en la calle. La llave de la puerta no se nos cayó en esa farola de la solución de dos estados, en la idea de la partición, no se perdió en el paradigma del conflicto en Palestina como una guerra de dos movimientos nacionales. La llave se cayó en la gran oscuridad de la realidad colonialista. Debemos alumbrar la gran zona oscura de la calle.

Daniel Lobato, Círculo Podemos Palestina. Asociación Unadikum – Organización perteneciente a la RESCOP, Red estatal solidaria contra la ocupación de Palestina.

Jorge Sánchez, Círculo Podemos Palestina y miembro de la RESCOP.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.