Se ha puesto de moda usar como metáfora cierto lenguaje militar y más de alguno ha recurrido a Gramsci para hablar de «guerra de trincheras». Ya que estamos en eso, es bueno apuntar nociones básicas de estrategia, utilizando para este efecto el lenguaje castrense. Cualquier comandante (aunque sea de una humilde escuadra) debe conocer el […]
Se ha puesto de moda usar como metáfora cierto lenguaje militar y más de alguno ha recurrido a Gramsci para hablar de «guerra de trincheras». Ya que estamos en eso, es bueno apuntar nociones básicas de estrategia, utilizando para este efecto el lenguaje castrense. Cualquier comandante (aunque sea de una humilde escuadra) debe conocer el ABC del «arte de la guerra». Esto se resume en un famoso acróstico entre la milicia: LORES.
LORES se traduce de la siguiente manera; la L es «Libertad de movimiento» , la O es «Objetivo Permanente», la R es «Reunión de Medios» , la E es «Economía de Recursos» y la S hace referencia a la «Seguridad».
La primera enseñanza es que una fuerza que se atrinchera tiene el combate de antemano perdido. Lo demostró la guerra de las trincheras en la primera guerra mundial. Y en el campo de la política lo confirmó el ,supuestamente gramsciano, Partido Comunista Italiano, que de tanto estar en las trincheras del régimen, terminó en las mismas trincheras de su enemigo de clase, eso sí, bien aceitado por la corrupción.
No por repetido deja de ser cierto. Estar a la defensiva en política o en la guerra es sinónimo de una derrota anunciada. Se requiere «Libertad de movimiento» para estar siempre a la ofensiva. Si la cantidad de hombres y medios es inferior a la del adversario, será menester usar con inteligencia esa libertad de movimiento . El ejemplo clásico es la guerrilla que golpea y se oculta para volver a golpear sistemáticamente en los flancos más débiles del antagonista hasta debilitarlo antes de emprender el ataque determinante.
La segunda premisa en el acróstico es la primera en orden de importancia; el Objetivo debe ser Permanente. No se puede cambiar a mitad del camino. En este caso, no hay táctica ni pragmatismo que valga. Si nos hemos comprometido a conquistar determinada colina o «asaltar los cielos» no vale justificar nuestra acción con ganar medio montículo o hacer los cambios en «la medida de lo posible».
Por esta razón no deja de sorprender la reciente intervención del líder de Podemos en la presentación de un libro de Manuel Castells.
Pablo Iglesias dixit: «No podemos hacer grandes cosas; una reforma fiscal, defender la desprivatización de la sanidad, defender la educación pública. Defendemos lo mismo que defendía la democracia cristiana hace 30 años».
Para quien tenga alguna duda y quiera ver y escuchar el «discurso» de Pablo Iglesias aquí va el enlace pertinente: https://www.youtube.com/watch?
Sí lo veis y escucháis con atención podréis apreciar, que con una argumentación, llena de sofismas, Pablo Iglesias viene a decirnos que NO Podemos. Y… que la experiencia griega le ha hecho meditar. Su conclusión es pasmosa, nos hemos quedado sin la mitad de las piezas del tablero antes de empezar a jugar, entonces no nos queda más que rebajar nuestras expectativas.
Solo, imaginaos por un momento, un comandante que antes de un combate decisivo proclame a su gente: «esto de tomarse la colina no iba en serio», «que no tenemos fuerza para lograrlo». En fin, que No Podemos .¿Os ocurre una mejor manera de desmoralizar y desmovilizar a las tropas?
Si se reconoce débil, un verdadero comandante nunca va al enfrentamiento con medias tintas, porque esa actitud adelanta una segura derrota. La formula contraria es archiconocida: acumular fuerzas, desarrollar tácticas guerrilleras para debilitar y desmoralizar al enemigo y solo avanzar cuando la balanza este a nuestro favor. Incluso sí estamos en minoría podremos ganar si el adversario está suficientemente desmoralizado. Ese es el momento de atacar con el firme propósito de tomar la posición adversaria. Lo demás es ficción.
La tercera premisa estratégica es «Reunión de medios», en política esto se traduce en trabajar pacientemente para hacer confluir a todas las fuerzas dispuestas a luchar por un cambio real y no de carácter cosmético. Esto ultimo significa que en la actual crisis, tanto territorial como política del régimen del 78 , no hay más alternativa que un proceso constituyente hecho desde abajo.
Por tanto, la condición estratégica, «sine qua non», para el cambio democrático es una construcción ciudadana que esté dispuesta a ir mucho más allá de las elecciones. Esta unidad popular debe tener el músculo y la organización suficiente para exigir aquellos cambios que la clase política -en su mayoría corrupta o integrada el sistema- niega y negará con toda clase de engañifas y subterfugios.
El cuarto punto es «Economía de recursos». En política esto significa que los escasos recursos con que contamos deben ser muy bien administrados. Los pocos cañones mediáticos deberían siempre apuntar al enemigo principal, nunca para embestir contra posibles y necesarios aliados.
Finalmente, y no por eso menos importante, La S de «Seguridad» hace referencia a la máxima más antigua del arte de la guerra. La Seguridad es fundamental para conocer cuales son los próximos movimientos del contendor y su fuerza real.
Con todos estos elementos sobre la mesa tanto en política como en la guerra, se va al enfrentamiento para ganar, nunca para empatar.
Sabemos también que construir un sujeto social para el cambio es una tarea colectiva de proporciones, pero sobre todo sabemos que se requiere consecuencia y coraje político. En el caso de Grecia, a Tsipras le faltaron ambas cosas. No contó con una estrategia adecuada y no tuvo el coraje político para implementar el Plan B propuesto por Varoufakis.
Tal como hemos visto, el final de ese partido de ajedrez fue la capitulación del gobierno de Syriza y un fuerte golpe a la esperanza que abrigaban los movimientos y partidos que luchan en Europa contra el austericio. En los hechos, Tsipras asumió el discurso Thacheriano conocido como TINA (There is not alternative). Y al parecer, más de alguno, por estos lares, va por el mismo camino.
No se gana la buscada hegemonía cuando somos presos del «sentido común» más conservador y como consecuencia rebajamos nuestras expectativas al nivel de la Democracia Cristiana de hace 30 años. Como dice Manolo Monereo, para eso está el PP y el PSOE.
Tampoco se gana cuando el programa y el discurso es prisionero de las encuestas. Al respecto, no hay que olvidar los sueños de Cayo Lara antes de las elecciones europeas. Toda su apuesta era gobernar con el PSOE en esta próxima legislatura
Respecto de este asunto, en determinados círculos de Podemos se afirma que hay una «movida» en el tablero que todavía nos resistimos a creer. Dicen que lo que realmente está pensando la cúpula granate es gobernar con el PSOE. Total , alegan los trascendidos, desde el gobierno habría alguna chance para «doblar la mano a la socialdemocracia».
Pensamos muy distinto. El cambio en España, como en el resto de los países del sur europeo, será una ruptura democrática de carácter plebeyo o no será. Para ganar habrá que identificar, sin remilgos de ninguna especie, al enemigo principal de nuestros pueblos: el neo-imperio alemán, con su euro y sus satrapías locales. El resto: es el síndrome TINA que nos llevará a perder la guerra antes del primer combate.
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