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Poesía contra el fascismo

Fuentes: Librujula

Cuando la poesía se enfrentó y se enfrenta al fascismo

Escribir sobre poesía y sobre antifascismo es ver el barranco, que existe, a un lado de la vida y más de la nuestra, que ya tenemos una historia en esta España tan suya, donde los líderes políticos y económicos, mayoría hombres, todavía anhelan ir bajo palio. Por eso, al escribir este artículo pienso en aquellos poetas que en los años difíciles escribían en y con la España leal: don Antonio Machado, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Juan Gil-Albert, Miguel Hernández, León Felipe, José Moreno Villa, Emilio Prados, Arturo Serrano Plaja y Lorenzo Varela, entre otros; pero estos llevaron a cabo el poemario titulado Poetas en la España leal (que reeditó Renacimiento, Madrid-Valencia, 1937-Sevilla 2007), en edición facsímil, con estudio del profesor Manuel Aznar Soler. Este libro fue escrito para regalarlo en 1937 a los escritores antifascistas que, procedentes de todo el mundo, participaron en el Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. ¡Ahí es nada! Por cierto, Federico García Lorca había sido fusilado por el fascismo un año antes.

De estos poetas citados siempre me ha llamado la atención el que este poema escribió: «Mi general…/ ¡Qué bonita letra tiene usted!/ ¡Oh, que preciosa caligrafía de cuartel!/ Así escriben los tiranos, ¿verdad?/ ¡Y los gloriosos dictadores…!/ ¡Qué rasgos!/ ¡Qué pulso!/ ¿Quién le enseñó a escribir así, mi general?/ Se dice general y se dice verdugo./ Los dos tienen el mismo rango,/ los mismos galones./ El general se diferencia del verdugo solamente/ en que el general tiene la letra más bonita./ Para firmar una sentencia de muerte/ hay que tener la letra muy bonita…/ ¡Qué bonita letra tiene Ud., mi general! (México 6-VIII-67), poema de León Felipe que se puede leer en la Nueva antología rota (aumentada con ‘Guernica’, ‘Otro relincho al Che’ y ‘Al glorioso general …’) (Finisterre Editores, México, 1974), poema que me persigue y siempre viene a la memoria al escribir sobre poesía y antifascismo. Así pues, inicio el artículo con este poeta dado que este año se conmemora el cincuentenario de su fallecimiento, quien nació en Tábara, Zamora, el 11 de abril de 1884 y murió el 18 de septiembre de 1968 en México, poeta antifascista donde los haya. No estaría de más leer o releer sus obras, pues tal vez sea nuestro mejor homenaje. Lo cierto es que poco o casi nada ha cambiado de su tiempo al nuestro, ya que continúa la misma intolerancia, la misma falta de compromiso y de unión para llevar a cabo un activismo conjunto, desde la razón y la democracia frente a la mitología y el extremismo.

Otro de los poetas que no puedo dejar de mencionar en este texto es a Marcos Ana (Fernando Macarro Castillo), quien nació en Alconada, aldea de Salamanca, en 1920 y murió en Madrid, hace un par de años. Poeta de raza donde los haya quien pasó 23 años de su vida, de los 18 a los 41, en las cárceles de la dictadura franquista. Al ser liberado en 1961, el poeta recorrió Europa y gran parte de América promoviendo y organizando la solidaridad con los presos políticos y sus familias y denunciando las prácticas fascistas que, por entonces, se realizaban en España. Podemos leer poemas como este, incluido en el libro Poemas de la prisión y la vida (Umbriel-Tabla rasa, 2011): «Mi pecado es terrible;/ quise llenar de estrellas/ el corazón del hombre./ Por eso aquí entre rejas,/ en diecinueve inviernos/ perdí mis primaveras./ Preso desde mi infancia/ y a muerte mi condena,/ mis ojos van secando/ su luz contra las piedras./ Mas no hay sombra de arcángel/ vengador en mis venas:/ España es sólo el grito/ de mi dolor que sueña…»

Poeta de raza y antifascista también es el aragonés Miguel Labordeta (Zaragoza, 1921-1969) y buena prueba de esto es el poema Un hombre de treinta años pide la palabra, perteneciente a su libro Epilírica y recogido en Miguel Labordeta. Obra publicada (Larumbe, 2015), edición de Antonio Pérez Lasheras y Alfredo Saldaña (pp. 159-163) donde escribe: «(…)/ Pero fuimos aprendiendo vuestra lección paso a paso:/ cuando teníamos quince años cuajó en noches de terror y de asombro inaudito/ entendiendo que ser hombre era estar dispuesto a sacar de la cama a su hermano/ y asesinarlo cobardemente al borde de un camino/ cuando teníamos veinte años supimos que era lícito todo/ hasta destruir millones de inocentes por el hambre y el fuego/ cuando teníamos veinticinco años conocimos también/ que el perdón es inútil y los sueños más nobles/ se pierden en el tiempo como un soplo de jumo/ y ahora con nuestros treinta años hemos comprendido tantas cosas…/ tantas cosas que nos duelen duramente aquí dentro/ y que si tuviéramos que confesarlas moriríamos/ de vergüenza y de rabia./ (…)».

Y aquí esta Carlos Álvarez (Jerez de la Frontera, 1933) quien recientemente ha visto publicada su obra poética completa en dos volúmenes, bajo el titulo de Los sueños, el amor, las intenciones (Adeshoras, 2016), en edición de José Luis Esparcia, donde se recogen los poemas publicados de 1964 a 1976, primer volumen, y de 1977 a 1993. De este poeta elijo el poema Peligro (pp.445-446) del libro de titulo tan significativo Como la espuma lucha contra la roca: «…y pienso en el Vietnam, y luego pienso,/ cuando escucho el aullido de la guerra,/ que ya clavaron su aguijón inmenso,/ venenoso, los yanquis en mi tierra;// que ya hicieron la calma de mi cielo/ salpicado de luz y de canciones/ con el punzante bisturí del vuelo/ de rapiña y de terror de sus aviones;// que ya, como ante un toro, se divierte/ jugando con mi viento su bandera/ de enrejadas estrellas y de muerte…/ banderilla sin gracia y extranjera.// Y veo cuando paso la mirada/ por mis playas ingenuas, no gaviotas/ pintando el mar de blanco, sino anclada/ la serpiente asesina de sus flotas.// Y luego pienso en el Vietnam, y pienso que es urgente lograr que se despierte/ nuestro pueblo, y vigile alerta, tenso…/ si no quiere correr la misma suerte».

Otro poeta y antifascista que ha visto publicada su poesía reunida es Fernando Arrabal (Melilla, 1932), bajo el título de Credo quia confusum (Huerga & Fierro, 2016), en edición, preámbulo y selección de Raúl Herrero. Recojo aquí su Soneto de odio y amor a España (p. 303): «Te recuerdo cruel y misteriosa,/ me alboroto pensando en tus mamones,/ la más guapa de todas las naciones/ eres bella y con ojos de viciosa.// Al pegarme te vuelves más hermosa/ con tus azotes y tus mojicones,/ rompiéndome la crisma a bofetones/ mi niñez la forjaste dolorosa.// Si en tus labios acertó con tanto tino/ en tus cejas mi pubis se alojaba./ En el sur de tu piel me desatino// distribuyes tus besos con la lava,/ representas belleza en batería/ ¡ay que patria tan causa de manía!» El padre del poeta era oficial del ejercito español y fue encarcelado por no unirse a la rebelión y golpe de Estado del 18 de julio de 1936.

Quiero citar un documentado y esclarecedor libro, en dos volúmenes: 1/ Historia y 2/ Antología de Literatura fascista española (Akal, 1986), de Julio Rodríguez-Puértolas, que bien les puede iluminar sobre qué, quién, cómo, dónde y el porqué, de los escritores fascistas, desde final de los años veinte hasta la edición del citado libro. Y el excelente ensayo de Pedro García Cueto Juan Gil-Albert y el exilio español en México (Biblioteca Valenciana, 2016). Creo que estos poetas, en su quehacer demiurgo, pretendían y querían para el lector el distanciamiento del pensamientos automático, al que estamos tan y tan acostumbrados. Y es que esta poesía, la de ellos: León Felipe, Marcos Ana, Miguel Labordeta, Carlos Álvarez y Fernando Arrabal, exige al lector, que no deja de ser un ciudadano más, como ellos, un abandono decidido de la pasividad y le piden que ponga en duda la organización de la sociedad y su amenazante representación, la cual sufrimos todas las personas que en el mundo estamos. Ellos, que yo sepa, no entendían ni entienden vida y obra separadas, pues poesía y compromiso social son inseparables. Su obra y vida estaban y están totalmente imbricadas. De hecho su poesía es la aldea clave para la resistencia.

Poetas señeros de ayer y hoy

Si nos fijamos en el panorama actual de la poesía española existen poetas que están en ello, trabajando a favor de la poesía y del antifascismo, tanto mujeres como hombres, sabiendo que han atravesado el espejo de la realidad y son conscientes de que el espejo siempre refleja la luz que tiene. Por eso es importante saber mirar y no romper ese espejo, en esta sociedad tan de prisas e imágenes. Así pues, ante este panorama de reflejos, vale la pena recordar al colectivo Alicia Bajo Cero y su Poesía y poder, publicado por la Unión de Escritores del País Valenciano en 1997 y que se puede leer en la red: https://www.nodo50.org/mlrs/Biblioteca/pyp1.pdf , ya que no creo que existan ejemplares en papel. Este libro nació, por lo que yo sé, de la necesidad de hacerle preguntas a aquella denominada por algunos última poesía española, a propósito de sus implicaciones ideológicas y políticas en sentido muy amplio; que, dada la situación actual debería alguien o alguna editorial apostar por la reedición, claro está, con actualización pertinente del mismo, con otros trabajos, como, por ejemplo, los del poeta y teórico Alberto García-Teresa (Madrid, 1980). Hay que mencionar aquí el magnífico estudio llevado a cabo en su Poesía de la conciencia crítica (1987-2011) (Tierra de nadie, 2013).

Uno de los poetas que destacan, también teórico, es Antonio Méndez Rubio (Fuente del Arco, Badajoz, 1967), quien preguntado al respecto del tema que nos ocupa, de poesía y antifascismo, manifestaba que en esa pulsión cada vez más cotidiana por la hiperexpresión resuena como un eco aquella nota o apunte de W. Benjamín, donde aseguraba que «el fascismo ve su salvación en el permitir que las masas se expresen (en lugar de que exijan sus derechos)». Así las cosas, pues, la opresión podría estar compensada por la descarga expresiva, de modo que con «permitir que las masas se expresen», se lograría hacer de la expresión un resorte de normalización y adaptación, de inhibición del conflicto: tremenda paradoja, Méndez dixit.

Lo cierto es, explica el poeta y profesor Méndez, que tiene toda la razón del mundo y de esta forma queda confirmada «la hipótesis planteada ya en 1933 por W. Reich sobre cómo la inhibición psicológica forma corazas adaptativas a las condiciones opresivas del fascismo -la seducción de las (imágenes de) corazas, que por otra parte, ha quedado contrastada con el éxito masivo en el cine con la saga Iron Man (2008-2013). La coraza, en sentido psicoanalítico, se formaría en torno a la pulsión expresiva, a la vez que se identifica sistemáticamente poesía con expresión. Este último malentendido confunde (como explicara R. Jakobson) algo tan elemental como la función expresiva y la función poética del lenguaje: la primera se centra en el emisor, la segunda en el lenguaje o mensaje. La primera tiende al exhibicionismo del individuo, la segunda a la construcción de puentes con la alteridad. El lugar oficial de la poesía parece hoy pasar por la primera, y de ahí la catástrofe en forma de comportamientos de manada». En la obra poética de Méndez podemos leer poemas como este: Manada: /más nada. ¿¡Qué/ más da!? Tú da,/ con o sin luz,/ sinrazón de ti./ Da la mano».

Otro de los poetas que lucha con su poesía contra el fascismo es el también profesor Óscar Ayala (Carpio de Tajo, Toledo, 1967) quien piensa que convertir a los adversarios en enemigo único es una premisa del fascismo. Al llegar al poder (y para acceder a él), fabrican una cualidad común para ese enemigo único, a ser posible reconstruida entre las que residan latentemente en el cajón de los odios comunitarios. Esa cualidad se torna fagocitadora, atañendo cada vez a más personas, hasta que un grupo numerosísimo de ciudadanos es considerado enemigo del estado y, por lo tanto, susceptible de ser neutralizado: moro, enemigo del pueblo, conspirador judeomasónico, antisistema… Ese es el momento de olvidar las diferencias y concentrarse en lo único importante: apear al fascista de un poder que cree de su propiedad. Da igual si había accedido o no legítimamente. Habían conseguido hacernos olvidar lo principal: ellos no eran el estado. «En el fondo, el fascismo es una actitud muy apetecible para la cual la diversidad es el mejor de los antídotos», Ayala dixit. Y un buen ejemplo de todo lo expuesto es este poema improvisado: «Al atravesar el umbral, miles de moscas/ se precipitaron a sus pies para hacerle una alfombra,/ la lámpara vomitó sobre su rostro/ y se congeló el vuelo de varias golondrinas sobre nuestras cabezas./ Acariciaba el aire lentamente/ y troceó algunas muecas/ para que nadie quedara sin su pedazo./ Avanzó muy despacio,/ provocando un oleaje de discípulos/ que se reventaban contra los muros./ De pronto se detuvo./ Y se puso a llover sobre el rincón donde perdido y lento un viejo se mecía/ al ritmo de quién sabe/ qué voces,/ y al verlo diluido en un pequeño charco/ lo extendió con su bota antes de proseguir/ hasta el final del día».

Por su parte, el reconocido poeta Enrique Falcón (Valencia, 1968) afirma que cuando los estados occidentales se centran en prometer seguridad a súbditos y consumidores, el fascismo comienza a enseñar la pata. Así pues, la profusión de la islamofobia, el rechazo al extranjero pobre, la autoritaria del discurso público, la escalada de la desigualdad y el resurgir de los movimientos identitarios están acumulando hoy suficientes señales para poder atribuir un nuevo papel presente a la tentación fascista, aunque Falcón teme que ella todavía está llamada a empoderarse de manera creciente cuando en las dos próximas décadas los colapsos energéticos de nuestras sociedades fracturen, en el corazón de los habitantes de Europa, las promesas recibidas de progreso y de seguridad. ¡Ay de las épocas, amigos, cuyos poetas han de escribir apocalipsis! Enrique dixit. Es, no cabe duda, aviso de lo que nos está pasando, y toque de alerta para lo que nos ha de venir, y la poesía -como cualquier otra forma de mesa que compartan los hombres- bien podría colaborar en romper esos círculos de consenso que empiezan a admitir, sin mucho problema y con pavorosa calma, que ya podemos disparar contra la gente que escala nuestras vallas o alcanza nuestras costas, llegada desde el sur.

En aquel libro todavía reciente: Porción del enemigo (Calambur, 2013), (sobre esa porción de fascismo que también anida en nuestros corazones y que las élites comienzan a querer despertarlo), quise recordar aquel fragmento de Primavera con una esquina rota (Punto de lectura, 2008) en que Mario Benedetti nos decía: «»Maestro, ¿por qué razón su país, una asentada democracia liberal, pasó tan rápidamente a ser una dictadura militar?» Yo le dije lo consabido: que el proceso empezó mucho antes, no en la calma, sino en el subsuelo de la calma»». Añadiendo que: «nuestra poesía (informe del mundo, declaración de resistencia y acta de deserción) debería dejar de seguirle el juego a ese peligroso subsuelo de calma. Nosotros decimos, y también con poemas, que podemos vivir felizmente levantados, como lo expresa en su Canción del levantado: No adoptes nunca el nombre que te dé la policía/ No acerques tu caricia a la piel del invasor/ No comas de su trigo, no bebas más su leche/ No dejes que tu alberca la vuelvan lodazal// No esperes casi nada de su magistratura/ No reces en su lengua, no bailes con sus ropas/ No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes/ Ni alojes en su boca la sal de tu estupor// No guardes en el sótano más bombas incendiarias/ No firmes con tu letra los presagios del poder/ No tiendas más cadáveres en la comisaría/ No esperes nunca nada de la voz del ataúd// No entregues tu camisa a ninguno de sus bancos/ Ni viertas en tu vientre el pozal de una bandera/ No lleves a tu amigo a los pies del impostor// No dejes que su lengua fructifique tras tu casa// No permitas a tus hijos,/ nunca dejes a tus hijos/ esconderse en su jardín».

Y el autor de La huella en el margen. Literatura y pensamiento crítico (Mira, 2013), el catedrático y poeta Alfredo Saldaña (Toledo, 1962) señala que Marx hablaba de la teoría y su latente y potencial capacidad destructiva del capitalismo y, por eso mismo, es algo que tiende a erradicarse en muchos ámbitos del mundo actual en el que el fascismo y la xenofobia están ganando terreno de una forma muy preocupante. Es ahí -en ese lugar inestable en el que es posible imaginar otro mundo- donde la teoría y la poesía pueden encontrarse dado que la poesía no consiste en contar historias o inventar mundos sino en modificar las relaciones que tenemos con este; en ese sentido, poesía y teoría pueden compartir un componente crítico y revolucionario basado en la transformación de la escritura, el sentido, la vida. Una poesía y una teoría así entendidas surgen de la inquietud y la inestabilidad permanentes y, frente a cualquier concepción doctrinal y gregaria del pensamiento, no dejan de generar situaciones inéditas de realidad. Añadiendo que «pensar de este modo a partir de la poesía, pensar poéticamente, como quería el surrealismo histórico, impulsando la intervención de la poesía en todos los aspectos de la vida, actuar de un modo poético, construyendo un pensamiento no sometido, insurgente y desestabilizador que surja de la ruptura con todas las maneras preeminentes de entender la realidad, basado en el potencial emancipador de un lenguaje que no renuncie a su fuerza imaginaria, creadora y expansiva». ¡Ahí es nada! En su poema Primavera en la plaza pública de su libro Malpaís (Siltola, 2015) lo deja claro este poeta: «No al sí.// Desactivar/ el relato del mundo/ hasta ignorarlo,/ generar redes de rebeldía/ y resistencia/ cuando la información/ se transforme en propaganda/ y se convierta/ en un objeto de consumo/y no en una oportunidad/ para ejercer la crítica/ y fomentar el descontrol».

Breve antología de poetas antifascistas

Por su parte, la autora del excelente trabajo Descubrir lo que se sabe (Estudio de género en 48 premios de poesía) (Tigres de papel y Genialogías, 2017), Nieves Álvarez Martín (Mingorría, Ávila, aunque vive en Santander) opina, con conocimiento de causa, que el fascismo es el terror, el miedo, la represión salvaje, la anulación de la cultura, el arte, la belleza, es «la noche de los cristales rotos», «la noche de los cuchillos largos», las chimeneas repletas de cadáveres, los aviones arrojando personas al mar, los golpes de estado salvajes (como nuestra guerra incivil), el tiro en la nuca, las cunetas repletas de cadáveres, es la quema de libros en la Alemania nazi, en el 1933, en la Plaza de la Ópera de Berlín; la alteración de los libros de historia, la mentira, la calumnia, la denuncia sin pruebas, la censura, la inquisición, los campos de trabajo y de concentración (no solo en Alemania o Polonia, también en España), es el «Valle de Cuelgamuros» (donde fueron explotados más de 500 presos republicanos, entre ellos su padre, un gran cantero), es el dolor, el dolor, el dolor. ¿Cómo no voy a ser antifascista?, se pregunta, para afirmar que todas las personas decentes deberían ser antifascistas.

También Álvarez Martín se plantea si tiene sentido todo esto: «¿pero tiene sentido ser antifascista hoy en día? Ahora, cuando crece la ultra-derecha-fascista en toda Europa es necesario ser antifascista, por supuesto. Ser antifascista es luchar para que no se reproduzca la opresión, para que se eliminen el machismo o la xenofobia y cualquier tipo de opresión que se imponga sobre una persona, un pueblo, una idea. Ser antifascista es demostrar comportamientos fascistas en el mercado, en la publicidad, el exhibicionismo interesado que margina a la mayoría de la población mientras se lucran unos pocos; intentar conseguir (sé que es una utopía) que el capitalismo no imponga sus leyes, esas en las que solo manda el dinero y las personas son números». Para afirmar con rotundidad que: «soy antifascista y mi forma de serlo es darle mucha importancia a la educación, el arte, la cultura mostrando otras formas de entender el mundo, de rebelión silenciosa, positiva, generadora de ideas que nos hagan ver que otro mundo es posible». Y así es, «solo la educación y la cultura conseguirán erradicar el miedo a la libertad y sin miedo la vida es más vida y el fascismo no tiene ninguna oportunidad de progresar». Podemos leer versos tan significativos por y para la vida como estos del poema Epílogo II He nacido muerta incluido en el libro Desde todos los nombres (abecedario del olvido) (Cuadernos del Laberinto, 2014): «Yo, aunque no lo creáis,/ he nacido muerta,/ pero aquí me tenéis,/ aún sigo viva,/ intentando/ no quererme morir/ hasta el último aliento/ del reloj».

Además de todo lo expuesto, que no es poco, también citamos aquí el libro Contra. Poesía ante la represión (Coordinadora Anti Represión Región de Murcia, 2016), con prólogo del gran poeta Antonio Orihuela (Moguer, 1965) y los poemas de más de un centenar de poetas, mujeres y hombres, creo recordar 132, y nos atrevemos a recomendar los poemas de Rosa Acquaroni; Dori Campos, Elsa López, Isabel Miguel, Katy Parra, Pilar Verdú y Graciela Zárate, entre otras más, como Isabel Pérez Montalbán, Isabel Bono e Inma Luna. Y continuando con Orihuela y su introito, asegura en los últimos parágrafos del texto que: «Los versos aquí recogidos nos alientan a sacudirnos la costumbre, a no escondernos, a perder el miedo, en suma, a no ser cómplices de los discursos del poder, con los que a veces, sin querer, nosotros mismos cegamos nuestras propias respuestas y paralizamos nuestra capacidad de acción». Y añade que: «Los versos aquí recogidos también son un buen material sobre el que reflexionar. Reflexionar sobre el modelo económico que entre todos sostenemos, sobre el modelo productivo que padecemos, sobre el modelo político que toleramos, sobre el modelo educativo en el que nos gustaría seguir creciendo como humanos y no como contables o tratantes de ganado; pero también reflexionar sobre nuestra vida, sobre nuestro cuerpo esclavizado con modas, implantes, conductas, servidumbres, horarios y estereotipos físicos bajo la amenaza constante de ser expulsados del imaginario de esta sociedad patriarcal, falocrática, banal y consumista; y por último, replantearnos también nuestra propia condición de represores, de verdugos, de irresponsables sociales o ecológicos, como queda manifiesto en la lucidez de algunos de los poemas que aquí se comparten». Y continúa: «Estos versos, en suma, hablan de estos malos tiempos, pero también hablan de nuestra terca resistencia y de nuestras quebradizas certidumbres, de sueños y nuevos amaneceres sin sangre ni naufragios, de inocencia y esperanza, de la dulce utopía de un vivir hecho carne con el vivir de los demás». Para pedir: «Que estos versos ayuden a dar materialidad al aliento de lo colectivo, a su poder, su risa, su magia y su luz. En suma, a lo que se grita en las calles».

Y ante un florilegio tremendo de poetas antifascistas, ¡que haberlas haylas, que nadie lo dude!, he elegido unos poemas que creo representativos de este ser y estar ante el fascismo imperante, el cual además sube peldaño a peldaño en nuestras vidas, sin apenas darnos cuenta. ¡Estemos atentos, pues; que el ánimo está presto pero siempre buscamos la comodidad, el mal de nuestros últimos tiempos!

En esta pequeña antología de cinco poetas, que es una cata excelente, no lo duden, recojo los versos de la profesora y poeta admirada María Ángeles Pérez (Valladolid, 1967), quien escribió el poema que reproducimos tras conocer Auschwitz (que en polaco se llama Oswiecim); también, cómo no, poemas de Ana Pérez Cañamares (Santa Cruz de Tenerife, 1968); de Montserrat Villar (Cortegada de Baños, Ourense, 1969); un inédito (2018) de la ensayista y poeta Nieves Álvarez, y de la poeta y también ensayista Mª Cinta Montagut (Madrid, 1946), autora del magnífico trabajo Tomar la palabra. Aproximación a la poesía escrita por mujeres (UOC, 2014).

Fuente: http://www.librujula.com/actualidad/2356-poesia-contra-el-antifascismo