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Uruguay

Los ecos distorsionados del Primero de Mayo

Fuentes: Rebelión

Este Primero de Mayo uruguayo no fue uno más. Está marcado por el comienzo del ciclo electoral y la entrega, pocos días antes, de las firmas necesarias para plebiscitar una transformación de un sistema de Seguridad Social cada vez más deficiente. Su importancia está demostrada por la naturaleza de la polémica que abrió el discurso de Marcelo Abdala, presidente el PIT-CNT.

Uruguay: “Por un país productivo y con justicia social”

El mensaje apostó a cambios sustantivos. Comenzó con una crítica al imperialismo, la dependencia y la actual inserción vía commodities y una breve alusión al genocidio en Palestina. También se refirió a la importancia geopolítica de América Latina y la necesidad de integración para superar el modelo de acumulación dependiente.

Criticó la pérdida salarial, el deterioro de la calidad del trabajo, la situación del desempleo juvenil, la informalidad y el aumento de la pobreza, particularmente infantil y femenina. Se detuvo en el análisis de la inversión extranjera directa y la importancia del capital transnacional en las exportaciones uruguayas. Conforme avanzaba fue hilvanando la necesidad de cambios en la matriz productiva, la distribución del excedente y nuevos gravámenes al gran capital que hoy está exonerado.

En síntesis, dibujó a trazos muy gruesos las bases una estrategia nacional de desarrollo guiada por el Estado, la jerarquización de la política industrial, la defensa de las empresas públicas, el desarrollo científico y tecnológico, con el objetivo de diversificar la matriz productiva.

También enlazó estas ideas con la reducción de la jornada de trabajo a 40 horas semanales, el sistema de cuidados, el combate a la violencia y la desigualdad de género, y la atención al trabajo no remunerado.»

Los ecos distorsionados del Primero de Mayo

Las respuestas a este discurso no se hicieron esperar. La derecha vernácula se manifestó en términos de “preocupación” o “tristeza”, emociones justificadas por un paradójico exitismo a pesar de la descomunal expropiación que sufrieron los salarios y las jubilaciones desde 2020, los niveles de desigualad y pobreza actual, y el despojo jubilatorio, un verdadero ajuste a largo plazo, que aprobó la coalición de gobierno el año pasado.

Pero otros personajes fueron más contundentes. Por ejemplo, Delgado, candidato por la gracia del presidente Lacalle, comentó: “Hay un tema ideológico contra las multinacionales y contra el capitalismo”. Por lo pronto, este juicio somero y sumario vuelve a indicar su acreditada sumisión a las “multinacionales”, a la inexorable racionalidad del “capitalismo” y a la visible mano del capital financiero. Esa es la clave de un programa diseñado para agregar agujeros al cinturón de las grandes mayorías.

Sanguinetti ya había subido la apuesta. Según el expresidente, el balance actual de la Seguridad Social sería inexplicablemente la base de la libertad. El viejo líder parece inconsciente de la declinación del “batllismo” dentro de su propio partido a punto de trastocar la inversión doctrinaria que sufre: “No es que nosotros nos blanqueamos, sino que, por el contrario, todos se van haciendo cada día un poquitito más batllistas”.

Todas estas respuestas tienen un elemento en común. Si el plebiscito triunfara, todos estos actores políticos prometieron aumentar la carga impositiva sobre las clases subalternas y mayores ajustes a las políticas sociales. A ninguno de ellos se les ocurrió, por ejemplo, revisar sus proyectos programáticos, repensarlos a largo plazo o, al menos, reconsiderar las exoneraciones a las grandes empresas. Estrictamente decretaron la «manta corta» como política de Estado.

La B’nai B’rith y el Comité Central Israelita pusieron la frutilla a esta torta. Calificaron las denuncias sobre la situación de Palestina como «antisemitas, falsas e infundadas». Su perfecta sintonía con Netanyahu y sus aliados del fundamentalismo religioso nos eximen de todo comentario.

Este plebiscito también involucra al Frente Amplio. La cuestión de su oportunidad ya fue zanjada de hecho. El diálogo natural y el ineludible debate están sobre la mesa. El plebiscito muestra hasta dónde llegó la autocrítica frenteamplista. Marca diferencias en los conceptos de fondo que ordenan la oferta electoral. Y, por último, descubre los angostos límites que impone la política de conciliación de clases. En síntesis, esta iniciativa triunfará si logra traspasar buena parte de las encorsetadas representaciones políticas. Y si lo hace, abrirá nuevas alternativas, espacios de luchas y esperanzas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.