La frase “Con todos, y para el bien de todos” se ha discutido desde que fuera pronunciada por Martí hasta hoy. No es raro que así ocurra: es la frase más radical de la historia de Cuba.
En febrero de 1905 fue colocada la estatua de José Martí que hasta el día de hoy preside el Parque Central de La Habana. Una encuesta decidió qué figura debía aparecer en ese pedestal, que antes había calzado la figura de Isabel II.
Para esa celebración, el diario La Discusión publicó una serie de viñetas. En una de ellas, el personaje “El Pueblo” —luego será “Liborio”— aparece sobre el pedestal llamando a una suerte de “distanciamiento físico”, tan reclamado en estos días ante la covid-191
Otras viñetas aluden a un problema aún más viralizado: los usos y abusos de Martí. En una de ellas, aparece el Apóstol diciendo: “La república cordial… con todos y para todos”. En otra, un reguero de residuos alude a tanto discurso pronunciado en su nombre.
La frase “Con todos, y para el bien de todos” se ha discutido desde que fuera pronunciada por Martí en un crucial discurso pronunciado en Tampa2, hasta hoy. No es rara tanta discusión: es la frase más radical de la historia de Cuba.
Desde entonces, ese discurso —que ha tomado aquella frase como título habitual— generó debates con veteranos de la Guerra Grande. En 1910, el uso interesado del “con todos, y para el bien de todos” fue calificado de “Jordán de la República”. En él “lavaban sus manos” sectores otrora opuestos a la República, y a su independencia, y que en el nuevo contexto gozaban de control sobre el poder y la riqueza nacionales.3
En 1932, el personaje “El bobo”, de Abela, preguntaba al Maestro: “Ah, pero… ¿usted dijo para todos?” No faltan en nuestros días llamados a “contextualizar” la frase para especificar a quién se refería Martí y justificar así exclusiones, o para emplearla, igual como arma arrojadiza, para lo contrario: demandar inclusiones.
Ante la diversidad de los usos de la frase, parece útil volver sobre el contenido íntegro de aquel discurso. Varios núcleos se encuentran en él, entre ellos: el carácter popular de la república, la prevención de la tiranía, la composición plural del pueblo y el lugar de la dignidad humana en su proyecto.
República democrática vs república oligárquica
Una forma de reducir el alcance de la versión democrática del republicanismo es limitarlo a una forma de gobierno antimonárquica, o, más contemporáneamente, a una forma de gobierno que respete solo acotados compromisos institucionales.
En el contexto de la independencia cubana, el republicanismo no se reducía al par monarquía vs república. No se podía ser monárquico y participar de una lucha antiesclavista. No se podía ser monárquico e independentista. Tampoco era solo una forma de gobierno. Significaba un programa político, social, moral, una propuesta de cómo organizar la sociedad.
Por ello, el dilema central tomó forma en torno a cuál era la república aspirada.
Hacia el exterior, el programa de la república democrática se enfrentaba a la realidad de las repúblicas “feudales y teóricas” nacidas de la independencia latinoamericana. También, cuestionaba a la (primera) República española, que mantuvo el grueso de la política monárquica colonial hacia Cuba.
Fermín Valdés Domínguez encaró ese conflicto: “…en esto, como en todo, se vé la mano del gobierno de Madrid, que tiene como instrumento en Cuba á Weyler (…) Se dice republicano y es de aquellos que con el gorro frigio proclamaron la República y al día siguiente aclamaron por las calles de Madrid a Alfonso XII y se guardaron el rojo distintivo para la taberna o el lupanar”4.
Rafael Serra fue consistente en la defensa de la república popular hacia el interior del campo independentista: “Echar al déspota fuera de nuestra patria; y también combatir y vencer contra sus enfermizas tradiciones; purificar las costumbres; darle derechos y completa garantía a la mujer; abolir los privilegios (…) establecer la igualdad; difundir la instrucción, y preservar con toda su grandeza la justicia.”5
Serra llamó a quienes defendían este conjunto de ideas “la extrema izquierda del partido separatista”. Era la apuesta radical del campo revolucionario. Es la apuesta de Martí.
El carácter popular de la República y la prevención de la tiranía
El pensamiento martiano en torno a la riqueza social, el trabajo honrado y las funciones democráticas que debe cumplir la propiedad, elabora una defensa comprehensiva de la República popular.
Martí respaldaba el “amor del hombre a la propiedad adquirida con el trabajo de sus manos”.6 En un texto dedicado a Heredia —el poeta desterrado—, Martí habla de la propiedad de la tierra como bien común: “aquella firmeza del suelo nativo, que es la única propiedad plena del hombre, y tesoro común que a todos los iguala y enriquece, por lo que, para la crisis de la persona y la calma pública, no se ha de ceder, ni fiar a otro, ni hipotecar jamás”.7
Una lectura cita un comentario de Martí sobre Herbert Spencer como la síntesis de su pensamiento sobre el socialismo. 8 Para relacionarlo con Marx, se menciona exclusivamente el “Como se puso del lado de los débiles, merece honor.” 9 Sin embargo, existe otra zona de su pensamiento, que resulta de interés para comprender la proximidad que mantuvo con doctrinas socialistas en su hora.
Martí fue coherente con este ideal: “no es libre el que depende de otro para vivir”, compartido, desde Aristóteles, por una amplia zona del pensamiento político. Cervantes, por ejemplo, lo colocó en boca de Don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos… ¡venturoso aquél a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!”10
En esa lógica, el sostenimiento de una esfera de independencia personal material es clave en la configuración política de la libertad. Martí lo aseguró con claridad: “De la independencia de los individuos depende la grandeza de los pueblos. Venturosa es la tierra en que cada hombre posee y cultiva un pedazo de terreno.”11
Es un ideal clásico del republicanismo. El socialismo del xix lo hizo suyo, reelaborándolo según las necesidades de un contexto de revolución industrial. Marx lo defendió en Crítica del Programa de Gotha: “…el hombre que no posea otra propiedad que su propia fuerza de trabajo, en cualesquiera situaciones sociales y culturales, tiene que ser el esclavo de los otros hombres, de los que se han hecho con la propiedad de las condiciones objetivas del trabajo. Sólo puede trabajar con el permiso de éstos, es decir: sólo puede vivir con su permiso.”
Lo hizo también Robespierre en medio de la revolución francesa. No había que ser marxista ni jacobino para hacerlo. Lo defendieron también Paine y Jefferson. En el caso de Martí, se trataba de adscripción al ideal de la democracia social de su época. En el marxismo cubano, figuras como Mella y Roa comprendieron a fondo ese contenido martiano.
El “Apóstol” defendía la distribución de la propiedad que permitiese la “creación de muchos pequeños propietarios.”12 Exaltó a los “nuevos abolicionistas” —los “progresistas” en los Estados Unidos del XIX— “los que quieren abolir la propiedad privada en los bienes de naturaleza pública”.13
Mantuvo cercanía con las ideas de Henry George y celebró a otros “apóstoles”: Swinton, Post y Powderly. Estos creían “que la nación, que es el nombre de Estado del guardián de la propiedad común, no puede dar en dominio la tierra que es de todos, y es para todos necesaria, sino en arrendamiento o en préstamo, y sólo para los usos nacionales.”14
Martí impugnaba así la conexión oligárquica entre riqueza y poder —la estructura de lo que llamó “república césarea” en los Estados Unidos—. “República —decía— es el pueblo que tiene a la derecha la chabeta (sic) del trabajador, y a la izquierda el rifle de la libertad”.15
El discurso de Tampa es explícito sobre tales contenidos. Reclama poner “la mesa de pensar al lado de la de ganar el pan”, y cerrarle “…el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos!”.
La democracia social no trata solo sobre justicia económica. Tiene fines políticos: la libertad individual, social y nacional. Es un recurso para prevenir la tiranía —también republicana y capitalista— de la concentración de la riqueza. Martí lo resumió con gran síntesis: “no hay más remedio de asegurar la libertad en la patria y el decoro en el hombre, que fomentar la riqueza pública. La propiedad conserva los estados. Un déspota no puede imponerse a un pueblo de trabajadores.”16
La diversidad del pueblo y su representación plural
En el discurso de Tampa Martí traza un hermoso retrato sobre el pueblo cubano. Es, además, comprehensivo sobre su diversidad.
En esas palabras menciona una “lista” de sujetos sociales que constituyen el pueblo en lucha por libertad. Nombra a los veteranos de la Guerra Grande, cuyos hábitos de mando no son menos que el “admirable concierto de pensamiento republicano y (de) acción heroica”; a los tantos “que andan descalzos”; al “negro generoso, al hermano negro”; al “español que padece, junto a su mujer cubana, del desamparo irremediable y el mísero porvenir de los hijos”; a los “mártires primeros (que) fueron hombres nacidos en el mármol y seda de la fortuna”.17
Con perspectiva clasista, Martí recuerda cómo “esta santa revolución” hermanó, por la virtud redentora de las guerras justas, al primogénito heroico y al campesino sin heredad (y) al dueño de hombres y a sus esclavos”. Era un reconocimiento del carácter popular de la guerra. De esa guerra, como antes del barracón, terminó de nacer el pueblo cubano.
Ese pueblo se constituía a través de la política a partir de diferencias sociales, clasistas, étnicas, regionales. No se dividía por categorías como “agradecidos y malagradecidos”, como se ha pretendido establecer para justificar el recorte del quiénes “somos todos”. De hecho, Martí demanda amparo, en ese mismo discurso, para el que “…nació en la misma tierra que nosotros, aunque el pecado lo trastorne, o la ignorancia lo extravíe, o la ira lo enfurezca, o lo ensangriente el crimen!”
Si el pueblo es plural, debe ser representado políticamente de modo diverso. En tal búsqueda, Martí impugnó duramente la corrupción del voto, la dependencia de los electores del elegido, y cualquier otra coartación de la independencia de los electores. Se oponía así a la rampante corrupción del voto —su compra y venta—, pero también al clientelismo y al faccionalismo. Pensaba que allí donde había libertad en el voto, los ciudadanos votaban, si por el contrario “hoy, que ven como el voto se mercadea, no votan”.18
Por lo mismo, se preocupó por “ennoblecer” el sufragio: “Ni de las riendas de su caballo debe desasirse el buen jinete; ni de sus derechos el hombre libre. Es cierto que es más cómodo ser dirigido que dirigirse; pero es también más peligroso”.19 Martí no encontraba remedio al problema tanto en “crear organizaciones nuevas de distritos”, como “en mejorar la masa votante”: “Si desdeñan hoy el ejercicio de su derecho de dueños, tendrán mañana aterrados que postrarse ante un tirano que los salve”.20
Martí se preocupó tanto por la limpieza del sufragio que propuso “echar sobre el tesoro público los gastos de las elecciones”21 y hacer el voto obligatorio22 en tanto deber cívico. El voto informado, independiente y autoorganizado era un cauce de la participación política activa a la vez que una manera de asegurar el gobierno colectivo del “todos”: “Sólo en que el sufragio se corrompa puede estar el peligro de los países que se gobiernan por el sufragio: allí donde no hay un poder superior a otro…”.23
Tal programa —ningún poder per se por encima de otro— está inscrito en el artículo 5to de las Bases del Partido Revolucionario Cubano, que “no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la Isla como su presa y dominio, sino preparar, con cuantos medios eficaces le permita la libertad del extranjero, la guerra que se ha de hacer para el decoro y el bien de todos los cubanos, y entregar a todo el país la patria libre.”24
La dignidad de todos
Ana Cairo Ballester reconstruyó las diversas influencias republicanas en el pensamiento político cubano. En específico, argumentó: “Quizás sea [Martí] la personalidad más fascinante para estudiar la conjunción de las matrices en el republicanismo cubano”.
Para Céspedes, Emilia Casanova, Agramonte, Maceo, Máximo Gómez, Rosa Castellanos, Guillermón Moncada, Valdés Domínguez, Rafael Serra, Diego Vicente Tejera, Isabel Rubio, Juan Gualberto Gómez, entre una enorme masa de los participantes en la guerra, la lucha era por la “república democrática”.
Era esa la apuesta de Martí en Tampa: “Creo aún más en la república de ojos abiertos, ni insensata ni tímida, ni togada ni descuellada, ni sobreculta ni inculta, desde que veo, por los avisos sagrados del corazón, juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos para mientras impere el patriotismo, a los cubanos que ponen su opinión franca y libre por sobre todas las cosas, y a un cubano que se las respeta.”
Tal conjunto no es reducible a una forma de gobierno. Es un compuesto de ideas y prácticas sobre la revolución, la democracia, la libertad y la justicia. Roig de Leuchsenring citaba, de Martí, lo siguiente como el “compromiso que contrae la Revolución: ´Ella se regirá de modo que la guerra pujante y capaz dé pronto casa firme a la nueva República´».25
No se trataba de un ideal defendido solo por intelectuales. El pueblo cubano, prócer principal de la gesta, lo hizo suyo. La “Ilustración cubana” no fue la de los sacarócratas esclavistas: fue la los sujetos populares que reelaboraron para su contexto y sus necesidades los ideales de libertad, igualdad y fraternidad.
Un texto publicado en La doctrina de Martí es, entre muchos otros, un ejemplo de ello. Su autor, que por su prosa parece una persona muy humilde, presentaba a Martí como “el iluminado, el amigo del pueblo, el apóstol de las ideas de justicia, democracia y verdad”. La figura —añadía “Adrasto”, el pseudónimo del autor— “simpática y admirable de Martí no hubiese existido, si no hubiera tenido como pedestal un ideal simpático admirable.”26 Ese ideal era la República.
El sectarismo tiene siempre nula conciencia sobre sí mismo. Lo es al tiempo que pregona no serlo. La idea del “con todos,…” no se dirige a los “buenos”, a los “agradecidos”, que siempre significan los “nuestros” para el respectivo sectarismo.
Adrasto colocó en su texto un exergo, firmado por Martí, que decía: “estos no son más que los preliminares de una gran campaña, generosa y activa, después de la cual los malos no se atreverán a serlo tanto”. El “con todos, y para el bien de todos” es tan radical porque quizás no se refiere tanto al quiénes —puesto que incluía hasta a los “malos”— sino al cómo somos todos: se refiere al sostén de la convivencia común entre libres e iguales: refiere a cómo procesar de modo democrático la propiedad, la libertad, la ley y el Derecho y la representación política del pueblo.
Ese orden de convivencia común tenía enemigos entonces, y los tiene ahora. Sin embargo, se trata de un paradigma que no teme afrontar sus exclusiones —las entiende legítimas, si atentan contra tal orden—, pero se concentra en cómo hacerlo posible. Su núcleo es cómo producir el marco social, moral, institucional, que haga posible vivir, entre todos y para todos, en “dignidad plena del hombre”, esa ley primera de la República, el pedestal sobre el que está erigido Martí en la historia de Cuba.
Notas:
1 “Señoras maestras: El Apóstol me ha cedido su puesto, por el momento, para decirles en su nombre que se lleven enseguidita esos niños para sus casas, pues no quiere que el acto de descubrir hoy su estatua, sea causa de que se descubra mañana, en esas criaturitas, la escarlatina y el sarampión”. La Discusión, 22.02.1905
2 “Discurso en el Liceo Cubano”, Tampa, 26 noviembre 1891 (1991). En José Martí (Ed.): Obras Completas. Tomado de la segunda edición publicada por la Editorial de Ciencias Sociales, 1975, Primera reimpresión, 1992. Tomo 4: Editorial de Ciencias Sociales.
3 Brito, H. C. (C.L. Otardo) (1910): Breves consideraciones sobre el alcance que Martí quiso dar y dio a la frase «La República con todos y para todos». Habana: Imprenta y Papelería de Rambla y Bouza.
4 Valdés Domínguez, Fermín (30 de junio de 1897): Patriotas y (¿repatriotas?). En La doctrina de Martí. La República con todos y para todos, 30 de junio de 1897 (Vol. 1, New York, No. 28).
5 Nuestra labor. La doctrina de Martí. La República con todos y para todos, Nueva York, 25 de julio de 1896, Vol. 1, No. 1.
6 “Vindicación de Cuba”, OC, t. 1 , p. 240
7 “Heredia”, OC, t. 5 , p. 170
8 “La futura esclavitud”, OC, t. 15 , p. 388 y ss
9 “Honores a Karl Marx, que ha muerto”, OC, t. 9 , p. 387 y ss
10 Debo esta referencia a Antoni Doménech Figueras.
11 “Guatemala”, OC, t. 7, p.124
12 “Reflexiones destinadas a proceder a los informes traídos por los jefes políticos a las conferencias de mayo de 1878”, OC, t. 7, p. 167
13 “La conferencia americana”, OC, t. 6 , p. 64
14 “Nueva York en junio”, OC, t. 11 , pp. 18-19
15 “Club político de Ocala”, Patria, 3 de abril de 1892. En ese horizonte, añadía: “La riqueza exclusiva es injusta. Sea de muchos; no de los advenedizos, nuevas manos muertas, sino de los que honrada y laboriosamente la merezcan. Es rica una nación que cuenta muchos pequeños propietarios. No es rico el pueblo donde hay algunos hombres ricos, sino aquel donde cada uno tiene un poco de riqueza. En economía política y en buen gobierno, distribuir es hacer venturosos.” “Guatemala”, OC, t. 7, p. 134
16 “Carta a la República”, OC, t. 8 , p. 27
17 Sobre las mujeres, no obstante, repitió contenidos presentes en su obra, en los que las reserva para la maternidad, el cuidado y la prudencia.
18 “Carta al Director de ´La Opinión Nacional´”, OC, t. 14, pp 509-510.
19 “Carta al Director de ´La Opinión Nacional´”, OC, t. 9, pp. 105-106.
20 OC, t. 10, p. 43.
21“Carta al Director de ´El Partido Liberal”, En “Otras Crónicas de Nueva York”. Centro de Estudios Martianos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983, pp. 132-133
22 “Las elecciones del 10 de abril”. De “Patria”, Nueva York, 16 de abril de 1893, OC, tomo 2, p. 296.
23 “Carta al Director de ´La Nación´”, OC, t. 10, p. 123
24 “Bases del Partido Revolucionario Cubano”, OC, t. 1, p. 280
25 Roig de Leuchsenring, Emilio (1957): El Manifiesto de Montecristi, sus raíces, finalidades y proyecciones. La Habana: Oficina del historiador de la ciudad de La Habana.
26 Adrasto (Vol. 1, No. 9, 1896): “La guerra, Martí y la República”. En La doctrina de Martí. La República con todos y para todos, Vol. 1, No. 9, 11/10/1896.