Aunque algunos, socarronamente, podrían aludir al segmento inicial de la historia del pastorcillo que se regodeaba gritando que viene el lobo, cuando el cánido no se dignaba a portarse por allí, para estopa de esa pólvora estridente que es la burla «bucólica», lo cierto es que a la postre la fiera llegó -¿recuerdan?-, sin que […]
Aunque algunos, socarronamente, podrían aludir al segmento inicial de la historia del pastorcillo que se regodeaba gritando que viene el lobo, cuando el cánido no se dignaba a portarse por allí, para estopa de esa pólvora estridente que es la burla «bucólica», lo cierto es que a la postre la fiera llegó -¿recuerdan?-, sin que el gracioso lograra que los vecinos, escamados de escarnio, hicieran esta vez siquiera un ademán para salvarle el ganado menor.
Digo esto porque, si diversos analistas se las han pasado anunciando una debacle que no acaba de asomar, esta no está precisamente imposibilitada de ocurrir, como la bestia de marras de acudir al convite de la carne palpitante. No en vano según el premio Nobel de Economía Eugene Fama, «en el 2013 el mundo no ha podido dejar atrás la grave crisis desatada desde 2008, que se inició por Estados Unidos, y para 2014 los augurios no son halagüeños».
¿Síntomas? A la vista de un miope inclusive. Los hinchados déficits públicos de aquende y allende el Atlántico implican que la recesión continuará en calidad de riesgo sonante para este año del Señor, y el astronómico débito de los gobiernos de los Estados Unidos y Europa representa una variable decisiva en el lúgubre panorama. Ah, si se produce el fenómeno vaticinado, derivará en universal. Todo radica, afirma con rotundidad el entendido, en que arribe un punto en que los mercados financieros proclamen que ninguna de sus deudas mantiene credibilidad y que, por ende, no se pueden autofinanciar.
Ahora, escudriñando el reverso de la monedilla, tenemos que los países emergentes y muchos en desarrollo, sobre todo en América Latina y Asia, han sorteado el peligroso desfiladero, en razón de… «la aplicación de políticas más realistas que han permitido la participación de sus habitantes en los programas sociales». Mientras en los Estados Unidos, verbigracia, han aumentado en más de 50 millones las personas en el umbral de la pobreza, y en la Unión Europea suman al menos 43 los millones de menesterosos, y en ambos casos campea el desempleo, naciones «señeras» están «desviando» las inversiones hacia ámbitos otrora periféricos, preteridos, coloniales.
Con respecto a nuestra área geográfica, apuntemos a guisa de raudo prontuario que descendieron los niveles de endeudamiento, se apuntalan las finanzas públicas y la estabilidad financiera. En paralelo, el crecimiento promedio de 2013 fue del tres por ciento. Miríadas de expertos coinciden en que 2014 estará signado por la productividad. «También está consolidándose la inversión [general y la] directa intralatina, impulsada por los mecanismos regionales que han surgido en los últimos años, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones de América del Sur (Unasur), Petrocaribe, y los Bancos del Sur y del ALBA, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la consolidación del Mercosur, que con la plena integración de Venezuela» adquiere «una nueva dimensión geopolítica», en palabras de un colega.
Y esto coloca en entredicho todas las teorías obcecadas en abstraerse (eliminar) de la voluntad estatal, el factor subjetivo, a la hora de hablar el abigarrado lenguaje -por las diferentes «normas ideológicas»- de la Economía (justamente) Política. Porque, como reconocen organismos, tales el PNUD en su reporte sobre Desarrollo Humano, 33 de los 34 países de la zona engruesan el segmento de ingreso medio, gracias al despliegue del PIB experimentado de 2000 a 2010 -el más alto de las últimas cuatro décadas- y a las estrategias sociales activas. Así que nadie de cuatro dedos de frente, y hasta de dos, podría objetar el hecho de que la lucha contra la desigualdad deviene probado antídoto contra una crisis que muchos califican de civilizatoria. De total.
Sin pretensiones teóricas, señalemos que, por su parte, la globalización de signo neoliberal -esa que se promocionó como panacea y dizque marcaba el fin de la historia- ha continuado en las naciones hipotecadas ahondando la inequidad entre prósperos y desfavorecidos. Hoy, para baldón de la especie, las 300 mayores fortunas sobrepasan el patrimonio de los tres mil millones de terrícolas pobres. Más aún: «Las 200 personas más ricas poseen aproximadamente 2.7 trillones de dólares, mucho más que lo que tienen tres mil 500 millones de personas, con un total de 2.2 trillones de dólares». ¿Cómo se librará el Sistema de esa flagrante contradicción entre la necesidad de expandir la realización de las mercancías y una concentración de la propiedad que atenta contra la lozanía del mercado?
Sí, bástenos comparar las clamorosas «soluciones» del Norte con las «humildes» proposiciones de este recodo del orbe para convencernos, incluso sin repasar a Marx o a Keynes, de que los «vecinos» no deben cejar en la vigilia. De que, a despecho de toda la malicia de un pastorcillo de armas tomar, más temprano que tarde llegará el lobo. Porque los lobos no duermen. Acuciados por el hambre y la tentación de la carne viva, palpitante, esperan con probada paciencia su momento. El nuestro es este.
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