Cada vez es más notable la preocupación por el ascenso del fascismo y también cierta consternación por la facilidad con la que se está infiltrando en diversos grupos políticos, medios de comunicación y sectores sociales. En el fondo comprender el ascenso de esta posición es analizar sus causas y condiciones, así que a continuación expongo […]
Cada vez es más notable la preocupación por el ascenso del fascismo y también cierta consternación por la facilidad con la que se está infiltrando en diversos grupos políticos, medios de comunicación y sectores sociales. En el fondo comprender el ascenso de esta posición es analizar sus causas y condiciones, así que a continuación expongo algunas cuestiones al respecto, por si pudieran servir de ayuda en estos momentos de confusión. Las he agrupado en diez bloques o tesis.
1- En épocas de crisis económica hay siempre una probabilidad mayor de que el fascismo se refuerce y prolifere. En la medida en que haya sectores de población que busquen una salida en un entorno de miedo y desconcierto, como es una crisis, el fascismo encontrará un motivo para infiltrarse y desarrollarse en semejantes condiciones. El fascismo pretenderá ser la salida a la crisis económica, denunciando el liberalismo e incluso el reformismo izquierdista, así que siempre aparecerá como un posible remedio, por más que sea una falsa solución. Aquí es preciso hacer un inciso. Con cierta asiduidad se suele citar la corrupción como ejemplificación de la crisis económica y política. Es un recurso usado tanto por la izquierda como por la derecha. Desde el liberalismo hasta el fascismo todo el mundo nombra la corrupción, como si fuese la causa desencadenante de la devaluación democrática y de la quiebra económica. Sin menoscabar la importancia de la corrupción, conviene mostrar cierta precaución en este punto. La clase dominante persigue la acumulación del capital, en ocasiones lo hace de forma legal y en otras de manera ilegal. La corrupción solo es un epifenómeno, no la causa principal. Cada vez que el izquierdismo no profundiza en el capitalismo y se queda en la corrupción le regala a los movimientos populistas como el fascismo la posibilidad de que se presenten como la salvación y la respuesta a los problemas. No obstante, Walter Benjamin ya anunció en 1936 que el fascismo se presenta como un medio, que, sin embargo, nunca alterará de forma sustancial el orden del capital: «El fascismo intenta organizar a las masas proletarias que se han generado recientemente, pero sin tocar las relaciones de propiedad hacia cuya eliminación ellas tienden».
2- La forma preferida de actuación del fascismo es la provocación. La provocación es un medio para desestructurar el consenso de las democracias liberales al uso, una manera de polarizar y dividir, así como un modo de marcar la agenda hacia una nueva dirección política. No es algo nuevo. En 1936 ya lo analizó Georgi Dimitrov: «Los fascistas actúan por medio de su procedimiento probado: la provocación. En Alemania incendiaron el Reichstag y gritaron que lo habían hecho los comunistas. En España se amotinaron contra el régimen parlamentario, contra el gobierno republicano, gritando que el frente popular era culpable de la guerra civil». La provocación presentada como «incorrección política» es una forma de la doctrina del shock con la intención de añadir ruido y reordenar las preferencias políticas, con mayor o menor violencia. Para ello, cuanto más escandalosa sea la propuesta, mejor, con independencia de que sea verdadera o falsa. Esta técnica se extendió con la propaganda fascista y Theodor W. Adorno describió su forma de operar en 1943 al constatar su funcionalidad tanto en Europa como en América: «Su fin último no es probablemente tanto la venta de una falsa argumentación como, en efecto, la ruptura total de un sentido lógico en los oyentes y eventualmente el colapso de cualquier significado que la idea de verdad pueda tener para ellos». La ruptura de sentido, la virulencia de la provocación y la demolición del consenso son los preparativos para el asalto fascista.
3- Uno de los problemas al identificar el fascismo es que tanto los medios de comunicación hegemónicos como una considerable parte de las corrientes democráticas mayoritarias intentan no utilizar ese término, bien por complejo, bien por complicidad, así que acaban por emplear vocablos como «radicales», «extremistas», «ultras», «reaccionarios», «nostálgicos», «hooligans» o similares. Al hacerlo así, borran su filiación histórica y difuminan su peligro permanente, como si fueran casos aislados o simplemente gente descontrolada o perturbada sin relevancia, ni organización. Es una forma de restar importancia al fascismo o de pretender despolitizarlo y enmascararlo. Asimismo, la normalización de debates, noticias y tertulias con la participación de representantes filofascistas es una práctica extendida mediante la excusa de que todo forma parte de la pluralidad democrática y de la diversidad informativa. Se llega entonces al punto de que el fascista aparece como un demócrata más, solo que no es «correctamente político». Hay una parodia de este mismo año del programa satírico alemán Browser Ballett que desenmascara con acierto la falsa incorrección política que ha alcanzado el fascismo en las democracias liberales del caos. El sketch empieza con un vecino que llama «nazi» a un oficial con uniforme nacionalsocialista al pasar este delante de él. El uniformado se ofende y entonces se entabla el siguiente diálogo:
«Nazi: ¡Disculpe! ¿Me acaba de llamar nazi?
Vecino: Bueno, es lo que es.
Nazi: ¡Qué impertinente! Solo soy miembro del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y de las SS, eso no me convierte en nazi. ¿Cree que soy un radical de extrema derecha o qué?
Ciudadano: Sí. ¿Qué otra cosa podría ser?
Nazi: Quizá soy un ciudadano preocupado por la dominación extranjera, pero no soy de extrema derecha. Y, sobre todo, no soy un nazi».
La escena continúa con el oficial preguntando a un nazi de menor rango si parece un fascista semejante. Este le responde que no, obviamente. Y el oficial prosigue con su diatriba justificativa: «Nazis, nazis, nazis… Nazis por todas partes. Cuando se queda sin argumentos, es fácil emplear la carta nazi. Eso le hace la vida muy fácil. El hecho de que alguien no comparta la opinión dominante no le convierte automáticamente en un nazi». La parodia acaba cuando el vecino dice que cree que Adolf Hitler es un nazi y entonces el oficial lo detiene por insultar al Führer. Todo el sketch es un reflejo de la inversión de papeles que se produce cuando el fascismo pasa a ser la voz dominante en las democracias liberales, gracias a los medios de comunicación o a otros medios.
4- La aceptación acrítica del populismo es otra de las condiciones a la hora de analizar el ascenso del fascismo. El populismo, tanto en sus formas más clásicas como en su versión posmoderna, prepara el terreno para este tipo de movilizaciones en desarrollo. Como el mismo Alain Badiou ha llegado a decir, la noción de «pueblo» es ambivalente. Puede servir tanto para posiciones dictatoriales de derecha como para movimientos de emancipación y liberación. En la medida en que dicha noción es insuficiente para una política efectiva y completa es demasiado arriesgado conformarse con apelar al «pueblo» (o a la «gente») como último recurso, tal y como hace el populismo. En la tradición socialista y comunista la categoría de «pueblo» se utilizaba políticamente en condiciones de confrontación directa contra formas definidas antagónicas como la aristocracia, la monarquía, la burguesía o la dictadura. Además, el pueblo no era la única referencia, pues siempre estaba modulada por la existencia de las clases sociales. Con el abandono de la lucha de clases como referencia primordial de la política, el populismo solo puede ser una herramienta ambigua que en cualquier momento puede ser esgrimida por el fascismo. De ahí que el populismo sea una herramienta insuficiente y cargada de peligros.
5- El patriotismo y el nacionalismo son otra cuestión de relevancia en la proliferación del fascismo. El refugio más habitual del fascismo ha sido históricamente el nacionalismo. El fascismo ha sido con frecuencia una forma exacerbada de nacionalismo. La patria y la nación no son negativas por sí mismas y es difícil imaginar un escenario político donde la clase trabajadora no tenga una nacionalidad: de nacimiento, de empadronamiento, de circunscripción o de elección. La nacionalidad, del tipo que fuere, siempre ha sido una condición de la política. El peligro viene cuando la nación ocupa todo el escenario político, con la proliferación de elementos perversos y nocivos, como el etnicismo, la supremacía o la xenofobia, por caso. Recordemos que, si históricamente la Internacional de los trabajadores existió, fue porque se entendía que los trabajadores tenían una nación, pero su propósito político no se agotaba en la nación. Se aceptaba la nación como condición, pero se aspiraba al internacionalismo. La exacerbación del nacionalismo solo puede acabar en el imperialismo, que es justamente lo contrario del internacionalismo de clase. Cuando no se las combate, las formas fascistas han tendido históricamente hacia el imperialismo.
6- El fascismo se camufla con frecuencia de obrerismo y apela a los trabajadores y a las trabajadoras como reclamo, pero nunca se adentra en la lucha de clases. La apelación a la clase trabajadora no suele desbordar los límites del nacionalismo y de sus fronteras políticas. Por eso, suele terminar en formas xenófobas, supremacistas y racistas, que nunca terminan por derruir el clasismo. Cada vez que el fascismo ha apelado a la clase trabajadora ha sido para confinarla en sindicatos verticales controlados o corporaciones dirigidas por oligarquías. No ha sido raro ver al fascismo utilizar símbolos de origen obrero, pero su enfoque siempre ha sido paternalista, reductor y caudillista. Al fascismo siempre le ha interesado más insuflar el nacionalismo en la clase trabajadora que permitir que la clase desposeída y explotada utilice la nacionalización de los medios de producción y financiación como forma de socialización y emancipación. Por otro lado, el fascismo ha empleado la represión contra la clase trabajadora a través de fuerzas militares y policiales, lo cual desmiente su pretensión obrerista. Recordemos que en Karl Marx las fuerzas militares y policiales nunca fueron consideradas como clase obrera. Por su condición pueden ser elementos fundamentales en períodos revolucionarios, pero en momentos reaccionarios solo sirven para la persecución, el castigo y la contención de la clase trabajadora.
7- Unido al punto anterior, conviene subrayar que el fascismo nunca ha sido socialista, si bien le ha gustado coquetear con el socialismo. Al mismo Joseph Goebbels le encantaba la idea de hablar de socialismo en sus discursos, pero nunca con la pretensión de instaurar el socialismo o el comunismo. De hecho, en un mismo discurso era capaz de mencionar el socialismo para inmediatamente pasar a reducirlo a la raza, al pueblo o a la nación. El socialismo solo fue un reclamo para combatir a todas las fuerzas marxistas y comunistas. Siempre fueron antimarxistas los nazis y todo el fascismo. El marxismo era el gran enemigo, bajo la forma de lo que denominaban entonces bolchevismo. Una de las estrategias para inutilizar el marxismo es confundir a la clase trabajadora hablando de socialismo y de los trabajadores. Así parece que su propósito es ocuparse de ese sector y de sus preocupaciones, pero sus propuestas políticas nunca se adentran en las cuestiones claves del marxismo, tales como la teoría del valor, la plusvalía, la explotación laboral y la socialización de los medios de producción y financiación, por ejemplo. Ernst Bloch, quien escribió páginas de gran precisión sobre el ascenso del nazismo en la época de Weimar, dejó apuntado que a los camisas pardas les gustaba vestirse de rojo para camuflarse, pero que seguían siendo pardos, muy pardos. Así que no hay que dejarse engañar por el hecho de que el fascismo se vista de rojo, mencione el socialismo o incluso cite en algunas ocasiones a autores de la tradición socialista o comunista. Siempre lo han hecho para despistar e infiltrarse en los sectores más explotados y excluidos.
8- En 1934, en un momento preocupante debido al ascenso del nacionalsocialismo, Bertolt Brecht se preguntaba: «¿De qué sirve decir la verdad sobre el fascismo -que se condena- si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina?». Brecht dejaba claro que no bastaba con hablar de la barbarie del fascismo, lo cual suele ser la única forma de crítica que le hacen el liberalismo y el reformismo. Brecht rechazaba la idea de que el fascismo solo fuera una cuestión de barbarie debida a la naturaleza humana: «Por ejemplo, esa opinión tan extendida sobre la barbarie: el fascismo sería debido a una oleada de barbarie que se ha abatido sobre varios países, como una plaga natural. Así, al lado y por encima del capitalismo y del socialismo habría nacido una tercera fuerza: el fascismo. Para mí, el fascismo es una fase histórica del capitalismo, y, por consiguiente, algo muy nuevo y muy viejo. En un país fascista el capitalismo existe solamente como fascismo. Combatirlo es combatir el capitalismo, y bajo su forma más cruda, más insolente, más opresiva, más engañosa». Esto es importante, aunque se suele olvidar fácilmente Para combatir el fascismo hay que combatir también el capitalismo. Sin socialización de los medios de producción y financiación, sin una visión internacionalista de clase, sin una transformación del capital y de su poder, la oligarquía y la jerarquía siempre pueden ser usadas de forma fascista, como ya ocurrió en la Alemania de Hitler, que solo fue la expresión más bárbara del capital. En su obra El gran capital con Hitler, el historiador Jacques R. Pauwels detalla cómo el big business (o gran capital) alemán escogió la «opción fascista» en un momento preciso de su historia. Ese momento fue cuando los industriales y banqueros decidieron que el establecimiento de una dictadura fascista era el único medio para impedir una victoria comunista en las elecciones alemanas. Hitler hizo lo que el big business alemán esperaba de él, pero lo hizo a su manera, autoritaria, cruel, brutal. El nazismo ni obstaculizó, ni deformó el desarrollo del capitalismo. Durante el nazismo el capitalismo se desarrolló con toda normalidad. Los objetivos de la guerra de los nazis coincidieron plenamente con los intereses de los grandes capitalistas de Alemania. Por otro lado, esto no es tan raro. Cuando Antonio Gramsci empezó a teorizar y analizar el fascismo italiano que desembocaría en todo el movimiento de Benito Mussolini, también encontró una estrecha vinculación entre capitalismo y fascismo; por eso mismo, ya en 1921 escribió en L’Ordine Nuovo: «¿Qué es el fascismo si se observa a escala internacional? Es un intento de resolver los problemas de producción y los asuntos financieros con la metralleta y el revólver». Visto así, es imposible acabar con el fascismo, si no se termina también con el capitalismo.
9- En lugar de ir a la raíz del problema, las fuerzas progresistas suelen actuar ante el sujeto oscuro del fascismo en tres etapas fatales. La primera suele ser la de ridiculizar el fascismo, como si fuera un movimiento de gente bruta, iletrada e ignorante, lo cual es un grave error, propio de la miopía moralista idealista. Históricamente el fascismo no ha sido una corriente inculta e ignara. Se ha nutrido de ideólogos de todo tipo, juristas, periodistas, economistas, historiadores, estamento político, cultural o artístico y hasta religioso. El fascismo es una política cuidada, cultivada y de larga tradición. La segunda etapa suele ser la de hacer concesiones al fascismo, con la excusa de no despertarlo o de no reavivarlo, lo cual supone otro error y muy grave, como ya denunció Georgi Dimitrov en 1936 con las siguientes palabras de reproche hacia los partidos liberales y socialistas que habían cedido tanto: «Buscan por todos los medios la forma de hacer las paces con el fascismo. Ellos tratan de convencer a las masas de que puede llevarse a cabo tal política «mediadora», gracias a la cual hubieran quedado «los lobos saciados y los corderos incólumes». Pero por más concesiones que se les hagan los lobos fascistas no se darán por satisfechos. Con una política semejante no se les podrá frenar. En la práctica tal política solo lleva a la desmovilización de las fuerzas y de la voluntad de las masas trabajadoras». La tercera etapa, que puede ser simultánea con la segunda, se produce cuando las fuerzas que no son fascistas empiezan a remedar las pretensiones del fascismo y lo imitan en cuestiones como la familia, la inmigración, la patria y la seguridad. Con ello se acaba reforzando la visión más conservadora y reaccionaria, una estrategia que resulta fatal en las sociedades más desclasadas. Reproducir lo más conservador solo conlleva ser más reaccionario. Hablar la lengua del fascismo solo ayuda a reduplicar el fascismo.
10- En 1936 Walter Benjamin advertía que el fascismo utilizaba la estetización de la política como estrategia. En eso han sido unos maestros todos sus ideólogos y dirigentes. Sin embargo, flaco favor se le hace al antifascismo cuando se cree que el fascismo actual siempre ha de obedecer a las formas pretéritas de expresión. Por un lado, quedarse en la estética de ciertos grupos fascistas y de su publicidad puede hacer perder de vista sus raíces y su entramado más profundo e institucionalizado. Por otro lado, el fascismo contemporáneo puede que no use siempre la misma estética del pasado, ni las mismas esvásticas pretéritas, ni los mismos desfiles de antaño, ni su misma parafernalia (esto se puede constatar fácilmente en un partido como el Frente Nacional: basta con ver su transformación desde el partido petainista de Jean-Marie Le Pen al remodelado de Marine Le Pen). El fascismo puede incluso llegar a disfrazarse de tu amigo o de tu amiga, pues, como hemos visto con Brecht, en ese movimiento político hay algo nuevo y algo viejo al mismo tiempo. Hay un poema de Michael Rosen, publicado en el 2014, que narra esta capacidad versátil del fascismo, donde nos previene ante las apariencias cambiantes que ocultan el fondo inalterable de la cuestión. Creo que es una buena forma de cerrar estas diez tesis o reflexiones sobre el ascenso del fascismo hoy.
«FASCISMO: A VECES TEMO…
A veces temo que
la gente piense que el fascismo llega con disfraces,
vestido de esperpentos y monstruos,
como se representa en las reposiciones interminables de los nazis.
El fascismo llega como tu amigo.
Restaurará tu honor,
te hará sentirte orgulloso,
protegerá tu casa,
te dará un empleo,
limpiará el vecindario,
te recordará lo grandioso que fuiste alguna vez,
hará desaparecer al sobornado y al corrupto,
eliminará cualquier cosa que sientas diferente de ti…
No entra diciendo:
«nuestro programa supone milicias, encarcelamientos en masa,
deportaciones, guerra y persecución»».
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