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¿Por qué existen dos definiciones de antisemitismo?

Fuentes: Investg’Action

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

¿Qué es el antisemitismo? Antes solo había una definición, hoy existen dos. A esta nueva definición se han adherido Emmanuel Macron, François Hollande, Manuel Valls y también el Parlamento Europeo. Se conminó a Jeremy Corbyn a someterse si quería tener alguna oportunidad de convertirse en primer ministro. En torno a esta definición se multiplican los procesos judiciales en varios países, ¿por qué?  

1. ¿Quién está detrás de la IHRA?

2. Una definición que no es muy buena… para las personas judías.

3. ¡Unos «ejemplos» que hablan de algo completamente diferente!

4. ¿Se considera historiador Emmanuel Macron?

5. ¡También hay dos definiciones de sionismo!

6. ¿Existe un antisemitismo antiguo y nuevo?

7. Sin valor legal y en contradicción con los derechos humanos.

8. ¿Por que capituló el Parlamento Europeo?

9. ¿El lobby a favor de Israel se cree lo que cuenta?

10. Cada vez más personas judías se alejan del sionismo.

11. La guerra de Israel contra la opinión pública.

12. ¿La acusación de «antisemitismo» es la última arma que les queda?

Definir el antisemitismo es bueno en sí mismo. La lucha contra el racismo exige una base legal clara: ¿qué es punible como incitación al odio y qué atañe a la controversia política y, por lo tanto, a la libertad de expresión? Por supuesto, habría que hacer lo mismo con la islamofobia y los demás racismos.

El 1 de junio de 2017 una resolución del Parlamento Europeo invitó a los Estados miembros e instituciones de la Unión Europea (UE) a adoptar y aplicar la definición de antisemitismo que recomienda la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés). Según esta definición, «el antisemitismo es una percepción determinada de las personas judías que se puede expresar por medio del odio hacia ellas. Las manifestaciones verbales y físicas del antisemitismo se dirigen contra las personas judías o no judías y/o contra sus bienes, las instituciones de la comunidad judía o sus lugares de culto».

En esta pequeña investigación vamos a examinar que es la IHRA, si tiene autoridad para zanjar este debate, si esta definición es suficientemente precisa en el plano jurídico y si hay intenciones ocultas tras esta controversia.

1. ¿Quién está detrás del IHRA?

En primer lugar hay que explicar qué es la IHRA. Se podría pensar que se trata de una ONG o de una respetable asociación de historiadores. En absoluto. Se trata de un órgano intergubernamental que reúne a Israel, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Bélgica y otros veintiséis gobiernos del campo occidental. En resumen, una minoría de la comunidad internacional, una minoría que se caracteriza por su apoyo incondicional a Israel y por unas relaciones económicas y militares muy importantes con este muy controvertido Estado. Es, por lo tanto, un órgano sobre el que el gobierno de Netanyahu ejerce toda su influencia, como vamos a constatar…

2. Una definición que no es muy buena… para las personas judías. 

Examinemos minuciosamente esta definición: «El antisemitismo es una percepción determinada de las personas judías que se puede expresar por medio del odio hacia ellas». Sinceramente, me parece que esta definición no vale nada. En primer lugar, «una percepción determinada» es un término demasiado vago para poder establecer un procedimiento judicial. Cuando se inculpa a una persona hay que hacerlo no en base a sus «percepciones» sino de sus actos. Se necesitan hechos precisos jurídicamente y bien definidos. «Una percepción determinada» es todo lo contrario.

A continuación, el término «expresar» tampoco es correcto. Una persona racista puede discriminar perfectamente sin expresar nada públicamente pero negándose a contratar a una persona judía o a alquilarle un piso (aunque, evidentemente, quienes más sufren este tipo de discriminaciones actualmente son las personas musulmanas). Por consiguiente, la definición es errónea en este punto.

Por último, «se puede expresar por medio del odio hacia las personas judías» es totalmente vago. ¿Por medio de qué otra cosa se podría expresar el odio a las personas judías? Al no decirlo claramente toda la definición es vaga e ineficaz. ¿O acaso al dejar así la puerta abierta a otra cosa, en absoluto definida, se tiene en mente una agenda oculta?

En cualquier caso, esta definición imprecisa y a veces totalmente errónea ofrece a las personas judías una protección insuficiente. Es lo que opina el célebre jurista inglés Hugh Tomlinson, especialista en derecho a la información. Consultado sobre la validez de la definición y de los ejemplos de la IHRA concluye: «El lenguaje utilizado no es habitual y puede prestar a confusión. La definición de antisemitismo de la IHRA no es es clara, es confusa» (1).

3. ¡Unos «ejemplos» que hablan de algo completamente diferente!

La IHRA añadió unos «ejemplos» de lo que, según ella, son comportamientos antisemitas para hacer comprensible el alcance de su definición. Vamos a examinarlos…

PRIMER EJEMPLO DE LA IHRA: «Negar el derecho de autodeterminación al pueblo judío, por ejemplo, declarando que la existencia del Estado de Israel es un proyecto racista». ¡En este ejemplo ya no se habla de racismo hacia las personas judías sino del debate político sobre la naturaleza del Estado de Israel! ¡Como si todos las personas judías estuvieran de acuerdo con este Estado y con la política del gobierno de Netanyahu! Si se acepta este ejemplo, entonces estará prohibido considerar que es racista apropiarse de las tierras del pueblo palestino, expulsar a sus habitantes por medio de persecuciones o de violencia directa, confiscar las riquezas de este país y tratar como personas ciudadanas de segunda categoría a la minoría árabe que reside en el territorio israelí. ¿Sería «antisemita» una persona que dijera estas verdades?

Pero entonces hay muchos «antisemitas» entre las personas judías porque muchas de ellas dicen exactamente eso. Así, el matemático y filósofo judío Moshé Machover, nacido en Israel, aunque reside actualmente en Londres, publicó un texto notable con el título de Por qué Israel es un Estado racista, en el que escribe: «Que Israel es un Estado racista es un hecho bien establecido. El 9 de julio de 2018 aprobó una ley de la nacionalidad casi constitucional, «Ley fundamental: Israel como Estado-nación del pueblo judío«, ampliamente condenada por institucionalizar la discriminación de la ciudadanía no judía de Israel. Como han señalado muchas personas, esta ley codifica y formaliza una realidad que preexistía desde hace mucho tiempo».

En efecto, Israel se declara Estado judío al tiempo que pretende ser democrático. Machover demuestra que es imposible ser ambas cosas a la vez: «Dentro de sus fronteras anteriores a 1967 Israel es una semidemocracia iliberal*. Se define a sí mismo como «judío y democrático«, pero las personas críticas señalan que es «democrático para las personas judías y judío para las demás». En los territorios ocupados desde 1967 Israel es una tiranía militar que aplica un sistema de leyes y reglamentos para las personas colonas judías y otro completamente diferente para las personas árabes de origen palestino. Los métodos de discriminación racista de Israel son demasiado numerosos para enumerarlos aquí. Adalah, el Centro Legal para los Derechos de las Minorías en Israel, enumera una lista de 65 leyes israelíes que discriminan directa o indirectamente a las y los habitantes palestinos de los territorios ocupados. Además de estas leyes hay innumerables prácticas y reglamentos burocráticos no oficiales que discriminan en la vida cotidiana. No se puede negar la conclusión: el Estado de Israel es estructuralmente racista, es un Estado de apartheid según la definición oficial de este término hecha por la ONU». Estos argumentos son incontestables jurídicamente, pero si la definición de la IHRA se aplicara como una ley (cosa que afortunadamente no se hace) ¡el profesor Moshé Machover sería enviado a la cárcel por «antisemitismo»!  

El jurista inglés Hugh Tomlinson también es muy claro al ser consultado sobre la validez de los ejemplos de la IHRA: «A menos que esta declaración esté motivada por el odio a las personas judías, no sería antisemita declarar que el Estado de Israel es un proyecto racista, en la medida en que Israel se define a sí mismo como un Estado judío y, por lo tanto, por la raza, y porque tanto las personas israelíes no judías como las demás personas no judías que están bajo su autoridad sufren discriminaciones» (2).

En resumen, este primer ejemplo de la IHRA se vuelve contra Israel: dado que muchas personas judías rechazan al Estado de Israel por ser un proyecto racista, es evidente que no se trata de antisemitismo sino de una condena política y moral.

SEGUNDO EJEMPLO DE LA IHRA: «Comparar la política israelí con la de los nazis» .

Yo personalmente no he recurrido a este tipo de comparación, pero constato que diversas personalidades israelíes antisemitas lo hacen, por ejemplo el historiador Zeev Sternhell, autor de varios libros que son una autoridad sobre el fascismo y el nazismo (incluido el notable libro Ni droite, ni gauche. L’idéologie fasciste en France), y decano honorario del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Hebraica de Jerusalén. Publicó en el diario israelí Haaretz (19 de enero de 2018) un artículo titulado «Ascenso en Israel de un fascismo y un racismo similares a los inicios del nazismo». El artículo criticaba duramente las declaraciones racistas de Bezalel Smotrich, vicepresidente del Parlamento israelí, y de Miki Zohar, presidente de una de las comisiones de ese Parlamento. Este último había osado declarar. «Las personas árabes tiene un problema que no tiene solución. No son judías y por lo tanto su suerte en este país no puede ser la misma que la de las judías». 

Sternhell no es en absoluto el único. El historiador Daniel Blatman (cuyo libro Death Marches: The Final Phase of Nazi Genocide obtuvo en 2011 el premio internacional a las investigaciones sobre el Holocausto) también ha acusado al vicepresidente Smotrich «de adoptar unos valores similares a los de las SS alemanas» (3).

¿Son antisemitas estas eminentes personalidades israelíes? En realidad los ejemplos de la IHRA no tienen nada que ver con la realidad y su único objetivo es acallar las críticas a los dirigentes del Estado israelí. Pero Israel y sus gobiernos aliados no tienen legitimidad alguna para imponer así una verdad oficial.

4. ¿Se considera historiador Emmanuel Macron?

Algunas personas tratan de protejerse bajo la autoridad del presidente francés Emmanuel Macron que afirma que «el antisionismo» es «la forma reinventada del antisemitismo» (4). Afortunadamente las declaraciones de un presidente de la República no tienen automáticamente carácter de ley, que se imponga a los tribunales e historiadores, ya que se trata de una estupidez fácilmente demostrable. El antisionismo consiste en oponerse a la colonización por parte de las personas colonas judías de tierras que pertenecen a personas palestinas. Según la propia Carta de la ONU, ningún Estado tiene derecho a apropiarse de tierras que pertenezcan a otro Estado o pueblo. El antisemitismo, en cambio, consiste en difundir el odio a las personas judías por ser judías, tanto si viven en Israel como si viven en cualquier parte del mundo.

Confundir antisionismo con antisemitismo es mezclar manzanas y peras. En efecto, como señala el cronista Philippe Huysmans (5), pretender que el antisionismo es «antisemita» es absurdo porque el racismo se dirige contra un pueblo o una religión, sin embargo, «el sionismo no es ni un pueblo ni una religión, es una ideología política». En efecto, ¿cómo se puede ser racista hacia una ideología?

Y aun más, ¿cómo se puede ser racista hacia una ideología que es manifiestamente racista? El sionismo es una ideología conquistadora y racista que llevó a la creación del «Estado judío» en detrimento de las personas palestinas. Por consiguiente, es de la misma naturaleza que la ideología del antiguo gobierno sudafricano de apartheid o que la ideología de los imperios coloniales británico, francés o belga. ¿Se consideraría racista a una persona que hoy en día criticara con razón la ideología racista de esos antiguos imperios?

El Informe Falk y Tilley, publicado en marzo de 2017 por la Comisión Económica y Social para Asia Occidental (CESAO) de la ONU, demostró claramente el carácter racista de este Estado. Richard Falk es un profesor judío que vive en Estados Unidos y Virginia Tilley es una investigadora que vive en Sudáfrica, experta en el apartheid de este país. Ambos consideraron que Israel presentaba todas las características de un Estado de apartheid. Washington y Tel Aviv presionaron para enterrar el informe en vez de debatir. Los hechos molestan.

Volviendo a la absurda declaración de Emmanuel Macron, estuvo más inspirado el día que declaró: «No creo en la policía de la historia» (6). Haría bien en aplicárselo a sí mismo.

5. ¡También hay dos definiciones de sionismo!

La IHRA y Macron hacen como si solo hubiera una sola definición de sionismo, la suya. Pero también en este caso existen dos y conviene preguntarse por qué…

Moshé Machover las confronta en otro artículo (7). Primera definición: «El fundamento de la ideología sionista es la creencia de que las personas judías de todos los países constituyen una entidad nacional única y no una simple definición religiosa, y que esta entidad nacional posee el derecho a la autodeterminación, que se ejerce reclamando su patria histórica (o «dada por Dios«): Eretz Israel (la Tierra de Israel), que comprende, como mínimo, la Palestina anterior a 1948″. Es decir, que en 1948 los sionistas simularon aceptar que una parte de Palestina seguiría siendo palestina, pero tenían intención de ocupar mucho más de lo que les había concedido la ONU.

La definición de las propias personas sionistas es muy diferente: «El sionismo es el movimiento de renacimiento nacional de las personas judías. Esto significa que las personas judías son un pueblo y por ello poseen el derecho a la autodeterminación en su propia patria. Esto exige proteger y apoyar una patria para las personas judías en su hogar nacional histórico, e iniciar y estimular el renacimiento de la vida nacional, la cultura y la lengua judías» (8).

El punto esencial es, por lo tanto, que las personas judías constituyen una nación en el sentido moderno y laico, del mismo modo que la nación francesa o la nación alemana. Pero, por supuesto, esto plantea varios problemas bien descritos por Machover. En primer lugar, muchas personas judías rechazan totalmente esta idea y ello desde los inicios del proyecto sionista.

Así, cuando Lord Balfour, ministro de Asuntos Exteriores [británico] emitió en 1916 la famosa Declaración que lleva su nombre y que recomendaba «el establecimiento en Palestina de un hogar nacional judío» estaba actuando bajo la presión que ejercía sobre todo Chaim Weizmann a Lord James de Rothschild. Pero Lucien Wolf, un célebre periodista y miembro de la dirección del Conjoint Foreign Committe [Comisión Mixta de Asuntos Exteriores] de las personas judías británicas, protestó inmediatamente a Rotschil: «La alegación del dr. Weizmann de una nacionalidad judía suscita una cuestión de principio. Los sionistas no se proponen simplemente formar y establecer una nacionalidad judía en Palestina, sino que afirman que todas las personas judías forman actualmente una nacionalidad separada y desposeída, para la que sería necesario encontrar un centro político orgánico, porque son y siempre deben ser extranjeros en los países en los que ahora habitan, y, más particularmente, porque es «un autoengaño absoluto» creer que cualquier persona judía puede ser a la vez «inglesa de nacionalidad y judía por la fe»».   

Wolf se opone directa y enérgicamente a esta tesis: «He pasado la mayor parte de mi vida luchando contra estas doctrinas, cuando me fueron presentadas en forma de antisemitismo, y no puedo sino considerarlas extremadamente peligrosas ahora que se presentan disfrazadas de sionismo. Constituyen una capitulación ante nuestros enemigos, no tienen justificación alguna en la historia, en la etnología o en los hechos de la vida cotidiana, y si fueran admitidas por el conjunto de las personas judías el resultado sería que la terrible situación vivida por nuestros correligionarios en Rusia y en Rumanía [alusión a los pogromos y la violencia racista exacerbada en estos países en aquel momento] se convertiría en la suerte común de la judeidad en el mundo entero» (9).

Wolf no es la única persona que se preocupa. De hecho, las personas sionistas son muy minoritarias y si encontraron eco en Rotschild y Balfour es porque los imperialistas británicos de la época, conscientes de que el debilitado Imperio británico ya no tenía medios para ocupar tantas tierras y tenía que encontrar tropas de recambio, consideraron muy útil su proyecto de colonizar Palestina. Alexandre y Claude Montefiore, presidentes respectivamente del Consejo de Diputados Británicos Judíos y de la Asociación Anglo-Judía, escriben en The Times para protestar por el peligro político del sionismo: «El efecto que tendrá en todo el mundo el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina, basado en la teoría de la ausencia de la patria judía, será el de etiquetar a las personas judías de extranjeras en su país natal y minar las posiciones que con tanto esfuerzo han adquirido como ciudadanas y residentes en esos países». Por consiguiente, ambos comités rechazan firmemente la propuesta sionista.

También en Francia un célebre político judío, Alfred Naquet, polemiza con el sionista Bernard Lazare. Para Naquet, la idea de que las personas judías forman una nación separada no difiere de los discursos de Edouard Drumont, fundador de la Liga Nacional Antisemítica de Francia: «Si a Bernard Lazare le gusta considerarse ciudadano de una nación independiente es su problema, pero yo declaro que a pesar del hecho de haber nacido judío […] no reconozco la nacionalidad judía. […] No pertenezco a ninguna otra nación que la francesa […]. ¿Son una nación las personas judías? A pesar del hecho de que en el pasado constituyeron una, mi respuesta es un no categórico. El concepto de nación implica determinadas condiciones que no existen en este caso. Una nación debe tener un territorio en el que desarrollarse y en nuestra época, al menos hasta que no se extienda por todas partes una confederación mundial, una nación debe tener una lengua común. Pero las personas judías ya no tienen ni un territorio ni una lengua comunes . […] Lo mismo que yo, probablemente Bernard Lazare no conoce una sola palabra de hebreo. […] Las personas judías alemanas o francesas son muy diferentes de las judías polacas y rusas. Los rasgos característicos de las personas judías no tienen nada que ver con la impronta de la nacionalidad. Si se permitiera a las personas judías reconocerlas como nación, tal como hace Drumont, sería una nación artificial» (10).  

En Rusia, donde hacía estragos un racismo muy violento contra las personas judías, se desarrolló el movimiento Bund, mucho más popular que el sionismo. Aunque en este país existía una lengua judía, el yiddish, porque la comunidad judía vivía en determinadas regiones precisas en las que a veces incluso eran mayoría, el Bund no reclamaba en absoluto la separación y la independencia, sino solo una autonomía cultural nacional y más protección.

En resumen, la pretensión de las personas sionistas de representar a todas las personas judías del mundo no se sostiene. Tanto ayer como hoy la mayoría de ellas no se reconocen en Israel y no desea en absoluto vivir ahí. Machover destaca: «La condición necesaria y suficiente para que una persona no judía se convierta en judía es la conversión religiosa (giyyur). Las personas judías pueden pertenecer a diferentes naciones: una persona judía puede ser francesa, estadounidense, italiana, escocés, etc. Pero la judeidad excluye otras afiliaciones religiosas: una persona judía no puede ser musulmana, hindú o católica romana. Por consiguiente, la pretensión sionista de que todas las personas judías del planeta constituyen una sola entidad nacional diferente en vez de una comunidad basada en la religión es un mito ideológico, inventado como una manera errónea de tratar la discriminación y persecución de las personas judías».  

Y Machover revela que este mito «lo comparten las personas antisemitas más virulentas». Y pone como ejemplo… a uno de los principales líderes nazis, ¡el SS-Oberguppenführer Reinhard Heydrich! En efecto, Heydrich escribía en el diario de las SS: «En el contexto de su concepción del mundo el nacionalsocialismo no tiene ninguna intención de atacar al pueblo judío. Al contrario, el reconocimiento de la judeidad como comunidad racial basada en la sangre y no como una comunidad religiosa lleva al gobierno alemán a garantizar la separación racial de esta comunidad sin ninguna limitación» (11).

Se interprete como se interprete esta declaración, hay que constatar dos hechos indiscutibles: 1. El sionismo solo era y es una de las corrientes políticas que existen en el seno de la comunidad judía. 2. Su argumento fundamental se basa en el mismo concepto que el de las personas antisemitas. Todo esto se debería debatir políticamente y no acallarlo bajo el velo de un monopolio de la expresión como predican la IHRA y el gobierno israelí.

Se habrá observado un término muy importante en el argumentario sionista: «autodeterminación». La idea de que existe una nación judía implica este derecho a la autodeterminación. Actualmente la propaganda israelí esgrime este concepto que tiene una reputación positiva: los pueblos colonizados lucharon por su derecho a la autodeterminación. Pero este derecho no confiere en absoluto el permiso para invadir y ocupar la tierra de otro pueblo. El derecho a la autodeterminación no significa elegir como en un menú el territorio al que arrojar a tu pueblo. Pretender que tus ancestros vivían ahí hace dos mil años (lo que, además, es completamente falso) sigue sin otorgarte ese derecho. Pretender que había que refugiarse en Palestina a causa de Hitler es un argumento que está fuera de lugar porque ese proyecto nació en 1895 y la colonización empezó hacia 1916 (12).

Por consiguiente, no se trata de autodeterminación sino de colonialismo, que es exactamente lo contrario a la autodeterminación. Además, en un primer momento los dirigentes no se ocultaban en absoluto y utilizaban el vocabulario de la colonización por la violencia: «Echad a la población pobre al otro lado de la frontera negándole en trabajo. El proceso de expropiación y de desplazamiento de las personas pobres se debe llevar a cabo discretamente y con circunspección» (Herzl, fundador del sionismo en 1895). «¿Se ha visto a un solo pueblo que abandone su territorio por su propia voluntad? De la misma manera las personas árabes de Palestina no abandonarán su soberanía sin el uso de la violencia» (Jabotinski, 1923). «Debemos expulsar a las personas árabes y ocupar su lugar». (Ben Gurion, que se convertiría la primera persona en desempeñar el cargo de primer ministro de Israel, 1937). «Políticamente nosotros somos los agresores y ellos se defienden. Este país es suyo, porque viven en él y nosotros venimos a instalarnos ahí» (Ben Gurion, 1938). «Debemos utilizar el terror, los asesinatos, la intimidación, la confiscación de tierras y la supresión de todos los programas sociales para liberar a Galilea de su población árabe» (Ben Gurion, 1948). Y se podría seguir mucho más…

Esto ya no se podría decir hoy en día, así que hay que buscar otro marketing político y las personas sionistas actuales han ocultado este lenguaje agresivo, aunque no reniegan de él y siguen con la colonización violenta con otro vocabulario.

No obstante, los dirigentes sionistas tienen un grave problema: aunque se aceptara la idea de una nación judía que comprendiera a todas las personas judías, la autodeterminación no siempre sería un argumento para esta nación. El historiador israelí sionista Ygal Elam lo reconoce: «El sionismo no puede apelar al principio de autodeterminación y basarse en él en lo que concierne a Palestina. Este principio solo era válido contra ella y a favor de un movimiento árabe nacionalista local […]. Desde el punto de vista de la teoría nacional, el sionismo necesitaba una ficción […]» (13).

Entonces, ¿cuál será esta ficción? Pues bien, como ya no tiene ningún argumento presentable, las personas sionistas se ocultan tras su única hoja de parra: el antisemitismo. Como el antiguo no les basta, se inventan uno «nuevo».

6. ¿Existe un antisemitismo antiguo y nuevo?

Como explica el profesor François Dubuisson (Universidad Libre de Bruselas): «Son incontables los libros y artículos publicados en los últimos años que ofrecen la tesis de que ha surgido un «nuevo antisemitismo» (o «nueva judeofobia») […]: la defensa de la causa palestina o el antirracismo se ha convertido en el medio a través de cual se expresa, de manera oculta, un «inconsciente antisemita» reprimido durante mucho tiempo» (14).

Evidentemente, estaría bien que quienes defienden esta tesis indicaran cuando nació exactamente este «nuevo» antisemitismo, ya que, como hemos visto en el punto 5, la critica del proyecto de Israel ha sido constante y radical desde el principio.

¿Y por qué «nuevo»? «Este antisemitismo sería «nuevo» en el sentido de que se debería evaluar con el rasero de críticas que se desprenden de los elementos tradicionales del antisemitismo, definido clásicamente como aquel que tiene por objetivo el odio a las personas judías. Aunque esta tesis ha sido criticada por una serie de actores, poco sospechosos de complacencia con el antisemitismo, no ha dejado de tener una gran influencia en ciertos trabajos oficiales realizados recientemente, cuyo objetivo era (o llegaban a la conclusión de) criminalizar determinadas formas críticas de la política de Israel, asimiladas al antisemitismo».

En este sentido Dubuisson critica un informe francés elaborado en 2004 por Jean-Christophe Rufin: «Al referirse a una noción muy vaga de «antisionismo radical», concebida en realidad de manera muy amplia, el informe llega a recomendar una amplia criminalización de la crítica de la po l ítica de Israel, ya sea equiparándola al antisemitismo (que en tanto que forma de discriminación racial constituye un delito penal) o introduciendo una nueva infracción difusa mente de finida «.

El profesor Dubuisson se basa en la distinción bien establecida en 2004 por una agencia de la UE, el Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia (EUMC): «Lo que no hay que considerar antisemita y, por lo tanto, no es necesario observar como tal, es la hostilidad respecto a Israel como país al que se critica en lo concerniente a su política concreta. Para quienes, como nosotros, desean atribuir la etiqueta de antisemitismo sin equivocarse, poco importa que la critica concerniente a Israel por lo que es o por lo que hace sea injusta, equilibrada o tendenciosa. […] Solo se vuelve antisemita si el punto de referencia subyacente es la asimilación de Israel a la persona «judía» (del estereotipo)».

Por consiguiente, el jurista Dubuisson denuncia claramente «una concepción peligrosa del antisemitismo, que atenta contra la libertad de expresión». Y exige precisión jurídica: «La definición de una noción tan importante y delicada como la de antisemitismo se debería establecer con la mayor precaución científica de modo que  concluya en una acepción susceptible de ser aceptada generalmente. El antisemitismo constituye una infracción penal en la mayoría de los Estados de la Unión Europea y representa por ello un a excepción de la libertad de expresión. Por ello se comprende que se deba definir este concepto de manera estricta de modo que cubra únicamente aquellos actos u opiniones que suponen discriminación u odio raciales. No se trata, en cambio, de incluir en él actos u opiniones que simplemente se pueden juzgar, desde un punto de vista u otro, como política o moralmente condenables, como inapropiados, como exagerados […]».   

Hugh Tomlinson lo destaca al escribir: «No se justificaría legalmente prohibir una actividad únicamente basándose en que quienes apoyan al Estado de Israel la encuentran irritante o agresiva» (15). No se puede enviar a nadie a la cárcel porque sus opiniones molesten a Israel o a otro gobierno occidental.

7. Sin valor legal y en contradicción con los derechos humanos 

¿Tiene valor legal esta definición? No. Sus propios promotores califican la definición de antisemitismo de la IHRA (que hemos analizado en los puntos 2 y 3) de  «non-legally binding working definition» [definición de trabajo sin valor legal]. Este curioso término de «working definition» indica que se trata solo de un documento de trabajo que ofrece reflexiones o sugerencias. Nada más. Además, el término «non-legally binding» es muy claro: esta definición no tiene valor de ley. No puede servir de base a decisiones judiciales o de otras instituciones.  

El gobierno británico ha afirmado que «adopta» esta definición, lo cual es lamentable dado su carácter vago y las manipulaciones del lobby a favor de Israel. Pero este término «adoptar» expresa que se trata de una toma de postura política y no de una ley. Además, este gobierno también ha indicado que no habrá ninguna modificación de las leyes existentes ya que son suficientes para reprimir los actos racistas. «En resumen, la decisión del gobierno de «adoptar» la definición de la IHRA no tiene en sí misma ninguna consecuencia legal inmediata o directa», analiza Hugh Tomlinson (16).

Por consiguiente, ninguna institución pública, ya sea un tribunal, una universidad o una administración local, «puede interferir con la libertad de expresión, a menos que esté justificado por el Artículo 10§2 (concerniente a los límites posibles a la libertad de expresión) de la Convención de los Derechos Humanos o el Artículo 11§2 (concerniente a los límites posibles a la libertad de reunión)».

Hugh Tomlinson también declaró que si se presionaba a una universidad, por ejemplo, para que prohibiera una actividad de solidaridad con Palestina (como el movimiento de boicot BDS), esa universidad no podría prohibir esta actividad basándose en esta definición o exigir a las personas organizadoras aprobar esta definición.

La «nueva» definición de antisemitismo es, efectivamente, muy peligrosa porque niega la libertad de expresión y la igualdad de la ciudadanía reconocidas y protegidas por las Constituciones de Francia, Bélgica y otros países europeos. También contradice la Convención Europea de Derechos Humanos, cuyo Artículo 10 garantiza «la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber injerencia de autoridades públicas y sin consideración de fronteras».

Se refiere a absolutamente todas las opiniones aunque vayan contracorriente. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos confirmó que «la libertad de expresión consagrada por el Artículo 10 [de la Convención de Salvaguarda de los Derechos Humanos] […] vale no solo para las «informaciones» o «ideas» acogidas favorablemente o consideradas inofensivas o indiferentes, sino también para las que hieren, escandalizan o preocupan: así lo quieren el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura sin los cuales no hay «sociedad democrática»»  (not a caso Lehideux contra Francia, sentencia del 23 de septiembre de 1998).

Este Tribunal consideró en otra sentencia que las autoridades de cualquier país tienen incluso una obligación «positiva»: «crear un entorno favorable para que participen en los debates públicos todas las personas concernidas, incluso si sus opiniones e ideas son contrarias a las defendidas por estas autoridades oficiales o por una gran parte de la opinión pública, e incluso si estas opiniones e ideas irritan u ofenden al público» (17).

Pero la presión del lobby crea unos precedentes peligrosos. En Gran Bretaña la «definición de trabajo» se aplicó a un campus universitario, el de la Universidad Central de Lancashire, en febrero de 2017. La universidad anunció la prohibición de una «Israel Apartheid Week» por «violar la definición gubernamental de antisemitismo» (18). En la Universidad de Manchester se obligó a Marika Sherwood, superviviente del Holocausto, a cambiar el título de su conferencia debido a las presiones de la Embajada de Israel (19). Existe, por lo tanto, un verdadero peligro de que esta presión del lobby transforme una mala definición en una «ley» que censure las opiniones molestas.

8. ¿Por que capituló el Parlamento Europeo? 

La pregunta es, entonces, por qué el Parlamento Europeo consideró oportuno aprobar una nueva definición de antisemitismo que es inexacta, imprecisa y no protege suficientemente al conjunto de las personas judías. Quizás haya que buscar la explicación al otro lado del Atlántico escuchando a Thomas Friedman, uno de los periodistas estadounidenses más influyentes, editorialista de New York Times y tres veces ganador del Premio Pulitzer. Es un ardiente defensor de Israel y en general de las guerras de la globalización. El 13 de diciembre de 2011 publicó una crónica sorprendente en New York Times: «Espero que el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu comprenda que si se le obsequió con la ovación recibida en Congreso este año no fue por su política. El lobby israelí había comprado y pagado su ovación. En cada visita a Estados Unidos de un primer ministro israelí el Congreso le acoge con más fervor que al propio presidente estadounidense».

¿Y de dónde proviene este curioso fenómeno? «De la red de organizaciones del liderazgo judío y de los comités de acción política en Estados Unidos, todos ellos agresivamente a favor de Israel, los cuales pueden suministrar una cantidad de fondos muy importante en las elecciones a favor o en contra de las personas candidatas al Congreso», explica el periodista inglés Jonathan Cook, que reside en Palestina (20). Es cierto. Así, cada persona miembro del Congreso es muy vulnerable. Puede perder a generosos donantes, pero también encontrarse ante un adversario generosamente financiado. La cámara oculta de la película The Lobby, rodada y luego censurada por Al Jazeera (21), confirmará todo esto. Un director de este lobby explica a un joven becario (que en realidad es un infiltrado con una cámara oculta): «Los miembros del Congreso no hacen nada si no se les presiona y la única manera de hacerlo es el dinero».

¿Este fenómeno se limita a Estados Unidos o afecta también a Europa? No se puede acusar sin pruebas a nuestros honorables europarlamentarios y europarlamentarias. Pero cuando se constata que han adoptado una resolución que no se sostiene porque contradice las definiciones más elementales del diccionario y que se arrodillan ante los discursos de censura del gobierno Netanyahu, hay que hacerse forzosamente preguntas teniendo en cuenta todas las hipótesis. En la cúpula de algunos partidos, en todo caso, ¿se trata de una resolución «comprada», según la expresión de Friedman? ¿Se trata del miedo a ser criminalizado y calumniado, y perder así la posibilidad de ser reelegido? ¿O bien es simplemente una capitulación ante una campaña que juega con la culpabilización de las personas europeas?

La única manera de saberlo sería que estas personas europarlamentarias aceptaran un debate público. ¿Han sido manipuladas por falsas informaciones? ¿Han sido amenazadas? Puesto que son cargos electos, ¿no deberían rendir cuantas a quienes los han elegido? Dada la cercanía de las elecciones europeas de mayo de 2019, sin duda es el momento de interpelarlas.

9. ¿El lobby a favor de Israel se cree lo que cuenta? 

En absoluto, opina Norman Finkelstein, cuyos padres escaparon de los campos de la muerte. Sinceramente cree que estos lobbies exageran: «¿Se puede afirmar seriamente que ante las múltiples crisis nacionales y mundiales que desgarran a la sociedad británica (las personas sin hogar, la seguridad social, el paro, el Brexit, la proliferación nuclear, el cambio climático….) el antisemitismo ocupa un lugar importante entre los asuntos urgentes que requieren atención inmediata? ¿O que los recursos limitados de los que dispone Gran Bretaña para luchar contra estos problemas de vida o muerte se deberían reorientar más bien a la lucha contra futuros escenarios apocalípticos vagos?» (22).  

Es un hecho. Si el antisemitismo de Gran Bretaña fuera verdaderamente tan aterrador, muchas personas judías habrían emigrado a Israel o se dispondrían a hacerlo. El razonamiento de Finkelstein puede parecer original pero en realidad es muy perspicaz: «La verdad es que las élites judías no creen ni por un instante que el antisemitismo sea un asunto candente. Si verdaderamente temieran que fuera un peligro claro y presente ahora o en un futuro previsible, no pregonarían a los cuatro vientos que Corbyn es un «maldito antisemita». Y es que si Reino Unido realmente estuviera repleto de personas antisemitas reprimidas, lógicamente la difusión de esta acusación supondría una publicidad gratuita para Corbyn porque sería una música agradable para los oídos de los votantes potenciales. Lejos de perjudicarle, su difusión sólo podría facilitar la victoria de Corbyn y abrir el camino a un segundo Holocausto. Por el contrario, las organizaciones judías saben muy bien que denigrar a Corbyn como antisemita reducirá considerablemente su atractivo, porque el antisemitismo sólo resuena entre las personas antediluvianas, trogloditas y taradas. En otras palabras, la prueba irrefutable de que quienes linchan a Corbyn no creen una palabra de lo que dicen es que al calificarlo de antisemita esperan aislarlo y cuentan con ello» (23).

Entonces, ¿qué oculta esta campaña histérica contra Jeremy Corbyn si el propio lobby no se cree su propia acusación de «antisemitismo»? La voluntad de hacer capitular a Corbyn para que abandone su solidaridad con el pueblo palestino. Si no cede se desatará aún más virulentamente la criminalización mediática, bajo formas muy diversas y, sobre todo, empleando todas las técnicas de manipulación de las redes sociales para impedir que llegue a ser primer ministro. El objetivo que verdaderamente se persigue no es obligatoriamente el que se presenta de manera oficial.

Por eso es importante analizar (y desenmascarar públicamente) los métodos empleados por la maquinaria de propaganda israelí y sus técnicas de criminalización. Y es que Corbyn solo es una víctima de tantas. En realidad, cualquier personalidad que critique a Israel y pida solidaridad con el pueblo palestino será blanco de ataques. El verdadero objetivo del lobby, explica Finkelstein, no es «luchar contra el antisemitismo, sino más bien explotar el sufrimiento histórico de las personas judías con el fin de inmunizar a Israel contra las críticas». Volveremos sobre ello.

10. Cada vez más personas judías se alejan del sionismo 

Israel y sus lobbies pretenden hablar en nombre de las personas judías, de todas las personas judías. En realidad muchos autores y autoras judías rechazan esta asimilación engañosa entre «las personas judías» e «Israel». Muchos se oponen a la existencia de un Estado que se define como «judío» y excluye a las personas no judías o las condena a un estatus de ciudadanas de segunda. Critican todo esto no porque sean «antisemitas», sino porque consideran deshonesto mezclar la lucha contra el racismo antijudío y la justificación de una política de colonización israelí que consideran racista. Entre estas personas se puede citar a Norman Finkelstein, Rony Brauman, Denis Sieffert, Sylvain Cypel, Daniel Lindenberg, Pierre Stambul, Michel Stazewski, Michel Warschawski, Eric Hazan y muchas otras…

Incluso en Israel se oyen estas críticas. Así, Susan Becher publicó en el diario sionista Yediot Ahronot un artículo titulado «El gobierno que grita ¡que viene el lobo!»: «La definición de antisemitismo de la IHRA es problemática porque hay una diferencia entre el odio a las personas judías y la oposición a las políticas del gobierno israelí». Y Becher advierte a las personas judías: «Si Israel sigue gritando «¡que viene el lobo!«, la comunidad judía internacional podrá constatar que las alertas justificadas contra el antisemitismo van a caer en oídos sordos. El hecho de que el gobierno israelí difumine deliberada mente la línea de separación entre el antisemitismo y la oposición a sus políticas, o incluso la oposición al concepto de un Estado judío, debería alertar a las personas judías del mundo entero» (24).  

Por consiguiente, Becher considera que Israel perjudica a las personas judías al equiparalas a la fuerza a una política racista, violenta y que cada vez suscita más cólera. Además, califica directamente de «chantaje» la operación organizada en Bruselas contra las y los europarlamentarios que hemos analizado en el punto 8: «Este preocupante fenómeno quedó ilustrado en una conferencia celebrada en Bruselas este mes en un intento de conseguir que las y los europarlamentarios firmaran un texto basado en la definición de antisemitismo de la IHRA antes de las elecciones europeas previstas para mayo del próximo año». Se trata nada menos que de un chantaje político, ya que cualquier parlamentario o parlamentaria que se muestre reticente deberá afrontar las acusaciones de antisemitismo en un momento en el que es particularmente sensible a la desinformación respecto a su electorado. El problema no reside en la definición en sí misma, la cual habla esencialmente del odio hacia las personas judías. El problema son los ejemplos que la ilustran, sobre todo «tener por objetivo el Estado de Israel» y «negar el derecho del pueblo judío a la autodeterminación». Con estas frases la IHRA mezcla la distinción entre el odio al pueblo judío y la oposición a las políticas del gobierno israelí, la noción de Israel como Estado judío o incluso el establecimiento del Estado de Israel».  

¡Esto sí es claridad!: la línea oficial de Israel suscita una gran inquietud, incluso en el bando de las personas partidarias de Israel. Otro ejemplo es Kenneth Stern, nada sospechoso de tener malas intenciones puesto que este profesor ha dado clases sobre antisemitismo y dirige la Fundación Justus y Karin Rosenberg, que trabaja para «mejorar la comprensión del odio y del antisemitismo». Cuando testificó el 17 de noviembre de 2017 ante la Comisión de Justicia del Congreso estadounidense expresó su deseo de que «cualquier esfuerzo por luchar contra el antisemitismo en los campus sea coherente con los valores de la libertad académica […]. Lo que temo es que grupos exteriores traten de suprimir los discursos políticos que no les gustan, en vez de responder a ellos. Eso perjudicará a la universidad, a las y los estudiantes judíos y a la posibilidad de enseñar sobre cuestiones judías» (25).

De hecho, lo que temen Israel y sus lobbies no es tanto las críticas de tal o cual personalidad, sino, sobre todo, perder el apoyo de la ciudadanía judía estadounidense y particularmente de la generación joven. Este desafecto no cesa de aumentar desde hace algunos años…

Desde 2013 tres cuartas partes de las juventud judía de Estados Unidos ya no creía que el gobierno de Netanyahu «hiciera un esfuerzo sincero para obtener un acuerdo de paz con el pueblo palestino». Y los encuestadores analizaban lo siguiente: «Para muchas personas el problema con Israel no es solo su primer ministro actual, las políticas gubernamentales o la ocupación desde hace 51 años de Cisjordania. Lo que les molesta es el propio Israel, particularmente su carácter de Estado judío» (26).  Cuando se les pregunta qué valores consideran más importantes para su identidad judía, cerca de la mitad (46 %) responden la justicia social y solo el 20 % el apoyo a Israel.

En 2018 solo el 34% de las personas judías ciudadanas de Estados Unidos aprobaba la agresiva política israelí de Donald Trump (sobre todo el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén) (27). Siempre según la misma Agencia Pew, un 79% del electorado republicano simpatiza con Israel, pero solo un 27% del demócrata. Esto se reflejó en la negativa de Bernie Sanders de ir a hablar al banquete del lobby AIPAC en 2016 durante su campaña de las primarias presidenciales.

La joven Emily Mayer explica así este rechazo: «El apoyo a Israel entre las y los estudiantes judíos descendió a un sorprendente  32% en 2016. No se puede ignorar el hecho de que mi generación ha conocido a Israel como ocupante que niega el derecho de millones de personas palestinas a tener acceso al agua, una atención sanitaria correcta y la capacidad de elegir su propio gobierno. Apoyar como un dogma semejante sistema es un completo callejón sin salida para el futuro judío que deseamos» (28).  

Todos estos sondeos desfavorables preocupan mucho al lobby a favor de Israel. Por ejemplo, Avital Leibovich, directora del American Jewish Committe en Israel, afirma: «Una parte cada vez mayor de la joven generación [judía] en Estados Unidos considera que el Estado de Israel ya no representa los valores en los que creen. Esta situación pone en peligro el apoyo de las personas judías estadounidenses a Israel» (29).

La directora del Ministerio israelí de Asuntos Estratégicos (del que hablaremos un poco más adelante), Sima Vaknin-Gil, expresó la misma inquietud: «Hemos perdido a la generación de las personas judías nacidas después del año 2000. Sus padres acuden a explicarme las dificultades que tienen con sus hijos e hijas durante las cenas de shabbat. No reconocen al Estado de Israel y no nos ven como una entidad que hay que admirar» (30).  

Estas pérdidas tiene dos consecuencias. La primera es financiera: según un estudio del Ministerio israelí de la Diáspora, «un 6,35 % de la economía israelí está vinculado a las actividades y donaciones de las personas judías de la diáspora […], lo que significa que en caso de que cesen las contribuciones y donaciones de las personas judías estadounidenses, Israel perderá una fuente importante de apoyo» (31). La segunda consecuencia: si la joven generación judía no apoya a Israel, se debilitará el impacto del lobby sionista en Estados Unidos y sin duda también el apoyo a Israel del propio Estados Unidos.

Los medios de comunicación dominantes apenas hablan de todo esto. Aunque algunos dan a veces la palabra a personas israelíes contestarias, la tendencia general es presentar una comunidad judía internacional más o menos unánime detrás de este lobby y su campaña agresiva y de mala fe sobre el «nuevo antisemitismo».

De ahí la importancia de que se escuchen las voces judías disidentes y críticas que en realidad son numerosas aunque no estén mediatizadas. Es importante destacar que cualquier persona honesta y un poco informada, sea judía o no, rechaza estas políticas de la élite israelí. La élite reunida en torno a Netanyahu pretende representar a todas las personas judías, pero hay que romper este «monopolio». Y para ello hay que desenmascarar la verdadera guerra que Israel libra contra la opinión pública internacional…

11. La guerra de Israel contra la opinión pública 

En primer lugar hay que subrayar que Israel y sus lobbies no sólo atacan a las personas no judías. Como señala el profesor estadounidense Kenneth Stern, especialista en la lucha contra el antisemitismo: «Hemos visto que algunos estudiantes [judíos], a los que se considera «progresistas«, e incluso los y las estudiantes J-Street** q ue son sionistas y están en contra del BDS, han sido acosados y amenazados por otras personas judías. El pasado mes de mayo en la universidad de California-Irvine exsoldados de las Fuerzas de Defensa Israelíes visitaron el campus y un estudiante judío me confesó haberse dicho «no soy un verdadero judío, no merezco ser judío dado que apoyo los derechos del pueblo palestino, así que debería quitarme la kippah«. También el año pasado, en la Universidad de Santa Barbara […] el responsable de una organización judía del campus afirmó explícitamente que las personas judías favorables a la desinversión no se podían llamar judías» (32).  Stern denuncia la idea de que «las personas judías antisionistas deberían tener menos protección que las judías sionistas».

Stern tiene razón. La mala fe de la maquinaria de propaganda israelí va muy lejos. Así, se califica de «self hating Jew» [judío que se odia a sí mismo] a los escritores judíos (con Noam Chomsky a la cabeza) que critican la colonización y el apartheid, los cuales en el fondo también serían antisemitas. ¡Es ridículo! Se prefiere recurrir a la psicología barata antes que reconocer que la política israelí merece un debate y merece, de hecho, ser condenada.

Vistas todas estas incoherencias y esta mala fe, es el momento de preguntarse no solo por los «argumentos» empleados en esta campaña sobre el antisemitismo, sino también por los métodos empleados para difundirla: ¿cómo logra invadir y dominar internet? Las personas ingenuas pueden tener la impresión de que todas estas calumnias difundidas por las redes sociales caen del cielo, que se trata de iniciativas espontáneas de una u otra persona o de grupos pequeños movidos por convicciones sinceras. En absoluto. Se trata de una operación global, a escala mundial y muy coordinada. En Tel Aviv. ¿Por quién? Por el muy discreto Ministerio de Asuntos Estratégicos, que depende directamente del primer ministro Benyamin Netanyahu.

Este Ministerio de Asuntos Estratégicos coordina un programa (al principio secreto) del gobierno y del ejército. Decenas de millones de dólares. Expertos sin escrúpulos. Varios miles de jóvenes soldados y estudiantes fanatizados a quienes se paga dos mil dólares al mes por un trabajo de unas horas a la semana. Su misión: inundar constantemente internet, manipular Wikipedia, censurar Youtube, alterar Google (33). Para evitar cualquier acusación de conspiración, citaremos aquí únicamente a las propias personas responsables de este aparato de propaganda israelí. De sus declaraciones que citamos a continuación se desprenden una serie de lecciones extremadamente importantes para la respuesta contra la criminalización.

Veamos en primer lugar una muestra de las instrucciones dadas por los estrategas de esta campaña israelí: «Se debe luchar contra las personas responsables de la deslegitimación [de Israel] como en una guerra. Hay que tenerlas como objetivo y luchar contra ellas, y no hacerles frente en el plano intelectual; y hay que recurrir a todos los medios nunca utilizados antes» (34). Lección n.º 1: ¡Evitad la discusión y calumniad! Sabiendo que carece de argumentos sobre los hechos y segura de perder el debate, la maquinaria de propaganda israelí recomienda a sus agentes no discutir sobre los hechos.

También es muy reveladora esta instrucción del general Eitan Dangot, coordinador de la política israelí en los territorios palestinos ocupados: «La guerra contra la deslegitimación y la opinión pública no es más fácil que la que se lleva a cabo en el campo de batalla» (35). Lección n° 2: esta guerra se lleva a cabo contra la opinión pública y el propio ejército se encarga de ella.

Los programas cambian de nombre y se suceden para evitar ser desenmascarados. Uno se llamaba «Camera», su objetivo era «volver» Wikipedia a favor de Israel y en 2008 uno de sus responsables, Gilead Ini, recomendaba a su equipo de manipuladores: «Eviten elegir un nombre que les marque como favorables a Israel, eviten que se conozca su verdadero nombre» (36). Lección n° 3: el secreto. Evitar siempre un debate que está perdido de antemano.

Este ministerio opera de manera ilegal en el exterior y uno de sus responsables confiesa, siempre en la película The Lobby: «Somos un gobierno que trabaja en un territorio extranjero y tenemos que ser muy, muy prudentes». Lección n° 4: se trata de una operación internacional, estatal e ilegal.

¿Qué métodos utiliza? Esencialmente, calumniar. En esa película, el director ejecutivo del Comité de Urgencia para Israel (ECI, por sus siglas en inglés) Noah Pollak sintetiza el método utilizado frente a las críticas: «Para desacreditar el mensaje hay que desacreditar al mensajero. Cuando se mencione el BDS hay que decir que es un grupo que defiende el odio, la violencia contra las personas civiles, es decir, que apoya el terrorismo». Lección n° 5: sin moral alguna, estos agentes mienten deliberadamente para desacreditar al mensajero.

¿Y cómo lo hacen? Lo explica Alain Gresh, que dio a conocer en Francia el contenido de esta famosa película prohibida: «Para «desacreditar al mensajero» hay que acumular informaciones variadas que vayan desde su vida privada a sus actividades profesionales pasando por sus convicciones políticas. En los últimos años el lobby a favor de Israel ha creado una red de espionaje. «Nuestras operaciones de investigación disponen de una tecnología punta. Cuando llegué hace unos años nuestro presupuesto era de algunos miles de dólares, hoy es de un millón y medio de dólares, dos sin duda. Ni siquiera lo sé, es enorme«, se enorgullece el señor Baime. Pero sus amigos quieren seguir siendo «invisibles«: «hacemos esto de manera segura y anónima; esa es la clave«» (37). Lección n° 6: tienen unos presupuestos enormes y a una persona o a un grupo pequeño les resulta muy difícil, incluso imposible, defender su honor.

Esta maquinaria actúa «de manera segura y anónima» y por eso las personas no entendidas pueden creer que las calumnias son fenómenos aislados que provienen de personas sinceras. Pero, ¿qué ocurre si quienes espían no encuentran nada interesante? Entonces esta maquinaria recurre al viejo sistema de «miente, miente, que algo queda». Difunde rumores sobre la persona que es su «blanco». No solo sobre la cuestión de Israel, sino también sobre otros temas sobre los que puede crear confusión. Por ejemplo, si un o una periodista o escritora se opone a la guerra contra Iraq, Libia o Siria, se deformará su postura afirmando que apoya a estos dictadores, incluso insinuando que le pagan. Y la maquinaria transmitirá este mensaje a través de varias personas intermediarias que parecen independientes. Uno de los responsables de la maquinaria de propaganda israelí desenmascarada en la película The Lobby confirma, además, el método empleado: «Con las personas antiisraelíes lo más eficaz es investigar sobre ellas, poner on line estas investigaciones en una página web anónima y difundirlo por medio de anuncios dirigidos en Facebook». Lección n° 7: la maquinaria de propaganda central utiliza muchas coberturas.

Poco importa si estos rumores son completamente falsos. Al difundirlos por varios lugares se creará un efecto masivo. «No hay humo sin fuego» y las personas que no tienen tiempo de verificar desistirán por «prudencia», sin darse cuanta de que han sido manipuladas. El objetivo es también poner a la persona que es su «blanco» a la defensiva, obligarle a desperdiciar sus energías en polémicas absurdas o en juicios caros.

En resumen, cuando el nombre de una persona aparece asociado a «antisemitismo» en Google aunque nunca jamás haya cometido el menor acto o pronunciado la menor palabra de ese tipo, eso no cae del cielo, sino que es el resultado de una operación coordinada en Tel Aviv.

Entre 2009 y 2011 estos esfuerzos propagandísticos israelíes se llevaron a cabo en orden disperso por medio de grupos pequeños. Desde entonces el Estado de Israel se ha ocupado del asunto con unos presupuestos enormes. Sima Vaknin-Gil, directora general del Ministerio de Asuntos Estratégicos, lo reconoce: «En lo que concierne a la recopilación de datos, el análisis de la información, el trabajo sobre las organizaciones activistas, el rastro del dinero, es algo que sólo un país, con los recursos de los que dispone, puede hacer en el mejor de los casos. […] El hecho de que el gobierno israelí haya decidido ser un actor clave significa mucho, porque podemos aportar unas competencias que no poseen las organizaciones no gubernamentales implicadas en este caso. Somos el único actor de la red proisraelí que puede llenar las lagunas. […] Tenemos el presupuesto y podemos poner sobre la mesa cosas muy diferentes». Y amenaza: «Todas aquellas personas que tienen algo que ver con el BDS deben preguntarse dos veces: ¿debo elegir este bando o el otro?» (38).

Es de esperar que estas declaraciones cínicas y reveladoras ayuden a abrir los ojos. Sigue habiendo demasiada ingenuidad entre las personas progresistas: «¡No se atreverán a hacerlo!». Pues bien, se atreven. La única arma que les queda para defender la marca Israel, gravemente desacreditada por tantos crímenes, es el chantaje del antisemitismo, con una calumnia organizada y masiva. Desacreditar al mensajero para que no se discuta sobre el mensaje.

12. La acusación de «antisemitismo» es la última arma que les queda

¿Por qué esta maquinaria se muestra tan agresiva y encarnizada? Porque la élite israelí está preocupada. Teme perder la batalla de la opinión pública internacional, como la perdió en su día Estados Unidos a propósito de la guerra de Vietnam. Como hemos visto, constata que las personas judías en Estados Unidos, sobre todo la generación joven, se alejan de Israel.

Pero también las y los europeos han roto con la bonita imagen de Israel creada por un marketing sofisticado. La han desmentido los hechos que, gracias a internet, circulan mucho más libremente. Ya en 2003 un sondeo de la Comisión Europea indicaba que para el 59 % de las personas encuestadas Israel representaba «la primera amenaza para la paz mundial» (39).

Las agresiones cometidas contra Gaza y otros crímenes han empeorado esta percepción. En mayo de 2018 una encuesta realizada por el Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) a petición de la Unión de Estudiantes Judíos de Francia (40) revela un fuerte deterioro de la imagen de Israel en Francia:

– el 57 % de las personas encuestadas tiene una «mala imagen de Israel»;

– el 69 % tiene una «mala imagen de sionismo»;

– el 71 % piensa que «Israel tiene una fuerte responsabilidad en la ausencia de negociación con las y los palestinos»;

– el 57 % considera que «Israel constituye una amenaza para la estabilidad regional»;

– el 50 % considera el sionismo «una ideología racista».

¡Israel saca malas notas! Sin embargo, la confusión subsiste puesto que un 54% todavía considera que el «antisionismo constituye una forma de antisemitismo». Es contradictorio: ¿cómo se puede ser racista hacia una ideología racista? Pero esto revela el impacto de la propaganda del «antisemitismo» que llevan a cabo las élites políticas y mediáticas francesas.

Es un punto crucial. Este es precisamente el bloqueo psicológico que hay que romper: este famoso chantaje del antisemitismo. Es la última arma que le queda a Israel: calumniar a quienes revelan los hechos, criminalizar a quienes lanzan las alertas y hacer que el público se sienta culpable.

Entonces, ¿cómo contrarrestar este chantaje manipulador? En mi opinión, es muy importante dar a conocer que la comunidad judía no está unida tras Israel y su campaña sobre el «antisemitismo». Dar la palabra a las demás corrientes presentes en esta comunidad. Romper el monopolio del lobby sionista sobre el flujo de información y de opinión. E instar a todas las organizaciones progresistas y antirracistas a dejar de tener miedo a organizar este debate.

De manera más general conviene coordinar más los esfuerzos de todas aquellas personas que informan sobre Israel, a menudo muy bien, pero de forma dispersa. Crear campañas comunes. Investigar y publicar sobre la verdadera historia de Palestina. Traducir más aquellos documentos que se publiquen en otras lenguas. Crear un observatorio de la censura y la desinformación…

Con el juicio de Eichmann en la década de 1970 Israel trató de hacerse pasar por el refugio de las personas judías amenazadas por los nuevos Hitler, pero no funcionó. «Este fracaso engendró una gran confusión ideológica [en Israel]. Entonces hubo que reforzar la ideología sionista por medio de predicciones sombrías acerca del futuro de la comunidad judía mundial mencionando la amenaza de un nuevo holocausto», concluye el historiador y periodista israelí Tom Segev (41).

De hecho, la actual campaña del chantaje del antisemitismo es la última arma que le queda a la maquinaria de propaganda de Israel, los hechos han desmentido todo lo demás. Si logramos neutralizar esta última arma entonces el camino se abre: todos las ciudadanas y ciudadanos honestos e informados rechazarán totalmente la política de Netanyahu y exigirán paz y justicia. Se podrá reforzar la solidaridad concreta con el boicot de la campaña de BDS. Un movimiento similar contribuyó enormemente a hacer doblegar al régimen sudafricano de apartheid en la década de 1990 y puede volver a tener éxito. Pero eso implica no volver a ceder a los chantajes y contraatacar sacando a la luz el espionaje, las calumnias y los chantajes del lobby.

Hay que demostrar que la definición del «nuevo antisemitismo» es inexacta y peligrosa: Israel no protege a las personas judías, sino todo lo contrario, las pone en peligro. Hay que acabar con la policía del pensamiento, acabar con el monopolio y la actual caza de brujas.

Notas:

(1) Hugh Tomlinson, «In the matter of the adoption and potential application of the International Holocaust Remembrance Alliance working definition of antisemitism».

* » […] la expresión «iliberalismo» no se popularizó hasta la publicación del famoso artículo (publicado en 1997) de Fareed Zakaria (The Rise of illiberal Democracy), al que siguieron numerosos debates. Zakaria define la democracia iliberal como una doctrina que separa el ejercicio clásico de la democracia de los principios (liberales) del Estado de Derecho. Se trata de una forma de democracia donde la soberanía popular y la elección continúan jugando un rol esencial, pero que no duda en derogar ciertos principios liberales (normas constitucionales, libertades individuales, separación de poderes, etc.) cuando las circunstancias lo exigen. Esto se traduce en un rechazo del individualismo, del «lenguaje de los derechos» y de la «paz perpetua», así como de un rechazo de la herencia de la Ilustración», https://elmanifiesto.com/tribuna/216715176/La-democracia-iliberal-es-el-futuro-de-Europa.html (N. de la t.).

(2) Hugh Tomlinson, «In the matter of the adoption and potential application of the International Holocaust Remembrance Alliance working definition of antisemitism», Punto 10 (comunicación personal).

(3) Daniel Blatman, «The Israeli Lawmaker Heralding Genocide against palestinians», Haaretz 23 de mayo de 2017.

(4) «Discours à la Commémoration du 75ème anniversaire de la Rafle du Vel d’Hiv», 16 de marzo de 2017.

(5) Philippe Huysmans, «Les voleurs de mots«, Le vilain petit canard, 1 de diciembre de 2018.

 (6)  France 3, 8 de noviembre de 2018.

(7) Mosché Machover, «An immoral dilemma: the trap of Zionist propaganda», Journal of Palestine Studies, verano de 2018, p. 69.

(8) Zionism defines, Zionism on the Web, 2005.

(9) Fotocopia de una carta manuscrita en Bejtullah Destani, The Zionist Movement and the Foundation of Israël, 1839-1972, Farnham Common Archives 2004, p. 727.

(10) Alfred Naquet, «Drumont et Bernard Lazare», La Petite République, 24 de septiembre de 1903.

(11) Reinhard Heydrich, Des Schwarze Korps, 26 de septiembre de 1935.

(12) Michel Collon, «Sionisme et antisémitisme», vídeos 1 y 2, 9 y 18 de septiembre de 2018.

(13) Ygal Elam, «New assumptions fo the new Zionism», revista Ot, invierno de 1967.

(14) Francis Dubuisson, «Vers une criminalisation de la critique de la politique d’Israël?», Cahiers du Libre Examen – ULB, marzo de 2006.

(15) Hugh Tomlinson, «In the matter of the adoption and potential application of the International Holocaust Remembrance Alliance working definition of antisemitism», punto 19.

(16) Hugh Tomlinson, «In the matter of the adoption and potential application of the International Holocaust Remembrance Alliance working definition of antisemitism», punto 13.

(17) Tribunal Europeo de Derechos Humanos, sentencia de 14 de septiembre de 2010, en la que se condena a Turquía por no proteger al periodista asesinado Hrant Dink.

(1 8 ) The Times of Israel, 21 de febrero de 2017.

(19) «UK university censors title of Holocaust survivor’s speech criticising Israel», 29 de septiembre de 2017.

(20) Michel Collon, «USA, les 100 pires citations», Investig’Action, 2018, cita 91.

(21) http://www.aljazeera.com/investigations/thelobby/

(22) http://normanfinkelstein.com/2018/08/25/finkelstein-on-corbyn-mania/

(23) http://normanfinkelstein.com/2018/08/25/finkelstein-on-corbyn-mania/

(24) Susie Becher, «The government that cried ‘wolf'», Yetnews, 31 de noviembre de 2018.

(25) Testimonio escrito para la audiencia del 7 de noviembre de 2017 que examina el antisemitismo en las universidades.

(26) Pew Research Center, 1 de octubre de 2013.

(27) AJC Comparative Surveys of Israeli, U.S. Jews Show Some Serious Divisions, 10 de junio de 2018.

(28) http://www.haaretz.com/opinion/.premium-progressives-welcome-aipac-is-all-just-gaslighting-1.5871623

(29) AJC Comparative Surveys of Israeli, U.S. Jews Show Some Serious Divisions, 10 de junio de 2018.

(30) Alain Gresh, «Lobby israélien, le documentaire interdit», Monde Diplomatique, septiembre de 2018.

(31) https://gulfnews.com/opinion/op-eds/are-american-jews-losing-interest-in-israel-1.2275678

** Según su página web, J Street es «el hogar político de los estadounidenses a favor de Israel y de la paz. […] Organiza y moviliza a los estadounidenses a favor de Israel y de la paz que quieren que Israel sea seguro, democrático y el hogar nacional del pueblo judío. Al trabajar en la política estadounidense y en la comunidad judía, abogamos por políticas que promuevan los intereses compartidos de Estados Unidos e Israel, así como los valores judíos y democráticos, que lleven a una solución de dos Estados para el conflicto israelo-palestino (N. de la t.).

(32) Testimonio escrito para la audiencia del 7 de noviembre de 2017 que examina el antisemitismo en las universidades.

(33) Michel Collon, «Comment Internet manipule Internet et l’opinion», http://www.investigaction.net/fr/comment-israel-manipule-internet-et-lopinion/

(34) Resumen de la undécima conferencia de Herzliya, herzliafonerence.org, citado por Ilan Pappé, La Propagande d’Israël, Investig’Action, 2016, p. 429.

(35) Eitan Dangot, Strategies for Countering Delegetimisation and for Shaping Public Perceptions, panel discussion Netanay Academic College, 16 de abril de 2012.

(36) Correos electrónicos interceptados y publicados por The Electronic Intifada, 21 de abril de 2008.

(37) Alain Gresh, «Lobby israélien, le documentaire interdit», Monde Diplomatique, septiembre de 2018.

(3) Citado en Alain Gresh, «Lobby israélien, le documentaire interdit», Monde Diplomatique, septiembre de 2018.

(39) Institut Gallup, octubre de 2003.

(40) «Les Français et l’image d’Israël», sondeo del IFOP para la UEJF, 14 de mayo de 2018. El sondeo ya no está disponible en la página web del IFOP, aunque sí en la de La règle du jeu.

(41) Tom Segev, Les premiers Israéliens, Calmann-Lévy, 1998, p. 140.

Fuente: http://www.investigaction.net/fr/antisemitisme-pourquoi-y-a-t-il-deux-definitions/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.