Muchísimas son las razones para que todo un pueblo rinda homenaje al líder de la Revolución Cubana en un momento tan triste como es su partida física. Pero a pesar del dolor, es momento de reflexión y de compromiso con quien nos educó para pensar y sentir como cubanos; el que nos unió y creó […]
Muchísimas son las razones para que todo un pueblo rinda homenaje al líder de la Revolución Cubana en un momento tan triste como es su partida física. Pero a pesar del dolor, es momento de reflexión y de compromiso con quien nos educó para pensar y sentir como cubanos; el que nos unió y creó las condiciones para que el pueblo actuara como protagonista de la obra colectiva que ha sido y seguirá siendo la Revolución Cubana; el hombre sensible y desprendido; el que elevó nuestro pequeño país a ejemplo y paradigma mundial. Junto con el Che siempre nos recordará que al imperialismo ni un tantico así.
Pero nuestra tarea y compromiso hoy es crecernos como pueblo, profundizar en su pensamiento y obra y contribuir a difundirla para que se reafirme como escudo y espada de la nación.
No olvidar que su producción intelectual -nacida del bregar diario y de los retos del proceso revolucionario durante más de 60 años- es una obra integral en la que sobresalen varias facetas como son su permanente reflexión sobre la importancia de los contextos históricos que marcan los derroteros revolucionarios; entender la sociedad como totalidad; su concepción de la historia como condicionante del presente y fuente para su análisis; las relaciones entre teoría y práctica y entre estrategia y táctica, unido al manejo no mecanicista de las regularidades del desarrollo social, contradicciones y oportunidades. A ello se suman su empeño por la integralidad y continuidad de la revolución social, el reconocimiento del lugar del ser humano en ese proceso y del papel de la ética, la individualidad, la crítica y la autocrítica.
Todo ello se sintetiza en su concepto de Revolución que resumió el primero de mayo del año 2000 y que hoy, en el marco del homenaje a nuestro Fidel, estamos llamados a reivindicar, no por fanatismo, sino por ser un concepto profundo que es un indudable aporte a la teoría y la praxis de la revolución social. En ese concepto está implícita su sensibilidad humanista que lo llevó a hacer suyo el ideario independentista de José Martí y a desarrollar una inteligente receptividad del marxismo desde posiciones anti dogmáticas.
Su concepto de Revolución resalta la necesaria interpretación de las condiciones históricas que en Cuba favorecían las transformaciones en un proceso simultáneo de liberación nacional y de construcción del socialismo que fuera capaz de solucionar los problemas derivados del subdesarrollo y la dependencia del vecino del norte. Expresa un alto sentido de responsabilidad ética traducido en la necesaria correlación entre ética y política con la verdad como bandera y como compromiso.
Su concepción de revolución se apega consecuentemente con su obra como líder revolucionario que desde muy temprano reivindicó la independencia y soberanía nacional junto con el ideal comunista, y desmitificó el esquema que lo consideraba ajeno a las necesidades y condiciones latinoamericanas. Este es también uno de sus grandes méritos, tanto en su manejo táctico como al demostrar que la esencia del socialismo no es contradictoria con las raíces y las tradiciones revolucionarias en nuestro continente, incluyendo las luchas obreras y las expresiones de internacionalismo.
Un análisis de su vida y obra – tan comprometida con el pueblo, como tan integral en sí misma-, muestra que para Fidel revolución y construcción del socialismo son conceptos referidos a un mismo proceso anticapitalista y pro socialista en el que la educación de las masas populares, su participación activa y su cultura política son condiciones que garantizan su avance.
Si bien el concepto que más utilizó es revolución, también utilizó construcción del socialismo, lo que es teórica y políticamente válido para referirse al proceso de transición socialista que se lleva a cabo en un contexto de predominio capitalista mundial, de control por parte de un sistema institucional transnacional en el que ese predominio se apoya y de injerencia y bloqueo de Estados Unidos para evitar el avance de la Revolución Cubana.
En las concepciones de Fidel revolución y construcción del socialismo se expresan como unidad. La primera marca el sentido de transformación social, como planteó el primero de mayo del año 2000 de «cambiar todo lo que tiene que ser cambiado», y la segunda tiene que ver con la naturaleza de los contenidos de esos cambios, que no son cualquier cambio, sino los encaminados a sumar condiciones favorables a la sociedad socialista.
A ello se suma que en su compromiso y empeño revolucionario Fidel se apoyó en la crítica como termómetro que mide el resultado de los cambios y el avance revolucionario; es crítica como labor educativa y como instrumento de cambio que introduce un concepto devenido en política, la rectificación, entendida como autocrítica y ajuste de la estrategia de orden socialista.
Entre otros, un ejemplo de esa capacidad educativa de la crítica se puso de manifiesto el 17 de noviembre de 2005 en su intervención en el Aula Magna de la Universidad de La Habana en la que a la vez que reconoció la meritoria hazaña del pueblo que impidió que en Cuba se produjera el derrumbe del socialismo como ocurrió en otros países, realizó un profundo análisis sobre problemas endógenos que pueden arriesgar su continuidad, de ahí que haya que enfrentarlos. En esa ocasión, además de alertar sobre la posible reversibilidad del socialismo, reconoció que uno de los mayores errores cometidos fue pensar que se conocía sobre la construcción del socialismo, reflexión que amerita un análisis mucho más profundo del que estamos en condiciones de realizar en estas reflexiones. Es una deuda que las ciencias sociales cubanas tienen con relación a la teoría de la revolución social necesitada de mayor profundización en las condiciones actuales de nuestro país y de los procesos de cambio que tienen lugar en América Latina.
Y es precisamente el pensamiento y la obra de Fidel un importante aporte a esa teoría y a la praxis revolucionaria que debe acompañarla. Basta señalar que si retomamos las concepciones de Fidel sobre revolución como «sentido del momento histórico» y acerca del pueblo como sujeto revolucionario plural; su crítica al capitalismo y al imperialismo; las coordenadas socioeconómicas que vincula con la toma del poder político, la hegemonía de los trabajadores concebida en el marco de la necesaria unidad nacional, y el socialismo como solución a partir de las condiciones de nuestro país, encontramos las claves para interpretar sus concepciones sobre la construcción del socialismo que devienen en aportes de obligada referencia en el desarrollo de la teoría de la revolución social. A ello se une su manejo de la táctica, la forma de enfrentar las contradicciones del enemigo, la capacidad de aglutinar fuerzas y la aguda noción del momento idóneo y de la oportunidad para la acción.
Hoy, cuando millones de seres humanos se plantean luchar por un mundo y una sociedad más justa y cuando en varios países el movimiento popular de obreros, campesinos, indígenas, activistas sociales, junto con intelectuales y académicos, retoman la crítica al capitalismo con renovados bríos, las concepciones de Fidel Castro contribuyen al análisis y a la transformación del injusto orden social imperante en el mundo. De igual forma ocurre en Cuba cuando se ha ratificado el socialismo como opción de desarrollo con el empeño y la decisión de no extraviar la ruta escogida que incluye ciclos de rectificaciones y ajustes acordes con los diversos contextos que influyen en la realidad nacional.
En ese empeño, como dice el cantautor, «puede que algún machete se enrede en la maleza», pero lo importante es saberlo desenredar y para ello los cubanos tenemos una poderosa arma: el legado revolucionario de Fidel Castro. No olvidar que ya hay capacidades creadas para continuar involucrando cada vez más a los cubanos y cubanas en la solución de los desafíos de diversa índole que se enfrentan durante la construcción del socialismo.
En ese empeño no puede faltar el análisis de la obra de Fidel que hoy es más necesaria que nunca cuando en ella se defiende la revolución como movimiento de masas, de ahí el peso que ha concedido a la labor educativa y al diálogo directo con el pueblo que gracias a su obra está plagado de hombres, mujeres y jóvenes educados y cultos, capaces de consolidar el poder político que se despliega desde 1959, y capaces de llevar adelante la revolución como proceso integral y continuo de liberación nacional de carácter antiimperialista y socialista.
Olga Fernández Ríos. Doctora en Ciencias Filosóficas, Investigadora del Instituto de Filosofía, Académica Titular de la Academia de Ciencias de Cuba, Presidenta de la Sección de Ciencias Sociales de la Sociedad Económica de amigos del País.
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