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¿Por qué se construyó el muro de Berlín y por qué cayó?

Fuentes: Kaosenlared

Quien haya tenido la oportunidad de visitar con espíritu crítico, no burocrático, alguno de los países del llamado «Socialismo Real» podrá explicarse la base material objetiva que dieron lugar a aquel muro y su posterior caída que arrastró al conjunto de ese «Socialismo Real», capitaneado por el país con mayor poder burocrático socialista que era […]

Quien haya tenido la oportunidad de visitar con espíritu crítico, no burocrático, alguno de los países del llamado «Socialismo Real» podrá explicarse la base material objetiva que dieron lugar a aquel muro y su posterior caída que arrastró al conjunto de ese «Socialismo Real», capitaneado por el país con mayor poder burocrático socialista que era la URSS.

Los condicionantes históricos en que se fraguó aquel socialismo que en su origen llenó de ilusión a los trabajadores y de temor al orden capitalista, comenzó a degenerarse sobre todo por la prematura muerte de Lenin el revolucionario que más desarrolló la filosofía marxista en la praxis, agudizada por la guerra interior y exterior, el aislamiento que tuvo que soportar la joven revolución rusa en un país, donde, como el propio Lenin dijo no se daban las condiciones objetivas para que el socialismo pudieran mantenerse, que determinaron el posterior desarrollo más burocrático que revolucionario de aquel socialismo en Rusia y en los demás países. Tal vez el error de Lenin fue el de confiar en que la experiencia soviética influyera en los países europeos más desarrollados y la revolución internacional triunfase, ayudando a aquel país tan atrasado que era Rusia.

Gracias a Lenin si se logró desarrollar las condiciones subjetivas hasta hacerla objetiva, que dieran lugar a la revolución más importante en la historia de los explotados, y que posteriormente ante el desarrollo del imperialismo fascista alemán y tras el fin de la II Guerra Mundial influyera sobre todo en los países de la Europa oriental invadidos por el nazifascismo, liberados con la ayuda «soviética».

Tras la muerte de Lenin el poder soviético, es decir, los trabajadores liberados del trabajo enajenado que dijera Marx, organizados como clase dominante de abajo arriba controlando desde los centros de producción la actividad productiva-política, no se desarrolló. Los partidos comunistas se erigieron en clase dominante impidiendo la democracia directa y permanente de los trabajadores. La sociedad socialista siguió dividida en sociedad civil, la de los ciudadanos productores y en clase política al estilo capitalista hegemonizada por el partido dominante por muy comunista que se denominara. El papel eminentemente educador que corresponde a un partido con una filosofía con base científica que debe llevar al conjunto del pueblo, mediante la praxis, teoría y práctica, nunca se llevó a efecto.

Aquel socialismo burocratizado que interpretó el marxismo de forma economicista, siguiendo las pautas desarrollistas del capitalismo, permitió un alto grado de desarrollo tecnológico y productivo, a fuer de cercenar la democracia participativa de los trabajadores controlando el poder político-productivo que debió ser el desarrollo del poder soviético, dando lugar al trabajo enajenado impuesto desde las alturas burocráticas.

La planificación burocrática impuesta desde arriba, sin la participación directa del pueblo, tuvo aspectos positivos en cuanto a la formación del pueblo sobre todo en el aspecto técnico productivo, multitud de ingenieros y técnicos con salarios muy inferiores a los existentes en mundo capitalista. Cualquier ciudadano tenía derecho a la formación especializada, cosa que no es posible en el capitalismo donde las familias más adineradas son las que pueden acceder a la Universidad y los master. Aquella enseñanza tenía un coste que se detraía de aspectos de consumo no básico como los que vemos en los países capitalistas, con productos innecesarios pero que proyectan una visión de falsa riqueza y que contribuyen al consumismo estúpido del pueblo enajenado y que como estamos comprobando está deteriorando el medio ambiente y amenazando la propia existencia de los seres humanos y demás especies.

El Muro se construyó para impedir que los enajenados ciudadanos de la Alemania Oriental, mejor preparados tecnológicamente se pasaran al paraíso capitalista donde eran mucho mejor retribuidos y podían disfrutar de los falsos manjares del capitalismo consumista y depredador. El gran error del socialismo burocrático fue el no comprender el marxismo en algo tan básico como es que, los trabajadores estén organizados como clase dominante ejerciendo el poder directamente, sin intermediarios, sin delegar su responsabilidad política en ninguna clase política.

Cuando al ser humano se le discrimina de forma tan brutal hasta considerarle una mercancía de usar y tirar como sucede en el capitalismo, por muy buenas intenciones que pudieran tener los Stalin de turno y los que le siguieron, los Honecker de Alemania y los de los demás países socialistas, esos mandatarios son los responsables de la enajenación del pueblo. El pueblo trabajador por nacer en esa condición no nace con conciencia comunista, esa filosofía con base científica requiere de teoría y práctica, de la praxis que dijera Gramsci, cuando eso no se lleva a efecto, no se estimula de forma real por parte de los partidos que se consideran marxistas, el retorno al paraíso de la mayor burocracia inhumana que es el capitalismo es cosa de tiempo.

En mi viaje a Cuba para asistir a las «III Jornadas sobre la obra de Carlos Marx y los desafíos del Siglo XXI», en mi recorrido por la Habana Vieja, se me acercó un joven vestido con una camiseta de las Juventudes Comunista que conducía un taxi-bici, me comentaba que era descendiente de familia asturiana, y que se veía en esa condición de taxista para poder mantener su economía, que su proyecto como médico pediatra, era el de emigrar a España y ejercer su profesión que sabía era mejor retribuida que en Cuba. Decía que al solicitar el poder emigrar, el Estado cubano durante dos años le impedía ejercer su labor de pediatra. Después de una larga charla sobre el falso paraíso capitalista español, comprobé que su semblanza había cambiado, aunque no puedo asegurar que cediera en su empeño después de mis palabras que mutaron la expresión optimista que al principio tenía.

Pero aquella evidencia me mostró que en Cuba como dijo el propio Fidel el 17 de noviembre de 2005, el peligro de la revolución es interior. Ese joven no estaba liberado del trabajo enajenado, se veía como un productor al servicio de un Estado ajeno, no comprendía el sacrificio del conjunto de pueblo cubano para que pueda adquirir de forma gratuita esos conocimientos que en el mundo capitalista pueden estar mejor retribuidos, porque él no estaba organizado, no se consideraba parte del Estado de los trabajadores organizados como clase dominante, ejerciendo la democracia directa permanente.

Tampoco se consideran Estado ni dueños de las empresas en los lugares donde trabajan los empleados que roban gasolina, tabaco y otras cosillas que venden en un mercado muy poco negro. El peligro de la revolución no reside en los elementos antisociales que puedan darse en cualquier lugar, sino en que al no estar organizados los trabajadores como clase dominante ejerciendo el poder, controlándolo todo, los más atrevidos puedan robar sin que los demás compañeros de la empresa robada se lo impidan.

Para que la democracia popular funcione hay que sustituir el sufragio universal burgués que se ejerce cada cuatro o seis años por el sufragio permanente y directo, eligiendo a los mandatarios no por un tiempo, sino por un mandato a cumplir del que tienen que dar cuenta de él en todo momento, y con capacidad de revocar en cualquier momento cuando los electores le retiren la confianza depositada anteriormente, o por la simple razón de que ha surgido un compañero con mayor capacidad para desempeñar el cometido.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.