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¿Por qué se restringe el uso del celular en los colegios de los ricos?

Fuentes: Rebelión

“He aquí la moraleja de la historia: confiad vuestros hijos a las pantallas y, mientras tanto, los fabricantes de pantallas seguirán confiando sus hijos a los libros”. -Guillaume Erner

Existe un colegio en donde se enseña y aprende de modo convencional: los profesores tienen en sus manos tizas con las que llenan el tablero de dibujos, fórmulas, nombres, garabatos. Los niños de entre 9 y 10 años utilizan lápices y cuadernos para copiar las instrucciones de los profesores y responder a algunas de sus preguntas. El aula se encuentra repleta de carteles con mensajes, horarios y trabajos escolares, todos hechos a mano por profesores y estudiantes. Ninguno de los objetos que se encuentran en el salón de clase tiene el sello de lo virtual, ni siquiera hay papeles impresos en modernas impresoras. No hay celulares, computadores ni tablets por ningún lado. Como quien dice, cero tecnología virtual.

Este ambiente escolar, al que frecuentemente suele descalificarse de atrasado, convencional, poco innovador y apelativos por el estilo, es el que predomina en algunos de los colegios de Silicon Valley. El que acabamos de describir corresponde al colegio privado Waldorf of Peninsula, situado en Palo Alto, el corazón de Silicon Valley, en la Bahía de San Francisco [Estados Unidos]. Quienes allí van a estudiar no son pobres, ni se matriculan con ayudas estatales, ni tienen que endeudarse para pagar sus estudios, ni recorren largas distancias a pie para llegar al colegio. Son, por el contrario, hijos de la poderosa clase corporativa del mundo informático, que pueden desplazarse en helicóptero. En el colegio mencionado se educan los hijos de los directivos de Apple, Google y otras corporaciones tecnológicas. En ese colegio no se permite una pantalla en la educación primaria y solo, en forma gradual, se introducen en la educación secundaria.

Esto parecería extraño, sobre todo si tenemos en cuenta el discurso empresarial, encubierto con retórica pedagógica, que afirma que la tecnología informática va a transformar positivamente la educación y va a producir seres humanos más inteligentes y capaces. A primera vista sorprende que los inventores de sofisticados artefactos se nieguen a usarlos en casa o en la escuela. Esto significa, dicho de manera directa, que los tecnólogos de Silicon Valley no quieren que sus hijos empleen los dispositivos que sus empresas diseñan. Recordemos algunas de sus opiniones.

Athena Chavarria, quien fue asistente ejecutiva en Facebook afirma: “Estoy convencida de que el diablo vive en nuestros celulares y está arruinando la mente de nuestros jóvenes”. Chris Anderson, el exeditor de la revista Wired, dice que los celulares, “en la escala entre los dulces y la cocaína en crack, se parecen más a la droga”. Y este mismo individuo confeso en una ocasión que “mis hijos nos acusan a mi esposa y a mí de ser unos fascistas y exagerados en lo que respecta a las tecnologías. Dicen que ninguno de sus amigos están sometidos a las mismas reglas. Eso es porque nosotros hemos visto los peligros que conllevan las tecnologías de primera mano. Lo he visto yo mismo y no quiero que les pase a mis hijos”. Tim Cook, el director ejecutivo de Apple, le ha prohibido a su sobrino unirse a una red social. Bill Gates prohibió el uso de celulares a sus hijos, antes de que estos tuvieran catorce años; Steve Jobs impedía que sus hijos se acercaran a un iPad y en cierta ocasión afirmó: “En casa restringimos cuanta tecnología usan los niños”.

Esta tendencia a restringir el uso de aparatos informáticos, y en especial el smartphone, en los centros educativos se ha extendido por diversos lugares del mundo. Incluso, algunos países (Suecia, por ejemplo) que fueron impulsores de la educación virtual y transformaron sus sistemas educativos para adaptarlos a esa tecnología, en vista de los resultados nefastos en todos los órdenes (pérdida de atención, apatía, enfermedades físicas y mentales, aumento del suicidio, reducción de habilidades motoras, individualismo, disminución de la capacidad lectora, incapacidad para concentrarse en una sola cosa durante cierto tiempo…) han decretado el regreso a la educación con tablero, lápiz y cuaderno.

Y a Colombia también ha llegado la sana determinación de restringir el uso de celulares en clase. En efecto, en el mes de mayo 27 colegios, asociados a UNCOLI (Unión de Colegios Internacionales de Bogotá), anunciaron una restricción en el uso de dispositivos móviles (celulares, relojes inteligentes y aparatos similares). Se indicó que la restricción cubría todo el horario escolar, incluyendo el tiempo que los estudiantes permanecen en las rutas escolares. El comunicado dice: «Creemos firmemente en la importancia de ofrecer a nuestros estudiantes un descanso de los dispositivos digitales, proporcionándoles la oportunidad de vivir al menos 8 horas al día libres de las influencias negativas de estos aparatos. ​[…] Existe un consenso claro entre todos nosotros sobre el impacto negativo de los dispositivos móviles en el ambiente educativo y sobre todo, en el bienestar de los estudiantes». UNCOLI señala que las investigaciones existentes «son contundentes y muestran que la presencia de estos dispositivos durante la jornada escolar tiene efectos adversos sobre la salud mental, contribuye al desarrollo de comportamientos adictivos, se reduce la calidad de las interacciones sociales, disminuye el interés por la actividad física, se incrementa el bullying y cyberbullying, además de generar una disminución importante en el rendimiento académico». 

Esta es una determinación de un grupo de colegios privados, pero debería ser considerada con seriedad por la comunidad educativa, sobre todo la ligada al sector público, para abrir la discusión sobre los efectos nefastos de la pandemia digital entre niños y jóvenes, un asunto sobre el que no se quiere pensar, lo cual es un resultado del fetichismo del smartphone, que se ha impuesto en el mundo actual.

No sorprende que sean los colegios donde estudian los hijos de los supermillonarios de Bogotá y Colombia en los que se haya restringido el uso del celular, porque en Silicon Valle, como vimos, los gurús del sector tecnológico prohíben el uso del celular en casa antes de los 14 años y matriculan a sus hijos en colegios en los cuales se enseña de una forma convencional: con tiza, tablero, cuadernos y textos en papel.

Pero esto indica otro aspecto menos mencionado que debe subrayarse: como empresarios los gurús de la informática hablan maravillas de los cachivaches que venden ‒ocultando en forma consciente, premeditada y deshonesta sus efectos negativos‒ mientras que en su carácter de padres y queriendo ser buenos padres se niegan a que sus hijos utilicen esos artefactos en su infancia y primeros años de juventud, para evitarles los problemas que acarrean y no perjudicarlos por el resto de sus vidas.

Esto indica que, en un sector de los gurús de la informática, se tiene conciencia del efecto destructor del smartphone, pero ellos actúan con la lógica criminal de envenenar a gran parte de la humanidad y mantener a sus familiares a raya de ese peligro tóxico.

Una versión preliminar de este artículo fue publicada en El Colectivo (Medellín), julio de 2024.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.