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Reflexiones sobre la cultura en el contexto de la post-modernidad

¿Por qué todo lo que digo tiene que ser (in)útil?

Fuentes: Rebelión

1.- Post-modernidad, capitalismo y cultura. Si hemos entendido bien, la post-modernidad decreta el fin algunos de los paradigmas de la modernidad, como el concepto de verdad, o el paradigma del progreso. Criterios cerrados que de alguna manera frenaban -no digamos el progreso-, sino el impulso y la movilidad humana hacia algún tipo de liberación que […]

1.- Post-modernidad, capitalismo y cultura.

Si hemos entendido bien, la post-modernidad decreta el fin algunos de los paradigmas de la modernidad, como el concepto de verdad, o el paradigma del progreso. Criterios cerrados que de alguna manera frenaban -no digamos el progreso-, sino el impulso y la movilidad humana hacia algún tipo de liberación que no obstante, aún está pendiente de definir. No es el momento de analizar las razones de este giro, bastará con señalar que pueden ser halladas en el des-crédito generalizado de las promesas y expectativas que los valores de la modernidad levantaron, al no corresponderse en la realidad, al no realizarse efectivamente, e incluso, al ser usados para alcanzar su opuesto. Nace así una sociedad tremendamente des-encantada, que no siente la necesidad de contar con un cuerpo teórico debidamente estructurado que guíe racionalmente sus acciones en el mundo, pues no solo se rompieron los valores que otorgaban el sentido, sino el vínculo tradicional entre lo pensado y lo vivido. Ello no quiere decir, sin embargo, que la acción perdiera toda consistencia causal. Viejos anti valores promovidos en la modernidad vinieron a reemplazar los criterios de legitimidad y de sentido del actuar y del pensar (como acción intelectual). Quizá no sea un descubrimiento, pero no deja de sorprender que estos nuevos criterios de acción coincidan con los criterios de acción del capitalismo global, y que la ausencia de una infraestructura mínima de sentido que sostenga y conduzca las acciones de los seres humanos, más allá de un utilitarismo coyuntural, no haya hecho que el capitalismo como estructura de sentido, entre en profunda crisis. Ello se explica porque el nivel de la crítica es funcional al sistema, es periférica, superficial, o bien, en la ausencia de significados críticos, no se la alcanza a comprender. El capitalismo ha encontrado en la producción industrial-global de los significados, un espacio ideal, no solo para mantener el buen funcionamiento del sistema sino para ampliar sus réditos y desde luego, potenciar la acumulación.

 

2.- La teoria del valor desde el enfoque cultural.

Filosóficamente hablando, la cultura debiera ser entendida como la capacidad que tiene un pueblo para decidir sus prioridades vitales. Para Nietzsche, por cultura no se podría sino entender el ‘estilo’ de un pueblo en el conjunto de todas las manifestaciones de su existencia. La cultura es una capacidad colectiva que al desarrollarse garantiza la cohesión de un conjunto de prácticas grupales regidas por una particular cosmovisión, permitiendo el reconocimiento y la identidad comunitaria, reconociendo el valor y la valía de todos los actores de ese sistema social. Por lo tanto, si se llegara a comprender con profundidad la importancia de la cultura para el desarrollo de los pueblos, no solo que se invertiría más en la consolidación de sus procesos o sus más visibles resultados, sino que se asegurarían modelos íntegros de desarrollo humano basados en la cultura. Desde luego que el desarrollo basado en la cultura puede resultar antagónico a un sistema de desarrollo basado en el mercado, y esto porque las pautas de valoración son absolutamente distintas entre uno y otro. En un sistema de desarrollo cultural, el valor de las cosas producidas (tangibles e intangibles) estaría regido por la utilidad y usos que ellas aportarían al enriquecimiento de la vida colectiva en su sentido más amplio (material, simbólico, educativo, sensible), mientras que en un sistema de desarrollo basado en el mercado el valor de las cosas producidas estaría regido por su capacidad de intercambio comercial, es decir por su capacidad de volverse mercancías y por el enriquecimiento que ellas producen en términos monetarios lucrativos. En el primer caso los sentidos y significados propondrían las pautas y la dinámica de funcionamiento del mercado pues determinarían finalmente el valor de los valores, mientras que en el segundo caso el mercado impondría una lógica que desplazaría los sentidos y significados a ser considerados como subproductos de las mercancías, ocasionando que los contenidos simbólicos se refuncionalicen para potenciar los valores de cambio, o en otras palabras, que adquieran valor en la pérdida de su valor.

 

3.- El poder como ideología.

En el desarme de la modernidad como producto fallido, subsistieron con algunas modificaciones acordes con la nueva estructuración global -que incluía cambios ‘naturales’ en los actores y en los entornos-, los criterios de regulación de la vida colectiva basados en el poder: este poder eurocéntrico, jerárquico, patriarcal, prepotente, que fomentaba la desigualdad, y la injusticia a través de la libre competencia, que en un momento dado permeó hasta los discursos más radicales de democratización social. Tal incoherencia exigiría ciertas estrategias disciplinarias que posibiliten el mantenimiento del orden, produciendo una extraña, pero efectiva alianza entre el miedo y la organización social. No está por demás decir que el Estado obtiene de esta relación su principal fuente de legitimidad, y que de la organización sobre la base del miedo difícilmente sería posible obtener procesos de liberación o de progreso hacia la libertad, y más bien se profundizarían los procesos hacia la servidumbre y la dominación. Precisamente, estos ‘progresos’ en la dominación, transformarían a las sociedades disciplinarias regentadas fuertemente por mecanismos de corte autoritario, desagradables y básicamente ineficientes, en esas sociedades de control de nuevo tipo descritas por Foucault, con lo cual se optimizaba la aceptación de patrones civilizatorios mediante el uso de una propaganda universal, el agradable consumo de los símbolos del poder, y hasta la apropiación discursiva de la crítica, lo cual en definitiva devino en la refuncionalización del pensamiento al servicio del capital. La explosión massmediatica y de las nuevas tecnologías de la información, a más de constituirse en la base técnica de la globalización se convirtió en el soporte sobre el cual se desconstituyen las identidades locales, pues el énfasis de los mensajes que circulan por la «red» son funcionales al ordenamiento hegemónico, que a pesar de haber desarrollado paralelamente cierto espíritu crítico que cuestiona la idea de verdad, la misma idea de progreso, basa su poder en el discurso capitalista. La modernidad generó, en la homogeneización cultural, una tendencia casi patológica hacia lo nuevo. Ése es el único producto que importa. La Modernidad es la época de la propulsión. En la superación de la historia se trazó una línea incuestionable y determinista que anuló el presente en función de la promesa de un presente con ventajas comparativas. El sentido de esta lógica no se concretiza en sus alcances -pues nunca se puede llegar a alcanzar-, sino en sus desechos, en sus desacreditaciones.

 

4.- Las herramientas culturales de la dominación.

Una mención especial deberíamos darle al marketing como estrategia de la propaganda global del sistema. El marketing tiene por objeto la dominación mental, está pensado para captar toda la atención de las personas e inducirlas (casi obligarlas) a realizar tal compra o a usar tal producto pero de una manera agresiva, unilateral, simplista, donde se pueden utilizar falsedades o manipulaciones, el marketing se apoya en altos niveles de repetición y tiene una sola consigna: vender. El marketing es por sí mismo una práctica industrial, necesita el desembolso de grandes sumas de dinero, pero todo ello se justifica en la medida en que tiene un efecto legitimador del sistema imperante y consolida ciertas prácticas, ciertos hábitos y ciertas formas de pensar, es decir afecta nuestras culturas. El Marketing viene de la palabra inglesa que designa al mercado y la acción del (en el) mercado, pero no exactamente la venta o la compra en el mercado, no es el acto de mercar, sino el acto de ‘mercarizar’, es decir hacer que una cosa logre el estatuto de mercancía y que la mercancía esté en condiciones de ser consumida en el mercado, es un paso previo al mercado, prepara las condiciones para la incorporación de las cosas al universo del mercado, y por tanto, que cobre existencia en este universo. El mercado post-moderno es un mercado que se basa en la producción simbólica de las cosas. Un pantalón cuesta tanto por la marca que tiene, la marca es su pasaporte en el mercado. La comunicación es una acción vital en este sentido, y no se trata de una comunicación neutra, implica valores, posturas. La comunicación es siempre una comunicación política, de ahí que sea deseable, como un gesto determinante de la gestión cultural comprometida, el construir modelos de comunicación propios que logren abarcar la diversidad cultural y étnica de nuestras sociedades, modelos que promuevan espacios de diálogo donde todas y todos tengamos la posibilidad y el derecho de ser escuchados y escucharnos, modelos donde exista una verdadera participación de las personas donde no seamos simples observadores sino productores de contenidos y propuestas de comunicación.

 

5.- El placer de la alienación.

Si partimos del supuesto de que el progreso es un proceso destinado al alcance del confort, ello no implica que sea un proceso de liberación o hacia la liberación, si entendemos por liberación la posibilidad de autodeterminación individual y colectiva. De hecho parece que sucede todo lo contrario, a la luz de la creciente desmovilización y desestructuración de la ciudadanía que experimentan las sociedades sumidas en la dinámica de la vida burocrato-tecnológica, a pesar de los discursos de mayor libertad que el sistema emite. El sueño iluminista de una razón dominadora de la naturaleza para beneficio del hombre, se hizo trizas tanto por los desastres naturales de los mismos intentos de ‘dominación’ de la naturaleza, como por la ausencia de beneficios reales para el ser humano en términos del mejoramiento de su calidad de vida. Que el espejismo del progreso goce todavía de popularidad mundial se explica por la instauración de una ideología que no resguarda el sistema de dominación con presupuestos éticos o filosóficos de cuño escolástico, sino con el ejercicio sistemático de la excitación y el deseo hacia los bienes y servicios que en palabras de Marcuse, la administración de la dominación es capaz de entregar. En este sentido la democracia, por ejemplo, sería un servicio funcional a la dominación, no a la liberación, pues no está pensando en cambiar las relaciones de poder sino en perfeccionarlas, hacerlas tolerables, hacerlas legítimas a través del simulacro de la mayor y mejor participación de los ciudadanos con el sistema del voto, etc. Parecería que todos los procesos democráticos están más dirigidos a profundizar la aceptación de la democracia estatal como el sistema más avanzado de organización colectiva, antes que a generar nuevos niveles de comprensión y práctica para la libertad. La democracia se desarrolla en un contexto de creciente pauperización existencial y política, aunque también, de creciente acceso a los supuestos beneficios tecnológicos, y al confort. Pero, es que parece absurdo no plegarse a la corriente intelectual y material que en algo está cambiando la situación de exclusión del progreso y del desarrollo económico que afecta a las grandes mayorías, aun cuando ello implique, casi inadvertidamente, poner en riesgo la propia libertad y más aún la posibilidad efectiva del cambio hacia una sociedad mejor, es decir, una sociedad sin los niveles de pobreza y exclusión, sin los niveles de violencia y coerción, sin los niveles de intolerancia, sin los niveles de hacinamiento y congestión, sin los niveles de egoísmo, sin los niveles de apatía y manipulación mental, sin los niveles de contaminación ambiental, en definitiva sin las incoherencias que vivimos cotidianamente en la ‘cúspide’ de la historia humana. Reconocer que la alienación es placentera no es reconocer que el costo del progreso implica nuevas sujeciones, sino que la vía del cambio requiere imaginar, experimentar y asumir nuevas formas de gestión de la vida colectiva que tengan como corolario, entre otras cosas, la reconceptualización de significados como el confort.

 

6.- La construcción de las alternativas.

Siguiendo a García Canclini, los nuevos modelos para la construcción de alternativas no estarían marcados por la construcción de movimientos de resistencia, sino de refundación de la modernidad, para lo cual aparece como indispensable la tarea cultural de repensar los significados, y los sentidos aceptando la complejidad de las interacciones globales, e incorporando la gestión cultural como una modalidad post-moderna de expansión del sentidos que encuentra en la centralidad de la persona el sustento final de su discurso, y por lo tanto, su connotación eminentemente crítica. De hecho, con la reflexión sostenida sobre la cuestión cultural como aspecto determinante de una nueva cuestión social, se van clarificando aquellos asuntos trascendentales para la producción cultural, que han sido tratados de forma confusa. Por una parte, lo que debiera ser el rol del gestor cultural en un contexto marcado por la novedad y la incertidumbre, y por otra, en la consolidación de lo cultural como hecho social determinante para el cambio social. Que el gestor cultural sea definido como un ‘operador cultural’ con la posibilidad de generar sensaciones, de ser agente del cambio, o al menos, de incidir en nuestras comunidades, tal como afirma Pancho Marchiaro, le confiere un papel determinante en la generación de procesos de desarrollo integrales, basados en referentes distintos a los contemplados por la lógica hegemónica del sistema capitalista, me refiero a la cultura como un Derecho Humano. Que los Derechos Culturales según Marchiaro sean considerados como una categoría subdesarrollada de los Derechos Humanos o como derechos «en vías de desarrollo» nos muestra cual es el verdadero fondo de un desarrollo que no esta centrado precisamente en el robustecimiento de las capacidades de las personas, ni de sus circunstancias colectivas e individuales, ni de sus diversidades, su historia, sus contextos específicos. En suma, la acción cultural debería dejar de ser una acción suplementaria y decorativa y convertirse en una estrategia sostenible, de incorporación creciente de los derechos humanos en los procesos de desarrollo diverso que refleje nuestra riqueza (en otros términos que los capitalistas), la pluriculturalidad y con ello, el desvanecimiento unidimensional del modelo accidental de ver las cosas, así como una oposición a esa suerte de aplanamiento de las diferencias ‘culturales’ que plantea implícitamente la globalización.

 

En nuestras culturas se intenta construir la ideología del sistema capitalista, que sigue siendo injusto, opresor, y desigual, en nuestras culturas, por lo tanto, debe estar el germen de la resistencia a los colonialismos y a la servidumbre. Las culturas necesitan procesos de enculturación y de diálogo. Nuestra visión de la vida, con nuestras significaciones (nuestra gramática), nuestro pueril apego a la naturaleza, nuestra sencilla manera de negarnos a la opulencia, deberán afianzarse en otras prácticas y en distintas maneras de decir las cosas, y de decir los sueños. La creación de formas propias de decir las cosas, antisistémicas, profundamente populares, y arraigadas en otras lógicas de entendimiento de la vida de las personas y de la naturaleza implica que previamente se hayan establecido lo que Marcuse llamaba ‘programas de educación para la disidencia’, en los que se trabaje por un adoctrinamiento para la libertad, en los que se evite progresar en la servidumbre, en donde se rompa con la historia de la dominación y se haga nacer un tiempo nuevo, en donde se hable de cambios cualitativos antes que de revolución, donde se establezca la vigencia y necesidad de valores cualitativamente diferentes, que conformen nuevas uniones entre los instintos y la razón y que acaben con aquella conciencia de la mutilación. En otras palabras significa salir de la lógica del capitalismo. Según Francois Houtart, se trata de privilegiar las necesidades humanas y no las ganancias, es decir no transformar toda la realidad en mercancía y priorizar el valor de uso sobre el valor de cambio. El Valor de uso según Houtart es lo que sirve a los seres humanos, es decir se establece como punto central al ser humano en la organización de la producción y en la organización de la vida y se inavlida la ley del valor, es decir la la ley de la acumulación capitalista. En definitiva se trata de recobrar una organización basada en una conciencia, en firmes principios éticos como la solidaridad, la ayuda mutua, la igualdad, la justicia, la educación, todos ellos componentes de la cultura.

 

Textos consultados

 

Deleuze, Gilles. Post-scriptum sobre las sociedades de controlTraducción del texto francés que apareció en L ‘Autre Joumal Nº 1, mayo de 1990 y fue reproducido en el libro Qu’est-ce que la philosophie? Ed. Minuit. París. 1991.

 

García Canclini, Néstor. Diccionario heretico de estudios culturales. www.flacso.org.ar

 

_____________. El malestar en los estudios culturales. www.flacso.org.ar

 

Gudynas, Eduardo y Alberto Acosta. «El Buen Vivir o la disolución de la idea del progreso». En La medición del progreso y del Bienestar. Propuestas desde América latina. Mariano Rojas Coord.Foro consultivo científico y tecnológico. A.C México D.G México. 2011.

 

Huxley, Aldous. Propaganda bajo una dictadura. Traducción de Luys Santa María. Tomado de Brave New World Revisited («Retorno a un Mundo Feliz»), Capítulo V, 1958, publicado originalmente en web por http//:www.rebelion.org

 

Marchiaro, Pancho. El gestor como mediador cultural. www.flacso.org.ar

 

Marcuse, Herbert. El hombre unidimensional. Traducción Antonio Elorza. Edición Seix Barral. Barcelona, 1969.

 

____________ «La Liberación de la Sociedad Opulenta». Ensayos de política y Cultura. Ed Ariel. Barcelona. 1970

 

Serrano Narváez, Helga y Eduardo Tamayo. Superar la lógica capitalista. Entrevista a Francois Houtart.En El Buen Vivir, una via para el desarrollo. Alberto Acosta y Esperanza Martínez Compiladores. de. Abya Yala. Quito, 2009.

 

Sztajnszrajber, Darío. La cuestión posmoderna. www.flacso.org.ar

 

 

Otras fuentes (video):

 

Bauman, Zygmund

 

Max Neef, Manfred

http://www.blip.tv/file/2951120

 

Mignolo, Walter.

 

Quijano, Anibal.

 

Sábato, Ernesto.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/television/entrevista-ernesto-sabato-fondo-1977/991743/

 

 



[1] Licenciado en Ciencias Humanas mención en Gestión Cultural por la Universidad de Cuenca. Estudiante del postgrado en Cultura y comunicación, Flacso-virtual, Argentina 2011. Maestrante del programa en Desarrollo Local del PYDLOS, Universidad de Cuenca, 2011. Miembro del Kolectivo Café Filosófico de QNK. Miembro de la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay. [email protected]

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