Porque capitalismo de hoy no es igual al que le tocó analizar y combatir a Marx y a Engels. No es igual ni al capitalismo, ni al imperialismo estudiado y enfrentado por V.I. Lenin. El capitalismo y el imperialismo actuales no son semejantes a los que nos tocó enfrentar a los revolucionarios (as) de los […]
Porque capitalismo de hoy no es igual al que le tocó analizar y combatir a Marx y a Engels.
No es igual ni al capitalismo, ni al imperialismo estudiado y enfrentado por V.I. Lenin.
El capitalismo y el imperialismo actuales no son semejantes a los que nos tocó enfrentar a los revolucionarios (as) de los años 50, 60, 70 e incluso de los 80.
Los aportes teóricos del pensamiento socialista del siglo XIX y del siglo XX, y las experiencias revolucionarias anticapitalistas y antiimperialistas vividas, son imprescindibles para conocer lo que pasa hoy en el sistema capitalista mundial, pero a la vez son insuficientes para explicarnos toda su dinámica y sus efectos, en el presente y más aun para combatirlo eficazmente y lograr la alternativa socialista necesaria.
El patrón tecno-científico del capitalismo ha sufrido cambios relevantes en esta era de la electrónica-informática, la robótica y la biotecnología, camino al auge de la física quántica y de la clonación genética.
El sistema ha sufrido cambios espectaculares en su proceso de gestión, en el auge y la fluidez del capital financiero y de sus componentes especulativos, en el dominio de las mentes a través de su enorme poderío mediático, comunicacional…
Esto a su vez ha implicado grandes reestructuraciones técnicas, ideológicas y gerenciales, provocando modificaciones trascendentes en la composición social y en la cultura dominante.
Igual ha provocado niveles de trasnacionalización muy superiores a las anteriores. La globalización es una nueva fase de la internacionalización del capital, de sus emporios financieros, de sus redes empresariales, de su poder privatizador y concentrador, de sus medios de comunicación, de su uniformización ideológica, de su control de los mercados regionales y del mercado mundial, de su cultura, de su modo de vida y de sus programas recolonizadores.
Es más explotador, más excluyente y más depredador que en toda su existencia.
Todo esto lo ha hecho para contrarrestar la tendencia a la baja de sus ganancias, para controlar mas recursos no renovables en procesos de agotamiento, para incrementar su productividad y lograr tecnologías alternas…
Pero esto a su vez ha determinado que el gran capital lance a la humanidad el foso de una crisis de existencia, de una crisis de civilización.
Y esto ha coincidido con las derrotas de los proyectos anticapitalista de Europa oriental, con la desintegración de la URSS y la conversión de EEUU en la única superpotencia militar, presta a emplear su supremacía en ese campo para conquistar y reconquistar mercados, riquezas naturales y zonas estratégicas.
Al mismo tiempo han tenido lugar las nuevas resistencias y las nuevas rebeldías, protagonizadas por sujetos sociales nuevos o modificados e incluyendo nuevos fenómenos revolucionarios, nuevas formas de pensar y actuar, procesos de gestación de la nueva izquierda revolucionaria.
Las fuerzas del trabajo han sufrido cambios espectaculares.
El tema de género y los movimientos feministas han adquirido mas importancia y mucho más relevancia, a partir del crecimiento del pensamiento y la acción sobre esta temática.
También los problemas medioambientales, migratorios y etnoraciales.
Y esto es así -con expresiones y niveles diferentes- en el capitalismo desarrollado y más aun en su periferia empobrecida.
Las rebeldías de las poblaciones originarias discriminadas y excluidas asumen perspectivas de poder político y eso no estaba presente en el pasado.
La cuestión militar no puede ser abordada limitándonos a las formulaciones y experiencias del siglo XX, a las tesis sobre los «brazos armados» de los partidos políticos revolucionarios o de las organizaciones estrictamente militarista.
La soberanía tampoco, a la luz de la internacionalización actual y del auge del nuevo bolivarianismo en nuestra América.
Los ideales de democracia y socialismo tienen una dimensión mas profunda y más vasta a la luz de las experiencias vividas y sufridas.
Lo clasista va mas allá de lo tradicional y lo relacionado con la democracia multiétnica, de género y de generaciones tiene elaboraciones y aportes muy superiores a los de períodos pasados. También los conceptos de ciudadanía, los derechos humanos, la participación y el poder de decisión de los seres humanos.
Y no asumir esos cambios y esos desafíos se traduce en estancamientos y regresiones.
La Izquierda del Siglo XX
Construir una nueva izquierda es uno de los retos más importantes después del primer lustro del siglo XXI, dadas las insuficiencias de la que se forjó en el siglo XX.
La izquierda organizada, la izquierda partidista de la República Dominicana y otros países, está fraccionada y estancada, o en franco retroceso. Y esto tiene que ver con la forma de pensar y actuar de la mayoría de sus dirigentes, extremadamente resistentes a valorar los cambios, a captar lo nuevo y lo diferente, a recrear el proyecto transformador.
Se trata de dirigentes, cuadros y activistas formados en las coordenadas ideológicas de los años 60, 70 y 80, influídos por las corrientes marxistas, marxistas-leninistas, marxistas estalinistas, trokistas y maoístas del siglo XX, sensiblemente dogmatizadas.
Condicionados por las exigencias y concepciones generadas en el largo periodo de la civilización industrial del capitalismo, con su impacto en el centro y la periferia del sistema; ajenos a los cambios registrados en las formas de dominación en el sistema capitalista, en el imperialismo, en el patrón tecno-científico de acumulación y en la superestructura del sistema.
Influídos del reduccionismo clasista y las concepciones que prevalecieron sobre la vanguardia predestinada, el poder personificado en el Estado, el mesianismo revolucionario, el trabajo hacia los viejos sujetos sociales…
Indiferentes o reacios a interiorizar las nuevas teorías sobre los problemas de géneros, las migraciones, las cuestiones medioambientales, las opresiones de razas y etnias, los problemas de la juventud, la niñez y la vejez, el predominio del adultocentrismo y sus efectos, y los nuevos actores políticos-sociales en el contexto del capitalismo neoliberal.
Igual le pasa con la necesidad de nuevas formas de organización, participación, métodos de lucha, concepción sobre la democracia y reformulación del proyecto socialista.
No van más allá de aceptar formalmente algunas nuevas ideas, sin que se sienta su pasión por llevarlas a la práctica, obstruyendo en los hechos su desarrollo y crecimiento sobre nuevas bases. Carecen además de una comunicación y una práctica atractivas y contribuyen con su impotencia y su individualismo a crear un ambiente sórdido en las organizaciones y a reemplazar la libertad de las ideas y el debate serio por la libertad del chisme y las calumnias soterradas. Eso ha pasado incluso con no pocos dirigentes de la Fuerza de la Revolución de nuestro país.
Por razones «ideológicas» se sitúan fuera de la cotidianidad de la gente, de sus necesidades y sentimientos y actúan desde esquemas y construcciones ideológicas predeterminadas que convierten a las organizaciones que dirigen en vanguardias autoreclamadas, en «vanguardias» sin pueblo, lo que equivale a no vanguardias.
Creen que lo saben todo por conocer las leyes de la dialéctica o por haber estudiado algo de marxismo. No leen. No estudian. No le gusta debatir. Ambicionan los cargos y las principalías y no pocas veces actúan con métodos y éticas parecidas a las que predominan en las derechas.
Todo esto explica que una gran parte de las personas honestas con espíritu y sentimientos revolucionarios, con posiciones anticapitalistas, con simpatía por las ideas y procesos de izquierda… se sitúe fuera de las estructuras partidistas de izquierda.
Y así la izquierda sin partido y la fuerza con vocación transformadora no organizadas en partidos, resulta mucho más grande y más calificada que la que pertenece a las formaciones existentes, aunque dispersas.
Y lo peor es que aun reconociendo esa realidad creciente, muchos dirigentes y cuadros de izquierda no se disponen a autotransformarse para construir una fuerza más grande y calificada y desarrollar poder alternativo.
La Izquierda del Siglo XXI
La resistencia a la autotransformación de importante dirigentes y cuadros de la izquierda partidista, claro está, no implica que la renovación no sea posible en una parte más o menos significativa de ella. Sus posibilidades, magnitudes y plazos varían según los casos y circunstancias.
Los procesos de conformación de nuevas izquierdas deben contar con la renovación (autotransformación) de una parte de la izquierda partidista y con las posibilidades de aglutinar y situar en un mismo torrente los sectores mas esclarecidos y más dinámicos de la izquierda independiente, especialmente de su parte mas vinculadas a los movimientos sociales y a las nuevas luchas. En Venezuela, Bolivia y otros países e han logrado avances promisorios en esa dirección.
Hablo de una izquierda comprometida en la lucha contra el capitalismo actual, contra su presente modalidad y su globalización neoliberal. Una izquierda anticapitalista, abanderada de la democracia participativa, de la democracia integral y del nuevo socialismo, imersa en las grandes luchas sociales y presta a asumir la lucha con todos los medios necesarios y en todas las vertientes: política, social, cultural y político-militar.
Que en nuestra América tome como fuentes técnicas el marxismo, el leninismo, el guevarismo, el mariateguismo, las cosmovisiones indígenas, la teología de la liberación, el pensamiento social avanzado de los próceres y maestros de nuestras gestas heroicas.
Una izquierda ecuménica y abierta, firme e innovadora, capaz de asumir todas las rebeldías justas y todas las liberaciones necesarias, capaz de lograr autoridad política en el seno de todos los actores y sujetos del cambio, de los viejos y de los nuevos. Clasista, feminista, antiadultocéntrica, antirracista, militante en el ambientalismo.
Una izquierda presta a asumir la luchas con todos los medios y en todas las modalidades pertenentes: políticas, sociales, culturales, ideológicas, o político-militares.
Que supere tanto el electoralismo como el militarismo tradicionales y conciba las luchas en términos integrales y multiformes.
Que se empeñe en una acumulación de fuerzas que abarque todas las vertientes, proponiéndose romper por diversas vía el monopolio de las armas en manos de las derechas, incluida la disputa por la hegemonía en sectores de las Fuerzas Armadas regulares. Ya sea para emplearla como medio de persuasión o de confrontación, dado que el desarme solo conduce a la imposición del orden dominante por la fuerza.
Hablo en fin, de una nueva izquierda, firme en el enfrentamiento de las raíces de los males engendrados y acumulados históricamente por el capitalismo y en la dominación imperialista, precisa en su estrategia de nuevo socialismo y flexible en las alianzas, prioridades y métodos necesarios para crecer y avanzar en las transiciones hacia ese gran objetivo.
Solidaria con todas las luchas justas, sin discriminación de métodos y modalidades, profundamente latinoamericanista e internacionalista.
En este sentido el proceso venezolano es sumamente aleccionador: allí fuerzas que no estaban en el inventario de los partidos históricos de la izquierda, incluso fuerzas gestadas al interior de las Fuerzas Armadas regulares, dieron el aldabonazo transformador y autotransformador fundiéndose con cuadros renovados de esa izquierda, con corrientes al interior de esas fuerzas y con el pensamiento de izquierda disperso en la sociedad.
En Bolivia, en Ecuador y en sociedades con fuertes componentes indígenas se están construyendo nuevos movimientos de izquierda desde la politización de las luchas de los pueblos originarios amalgamados con la izquierda histórica capaz de autotransformarse.
Y así en otros espacios y procesos del continente.
Los comunistas, los socialistas revolucionarios, los marxistas de todo tipo no tienen que renunciar a nada que no sea al anquilosamiento para convertirse en facilitadores de la construcción de esas nuevas vanguardias por la nueva democracia y el socialismo del siglo XXI.
El Salto Necesario en RD y Más Allá.
A eso aspiro en mi querido y hermoso país. A salir del estancamiento.
Nueve años de experiencia en el nuevo ensayo que constituyó Fuerza de la Revolución, me indican que los frenos y bloqueos para dar el salto fueron mayores y más potente que lo esperado.
FR llegó a ser parte de esa nueva esperanza, pero fue mutilada por el peso de las íntimas convicciones atrasadas y las prácticas retrógradas de la mayoría de sus dirigentes, a pesar de las políticas renovadoras acordadas.
El fantasma del pasado reencarnó en esos dirigentes y atropelló el proyecto. Primero lo estancó y ahora lo esta haciendo retroceder y languidecer con la resistencia de amplios sectores de su base y de su dirección intermedia.
Ni una sola mujer en su dirección.
Ni un solo joven.
Pérdida de influencia en las luchas sociales donde llegó a ser preeminente.
Rebrote del autoritarismo y el militarismo… y paro de enumerar.
El salto en una nueva dirección es realmente imperioso, no importan los riesgos.
Hay que atreverse a lo nuevo.
El Moncada y el Granma fueron lo nuevo en la Cuba de los 50. Los marxistas del 26 de Julio desafiaron los dogmas de entonces.
Asi hicieron los sandinistas en los 70 y 80. Igual el FMLN entonces y ahora.
Chávez y el MRB-200 fueron puras herejías en los 90 y Venezuela es ahora un gran laboratorio para una nueva vanguardia.
Las FARC se politizaron y se separaron del el electoralismo, se enriquecen y transforman cada día. Son partido, ejercito revolucionario y movimiento bolivariano a la vez.
El PT fue en su primera fase un invento exitoso y los SIN TIERRA mas aun.
El Frente Amplio de Uruguay logró durante un buen periodo renovar la izquierda de ese país y mantener unida una alianza progresista más clásica, pendiente todavía de decantamientos o de reveses dada el auge de posiciones reformistas a su interior.
Los zapatistas en México están haciendo historia en creatividad.
En Bolivia la conformación de los nuevos movimientos revolucionarios no sé esta dando por la vía de los partidos y corrientes de la izquierda histórica, aunque cuenten con no pocos cuadros procedentes de ella y con algunas de sus agrupaciones. El fenómeno de los liderazgos y movimientos revolucionarios indígenas ha sido incluso difícil de entender por una izquierda fundamentalmente blanca y mestiza, portadora de otra cultura.
Así también pasa en otras sociedades, registrándose fenómenos parecidos.
El hecho es que no se avanza si no se revoluciona todo lo existente, incluyendo la propia izquierda.
Riesgos hay. Los nuevos caminos no son fáciles y no están libres de desviaciones.
Constancia tenemos de eso en el caso del PT de Brasil y preocupaciones existen respecto al curso del gobierno del Frente Amplio de Uruguay.
En Ecuador el liderazgo creado a raíz de la «revolución del arcoiris» terminó en una traición que afectó gravemente los avances logrados. Eso, sin embargo, no niega de la necesidad de nuevas rutas y nuevos movimientos revolucionarios.
En Perú esta despuntando el triunfo de Ollanta Humala con evidentes valores positivos y preocupantes déficits. Su liderazgo, como el de Chávez, se construyo en una rebeldía innovadora.
Lo viejo es seguro, no tiene riesgo, pero no produce mas que estancamientos, en el mejor de los casos.
Los caminos que no conducen a ninguna parte hay que desecharlos.
Las múltiples y variadas experiencias renovadoras, algunos inconclusas todavía, ofrecen mayores certezas para los que todavía no hemos quedado atrás.
Sus protagonistas están haciendo el papel de zapadores de la historia y nosotros (as) debemos emularlos para no seguir rezagados.
No se trata tampoco de desechar lo viejo para copiar lo nuevo que hacen otros. Se trata de innovar desde nuestra propia historia, también de las experiencias exitosas.
En nuestra República Dominicana tenemos que renunciar a darnos en la cabeza contra la misma pared.
Quienes no quieran avanzar, que se queden atrás. Pero hay que atreverse a dar el salto.
La crisis del partidismo tradicional exige de nuevas vanguardias para construir nuevos poderes, nuevas democracias y nuevo socialismo, inseparablemente abrazados a todas las rebeldías.
La necesidad de una nueva izquierda es algo realmente imperioso aquí y posiblemente en otros países.
Una nueva izquierda que nada tenga que ver con aquellas experiencias derechizantes que condujeron a no pocas organizaciones a perder su identidad revolucionaria y sumergirse en el fango del oportunismo social democratizante y hasta neoliberalizante.
Una nueva izquierda, más a la izquierda en términos de combate al sistema, que todas las anteriores.