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Por un respetuoso temor al Cotopaxi

Fuentes: Acción Ecológica

El Ecuador tiene registrados 27 volcanes activos, somos por lo tanto un país de volcanes. De fuego, podría decirse, si nos atenemos a que la palabra volcán viene del nombre de Vulcano, dios del fuego según la mitología romana. Los pueblos ancestrales de este territorio han convivido con dicha realidad. Reconocen en las montañas identidades […]

El Ecuador tiene registrados 27 volcanes activos, somos por lo tanto un país de volcanes. De fuego, podría decirse, si nos atenemos a que la palabra volcán viene del nombre de Vulcano, dios del fuego según la mitología romana. Los pueblos ancestrales de este territorio han convivido con dicha realidad. Reconocen en las montañas identidades femenina o masculina; explican el origen de ellas mediante historias de amor; y han interpretado sus erupciones como señal de tiempos difíciles -la erupción del Tungurahua ocurrida en el año 1533 y que coincidió con una batalla entre los ejércitos de Sebastián de Benalcázar y de Rumiñahui, provocó la huida de los indígenas, que interpretaron el hecho como un mal presagio.

En la actualidad, vivir de espaldas a esa condición volcánica constituye casi una necesidad estratégica. El Cotopaxi por su belleza innegable fue reducido a elemento de consumo turístico mientras se alentaba la expansión urbana y la construcción de grandes y costosas obras de infraestructura en sitios por donde bajarían lahares en caso de una erupción de nivel medio a máximo, desconociendo la información disponible desde hace años. Hay varios ejemplos de recientes inversiones en infraestructura que se encuentran en condiciones de alta vulnerabilidad. Uno de ellos, la controvertida hidroeléctrica Manduriacu que fue inaugurada en marzo de 2015, y que sería gravemente afectada por recibir agua del río Guayllabamba que cuenta entre sus mayores afluentes a los ríos San Pedro y Pita, receptores de lahares del Cotopaxi-. Otros ejemplos son la cárcel y el aeropuerto de Latacunga.

Ha primado la visión de corto plazo aplicada a través de mecanismos de control del territorio, que provocan un constante desplazamiento de poblaciones, empujándolas a buscar dónde ubicarse aun cuando esto suponga exponerse a riesgos fatales.

Es por esto que una erupción del Cotopaxi podría acarrear un saldo trágico en víctimas y cuantiosas pérdidas económicas. No se trata de un ensañamiento de la naturaleza…, enfoque que permite esconder responsabilidades de quienes tomaron ciertas decisiones políticas, económicas, sin medir las consecuencias de lo que algún momento se sabe que va a ocurrir.

Una erupción es un evento extraordinario, de alto impacto; una poderosa expresión de energía natural frente a la cual desde nuestra condición humana no nos queda otra alternativa que el respeto y la adaptación cautelosa ante sus efectos.

Han sido políticas públicas y grandes intereses privados los principales promotores de una vida que da la espalda a la naturaleza, desconociendo sus ciclos. Sin embargo, decisores políticos y empresas se desentendieron de la situación en que se encontraría la población ante una situación de riesgo como la actual.

¿No cabe debatir desde ya cómo resarcir los derechos fundamentales que están siendo violentados mientras se devela la crueldad del despojo?

Dadme la lucha, el hierro, los volcanes
-Pablo Neruda

Fuente: http://www.accionecologica.org/editoriales/1867-por-un-respetuoso-temor-al-cotopaxi