La lectura de las enmiendas a la totalidad presentadas por los distintos grupos parlamentarios a la Ley de Economía Sostenible provoca un sentimiento de absoluta desolación. Y ello por cuanto las únicas críticas fundamentadas al proyecto gubernamental de establecer un procedimiento judicial privilegiado en favor de los titulares de derechos de propiedad intelectual, vienen de […]
La lectura de las enmiendas a la totalidad presentadas por los distintos grupos parlamentarios a la Ley de Economía Sostenible provoca un sentimiento de absoluta desolación. Y ello por cuanto las únicas críticas fundamentadas al proyecto gubernamental de establecer un procedimiento judicial privilegiado en favor de los titulares de derechos de propiedad intelectual, vienen de dos partidos con exigua representación parlamentaria: Unión Progreso y Democracia y el Bloque Nacionalista Gallego. En total, 3 diputados, lo que no llega ni a la centésima parte del Parlamento.
El Partido Popular, teórica alternativa de Gobierno, ha presentado una enmienda a la totalidad en la que se limita a indicar que la propuesta del Gobierno es insuficiente para proteger la Propiedad Intelectual, al no abordarse una reforma integral de su legislación específica. Pero el PP, a diferencia de lo que sí hacen UPD y BNG, no cuestiona de forma directa el cierre administrativo de webs que propugna el proyecto gubernamental.
Poco se puede esperar, en consecuencia, del debate de las enmiendas a la totalidad. La Ley Sinde ha sido camuflada expresamente dentro de un ladrillo, con la clara intención de que el posterior debate de las enmiendas parciales pase sin pena ni gloria. Pero es bueno saber la posición de unos y otros, y su grado de compromiso con los derechos y libertades fundamentales, para que así los ciudadanos digitales podamos decidir en conciencia nuestro voto para las próximas citas electorales.
El modelo productivo post-industrial está por inventar, y no vendrá de la mano de una generación de políticos que ha perdido el tren de la historia: Internet es la gran ausente, tanto del proyecto de ley como de las enmiendas a la totalidad. No saben qué hacer con ella: no tienen ni idea de la inmensa riqueza que puede generar, de la inmensa cantidad de puestos de trabajo que podrían crearse si se apostase por una descentralización absoluta del modelo productivo, una descentralización que sólo puede estar basada en la Red. Sólo saben que les da miedo, porque el triunfo de la Red conlleva la desaparición de su privilegiada posición de intermediarios entre los ciudadanos y el verdadero poder económico.
Las elecciones más cercanas serán en Cataluña. Personalmente soy muy escéptico: hace muy pocos días he podido leer en la versión Kindle de este periódico que más de 5.000 empresas representativas han cerrado en Cataluña: «La estela de Philips ha sido seguida por Samsung, Panasonic, Pirelli, Braun o Sony, con tensos capítulos como el de Seat o el que se cierne sobre Nissan. Cataluña suma 6.508 ERE en tres años, el triple que la comunidad madrileña y más del doble que la andaluza. Y, con casi 1.500 quiebras anuales, acapara uno de cada cuatro procesos concursales del país.»
Ya me gustaría que los ciudadanos catalanes, en noviembre, hiciesen un ejercicio colectivo de lucidez como el que un día fabuló Saramago, y llenasen las urnas de papeletas en blanco. Que los partidos que se han ido turnando en el poder en los últimos treinta años perdiesen de una vez todo crédito político, y se apostase por nuevas ideas, nuevas personas y nuevos proyectos. Pero todo está aún por construir: mientras los ciudadanos no asumamos que la política del siglo XXI exige un compromiso personal, y que los intermediarios son tan inútiles en el Parlamento como en la industria cultural, seguiremos siendo rehenes de la mediocridad que nos gobierna.
Tengo que pensarme muy bien a quién voto, si es que voto. Pero si finalmente lo hago, y no lo hago en blanco, sólo tengo clara una cosa: será a un partido que aún no haya chupado del bote.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/jaqueperpertuo/2010/09/23/por-una-enmienda-a-la-mediocridad.html