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Post-verdad

Fuentes: Rebelión

La revista The Economist le ha dedicado un especial al olvido de la verdad o, como dicen, al «mundo de la post-verdad». Este año The Guardian y The New York Times también le prestaron atención al tema. Me temo que lo que más les preocupa no es el ascenso de figuras como Nigel Farage o […]

La revista The Economist le ha dedicado un especial al olvido de la verdad o, como dicen, al «mundo de la post-verdad». Este año The Guardian y The New York Times también le prestaron atención al tema. Me temo que lo que más les preocupa no es el ascenso de figuras como Nigel Farage o Donald Trump, sino que hayan perdido el monopolio en los vectores de gestión y control de la información.

Este fenómeno no es nuevo, por mucho que quieran presentarlo así. Quien desee enterarse de cómo triunfan estos personajes gracias a un sistema que maneja el miedo, los prejuicios y las pasiones tiene a su disposición desde el Cármides y el Gorgias de Platón y las investigaciones sobre la propaganda de Theodor W. Adorno hasta trabajos más recientes como De quoi Sarkozy est-il le nom? (¿Qué representa el nombre de Sarkozy?) de Alain Badiou o Asshole: A Theory of Donald Trump (Trump. Un ensayo sobre la imbecilidad) de Aaron James.

Echan la culpa de que se haya olvidado la verdad a Google, Facebook y Twitter. Por supuesto que la aplicación de algoritmos y filtros selectivos en la información es capital, pero no es determinante. Eso por no hablar de que una buena parte de la población no usa las redes digitales. Por otro lado, ¿a quién importan las redes sino a la gente que anda enredada entre troles, la cultura del zasca y la noticia sin contenido pero con titular sensacionalista? ¡No pretenderán debates profundos en 140 caracteres! Twitter está diseñado para repetir lo más estruendoso del día y odiar desde el anonimato. Eso también genera negocio.

Primero se despojó a los partidos políticos de ideología. Después se dejaron de leer y cumplir los programas. Luego los mítines se convirtieron en platós de televisión. Al final, la política solo es un tuit. Es el mensaje perfecto, rápido, pasional, banal, en la era del fetichismo de la mercancía -y la información ya es otra mercancía más-, donde todo es un equivalente universal del dinero y del capital, que equivale a todo después de vaciar de contenido todas las cosas. Quizá deberíamos empezar a valorar más estas cosas: añadir más silencio al ruido, más verdad a las verdades y menos confusión populista al populismo. El problema no es si en el sistema de las democracias liberales triunfa (o no) un personaje como Donald Trump: el sistema ya es Donald Trump. El show debe continuar en la posmodernidad del nihilismo capitalista.

Publicado en: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/31511-post-verdad.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.