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Aportes Teóricos al Debate Revolucionario IV

Práctica vs. Práxis / Crítica a la Religión Cristiana

Fuentes: Rebelión

Círculo Bolivariano de Estudios «El Momoy» / ChiguaráSíntesis de las Sesiones del 17 de Abril al 08 de Mayo, 2005.Las sesiones pasadas las hemos dedicado al análisis de los conceptos práctica y práxis, y a la controversia, si la religión cristiana – o algunos de sus elementos – deberían o no entrar al nuevo socialismo […]

Círculo Bolivariano de Estudios «El Momoy» / Chiguará
Síntesis de las Sesiones del 17 de Abril al 08 de Mayo, 2005.

Las sesiones pasadas las hemos dedicado al análisis de los conceptos práctica y práxis, y a la controversia, si la religión cristiana – o algunos de sus elementos – deberían o no entrar al nuevo socialismo que prentendemos construir, como una de sus raíces. Este resumen lo estamos dividiendo en dos partes; una, ¿Que es la Práxis?, y dos, Crítica a la Religión Cristiana.

I. ¿Qué es la práxis?

En nuestro esfuerzo de definir el concepto práxis, hemos resaltado primero, que éste se diferencia radicalmente del concepto práctica, y segundo, que práctica y práxis no pueden ser separados de sus partes correspondientes, ideología y teoría. En este sentido hemos recordado brevemente y con referencia a debates anteriores, que la práctica — el quehacer diario, repetitivo, «automático», sin reflexión previa y por ende inmediato — es el concepto correlativo a la ideología en cuanto que afirma y deja intacto el orden social existente; mientras que la práxis — la actuación nueva, precisa, revolucionaria, ponderada, producto de y entrelazado con el pensar consciente — es el concepto correlativo a la teoría en cuanto que niega, revoluciona y transforma la realidad existente.

Ante la interrogante, qué es lo que determina nuestro pensar y actuar y qué es lo que lo convierte en teoría y práxis o en ideología y práctica, hemos determinado lo siguiente:

1. Todo nuestro pensar y actuar está, en primer lugar, determinado por un ya existente marco de referencia material y espiritual el cual nos rodea y el cual es producto histórico de las condiciones objetivas y subjetivas creadas por las generaciones anteriores, dentro de la producción y reproducción de su vida material y espiritual.

2. Nosotros, siendo productos de esta realidad ya existente, tenemos dos «opciones»: Una, que nunca se nos ocurre estudiar en profundidad nuestra realidad existente y por ende nunca vamos a llegar a dudar de ella, a cuestionarla, negarla y cambiarla, en cuyo caso seríamos seres pasivos e inconscientes, una especie de autómatas o seres unidimensionales, dominados en nuestras percepciones por la ideología reinante, lo que se traduce en una práctica diaria dócil e inofensiva de seguir afirmando y apoyando el orden social existente; dos, que sí se nos ocurre conocer a fondo nuestra realidad y por ende quererla cambiar y revolucionar, en cuyo caso seríamos seres activos y conscientes, creadores de lo nuevo en el plano teórico, lo que se traduce en una crítica activa y actividad crítica, es decir, en una práxis revolucionaria, transformadora del orden social existente.

3. El dilema del «nuevo hombre», de cómo nos podemos cambiar a nosotros mismos si somos precisamente productos de circunstancias que requieren ser cambiadas para que puedan cambiar los hombres, sólo se resuelve mediante la práxis revolucionaria y transformadora, en la cual coinciden ambos: el cambio de las circunstancias y el cambio del ser humano.

Ante este inventario preliminar ha surgido la pregunta, en qué precisamente consisten estas circunstancias objetivas y subjetivas ya existentes, que determinan nuestro comportamiento y nuestra «conciencia», y hemos precisado que se trata de las formas específicas de la producción y reproducción material de la vida humana en el espacio y tiempo histórico que nos toca vivir. En nuestro caso, las circunstancias objetivas son, por supuesto, las relaciones de producción capitalista, operantes en un país no-metropolitano, es decir, «en vías de desarrollo», con un particular modelo de acumulación por medio de la renta petrolera efectuado en el marco de una especie de capitalismo de Estado, donde éste último, con breves excepciones en su historia moderna, ha jugado un papel keynesiano en lo económico y paternalista en lo social. En el plano político, también ha formado parte de las circunstancias objetivas un particular «unipartidismo puntofijista», con sus dos caras adeco y copeyano , que ha institucionalizado el clientelismo político y la corrupción.

Hemos constatado, que las mencionadas condiciones objetivas se traducen y expresan en el ámbito subjetivo, es decir precisamente en la ideología dominante con su correspondiente práctica, hasta hoy día y no obstante los esfuerzos de transformación social emprendidos por la Revolución Bolivariana, en el egoismo, el individualismo, la competencia de vida a muerte y en actitudes de abierto desprecio al prójimo (herencia de las relaciones de producción capitalista), mezclado con una actitud pasiva-receptiva, facilista y carente de cualquier responsabilidad propia (herencia del estado paternalista).

Estos son, concreta e inmediatamente, los factores objetivos y subjetivos a ser superados, que nos han determinado y nos siguen determinando en considerable grado. Volviendo a la ideología y práctica como factores inductores de una verdadera parálisis social, hemos podido constatar lo siguiente:

1. La ideología, que garantiza la perpetuación del orden social existente en las cabezas sobre todo de los económicamente explotados y humanamente condenados, parece tener mil y una ventajas ante cualquier pensamiento crítico y nuevo, ya que es conformada por las ideas de las clases dominantes, que además de ser dueños de los medios de producción, también lo son de los grandes medios de comunicación de masas.

2. Las ideas dominantes de una epoca no sólo son las ideas de las clases dominantes, sino y como nos dice Marx en la Ideología Alemana, se constituyen como el reino de las ideas sobre la realidad material-objetiva; es decir, se crea la ilusión fatal, de que la realidad material-objetiva de una determinada epoca histórica es producto de las ideas de un gran «dios», un sublime espíritu, un «gran hombre» o hasta una «gran raza», cuando las ideas, al revés, siempre son productos de un determinado tiempo-espacio histórico en la producción y reproducción de la vida humana.

3. De tal manera, la ideología sugiere que los cambios que han tenido lugar en el proceso histórico han sido producto de «instancias superiores» y que el hombre pequeño y común, las masas, los explotados y oprimidos, nunca podrán ser portadores de las grandes ideas, y que mucho menos podrán conformarse como una fuerza material transformadora del presente y futuro.

4. Es en este mismo sentido que se libra la guerra de las ideas de nuestro presente; que es básicamente una guerra declarada contra cualquier concepción teórico-práxica que difiere del modelo único capitalista, el que hoy se extiende de manera cancerígena sobre el globo terráqueo entero. Esta guerra está siendo llevado a cabo mediante la sofocadora omni-presencia de los grandes medios de comunicación de masas con cobertura en cualquier espacio del planeta, dirigida en contra de las restantes mentes críticas e independientes.

5. El único antídoto contra el veneno ideológico-práctico es la teoría incisiva, reveladora y destructora de las ilusiones y mentiras ideológicas, que tiene y tendrá siempre su prueba de fuego en la crítica activa o actividad crítica, es decir, en la práxis revolucionaria.

II. Crítica a la Religión Cristiana

Recientemente, hemos debatido la recomendación del Presidente Chávez, de estudiar, en el marco de la inmensa tarea de inventar el socialismo del siglo XXI, no sólo las ideas originales de Marx y Engels, sino también un posible aporte de Jesu Cristo a este «nuevo socialismo», y hemos leído y discutido un texto sobre «el socialismo cristiano», extraído del libro «Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI» del conocido y apreciado autor, Heinz Dieterich.

Aún cuando percibimos que se esta haciendo un esfuerzo por separar la esfera de las «enseñanzas bíblicas» y de la «vida de Jesu Cristo» del dogma eclesiástico romano-católico, han surgido, de inmediato, una serie de observaciones e interrogantes en torno al tema religioso-cristiano en general, que son las siguientes:

1. Cuando hace 500 años atrás los colonizadores europeos se daban a la tarea de implantar en nuestro continente latinoamericano el cristianismo, no había condiciones objetivas en absoluto para el implante exitoso de esta religión, que era completamente ajena a nuestras sociedades autóctonas-indígenas. Sólo después del exterminio sin misericordia, de la violencia más brutal y del genocidio perpetrado en contra de nuestros pueblos ancestrales indígenas, sólo cuando los colonizadores habían convertido a nuestras tierras en un valle de lágrimas, la religión cristiana ha podido echar raíces y «cuajar» en las poblaciones traumatizadas, desarraigadas, arrolladas y esclavizadas por una cultura ajena.

2. Es decir, el cristianismo era la mano derecha de la colonización, militarización, deshumanización y aniquilación de nuestras civilizaciones antiguas o «precolombinas», hecho histórico violento y bárbaro, que no sólo se puede atribuir a un «mal uso» de esta religión o un «abuso» en nombre de su dios, sino que forma parte intrínseca de las mismas «enseñanzas bíblicas». Nos estamos refiriendo aquí al racismo, a la discriminación y a la exclusión social, intrínsecos a la noción bíblica del «pueblo escogido por dios» (cuyos miembros serían, de paso, los únicos que el día del juicio final irían a alcanzar «la salvación»), y desde donde existe una conexión directa a la noción fascista de la «raza superior», cuya «tarea noble y misionaria» es hacerles llegar las bondades de la «civilización» a los «pueblos bárbaros» (históricamente hablado, los pueblos que hoy conformamos el «Tercer Mundo»). ¡El cínico Rudyard Kipling, un novelista británico, llegó a llamar ésto «la carga del hombre blanco» (the white man´s burden)!

3. Si nuestra propia experiencia histórica nos ha enseñado que la deshumanización total y absoluta era la condicio sine qua non para poder implantar aquí el cristianismo, ¿qué es lo que nos impide concluir, que con la rehumanización de nuestros pueblos desaparece el fantasma del cristianismo y la necesidad psicológica de una «reivindicación divina» post-mortal por las miserias sufridas en esta única, verdadera y auténtica vida que tenemos?

4. Si estamos conscientes, de que el cristianismo ha sido el arma más poderoso de control mental de las clases dominantes a lo largo de los siglos y hasta milenios para que los oprimidos aguanten su miseria infinita en esta su única vida, ¿podemos realmente «rescatar» aúnque sean fragmentos del cristianismo para nuestro socialismo nuevo, o no sería ésto más bien una irresponsabilidad de proporciones históricas?

Después de estas observaciones e interrogantes de carácter general, hemos procedido con la lectura del texto de Dieterich, en el cual el autor se da a la tarea de explicar la «Aportación de Jesús al socialismo del siglo XXI», y aún cuando hemos constatado, que a primera vista podríamos estar plenamente de acuerdo con la manera elegante como Dieterich resuelve esta tarea, hemos tenido que poner en duda la fuente misma del análisis, que es, por supuesto, la biblia. Hemos recordado en este contexto, que la biblia no es, para nada, un texto íntegro, y que de ninguno de los libros que la constituyen se ha conservado el texto original de los respectivos autores, por lo cual se ha tenido que recorrer a su reconstrucción a partir de múltiples fragmentos y traducciones. Consecuentemente y antes de poder aproximarse a un análisis del «aporte de Jesús», habría que familiarizarse con la crítica a la biblia, que comprende por lo menos dos pasos fundamentales:

1. Crítica del origen, de la canonización y de la traducción de la biblia mediante la crítica de las fuentes, la crítica de los textos desde el punto de vista filológico, y la crítica de la hermeneutica bíblica, lo que lleva inevitablemente a la comprensión de la biblia como una especie de género literario, producto de seres humanos, y no como «palabra de dios».

2. Crítica del contenido, que comprende la crítica de los principios morales y éticos expuestos en la biblia como la violenta intolerancia religiosa en el viejo y nuevo testamento, la violencia abierta contra etnias diferentes y comunidades que practican otro tipo de fé, las guerras de conquista y el genocidio, el patriarcalismo-machismo con su hostilidad y rigurosa discriminación de lo femenino, la asexualidad, etc. etc. etc.

En otro nivel del debate y considerando el cristianismo institucionalizado, católico-romano, hemos constatado, que estamos entrando en una nueva fase de inquisición, en la cual se combina el más crudo fundamentalismo cristiano con la más sofisticada tecnología de armamento y destrucción, representada en la «fórmula» Ratzinger-Bush. Ante este cuadro preocupante ha surgido (y quedado en el aire) la pregunta, si «el rescate» de la «esencia del cristianismo», concentrada en la figura de Jesús y encomendado por el presidente Chávez en función de enriquecer el nuevo socialismo del Siglo XXI, se debe a consideraciones tácticas en vista de que la abrumadora mayoría de la población venezolana son cristianos, o a un problema profundo, no resuelto con la religión.

Sin embargo, este problema tendría que resolverse lógicamente en el marco de un estudio detenido de los pensamientos originarios de Marx y Engels, igualmente encomendado por Chávez, entre los cuales encontramos que Marx, en su introducción a la «Crítica de la Filosofía de Derecho Hegeliana» observa que «la crítica de la religión es la condición previa de cualquier crítica». Hemos quedado en retomar la discusión en este punto en la próxima sesión.