Nadie puede negar que las luchas sociales que ocurren en Colombia, Chile, América Latina y el mundo, tienen un componente significativo de acumulados de luchas anteriores. No obstante, diversas manifestaciones de las movilizaciones actuales han desbordado a las direcciones sindicales, y a las organizaciones sociales y políticas que representan o son fruto de esos acumulados. […]
Nadie puede negar que las luchas sociales que ocurren en Colombia, Chile, América Latina y el mundo, tienen un componente significativo de acumulados de luchas anteriores. No obstante, diversas manifestaciones de las movilizaciones actuales han desbordado a las direcciones sindicales, y a las organizaciones sociales y políticas que representan o son fruto de esos acumulados.
Por ello, es muy importante comprender la forma como una parte de ese «acumulado» se hizo anacrónico y se convirtió en un obstáculo para el surgimiento de lo nuevo. Además, es clave entender cómo ese acumulado obsoleto impide a quienes se identifican con él, ver la potencialidad de lo que emerge. En la base de todo está una concepción filosófica.
Tiene que ver con no captar el movimiento de la vida. Desde hace 9 años se pudo identificar que el Precariado empezaba a movilizarse. El año 2011 fue muy clave, un momento de quiebre. Esa irrupción insurgente ocurrió con la primavera árabe, el 21M en España, OcupaWS, etc. A partir de ese instante ese sujeto social ha continuado evolucionando y hoy es protagonista principal de las movilizaciones que ocurren a nivel planetario.
Es por esa razón que desde esa época se propuso investigar más sobre el fenómeno del Precariado, tema que aún hoy es desconocido por mucha gente, incluso hay quienes niegan que esa clase o sector social existe. Algo hemos avanzado en conocer las características y particularidades del Precariado, Guy Standing ha hecho importantes aportes pero falta mucha más investigación social, económica, cultural, histórica, etc. (multi-disciplinaria e integral) en todo el mundo y, sobre todo, en América Latina.
La categoría de «multitud» de Negri-Hardt, que ha sido mal interpretada por muchos analistas, ha hecho mucho daño porque reforzó -sin proponérselo- la concepción de que el análisis de clases es cosa del pasado, que éste no es útil. Lo mismo ha ocurrido con los aportes teóricos de Aníbal Quijano que sus herederos convirtieron en determinantes para la acción política, negando o subordinando la lucha de clases respecto de los conflictos étnico-raciales, de género, ambientales, etc. Según la escuela de pensamiento «decolonial», el análisis de clases hace parte de las «herencias cientificistas y eurocéntricas» y no sirve para interpretar la realidad latinoamericana.
Lo paradójico es que pensadores como Immanuel Wallerstein (gran amigo y compañero de Quijano), que venía de la escuela «culturalista» de Fernand Braudel, poco a poco y a lo largo de su trabajo al lado de Giovanni Arrighi y otros estudiosos, fue comprendiendo las ideas más revolucionarias de Marx, y al final de su vida se afincó en los análisis sistémicos y complejos (sistema mundo-capitalista), y por ello, los «Decoloniales» que le deben mucho a Wallerstein, no lo reivindicaron a la hora de su muerte. Solo De Souza Santos lo hizo y algunos otros.
Es evidente que la investigación sobre la evolución de las clases sociales está de capa caída. Aunque existen importantes estudios que son fruto de serios esfuerzos [1] , se puede observar que los evaluadores y trasmisores académicos y los «validadores ideológicos», influidos por ideas acientíficas, por el «animismo-mítico» y por prejuicios anti-marxistas, desconocen las investigaciones y sus resultados, e impiden que la dirigencia social y política acceda a sus conclusiones, lo que la mantiene en un oscurantismo e idealismo absoluto.
No obstante, debemos reconocer que en esta situación ha influido en forma importante un grave error cometido por Marx que no fue corregido a tiempo por sus seguidores. Consistió en idealizar al Proletariado, en identificar a la clase obrera como el sujeto social que enterraría inevitablemente al capitalismo, lo que se convirtió en una especie de creencia cuasi-religiosa, en un «destino manifiesto», en una verdad teleológica, en una profecía al estilo de un iluminado o un adivino, lo que ha servido para desprestigiar las ideas de Marx.
En nuestro caso, concebimos al Precariado como un sujeto social que por sus condiciones actuales (acceso al conocimiento, precariedad creciente en sus condiciones de vida, imposibilidad de organizarse frente a un empleador, etc.), se constituye en un sector social que ayuda a dinamizar las luchas populares, contribuye a hacerlas más políticas porque sus acciones abordan problemas reales como el futuro del «trabajo», la automatización, el desempleo estructural, la enorme desigualdad, el poder de los monopolios, la falsedad de la democracia, el cambio climático, y muchos otros. No le otorgamos a dicho sujeto social otro papel diferente al que viene mostrando en la práctica tangible y visible.
Dice Guy Standing en un artículo de 2014:
«Cada vez más gente comienza a comprender su situación dentro del precariado, reconocimiento que se traducirá en la construcción de una conciencia común de clase y que llegará a ser el motor del cambio. En vez de perder las esperanzas, primar la ineptitud o el desconcierto, los sentimientos pueden pronto mover los mecanismos necesarios para pasar de la pasividad a la resistencia de un movimiento activo« [2] .
En ese sentido, la lección consiste en que todos los análisis, ya sean con un enfoque de clases sociales (que algunos reducen a «lo económico» lo cual es un error, cuando tanto Marx y Engels al hablar de la lucha de clases se referían a las «condiciones de producción y reproducción») o ya sean con enfoque cultural, deben trabajarse en un contexto histórico y ubicarse en las condiciones concretas de un espacio y un tiempo específicos.
Es por la misma razón que en el campo de la filosofía cada vez debemos construir visiones y prácticas «empirio-escépticas», que se apoyen en los métodos científicos de la falsación y la demostración, que no reduzcan «lo productivo» a «lo material», que no separen la «cultura» del «trabajo» y que sirva para construir una especie de «monismo materialista» que deseche las ilusiones dualistas que llevaron a interpretaciones falsas tanto de la dialéctica como del materialismo.
La lucha en este terreno de la filosofía y de la investigación social sirve para entender también la aparición y la insurgencia del Precariado del siglo XXI y para avizorar nuevos caminos anti y post-capitalistas que le permitan a las nuevas generaciones la recuperación de las mejores tradiciones revolucionarias del pasado y luchar por impedir que el capitalismo lleve a la humanidad -como lo está haciendo- hacia su propia extinción como especie.
[2] Standing, G. (2014). Por qué el precariado no es un «concepto espurio». Sociología del Trabajo 82, publicado el 23 de marzo de 2014. http://www.opendemocracy.net
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