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Breve respuesta a Salvador López Arnal

Precisiones sobre el significante «izquierda»

Fuentes: Iohannes Maurus

 Salvador López Arnal se ha referido en un artículo recientemente publicado en Rebelión a mi texto La izquierda y libia: un laberinto de espejos. En su artículo, López Arnal me reprocha cierta indefinición en mi uso del término «izquierda». No niego que esta infefinición exista, niego, sin embargo que yo sea el responsable de ella. […]

 Salvador López Arnal se ha referido en un artículo recientemente publicado en Rebelión a mi texto La izquierda y libia: un laberinto de espejos. En su artículo, López Arnal me reprocha cierta indefinición en mi uso del término «izquierda». No niego que esta infefinición exista, niego, sin embargo que yo sea el responsable de ella. He intentado mostrar el carácter borroso y especular del término, borroso porque especular, siempre en dependencia del término «derecha».

Aquél texto tenía una intención muy clara: mostrar que el significante «izquierda» dista de ser inocente y que, en concreto, la lógica dual que instaura es un obstáculo de primer orden para la política comunista. Afirmar que es un obstáculo no quiere decir que no haya habido política comunista, sino que la que ha habido ha tenido que moverse en un contexto imaginario que genera impotencia.Con ello no estoy negando en absoluto que el comunismo se haya abierto paso a través de la estructura imaginaria que es el binomio derecha-izquierda. La potencia comunista se ha expresado de múltiples maneras, dentro o fuera de ese límite imaginario. En Italia, en parte, y durante algún tiempo mediante el voto al PCI, como bien afirma Salvador López Arnal, aunque este partido fue dejando poco a poco de representar algo distinto de lo que el capitalismo italiano podía tolerar y acabó como Narciso besando su propio reflejo de gestor respetable del capitalismo…y ahogándose en ese lago o esa ciénaga. En España, la potencia comunista se expresó a través de la heroica resistencia al franquismo de las bases del PCE en el interior -sobre la actitud de los dirigentes habría mucho que hablar- aunque también este partido se hizo el hara-kiri aceptando los símbolos e instituciones de los herederos del franquismo y asumiendo un pepel determinante en la reforma del franquismo. El PCE prefirió, en lugar de romper con el franquismo, ser la izquierda de la monarquía. Tampoco cabe negar la existencia de otra política comunista dirigida contra el capitalismo y que nunca se inscribió de manera fundamental en la bipartición derecha-izquierda : mayo del 68, el largo mayo italiano, que representó una larga etapa insurreccional que se extendió de 1967 a 1977, el movimiento zapatista, el movimiento popular argentino por la autogestión, el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil y un largo etcétera. Frente a las imágenes mortíferas de los muy graves representantes del Estado soviético o los no menos graves representantes socialdemócratas del Estado capitalista, el comunismo real -que nada tiene que ver con el «socialismo real» y mucho con el «movimiento real» de Marx- ha logrado abrirse paso y conquistar parcelas de libertad y de dignidad para los expropiados.

Me decido inequívocamente en favor del significante «comunismo». A diferencia del significante «izquierda», apunta sin la menor ambigüedad a la salida del capitalismo. La «izquierda» es un término ambiguo que incluye a muchos indeseables, desde Stalin a Polpot, pasando por Felipe González o Zapatero. Algunos incluyen incluso a Gadafi en la izquierda y el partido de Ben Alí sólo salió de la internacional socialista cuando los tunecinos acabaron con su régimen. Hubo un tiempo, durante el pacto germano-soviético, en que algunos dirigentes comunistas casi se tomaron en serio el elemento «socialista» del binomio «nacional-socialismo» y Stalin transmitía a través de Molotof sus felicitaciones al pueblo alemán por su «gran Führer»…
Posteriormente y cambiadas las alianzas, los mismos dirigentes fingieron tomarse en serio el significante «democrático» con que se identificaban las potencias capitalistas no fascistas. La acogedora indefinición del término izquierda es consecuencia de su carácter especular.

En cuanto a la realidad del socialismo soviético, no me refiero tanto a Bettelheim -cuya obra me parece apreciable- como a Lenin. Para el Lenin de los últimos años, lo que existía en la Rusia revolucionaria de 1922 era, por un lado un capitalismo de Estado original, ciertamente, pues en él «el Estado proletario tiene en sus manos no sólo la tierra sino las ramas más importantes de la industria» y, por otro, un Estado burgués: «Hemos heredado – afirmará Lenin- el viejo aparato estatal y esta ha sido nuestra desgracia». Esto lo afirma Lenin en un artículo de Pravda del 15 de noviembre de 1922. Consciente de la imposibilidad de un tránsito al comunismo en un solo país, el capitalismo de Estado constituye un repliegue tal vez necesario de la revolución, a la espera de que pase algo decisivo a escala mundial.  Esa combinación inestable y no deseada de capitalismo de Estado y Estado burgués cuya gran particularidad es que «tenemos en nuestras manos todos los puestos de mando», será bautizada, no por Lenin, sino por Stalin como «socialismo» una vez convertido el Estado en capitalista único tras el abandono de la NEP.

Con esta unificación del mando capitalista bajo el Estado se hizo realidad la más negra pesadilla, no de los economistas liberales, sino de Marx. Desde un punto de vista marxista, cabe señalar dos cosas que son esenciales: 1) un cambio jurídico en el régimen de propiedad no es un cambio de modo de producción; 2) no existe ni puede exisitr un modo de producción socialista; 3) el socialismo -Althusser dixit- incluye todas las «condiciones de inexistencia del comunismo». Las aberraciones teóricas desde el punto de vista del marxismo y jurídicas desde el punto de vista del derecho constitucional que contienen la Constitución soviética del 36 y el famoso prefacio de Stalin a este texto, sólo vienen a tapar la realidad desconsoladamente reconocida por Lenin. Ciertamente, habría mucho que decir sobre todo esto, porque las luchas de clases en la URSS determinaron también conquistas indiscutibles para el proletariado, imponiéndose en las condiciones del «socialismo» una determinada forma de acceso a los comunes (enseñanza gratuita, medicina gratuita, seguridad en el empleo). No hay que olvidar que la lucha de clases en las condiciones del capitalismo de mercado también obtuvo  logros sociales semejantes -hoy en proceso de liquidación por el neoliberalismo con la activa complicidad de la mayoría de las izquierdas parlamentarias- en el marco del Estado del bienestar que conocieron sobre todo los países del centro. La oposición entre ambos capitalismos fue más un espectáculo que un enfrentamiento que respondiese a la lucha de clases.

Mantener la hipótesis «comunista», «la hipótesis correcta» según Alain Badiou es hoy, además la única manera de reconquistar la democracia frente al bipartido único neoliberal. Para ello, más vale librarse de algunos fantasmas y enfrentarse al capitalismo, no desde las tópicas imaginarias que este hace posibles y obligatorias como la oposición de izquierda y derecha y los viejos bloques o «campos», sino desde lo que no puede tolerar y no puede formularse en sus términos. Nos referimos a esa realidad, más acá del mercado y de la circulación de mercancías, más acá del derecho y de la política (en sentido representativo) en la que se impone día a día la expropiación de los trabajadores y la explotación del trabajo individual y común. Significantes marxistas como «comunismo», «explotación», «lucha de clases» y «dictadura del proletariado» permiten identificar este terreno que se hace invisible debajo del espactáculo obligatorio de los duettos de la derecha y de la izquierda.

Camaradas, un esfuerzo más para ser comunistas: abandonemos la idea confusa e imaginaria de «izquierda» en la teoría y en la estrategia. Ello no significa que no pueda y deba utilizarse el significante «izquierda» a la hora de que los comunistas establezcan alianzas, coaliciones etc. La esfera imaginaria de la política capitalista, esa esfera que nos presenta una gama de opciones entre las cuales hay que elegir seguirá exisitiendo y es importante intervenir en ella. Más importante aún es saber que lo decisivo no se juega nunca en esa esfera.

Fuente: http://iohannesmaurus.blogspot.com/2011/03/precisiones-sobre-el-significante.html