Princesa ya está en el otro lado. Unas horas antes del rescate, a Princesa no se la quería a este lado de la frontera y la policía se preparaba para evitar el desembarco o el salto de la valla. Si Princesa ahora es una niña, un bebé, antes solo era un elemento indeseado, una marca, […]
Princesa ya está en el otro lado. Unas horas antes del rescate, a Princesa no se la quería a este lado de la frontera y la policía se preparaba para evitar el desembarco o el salto de la valla. Si Princesa ahora es una niña, un bebé, antes solo era un elemento indeseado, una marca, un concepto burocrático que espera a tomar cuerpo en el número. Princesa llegó junto a otros mil doscientos. El estatus numérico hace posible al menos que se los cuente y se los deposite en algún lugar. Al otro lado de la valla, Princesa formaba parte de una masa indeterminada que espera en los montes prefrontera. Allí arrojados son más bien una amenaza antes que una tragedia. Las metáforas invasoras son recurrentes en los medios de comunicación. La masa indeterminada.
La tragedia, no obstante, empieza en este lado de la playa. Princesa ahora es una niña, símbolo de la fragilidad y la fortaleza humanas. La tragedia y el milagro. ¿Cómo ha podido sobrevivir a una travesía tan hostil? Princesa no sería un rostro si se hubiera ahogado. En este sentido, la tragedia del morir se queda en la ignorancia al otro lado de la frontera. Y es precisamente la ignorancia la que facilita que la tragedia se de en este lado de la frontera. Pulular por el monte a la espera del momento no es una tragedia, convertirse en el animal de presa de unos vaqueros fascistas no es una tragedia. La frontera es la marca de la ignorancia, la marca de la tragedia oficial y el olvido. El olvido de que Princesa nació en un territorio esquilmado y explotado.
Esa masa indeterminada a la que tanto tememos es la miseria tatuada en el corazón de Princesa, que ahora es niña porque nosotros hemos decidido que ahora sea niña. Si nos ponemos arrogantes Princesa existe gracias a nosotros, gracias a que esta en nuestro lado de la frontera. Allí, al otro lado, tan solo hay almas en pena a la espera de apoderarse de un cuerpo que solo es posible aquí. El cuerpo setecientos noventa y nueve con cortes en los brazos y piernas. Un cuerpo que al menos recibe tratamiento médico. Pero Princesa ha tenido un poco más de suerte y se ha distinguido de esa masa enumerada que ahora son sus compañeros y compañeras de travesía. A Princesa todos la quieren pero con estos cuerpos numerados no se sabe qué hacer. Comienza la burocracia de las expulsiones. Los días, los plazos. A este lado de la frontera se trabaja para devolver a los cuerpos a la ignorancia. La existencia de los cuerpos, a este lado de la frontera, es una molestia y la mejor manera de que no existan es devolverlos al otro lado. Allí no hay que alimentarlos, no hay que atenderles y basta con mantenerlos a raya. Si no existen no hay tragedia y al otro lado no se existe. En este sentido, borrar la tragedia es una de las especialidades de las políticas de inmigración.
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