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Profetismo y poder

Fuentes: Rebelión

Para la Biblia, profeta no es quien prevé o adivina el futuro. No se confunde con el vidente o el astrólogo. Profeta es aquel que, movido por una profunda experiencia espiritual, intuye los designios de Dios.El profetismo bíblico surgió con Samuel en el siglo 9 a.C. En dicho siglo destacaron Elías y Eliseo. Sin embargo […]

Para la Biblia, profeta no es quien prevé o adivina el futuro. No se confunde con el vidente o el astrólogo. Profeta es aquel que, movido por una profunda experiencia espiritual, intuye los designios de Dios.

El profetismo bíblico surgió con Samuel en el siglo 9 a.C. En dicho siglo destacaron Elías y Eliseo. Sin embargo el período de oro de la profecía fue el siglo 8 a.C., con Amós, Oseas, Isaías y Miqueas. A finales del siglo 7 y comienzos del siglo 6 a.C. la profecía se fue apagando, después de Sofonías, Habacuc, Jeremías y Ezequiel. Hasta que apareció, tiempo después, el profeta de la esperanza, de la justicia y de la misericordia, Jesús de Nazaret.

Paulo Freire advierte que el oprimido tiende a incorporar al opresor. El empleado actúa como si fuese patrón, el siervo como si fuera señor, el pobre como si fuese burgués. Ese peligro ya fue previsto por el profeta Samuel cuando el pueblo hebreo le pidió un rey, mil años antes de Cristo. El sistema comunitario, tribal, sería continuado por el monárquico. El modelo egipcio, de autocracia faraónica, había causado impresión en los esclavos libertos.

Samuel trató de convencer al pueblo de que el modelo del opresor no servía para quien había sido oprimido: «Miren lo que les va a exigir su rey: (…) les hará labrar y cosechar sus tierras, les hará fabricar sus armas y los aperos de sus caballos. Les tomará sus hijas para peluqueras, cocineras y panaderas. A ustedes les tomará sus campos, sus viñas, sus mejores olivares, y se los dará a sus oficiales… Exigirá la décima parte de sus rebaños, y ustedes mismos serán sus esclavos» (1 Samuel 8,11-17).

Como estaba previsto, los reyes de Judá y de Israel se volvieron semejantes al faraón, al correr los siglos 9 y 8 a.C. Para mantenerse en el poder los reyes preferían recurrir al apoyo de las potencias imperialistas a confiar en Yavé. Pero toda alianza política se reduce a buscar ampliar su poder a costo del otro. Nadie hace alianza para perder. No es necesario tener una bola de cristal para saber quién gana más en la alianza entre el gorrión y el águila. Samaria, capital del reino de Israel (Norte), cayó en manos del imperio asirio, y Jerusalén, capital del reino de Judá (Sur), fue arrasada por el imperio babilónico.

Lo que caracteriza al profetiza es el espíritu crítico. Consumidos por el amor a Yavé, los profetas bíblicos denunciaron los errores de los reyes y del pueblo, formaron grupos de discípulos, anunciaron las derrotas (el cautiverio en Babilonia) en función de las políticas equivocadas de los reyes, y se solidarizaron con el pueblo, al que ayudaron a leer los hechos históricos a la luz de la fe.

La contradicción entre el profeta y el poderoso refleja el descompás entre los designios de Dios y la política de los hombres. Samuel chocó con el rey Saúl, Elías con el rey Acab, Isaías con el rey Exequias, Ezequiel con el rey Sedecías, Jeremías con el rey Joaquim, al que tildó de corrupto (22,13-19).

Con el exilio de los hebreos en Babilonia (586-538 a.C.) se termina la «profecía de la catástrofe» y comienza la de la liberación: «Tu futuro está hecho de esperanza» (Jeremías 31,17). Sin embargo el profeta es siempre señal de contradicción (Jeremías 15,10-15).

El profeta es un pedagogo. Uno de los ejemplos más emblemáticos es el de la visita del profeta Natán al rey David (2 Samuel 12,1-10). El profeta le dice al rey: Había dos hombres en la misma ciudad, uno rico y otro pobre. El rico poseía muchas ovejas y vacas. El pobre sólo tenía una oveja, que creció con sus hijos, bebió de su vaso, durmió junto a él. Era como una hija. Llegó un huésped a la casa del rico y éste, no queriendo matar una de sus ovejas para atender al visitante, robó la oveja del vecino pobre y se la preparó.

Al oír el relato David, encolerizado, decretó la muerte del rico. Natán le hizo aceptar que aquel hombre era él, el rey David, que había tomado a Betsabé, esposa del guerrero Urías, tramando además que éste fuese colocado en el lugar más peligroso del combate.

El poder tiene el monopolio de la violencia. Y a veces sacrifica a inocentes en función de sus propósitos. Al profeta le corresponde denunciar los abusos. Hoy el profetismo no le es dado a una persona sino a los movimientos sociales, a la sociedad civil organizada. Es función de ésta trazarle límites al poder, pedirle cuentas, exigir que actúe según la ética y la justicia.

Traducción de J.L.Burguet/