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A 50 años de la fundación del Movimiento de Izquierda revolucionaria, una carta de Hernán Aguiló, ex dirigente del MIR

Progresismo, ‘neomirismo’ y política revolucionaria

Fuentes: Rebelión

Introducción de Miguel Urrutia F. (Militante de Izquierda Libertaria) En el «Seminario 50 años del MIR«; al que agradecemos haber sido invitados por la Fundación Miguel Enríquez; nos correspondió exponer en el panel «Neomirismo: la izquierda transformadora del siglo XXI». Desde antes de su realización el viernes 14 de agosto, resultó un panel polémico por […]

Introducción de Miguel Urrutia F. (Militante de Izquierda Libertaria)

En el «Seminario 50 años del MIR«; al que agradecemos haber sido invitados por la Fundación Miguel Enríquez; nos correspondió exponer en el panel «Neomirismo: la izquierda transformadora del siglo XXI». Desde antes de su realización el viernes 14 de agosto, resultó un panel polémico por la participación anunciada de Marco Enríquez-Ominami, quien finalmente no participó.

El domingo 16 de agosto conocimos una carta de Hernán Aguiló, ex Subsecretario General del MIR, en la que analiza algunas intenciones del mencionado seminario y comparte importantes ideas sobre la historia del MIR. Conseguimos entonces la autorización del compañero Aguiló para publicar dicha carta en nuestra revista comunista libertaria «Perspectiva Diagonal».

Consideramos que el interés de la carta de Hernán Aguiló se vincula con la presentación que, a nombre del partido Izquierda Libertaria, nos correspondió realizar en el mencionado panel. Allí compartimos tribuna con los compañeros Francisco Figueroa, de Izquierda Autónoma, y Cristian Fuentes, de Izquierda Guevarista. También intentamos confrontar posiciones con el Vicepresidente de Asuntos Programáticos del Partido Progresista, Camilo Lagos. Hicimos uso de la palabra para cuestionar la noción de «neomirismo» y presentar dos aspectos de nuestra línea política. No es del caso desarrollar dichos aspectos aquí, pero sí la manera en que los vinculamos con el análisis histórico del MIR al que también alude la carta del compañero Aguiló.

Tanto los balances realizados con intención de relanzar orgánicamente al MIR, como buena parte de los análisis universitarios sobre su experiencia, han terminado simplificando la historia de la izquierda revolucionaria chilena y ocultando la riqueza de alternativas que, particularmente el MIR, exploró en su corta, pero intensa historia. Así, el llamado neomirismo, no pasa de ser un campo polarizado en el que fundamentalmente se toman posiciones dicotómicas sobre en qué momento el MIR debió insistir, o desistir de la lucha armada. Esto se ve reforzado por lo que llamamos una «mirología académica», que ha tomado como objeto, tanto al discurso, como a las demás prácticas orgánicas de este partido [1] . Con esto, la historia de muchas revolucionarias y revolucionarios de la región chilena, se ha perdido en una especie de inventario de errores tácticos y estratégicos, sin un análisis a la altura de los datos abundantemente presentados. Desde cumbres incluso doctorales, se ha terminando enunciando truismos del tipo: «el MIR no estaba militarmente preparado para afrontar el golpe cuya inevitabilidad propugnaba». De ahí comúnmente se ha pasado a enjuiciar, con la misma falta de profundidad analítica, cuestiones como la política de no asilo, la operación retorno, las acciones de propaganda armada y su vínculo con los alzamientos territoriales en los ochenta.

Las intenciones fraternales son la norma de estos trabajos, pero ello no ha bastado para explicar cuestiones cruciales, como las dos, que solo a modo de ejemplo, proponemos a continuación:

1. Después del paro patronal de octubre de 1972, se evidenció una clara voluntad de los órganos de poder popular para articularse con la fuerza instituida e instituyente -débil, pero real- detentada por el gobierno de Allende. Esto se tradujo orgánicamente en el apoyo franco que Miguel Enríquez entregó en enero de 1973 a los candidatos del PS y de la Izquierda Cristiana para las elecciones parlamentarias de marzo. Franck Gaudichaud ha sido de los pocos intelectuales que ha vinculado la innegable victoria popular en esas elecciones (parcial sin duda), con la carta que solo seis meses después -y a seis días del golpe- dirigieron a Allende los Cordones Industriales y otras organizaciones populares de Santiago. Lo que en esa carta se planteaba -además de desbordar completamente la orgánica del MIR, alcanzando incluso a sectores del PC- no era una demanda del tipo: «Compañero Presidente, entréguenos las armas» (exigencia ridícula, incluso para ese momento), sino un muy sensato llamado a que el Presidente de Chile hiciera valer la legalidad constitucional, aun resguardada frente a la sedición, gracias al resultado electoral de marzo. Esto implicaba presionar al único sector relevante que aun no podía operar abiertamente en la ilegalidad, las Fuerzas Armadas, desatando muy probablemente un enfrentamiento armado a gran escala en el que las organizaciones del poder popular estaban valientemente dispuestas a compensar la minoría en que seguramente quedarían las tropas constitucionalistas (la acreditada indecisión del propio Pinochet, habla al mismo tiempo de la sensatez de estas tesis políticas -terribles por la encrucijada histórica en que se formularon- y de los riesgos autoritarios asociados incluso a una eventual victoria popular).

Por falta de espesor analítico, la mirología actual suele callar axiomas empíricos del tipo recién presentado. Y, quien calla, otorga. En este caso, otorga a la hipótesis alterna de la evitación del golpe mediante un pacto UP / Democracia Cristiana. Tesis atesorada por la ciencia política transicional, a pesar que la Democracia Cristiana ha reconocido la imposibilidad de dicho pacto. Solo la cobardía intelectual de la ‘izquierda’ que ha devenido convecina de la DC, ha salvado a este partido de tener que completar su argumento con la verdad evidente: no podía pactar con el gobierno de Allende porque sus cúpulas ya lo habían hecho anteriormente con la CIA y luego con la sedición oligárquico-restauradora.

La mirología ha contribuido entonces a sostener una imagen en que el fatalismo histórico habría corrido por cuenta del MIR y sus aliados (la descalza inevitabilidad del golpe), sin poner en evidencia a los verdaderos fatalistas históricos, aquellos que hasta hoy sostienen la incompatibilidad inexorable entre soberanía popular y «estabilidad democrática». Los que legitiman así la fatalidad histórica de su concertación con un Partido Democratacristiano que ha sido, por demás, implacable avasallador de todas y cada una de las tendencias populares que se han desarrollado en su seno.

2. Aunque el liderazgo de Miguel Enríquez no tuvo rasgos particularmente libertarios, cabe consignar que ante la inminencia del golpe, sus esfuerzos no podían concentrarse en la deliberación de una política para el repliegue. Es paradójica la reivindicación que la mirología suele hacer de la conversación sostenida el 11 de septiembre de 1973 entre Salvador Allende y su hija Beatriz, cercana al MIR, a quien el Presidente efectivamente le indicó: «dile a Miguel que ahora le toca a él».

Durante esos últimos meses, Enríquez no había sido el organizador de ningún aparato militar, sino un dirigente partidario intentando denodadamente hacer la política realista a la que Allende había renunciado: activar clivajes institucionales para tener a lo menos una opción de confrontar al golpismo. Algunos sectores del MIR encontraron en esa actividad político-institucional de Enríquez, la oportunidad para enrostrarle una desviación verticalista y hasta personalista. Otros sectores, más acotados, le criticaron por no abocarse a la organización de una fuerza guerrillera. A partir de dichas críticas, la mirología ha tendido velos simplificadores que hablan de «dos almas» en el MIR; una militarista y otra «más» política. Estos velos han ocultado que, por ejemplo, los evidentes errores del llamado Plan Retorno (elaborado para 1978 por el frente externo del MIR), fueron en parte subsanados por el partido que pre-existía en Chile. La desarticulación entre prácticas clandestinas y luchas sociales de masas, no obedeció a una mala perspectiva estratégica, sino a una superposición irresponsable de dichas perspectivas (algo que es claramente expresado por Aguiló en su carta que aquí presentamos). Tesis como la repolitización a partir de las negociaciones sindicales precarias dispuestas por el Plan laboral de 1979, convivían con análisis teoréticos y abstractos muy pobres, que de antemano entrañaban la conclusión de un debilitamiento del bloque dictatorial en el poder.

Por otra parte, no pocos análisis mirológicos han excluido los evidentes vínculos históricos entre los crecientes esbozos de insurgencia armada protagonizados por el MIR y los radicales alzamientos populares conocidos como «jornadas de protesta» entre 1983-1986. Tampoco se ha comprendido la situación de un partido como el MIR, donde «La Política» era identificada con estructuras ubicadas fuera del país, de manera que el tráfago de las prácticas «interiores», pronto llevaba a que la militancia en el país desvalorara la noción misma de lo político, con la subsecuente hipertrofia del tareismo combativo. Este desprecio de la cultura militante por lo político, se profundizó cuando en 1986, la propia palabra «Política», fue reclamada faccionalmente por un sector del MIR que, en vez de destrabar la política real y concreta practicada por la militancia interna, dejó caer sobre ella una andanada de sociologismos trasnochados (el llamado «gutierrizmo»), para justificar con ellos la vaguedad del nuevo pacto social al que por entonces ya era convocado el pueblo de Chile (vaguedad que pronto sería aclarada por los poderes de la llamada «transición»).

En síntesis, lo que como libertarios tratamos de plantear en el seminario aludido por Hernán Aguiló, es que, sin la exposición de la Izquierda Revolucionaria a sus profundas derrotas táctico-estratégicas de los setenta y ochenta, el extremismo neoliberal de la renovada oligarquía chilena, pudo haber extendido su fase tiránica por harto más de 17 años.

Muchos de quienes en 1988 aun éramos miristas y no votamos en el plebiscito, actuamos de ese modo, no por seguir algunas de las estériles consignas anti-electorales, sino porque nuestra práctica política nos permitía saber -en sentido foucaultiano- que el nuevo pacto suscrito por las clases dominantes nacionales y transnacionales, ya había decidido un recambio de régimen político. No le inventamos al pueblo el relato de un combativo voto «NO» que habría que defender en las calles «hasta vencer», pues sabíamos que esa era una victoria parcial ya alcanzada por el pueblo. Del mismo modo sabíamos que si el pueblo no podía sacar el merecido provecho de su victoria en las urnas, se debía a las previas derrotas táctico-estratégicas de sus orgánicas políticas, en primer lugar, del MIR.

Para muchos y muchas revolucionarias, se abrió desde entonces un tiempo de juntar lo nuevo, lo heredado y lo olvidado; al cabo, para nosotros: tiempo de contribuir a la organización del Comunismo Libertario en la región chilena.

[Carta de Hernán Aguiló]

 

A LOS 50 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL MIR

La Fundación Miguel Enríquez, organización creada y organizada bajo el alero del partido Progresista liderado por Marco Enríquez Ominami, ha organizado un seminario denominado a «A los 50 Años de la Fundación del Mir».

Recientemente ha sido publicada una carta de Manuel Cabieses, director de la Revista Punto Final y ex miembro de la Comisión Política del MIR, quien había sido invitado por Andrés Pascal a participar en dicho Seminario. En su carta entre las razones que señala para no participar en dicho evento dice lo siguiente: «Rechazo el aventurerismo político de MEO que ha puesto en evidencia sus vínculos con SQM, fuente de recursos de los políticos que sostienen el sistema» y más adelante agrega «Creo lamentable, además, que esta persona exponga en el seminario sobre «Neomirismo, la izquierda transformadora del siglo XXI».

Apoyo plenamente lo señalado por Manuel en su carta a Andrés Pascal. Con Manuel Cabieses como ex miembro de la Comisión Política del MIR, me tocó compartir tareas de dirección clandestina en Chile entre los años 1980 y 1986. Por lo mismo, conozco de su lealtad y su transparencia para expresar claramente sus posiciones políticas. Lo conozco como ex compañero en la dirección y lo conozco como amigo, independiente que tanto en el período de la clandestinidad como en la actualidad, hayamos tenido diferencias respecto a la política nacional e internacional. Pero, no he dudado en darle mi apoyo.

Aparte de las razones que Manuel señala en su carta deseo expresar lo siguiente respecto al progresismo y al neomirismo que organiza este Seminario.

La Fundación del MIR, es producto de una necesidad política de conducción revolucionaria de las masas para liderar un proceso de cambios profundos de la sociedad chilena, cuya base política y social era la clase obrera y el pueblo. El programa del MIR, desde su fundación fue un programa anticapitalista, consecuente con el contenido de clase del mismo. El MIR en su historia, no concibió el proceso de liberación de los trabajadores y el pueblo a través de alianzas y acuerdos políticos con sectores de la gran burguesía y menos con grandes grupos económicos trasnacionales. Es por eso, que el programa político del MIR, conllevaba también un deslinde claro y categórico con los programas reformistas que durante la década del 60 y desde antes desarrolló la izquierda tradicional en Chile. Para el MIR, en los trabajadores y el pueblo estaba la fuerza social y política del cambio y de la liberación, la fuerza social revolucionaria de la transformación. Eso fue lo que llevó a Miguel Enríquez a liderar el proceso de fundación del MIR y posteriormente el proceso de crecimiento y constitución del MIR como Partido al interior de las organizaciones de los trabajadores y el pueblo.

En este proceso de lucha revolucionaria, el MIR y los sectores revolucionarios que estaban por desarrollar estos cambios libertarios, sufrieron dos grandes derrotas táctico-estratégicas, la primera durante los primeros años de la dictadura militar donde entre otras dolorosas pérdidas, murió en combate Miguel Enríquez. La segunda, se produce entre los años 81 y 86. Esta segunda derrota táctico-estratégica, coincide con el inicio del derrumbamiento del socialismo real a nivel mundial y el inicio de la reinstalación del capitalismo a nivel mundial, favorecido y en muchos casos impulsado por las propias burocracias del socialismo real.

Independiente de cuales hayan sido las causas tanto de las derrotas táctico-estratégicas del MIR, como las causas del derrumbamiento del socialismo real, hacia el futuro no es posible algún proceso liberador, si el mismo no es anticapitalista y si no tiene como sustento político y social a los trabajadores y al pueblo. En esto el programa fundacional del MIR sigue plenamente vigente.

Por lo anteriormente señalado, es que en el período post dictadura nunca he apoyado proyectos políticos ligados a la concertación y posteriormente al progresismo liderado por Marco Enríquez Ominami. El programa político y económico del progresismo, es una mezcla de social democracia y neoliberalismo, y en su contenido es mucho más retardatario que los programas reformistas de las décadas del 60 y 70 del siglo pasado, a los cuales Miguel y el MIR nunca adhirieron.

Una de las causas, entre otras que provocó la crisis del MIR en la década de los 80 del siglo pasado, fue el surgimiento en su dirección de posiciones revisionistas que rebajaban los objetivos políticos del programa democrático, popular y revolucionario que el MIR venía impulsando hasta fines de la década del 70. A principios de los 80 un grupo de dirigentes del MIR levantó la Política de Salvación Nacional que en su esencia subordinaba la política de los revolucionarios a las posiciones de la oposición burguesa y que no cuestionaba la política institucional ni el modelo económico impuesto por el régimen militar. Andrés Pascal en un principio apoyó la política de Salvación Nacional y que un pleno posterior del CC corrigió. Pero ya en la dirección del MIR estaban instaladas estas posiciones políticas. La segunda derrota táctica estratégica del MIR y el inicio del derrumbamiento del socialismo real favoreció su fortalecimiento y posterior desarrollo, a la que hoy adhieren algunos ex dirigentes del MIR en el progresismo o el llamado neomirismo.

Adherir al progresismo, no es solo adherir a su programa económico neoliberal y de estrecha alianza con grandes grupos económicos nacionales y trasnacionales. Es además, avalar tal como lo ha hecho la Concertación hasta ahora, la institucionalidad contrainsurgente post dictadura. Es avalar el control y represión de la población y sus movilizaciones sociales, con un sistema institucional contrainsurgente y de inteligencia más moderno aún que en el tiempo de la dictadura. Es apartarse totalmente de los trabajadores y el pueblo.

Si se quiere recoger uno de los legados históricos más importantes del MIR a los 50 años de su Fundación, no se puede tampoco tirar al tacho de la basura el concepto de un desarrollo institucional de los trabajadores y el pueblo desde abajo y alternativo a las constituciones que en sus distintos momentos históricos han sido impuestas desde arriba por el gran capital nacional y trasnacional. A mi entender esto también sigue plenamente vigente, entendiendo que se debe superar y cambiar radicalmente, la propia experiencia y práctica histórica del MIR al respecto, pero rescatando su esencia, que la liberación solo será posible a partir de una nueva institucionalidad que se vayan dando las propias organizaciones de las masas, a partir de su propio empoderamiento político, social y económico desde abajo.

Solo un proyecto materializado de los trabajadores y el pueblo puede garantizar los derechos humanos y hacer realizar el «Nunca Más» a la violación de los mismos.

Hernán Aguiló M., Ex Subsecretario General del MIR- Ex Jefe del Movimiento de Izquierda Revolucionaria en Chile (1976-1986)


[1] No incluimos en esta denominada «mirología», a los estudios centrados en movimientos sociales donde el MIR pudo tener importante presencia, sin que por ello dichos estudios constituyan a la orgánica política del MIR en su objeto de análisis fundamental.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.