Conferencia pronunciada en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, el 26 de octubre del 2006
Como sabemos, la propuesta de una «psicología de la liberación», como perspectiva y como reto, no como fórmula para ser empaquetada en el próximo manual o como mero emblema para la próxima serie de congresos, fue formulada explícitamente por primera vez en 1986 en una conferencia en la Universidad de Puerto Rico, pronunciada por Ignacio Martín-Baró.1
Señalaba que los desafíos fundamentales para una psicología liberadora tenían que ver con un «descentramiento» de sí misma, de su preocupación por un status gremial, social, científico, y la construcción de una nueva epistemología y una nueva praxis, desde la perspectiva de las víctimas. En sus últimos escritos destacaba, como tareas de esta psicología: la desideologización, el rescate de la memoria histórica, y la «potenciación de las virtudes populares» que permiten, por ejemplo, sobrevivir a Tratados de «Libre Comercio» que movilizan capitales e inmovilizan personas.
Para Martín-Baró el reto implicaba desarrollar una psicología inspirada en el «principio liberación«, que tuviera sus propias tareas y contribuciones específicas. Una de las particularidades de su perspectiva es que se desarrolla en estrecha vinculación con los vaivenes de movimientos sociales organizados. No es una elaboración que responda exclusivamente a una lectura de las contradicciones en las propias teorías, ni a aplicaciones mecánicas de otras corrientes, incluso la Teología de la Liberación. Al decir de Lykes2, Martín-Baró: «Hizo ciencia escuchando los requerimientos y demandas de sus comunidades y haciendo ciencia partiendo de esta base».
Tremenda virtud.
Respondía a la evolución de su concepción de la psicología y sus tareas, cada vez más crítica, politizada, e impaciente. Como debería ser la que nos anime hoy. Nos retaba, en esos momentos acuciantes, a modular una nueva praxis, una nueva epistemología y una mirada diferente de la psicología acerca de sus desafíos y posibilidades. Y lo importante es que invitaba a hacerlo desde nuestras realidades. El año anterior, 1985, en Caracas, nos hablaba, en un continente aún plagado de dictaduras militares, de las impostergables tareas y posibles aportes de la psicología social a la democracia latinoamericana.
Pero yo no quiero hablar sólo de lo que ha sido, sino de lo que puede ser.
Dicha «democracia», cuya escritura en singular ya es en si un problema, no nos encuentra hoy con las dictaduras militares de entonces. Se han afianzado, aquí y allá, los instrumentos de la democracia liberal. Sin embargo, estos parecen cada vez más desgastados, aunque ocasionalmente despierten pasiones pasajeras. Cuando se creía que se marcaba una cancha más justa, resulta que el terreno siempre había tenido dueño.
Las bayonetas pueden no estar en los puestos de mando estatales, pero se agudizado la pobreza y la exclusión, y tenemos ante nuestros (quizás) desconcertados ojos un cuadro lleno de complejidades y paradojas: dos presidentes, donde antes solo había uno. Un presidente obrero, perjudicado electoralmente por causa de los más rastreros esquemas electoreros, pero utilizados por su propio partido político. Un Premio Nobel de la Paz, nombrado presidente de un país, que aprueba la fabricación de armamentos y postula una peregrina y peligrosa teoría de «tiranía en democracia», y democracias y demócratas que presumen de tales mientras no se les apliquen los procedimientos democráticos de la participación y la protesta. Donde antes se reconocía que constituía tortura y maltrato, y se aplicaba a escondidas, se trata, ahora, de procedimientos legales y públicos, que no necesitan disimularse.
Esbozar, hoy en día, una vez más, el propósito de una psicología liberadora constituye sin duda una tarea osada, pero las circunstancias tienen la mala costumbre de colocar una y otra vez a nuestra profesión ante las crisis, los dilemas sociales, o simplemente, las fracturas de nuestro «desorden social», a pesar de los dictados maltrechos de una globalización con conducción neoliberal y el fundamentalismo de mercado, con su egoísmo e individualismo hedónico como premisas incuestionables. No podemos, ante esto, simplemente recostarnos sobre las últimas modas teóricas o ejercer una «epistemología de la distancia», como la que criticaba, hace unos años, Pablo Fernández Christlieb.
Pesan también, sin duda, las experiencias fallidas de afirmación de proyectos populares, con sus múltiples limitaciones y errores, pero no para enterrarlas o demonizarlas, sino para analizarlas y aprender de ellas.
Con todo, apostar al principio Liberación, es una manera, en nuestro ámbito de acción, de afirmar una ética de vida, una ética de la liberación que implica, como principio fundamental, contribuir a producir y reproducir la vida humana, en su corporeidad, en lo simbólico y pulsional, en sus características específicas y diversas, y en comunidad.
Yo quisiera prestar atención, en esta ocasión, a cuatro ámbitos problemáticos que considero de enorme relevancia para una psicología que se estime propositiva, que no titubee al ser radical, en el mejor sentido de la palabra, de ir a las raíces, y que tampoco se deje delimitar exclusivamente por tiempos y fronteras académicas o academicistas.
Estos cuatro ámbitos problemáticos son:
1. El avance de dispositivos de seguridad nacional a escala planetaria, con el consecuente deterioro de la institucionalidad internacional de los derechos humanos, y, también, la consecuente criminalización de las luchas sociales.
2. Las implicaciones del fundamentalismo de mercado y sus expresiones ideológicas y psicosociales.
3. Las necesidades de trascender un esquema formalista y procedimental de la democracia para avanzar hacia democracias sustantivas.
4. La creciente vulnerabilidad ante fenómenos naturales, en el saqueo voraz de nuestro planeta, el despilfarro y la contaminación.
Seguridad nacional globalizada
Para lo primero podemos retomar las tesis de Franz Hinkelammert, del Departamento Ecuménico de Investigaciones, que colocamos en la sección de archivos del grupo psicliberacion, de una tendencia creciente hacia la creación de dispositivos de seguridad nacional, pero ahora a escala planetaria.
Esto tiene que ver con una avanzada en contra de las conquistas y los logros de los movimientos obreros y sociales de los últimos dos siglos, y con una regresión al esqueleto básico de una doctrina de derechos humanos, que corresponde a la propiedad privada, al derecho contractual. Los demás derechos, como aquellas conquistas de movimientos sociales y políticos relativas a la estabilidad laboral y las garantías sociales, fueron ramas bastardas, que han sido podadas sistemáticamente por las fuerzas del capital en su ofensiva neoliberal.
Basta citar la existencia de Guantánamo, que no ha sido condenada por comisiones de las Naciones Unidas que enmudecen cuando se trata de los poderosos, o las cárceles clandestinas o maltratos por encargo, por no hablar del extraño concepto de las «intervenciones humanitarias» que hacen humanismo matando, de Abu Ghraib, o de los recurrentes y sospechosos «daños colaterales». Se alteran e ignoran las normativas internacionales de la guerra, la prohibición de maltratos y torturas, se utilizan armas químicas Fallujah, y todo se hace en nombre de la «civilización» y una indefinida y movediza «guerra contra el terrorismo» en que se esgrime precisamente el terrorismo de estado como arma principal. La «Construcción del enemigo» se lleva a su más alta expresión y letalidad.
Esto genera enormes tensiones en campos de nuestro más inmediato interés, como los maltrechos Derechos Humanos. Tiene que ver, además, con una creciente tendencia, ya lo sabemos, lo sufrimos, aquí y allá, de criminalizar las luchas sociales.
Si antes se torturaba creando «tecnologías del infierno» con estructuras clandestinas y ocultas, y se reprimía al margen de la legalidad, hoy en día se redefinen los términos de «tortura» y «maltrato» para efectuar los mismos procedimientos dentro de la ley. Y además, si bien se ha formado torturadores y refinado sus procedimientos desde hace decenios, es hasta hoy en día que la tortura es reivindicada en el debate público, nada menos que en la principal potencia del planeta.
Basta examinar el fuerte debate dentro del gremio de psicólogos estadounidenses3, que, como se sabe, son hoy en día los profesionales preferidos por el Pentágono y la CIA, con sus «biscuits» (Behavioral Science Consultation Teams) para acompañar, asesorar y hasta conducir los interrogatorios de la «Guerra contra el terrorismo» del Gobierno encabezado por George W. Bush y Richard Cheney.
Así, si se tiene a un ser humano incomunicado y aislado (ni siquiera nos preguntemos si existe la posibilidad de que sea inocente), sometido a la deprivación sensorial y otros fenómenos que estudiaba Donald Hebb, si se le arrojan baldes de agua helada o se le mantiene en temperaturas extremas, si se simula que se le está asfixiando, se le intimida sexualmente, e incluso si se le hace creer que se le hará daño extremo a familiares, no se trata, se nos dice, de tortura. Es más, mucho de lo que vimos en las fotos de Abu Ghraib no constituiría tortura, y ahora, con la aprobación de la propuesta bushiana en el congreso, Guantánamo y los taxis aéreos de la tortura no serán necesarios. Se podrá hacer en casa.
En esta lógica perversa se trata, en lo sustancial, de violentar los derechos humanos respetando los derechos humanos. Es decir, con el beneplácito de las cortes, y ojalá, también, con la legitimidad otorgada por ciudadanías pasivas, atemorizadas. Mutatis mutandis, esta tendencia se expresa, también, en la creciente criminalización de las luchas sociales, en Costa Rica, México, Guatemala, República Dominicana, y tantos otros lugares. Si el luchador social era antes un rebelde, un desadaptado, ahora es, simple y sencillamente, un criminal, cuando no un terrorista.
Alguien podrá decir «nada nuevo bajo el sol», y en parte tendrá razón, pero el asunto cobra otras dimensiones y tiene un efecto extraordinario en imaginarios sociales y en la conciencia cotidiana de la gente.
Este ambiente, crecientemente autoritario, ha afectado también la situación de uno de los sectores más vulnerables en el vendaval globalizador neoliberal: los migrantes, vistos, sobre todo, como lo evidencian muros y también leyes de migración (i.e. la de Costa Rica), como problemas de seguridad nacional. Lo ha dicho Mármora4: Estados Unidos y los países europeos parecen haber recibido el siglo en una carrera loca para ver quien está más amurallado. La imagen de la amenaza se desplaza: ya no prevalece la de hambrientos y desesperados acudiendo sin invitación a la mesa de la abundancia, sino la de solapados agentes del terror.
Por otro lado, la lógica sacrificial que ha descrito Hinkelammert se manifiesta con fuerza: como la Ifigenia hija de Agamennón, el sacrificio inútil de vidas de jóvenes estadounidenses se convierte en fundamento y razón insoslayable para que sigan muriendo más soldados estadounidenses.
Así, las tareas necesarias de la psicología ante la represión, que han dado lugar en su momento a esfuerzos tan notables como FASIC y el ILAS en Chile, el CELS y las Madres en Argentina, KAIROS en Uruguay, AVRE, la FUNDACION Vida y otros en Colombia, el PASAMI y otros en Perú, etc. y muchos otros a la largo del continente, reaparecen, pero en un nuevo contexto, globalizado, en cierta manera más peligroso, ya que hay un debilitamiento fáctico de los instrumentos y mecanismos internacionales de protección de derechos. Se conforma así un ámbito de acción complejo y urgente.
Fundamentalismo de mercado
En segundo lugar, nuestros pueblos latinoamericanos, como se demostró el año pasado en Mar del Plata, encaran el dilema de seguir recetas neoliberales de confianza ciega en el mal llamado «libre comercio», que si algo hace es encadenar a los pueblos, con políticas impuestas de simetrías falsas y de desmantelamiento de instituciones estatales y bienes públicos, o apostar a esfuerzos integradores regionales en los cuales la última palabra no la tenga, necesariamente, el fundamentalismo del mercado, y en que se vislumbren nuevas modalidades de organización social y económica. Modalidades alternativas que tenemos el derecho y el deber de vislumbrar, de discutir, ya que si hablamos de «otros mundos posibles» mejor empezamos a esbozar cuales, en lo concreto, serían.
La vida humana, la de todos, debe ser nuestro horizonte, ante políticas de exclusión, desigualdad y de hambre. En América Latina, señalaba recientemente la FAO, 52 millones de personas sufren desnutrición5. La diferencia es que hoy en día los pobres son culpables de su suerte. Este es un dilema fundamental para nuestros pueblos, que no podemos, de manera alguna ignorar, ya que marca muchas de las luchas que se desarrollan a lo largo y ancho de la geografía americana, y ante las cuales muchas veces la psicología permanece sorda, y muda.
En Costa Rica, país en que han sido detenidos en el pasado intentos privatizadores por la movilización de la ciudadanía, incluso cuando ya se habían aprobado las leyes respectivas, (como en el «Combo» del 2000) hay una intensa batalla en torno al Tratado de Libre Comercio con EEUU, Centroamérica y República Dominicana, habiéndose efectuado sendas jornadas nacionales de lucha esta misma semana. Hemos trabajado, en este contexto, temas de opinión pública, el fatalismo, así como esquemas de propaganda e Intimidación psicológica.
En el Séptimo Congreso Internacional de Psicología Social de la Liberación, congregado en Liberia en noviembre del 2005, precisamente en días en que se realizaban manifestaciones, los participantes suscribían un pronunciamiento en que especificaban que en Costa Rica:
«La existencia de una banca nacionalizada, el monopolio estatal de los seguros, la generación eléctrica, la telefonía y el procesamiento de datos entre otras áreas estratégicas del desarrollo en manos del estado, por decisión soberana de los y las costarricenses, ha sido de capital importancia para alcanzar las metas y logros sociales que todavía hoy exhibe el país, conquistas que se encuentran gravemente amenazados por la arremetida neoliberal del cual el TLC es su punta de lanza».6
Trabajar en torno a los desafíos planteados por el fundamentalismo de mercado tienes serias implicaciones, es claro, en campos como la psicología educativa, en que habría que esbozar alternativas y procedimientos que no sucumban a su lógica, en la psicología que tiene que ver con el trabajo, en la afirmación de proyectos de vida y proyectos sociales, por mencionar algunos ámbitos. Deberíamos precisar, también, el lugar que ocupa un discurso psicológico en las propuestas de los economistas neoliberales, y los supuestos enraizados en la conciencia popular acerca de la «naturaleza humana» o el «fatalismo» que dificultan la organización y la lucha por un mundo más justo, en que la LEY no aplaste al sujeto.
Democracia formal y democracia sustantiva
Hace algunos años el Gobierno Bolivariano de Venezuela, en ese momento aislado en el ámbito de los gobiernos del continente, sacudió los pasillos y las salas de deliberaciones de la OEA cuando propuso el tema de la «democracia participativa», como perspectiva continental, como esquema que supera a la «democracia representativa».
No hay duda de que los temas de la democracia y la participación siguen siendo de una enorme importancia para una psicología que se pretenda liberadora. Se trata, como ha insistido históricamente la psicología comunitaria latinoamericana, de propiciar la participación activa de los pobladores en la definición de asuntos de interés. Esto tiene, a la vez, un alto componente educativo, a la manera freiriana, ya que en estos procesos las personas crean conocimiento, y lo comparten. Podemos ubicar aquí los esfuerzos de articular modos de vida y estilos de consumo alternativos, esfuerzos educativos en los medios de comunicación, y, por supuesto, procesos comunitarios y grupales de afirmación, resistencia y lucha. Muy conscientemente no me quedo con el término resistencia, exclusivamente, porque eso nos coloca a la defensiva.
En este ámbito de cosas, no podemos, sin embargo, menospreciar la democracia representativa y sus laberintos. Aunque sea por el hecho de que una porción nada despreciable de nuestras poblaciones apuesta a estos procesos. No es nada raro, en nuestros tiempos, que quien fuera candidato, una vez electo, haga exactamente lo contrario de lo que propuso a sus electores. Estamos, sin embargo, ante nuevos fenómenos, que afloran cuando los procesos electorales desembocan en entuertos institucionales que no pueden ser disimulados, y creo que esto abre una perspectiva interesante acerca de cual debe ser la implicación ciudadana en estas disputas, es decir, como y de que manera ejercer control y vigilancia sobre los organismos estatales que a fin de cuentas concentran decisiones trascendentales en unos pocos individuos. A manera de ejemplo, cito la situación costarricense en que ante una elección apretada se recontaron votos, uno por uno, casilla por casilla, durante tres semanas, antes de proclamar a Oscar Arias presidente por un margen de 18 mil votos. Lo que es menos conocido es es que la constitución costarricense prohibe la reelección. Oscar Arias, que gobernó entre 1986 y 1990 pudo ser candidato, de nuevo, debido a una votación de 3 a 2 de la Sala Constitucional, que dictaminó que dicho precepto constitucional violaba los derechos humanos. Esto ha sido calificado por un ex presidente, de su propio partido (Luis Alberto Monge), como un «golpe de estado técnico».
Trascendiendo el acto definitorio de la democracia representativa, que es la elección, queda abierto el espectro de todas las posibilidades existentes y por existir para que las personas influyan sobre los asuntos públicos que le atañen: mecanismos de referendos, participación en organizaciones comunales, estudiantiles, sindicales, peticiones, propuestas de educación cívica y cultural, protestas, experiencias alternativas de comunicación, afirmaciones antihegemónicas en sus diversas expresiones. Es un ámbito de estudio, investigación, y también de acción, de una psicología liberadora.
Lo ecológico
Aunque no tengo posibilidades de desarrollarlo aquí, la experiencia reciente demuestra, en América Central y otras latitudes, la urgencia y la posibilidad de trabajar con comunidades, inspirándose en principios democráticos y participativos, para enfrentar situaciones que están lejos de ser meros «desastres naturales», ya que también obedecen a relaciones sociales y de poder, como lo demuestra el calentamiento global, Katrina, y muchos otros ejemplos. Podemos mencionar la dinámica red que fue creada en el marco del Séptimo Congreso Internacional de Psicología Social de la Liberación, el año pasado.
En el Manifiesto de Liberia, producido en dicho encuentro se establecía lo siguiente en este ámbito:
Reconocemos el impacto de las condiciones de pobreza, exclusión, imposición y falta de oportunidades en estos escenarios, y la necesidad de fomentar una información real, políticas de inclusión de comunidades, de respeto a la autogestión comunitaria, partiendo de la ética y el respeto a los derechos humanos. Se deben desarrollar estructuras para garantizar la formación, acción, investigación y participación en el afrontamiento de situaciones de desastre. Condenamos, también, la victimización de la población por parte de medios de comunicación de masas, señalando la necesidad de desarrollar y revisar planteamientos conceptuales sobre esta problemática.
Orientaciones generales
Propongo, que, en su diversidad, los esfuerzos de una psicología que pretenda articularse desde el «Principio Liberación» y tenga como referentes los siguientes principios generales:
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Como lo ha hecho también la Teología de la Liberación, privilegiar el momento práxico, que antecede a la articulación y producción del conocimiento. Como refiere el psicoanalista argentino Fernando Ulloa, no se trata de «aplicar teorías» sino de «teorizar desde una praxis». Es difícil pensar que se pueda estar construyendo una psicología de la liberación de espaldas a la propia realidad, o restingiéndola a las cuatro paredes del laboratorio, la oficina, o la clínica. En Costa Rica, como hemos discutido en otros lugares (Cordero, en prensa)7, llegamos a postular una propuesta curricular de la psicología con el lema de «De cara a la realidad».
2. Trabajar y pensar desde un reconocimiento explícito del lugar social desde el cual se actúa. Lo que lleva a rechazar pretensiones de neutralidad.
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Sin embargo, el opresor y quien lo defiende puede estar de acuerdo con el enunciado anterior. Por lo que habría que añadir la propuesta martinbaroniana del «compromiso crítico» con aspiraciones, intereses de las mayorías. Parafraseando a un eminente teólogo, si la psicología elitista y críptica tiene tras de sí laboratorios y bibliotecas ilustradas, una psicología liberadora tiene tras de sí pueblos. Se privilegia la perspectiva de los oprimidos, que, escribía él, no sólo «tienen más razón, sino mejor razón». La calidad de esta perspectiva tiene que ver con la experiencia vital de los pobres, de los oprimidos, que los coloca en mejores condiciones para explorar y apreciar la solidaridad, la justicia, la humanidad del otro. Esto puede sonar ontologizante y metafísico, pero algo nos dice a quienes hemos trabajo con sectores empobrecidos o con poblaciones rurales en nuestros países.
En la discusión póstuma de la obra de Ignacio Martín-Baró es interesante ver como a veces se destaca el «criticismo» que proponía IMB (después de todo, a los científicos se les enseña a ser críticos, al menos metodológicamente) pero se pasa por alto que el primer término para este pensador era el del compromiso (con las víctimas, con los oprimidos). Hay una apropiación conservadora del pensamiento de Martín-Baró que domestica, que busca que se pierda el filo crítico de una contribución que es radical, en tanto va a las raíces del sufrimiento humano: la explotación, el lucro, la irracionalidad de los «guardianes del orden». En esta perspectiva se critica, sobre todo, la perspectiva marxista presente en los escritos de IMB, y se pretende circunscribir su posible contribución, y la de una psicología liberadora, a un contexto y período histórico específico. Es como si se quisiera quitar, a una contribución que sin duda era difícil manosear en vida para los guardianes del poder, de sus espinas, para convertirla en algo así como un «adorno más», reliquia histórica circunstancial, interesante, quizás, pero sin consecuencias mayores.
4. Reconocimiento y trabajo en torno a estructuras de dominación: la dominación social y sus concomitantes subjetivos e intersubjetivos
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Imbricación de lo macro y lo micro. Si antes los proyectos de cambio ignoraban las esferas de ejercicio de microfísica del poder (que fue una de nuestras motivaciones para realizar la investigación que presentamos en el libro Militantes: la vivencia de la política en la «segunda ola» del marxismo en Costa Rica- Dobles, Leandro, 20058) ahora se corre el riesgo de ignorar su microfísica y de querer a priori eximirse de influir en ella. Después de todo, como nos lo demuestra Paredes9, la investigación participativa puede usarse también para la contrainsurgencia.
Si ha sido una consecuencia de líneas de elaboración intelectuales recientes abandonar la preocupación por los ámbitos «mayores» de lo político en aras de la «microfísica del poder«, son muchas ya las experiencias que demuestran los límites de las experiencias locales, comunitarias o singulares y los múltiples obstáculos estructurales que enfrentan. La Psicología Social Crítica o Liberadora, en América Latina, tiene que retomar el reto de actuar en lo público, como lo ha hecho ya en países como Brasil, y volcar su mirada y acción también, en la medida de lo posible, a la «macrofísica del poder«.
Horizontes posibles
Quisiera, por último, perfilar algunos de los asuntos que considero importantes para una psicología que quiera asumir el compromiso ineludible con la noción de «liberación social» en un continente como el nuestro, con su historia de fracturas, dolores, partos, torturas, horrores, intervenciones, dependencia. Evidentemente muchos de los problemas y retos que enfrentamos no son nuevos, sencillamente porque las condiciones históricas y sociales han empeorado, y por otro lado el peligro mayor es el que denomino Martín Baró como el «agarrotamiento intelectual», aquello de:
«No intentar avanzar mientras no se hayan atado todos los cabos teóricos y previsto todos los peligros. Ello equivaldría a la parálisis, y en la práctica a un abandono del compromiso histórico«10
Las condiciones de posibilidad de esa propuesta partían, en los ochenta, de la fuerza de la Teología de la Liberación, de los movimientos eclesiásticos de base, la iglesia progresista, etc. y un impulso fuerte de los sectores populares y revolucionarios centroamericanos, a la par de las luchas de resistencia y de defensa de los derechos humanos en otras latitudes del continente. Todo esto influyó en apuntalar a un sector más progresista en la psicología latinoamericana, que sin duda sufrió un duro golpe en 1989 con el asesinato de Ignacio.
No ha sido fácil, desde entonces, articular en nuestro continente opciones alternativas, progresistas, en la psicología, y yo creo que hemos pasado por un largo invernadero del que apenas empezamos a salir. Pero hay, de nuevo, condiciones de posibilidad para este esfuerzo. Por las siguientes razones, en lo que se refiere al contexto:
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Por la acción de movimientos sociales y organizativos con fuertes raíces en nuestro continente: como los Sin Tierra, las comunidades zapatistas, las corrientes bolivarianas, los movimientos indígenas en Bolivia y Perú, etc.
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Por el creciente, aunque a veces contradictorio, impulso a esfuerzos integracionistas regionales, por parte de Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia, etc. Esto lleva, de alguna manera, a una revalorización de las propias posibilidades y una búsqueda de alternativas, hasta hace poco impensables.
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Por la creciente preocupación, puesta en crisis, debate, acerca de temas como la democracia participativa, el papel de los medios de comunicación, la «crisis de valores» creada por el consumismo rapaz, etc. Temas sobre los cuales la psicología tendría mucho que decir.
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Por último, el hecho incontrastable de que muchos de los problemas que nutrieron el surgimiento mismo de movimientos como la teología de la liberación; la pobreza, la discriminación, la explotación, siguen vigentes o se han profundizado.
Nos hemos preguntado: ¿Qué tendría que decir una psicología liberadora, por ejemplo, en el Foro Social Mundial? ¿Qué podríamos contribuir, efectivamente, a la resistencia y a la afirmación de la vida?
Es muy atrevido ponerse programático, pero me arriesgo a plantear lo que podría enfrentar, a mi juicio, un proyecto de psicología de la liberación, en nuestro continente, en el contexto de la globalización neoliberal y de la aún tímida reacción regional. A mi juicio, esta psicología que pretende ser liberadora, además de los principios generales ya esbozados, debe abocarse a:
-Abordar decididamente el asunto de sus interlocutores, de los factores sociales que pueden nutrir su cometido, y buscar puentes de articulación y cooperación, así como hacer un enorme esfuerzo por articular sus propuestas con otras provenientes de otras disciplinas y perspectivas, para contribuir en el debate social y cultural a la lucha contra la dependencia, por la diversidad y por la protección de los recursos naturales de nuestros pueblos.
-debe poner en tensión sus esfuerzos contra la homogeneización y unilateralidad pretendida en el proyecto de globalización con conducción neoliberal, y, particularmente, con el horizonte de «fatalidad» y de «inevitabilidad» con que se promueve agresivamente en los más diversos sectores el proyecto neoliberal; esto implica enormes retos, como ya he dicho, en el plano educativo, en la posible contribución a la organización popular y también subraya la necesidad de trabajar los medios de comunicación de masas, que han sido instrumentos que han sido utilizados en muchos de nuestros países para promover esquemas sociales profundamente desiguales y alienantes.
-tiene el reto de llenar el marco de este posible proyecto de múltiples voces y colores: de los afrolatinoamericanos, de las etnias originarias, de los gays y lesbianas, de las activistas feministas, de los ecologistas, lo que no se ha logrado hasta el momento.
-tiene el reto de trascender esquemas disciplinarios y academicistas para intentar desarrollar una articulación que sea un posible referente para estudiantes, jóvenes profesionales y otros sectores sociales que compartan tareas y retos.
-debe abordar también el espacio interno de la disciplina, en la forma en que la psicología crítica europea abordó al Psy complex, actuando en los espacios posibles para poner en tensión, por ejemplo, la discusión y la acción en torno a la ética profesional y la responsabilidad social de los psicólogos y psicólogas, desbordando esquemas individualistas y adaptativos, que hacen que, por ejemplo, la discusión ética que se presente a jóvenes profesionales se limite al tema del «autocuido» del psicólogo o psicóloga.
-debe no solo contribuir a investigar y esclarecer temas cruciales para nuestros pueblos: como los efectos de la militarización, los `procesos de desregulación y precariedad en lo laboral así como las nuevas modalidades de acumulación externa, la criminalización de las luchas sociales, las posibilidades de realización efectiva de los derechos humanos y sus obstáculos, las consecuencias psicosociales de la pobreza, etc., sino también potenciar el debate entre quienes compartamos estos propósitos, ya que de manera alguna podemos presumir homogeneidad y consenso.
-Por último, si este propósito, de afincarse en los anhelos milenarios de liberación de nuestros pueblos oprimidos y maltratados para explorar nuevas alternativas de acción en la psicología tiene alguna perspectiva, deben también explorarse, con mayor claridad y firmeza que hasta ahora, las maneras de institucionalizar algunos de los propósitos, explorando, por ejemplo, como podemos articular internacionalmente un proyecto de formación de psicólogos, y retomando otras propuestas, como una revista y redes de intercambio, y también, de estructurar formas de acción que permitan desplegar acciones de solidaridad y apoyo cuando sea necesario proteger a quienes enfrenten represión o violencia como consecuencia de su trabajo.
MANIFIESTO DE LIBERIA
PRONUNCIAMIENTO DEL SÉPTIMO CONGRESO INTERNACIONAL DE PSICOLOGIA SOCIAL DE LA LIBERACIÓN
LIBERIA, COSTA RICA
19 DE NOVIEMBRE DEL AÑO 2005.
El Séptimo Congreso Internacional de Psicología Social de la Liberación, reunido en la Ciudad de Liberia, Costa Rica, del 16 al 19 de noviembre del año 2005, afirma, a través de su sesión plenaria de clausura, en que hemos conocido y discutido diversas propuestas y proyectos de los más de 560 congresistas provenientes de 25 países, el siguiente manifiesto:
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Consideramos la memoria histórica como derecho humano individual, social y colectivo, constituyendo un proceso liberador en las luchas de resistencia de nuestros pueblos y en la construcción de otro mundo posible y de una psicología liberadora. El Congreso propicia la constitución de grupos de trabajo que abórdenlas experiencias de los diversos países, proponiendo una futura «caravana virtual de la memoria» con lo que ocurre en cada país participante.
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Condenamos todo uso de conocimiento y práctica de la psicología que viole los derechos humanos de individuos y colectividades.
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Concluimos que la Psicología de la liberación y la Teología de la Liberación deben mantener un diálogo constante para evitar caer en un reduccionismo que fragmente la integralidad del ser humano, y que, en ambos casos, la creación teórica de saberes es un acto segundo, precedido por la praxis como acto primario. Se trata de saberes que por sí mismos no transforman al mundo, sino que se convierten en instrumentos para que los sujetos transformen su realidad. Deben afrontar el temor de los signos de los tiempos para poder avanzar con esperanza en las tareas liberadoras.
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Instamos a las organizaciones de la sociedad civil a realizar actividades de información y capacitación acerca de los contenidos y efectos de los llamados tratados de «libre comercio», en la perspectiva de una pedagogía crítica. Estos tratados lesionan la identidad cultural, a la vez que aceleran las privatizaciones y el desmantelamiento de las instituciones nacionales y promueven una especie de competencia desleal.
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Instamos a las organizaciones no gubernamentales, a las iglesias y otros movimientos sociales a desarrollar estrategias claras de una pedagogía crítica con población migrante, que permita un trabajo de apoyo, de transformación de visiones de la realidad, para que se asuman cambios políticos y sociales.
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El congreso ha considerado prioritario el trabajo en torno al tema de la pobreza, constituyendo una red de comunicación y de intercambio de materiales. Consideramos necesario trabajar la problemática de la pobreza tomando en cuenta su dimensión más micro (local e inmediata) y sus condicionantes estructurales.
7. El Congreso ha prestado atención al trabajo psicosocial en situaciones
de desastre, acordando fomentar una red internacional integrada por comisiones que en cada lugar estén coordinadas por un estudiante y un (a) profesional, y proponiendo que el tema del trabajo psicosocial en desastres sea incluido como eje temático en futuros congresos. Reconocemos el impacto de las condiciones de pobreza, exclusión, imposición y falta de oportunidades en estos escenarios, y la necesidad de fomentar una información real, políticas de inclusión de comunidades, de respeto a la autogestión comunitaria, partiendo de la ética y el respeto a los derechos humanos. Se deben desarrollar estructuras para garantizar la formación, acción, investigación y participación en el afrontamiento de situaciones de desastre. Condenamos, también, la victimización de la población por parte de medios de comunicación de masas, señalando la necesidad de desarrollar y revisar planteamientos conceptuales sobre esta problemática.
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El Congreso considera que la Psicología Social de la Liberación debe dar frutos en todos los ámbitos de nuestra práctica: desde la clínica hasta el trabajo organizativo de base y con los movimientos sociales, relacionándose, necesariamente, con otras disciplinas. El Congreso acuerda crear una red de psicología social de la liberación, con el fomento a grupos de trabajo en cada país, y una página web que sea alimentada por estos. Estos grupos de trabajo nos permitirán intercambiar experiencias, materiales, y promover espacios regionales y nacionales.
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El Congreso acuerda crear, junto con la Comisión organizadora de este evento, una estructura de seguimiento a los acuerdos y propuestas de este encuentro, integrada por representantes de las diversas mesas de trabajo. Asimismo acuerda vincular estos esfuerzos con otros esfuerzos alternativos más generales, como lo que se han expresado en el FORO SOCIAL MUNDIAL, y articularse con redes alternativas de comunicación y de información.
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La plenaria final del Congreso acuerda, unánimemente, respaldar la propuesta presentada por estudiantes de que se incorpore una representación estudiantil a la estructura que ha funcionado como Comisión Internacional de los Congresos de Psicología Social de la Liberación.
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El Congreso considera necesario estimular y fortalecer la
participación de movimientos populares en los futuros congresos.
1 Martٳn-Baró, I. (1986) «Hacia una Psicología de la Liberación» Boletín de Psicología. UCA,, 22, 219-231.
2 Lykes, B. (s.f.) Reflections commemorating the continuing struggle of the salvadorean people. Rhode Island College, material mimeografeado, p. 3.
3 Ver, por ejemplo, el artículo en Counterpunch del 6 de septiembre del 2006 de Stephen Soldz: «Bad faith and distortions from the American Psychological Association» , o los pronunciamientos de Psychologists for Social Responsability, en www.psysr.org.
4 Mármora, Lelio (2004) Las políticas de migraciones Internacionales. Buenos Aires: Paidós.
5 La Nación, 17 de octubre, 2006, p. 19A.
6 «Nuestra posición frente al Tratado de Libre Comercio con EEUU» documento suscrito por participantes en el Séptimo Congreso Internacional de Psicología Social de la Liberación, Liberia, Costa Rica, 17 noviembre, 2005.
7 Cordero, T, (en prensa) «El proceso de enseñanza-aprendizaje de la psicología de la Universidad de Costa Rica, un currículo de cara ala realidad» en Dobles, I, baltodano, S. y Leandro, V. Psicología de la Globalización en el contexto de la globalización neoliberal: acciones, reflexiones y desafíos, San José Editorial Universidad de Costa Rica, 376-382.
8 Dobles, I, Leandro, V. (2005) Militantes. Vivencia de la política en la «segunda ola» del marxismo en Costa Rica. San José: Editorial Universidad de Costa Rica.
9 Paredes Torrejón, O. (2001) «La investigación participante como una alternativa para la educación de la defensa» Center for Hemispheric Defense Studies. Research and education in defense and security studies, may 22-25th, Washington, D.C.
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Ignacio Dobles es profesor en la Universidad de Costa Rica.