Traducido por Caty R.
Es evidente que nada de lo que está ocurriendo en el mundo nos permite decir que conoceremos el final de la historia, que los pueblos no seguirán inscritos en la permanencia de un sistema capitalista que, aunque es el único aspecto, la única característica de su existencia, acaba de vivir una crisis económica en la que no se sabe si perecerá, pero que da prueba de que nada es seguro, todo lo contrario. Pone de relieve nuevas fragilidades del sistema que aparecen, se refuerzan, afectan a su corazón, su centro, constituido por lo que sigue siendo su principal muralla, el imperio, los Estados Unidos de América.
Hemos cambiado de siglo
También es obvio que ya no estamos en la última década del siglo que acaba de terminar donde todavía se podía pensar que había nacido un mundo unipolar y que la potencia constitutiva de este polo estaría en condiciones de imponer su dominación de larga duración sobre toda la humanidad.
Sin embargo, quien quiera recordar la historia de los imperios pasados, sabe que las trayectorias de sus evoluciones pasaron por fases sucesivas, desde el nacimiento al desarrollo y la potenciación hasta el apogeo y el súmum de las posibilidades de dominación, antes de emprender el camino de la decadencia progresiva y finalmente de la disgregación y el hundimiento.
No obstante, lo sabemos, la historia jamás se reproduce de la misma manera y, en consecuencia, es al estudio de la evolución de las contradicciones de este mundo y este imperio concretos a lo que conviene proceder para determinar la fase actual de esta historia.
No es sencillo. En la avanzada fase de globalización que conocemos, la intrincación de las contradicciones de este mundo es tal que parece imposible considerar aisladamente a tal o cual conjunto o país, con más razón cuando se trata todavía de la primera potencia mundial. Sin embargo, cuando dicha potencia se reivindica como la primera en un mundo unipolar, es todo el mundo en conjunto el que está determinado por las profundas contradicciones que la impregnan.
La decadencia del imperio
No obstante, desde hace varios años los historiadores, geógrafos, sociólogos… que examinan este conjunto para determinar las tendencias evolutivas, se ponen de acuerdo para considerar que el concepto de «decadencia» sería el más adecuado para nombrar el estado actual de la evolución del imperio. Convendría entonces estudiar a la vez el carácter absoluto que aparece indudablemente cuando se determinan y analizan las distintas «crisis» que afectan al modelo, y su relatividad, que hace que dicho modelo se imponga todavía por todo el mundo, sobre todo para lo malo.
La crisis económica
La reciente crisis económica por la que se podría considerar que perecería el imperio, lo que probablemente no es el caso, ha puesto de relieve el aspecto determinante de las fragilidades y debilidades que afectan al «centro» y se transmiten a las periferias, contrariamente por otra parte a las anteriores crisis, que concernían principalmente a los márgenes del imperio.
Este cambio de origen es en sí mismo significativo de que el imperio y sus contradicciones se convirtieron ellos mismos en la causa de una crisis más generalizada que se extiende -globalización obliga- al conjunto del mundo, forzando a las principales potencias a reaccionar con la inyección de centenares de miles de millones de dólares para evitar ser arrastradas también ellas por la tormenta. El disparatado financiamiento que impone el actual modelo de capitalismo se ha extendido y determina las características principales de la globalización.
¡Se han vuelto locos!
Así pues, hace poco el diario suizo Le Temps titulaba: «El mercado financiero pesa ya tres veces más que el PIB mundial». En efecto, según un estudio de McKinsey, los activos mundiales representaban 140 billones de dólares en 2005 y deberían ascender a 214 billones de aquí a 2010. Y el artículo planteaba la siguiente cuestión pertinente: «¿Cómo el valor de los activos financieros puede ser el triple que el de la economía?» Ese es, en efecto, el quid de la cuestión, puesto que el artículo precisaba a continuación que solamente se invertía un tercio de estas enormes sumas en acciones. Los dos tercios restantes de estos 140 billones no eran, por tanto, sino un capital parásito, solamente especulativo, que prolifera a costa de las inversiones útiles, pero exige su remuneración superior a dos cifras. Y al mismo tiempo es una bonita burbuja financiera que puede estallar de un día para otro y miles de millones de de dólares o euros desaparecerán porque ya no encuentran su remuneración, lo que Marx llamaba «desvalorización del capital», la cual puede concretarse bajo distintas formas que son destrucciones puras y simples de capital; el capital restante podría entonces reanudar su acumulación con nuevas relaciones financieras apropiadas hasta la crisis siguiente.
«Se han vuelto locos», ha dicho recientemente Claude Bébéar que fustigaba así a sus compadres capitalistas. Y se comprende por qué los analistas financieros no se han tranquilizado por la última purga, severa para algunos sectores del sistema, pero que no cuestionó el conjunto de dicho sistema, que permanece como suspendido en su burbuja susceptible de desinflarse a cada momento. Definitivamente, lo que algunos calificaban de euforia de los mercados disimula el peligro que mina el sistema. La política de estado de Estados Unidos se inscribe obviamente en este contexto y lo favorece, si no lo inicia, en esta base del capitalismo mundial.
El empobrecimiento y el endeudamiento
El empobrecimiento de los asalariados y el endeudamiento son dos de los principales medios de esta política cuyo objetivo es dirigir el máximo de dinero hacia los mercados financieros.
Así pues, según Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de economía, hace treinta años que los salarios de los menos favorecidos no dejan de disminuir. Los salarios bajos hoy son un 30% menores que hace treinta años. Al mismo tiempo los hogares cada vez se endeudaron más; igual, por otra parte, que el gobierno que, al perder mucho dinero en Iraq y reduciendo los impuestos a los más ricos, vive endeudándose vergonzosamente junto con otros pueblos y países. Esta fragilidad de la economía estadounidense es inquietante, prosigue José E. Stiglitz, quien añade que no sabe si un milagro podría salvar la economía. Los chinos, con el producto de sus exportaciones, financian a Estados Unidos esta deuda colosal. China y Estados Unidos dependen así estrechamente uno del otro. Pero China puede adoptar otra estrategia, la de hacer que el pueblo chino se beneficie de los productos de su trabajo y reducir así su dependencia de Estados Unidos. Esta amenaza creciente se añade a las fragilidades denunciadas por Stiglitz
La crisis de liderazgo
La crisis de la dominación planetaria se superpone y amplía con la de la financiación de la economía y, todavía más que otras, contribuye a cuestionar la unipolaridad indiscutida hasta ahora.
Las turbias circunstancias de los acontecimientos de septiembre de 2001, que se confirmaron con el paso de los años; la inmensa condena de los pueblos y algunos gobiernos de la invasión de Iraq en nombre de la lucha antiterrorista después de la democracia y el Gran Oriente Medio, acentuada hoy por la oposición cada vez más reforzada del pueblo estadounidense; la perpetuación sin perspectivas del apoyo al estado de Israel en su voluntad de impedir la creación de un auténtico estado palestino; las tentativas de expansión de la acción de la OTAN en Europa del Este o Asia Central; la reanudación de una carrera real de armamentos nucleares y la evolución de la doctrina nuclear hacia el abandono de la disuasión en favor de la utilización; el creciente cuestionamiento del papel de instituciones internacionales como la OMC, el FMI o el Banco Mundial, aíslan cada vez más claramente a Georges Bush y su intención de arrastrar al mundo a una guerra de civilizaciones.
La ambición de controlar los recursos petrolíferos y el gas de muchos países, en estos tiempos de crisis energética, ya son la base de numerosas acciones que podrían extenderse a Irán. Pero Irán no es Iraq, los activos de los que dispone, las contradicciones entre los distintos imperialismos, el papel de las opiniones públicas, las nuevas realidades, han impedido, de momento, el desencadenamiento de una nueva aventura que probablemente sería más desastrosa que las anteriores.
El último halcón y el campo de ruinas
La salida del último halcón, ha dicho Yves Harté, redactor principal de Sud Ouest Dimanche, no anuncia sino el final del reinado de Georges Bush, la verdadera derrota de los neoconservadores y su política: «Lo que dejan es un campo de ruinas que nadie sabe cómo rehacer. El imperio estadounidense no sólo perdió en esta aventura una potencia infinita, sino que además firmó al mismo tiempo su acta de cesión del control mundial…»
Yves Harté llega hasta lo más profundo en su valoración, un tanto premonitoria: «En cuanto un imperio se agota, los sucesores se presienten. Mañana, el eje del mundo ya no estará en Washington. En algunos años, el centro de gravedad de nuestra civilización se va a desplazar y la desastrosa aventura iraquí sellará el final de los quinientos años de la soberanía de Occidente de la que Estados Unidos era el último y más poderoso retoño. Es fácil predecir que más allá del océano, al otro lado del Pacífico, emergerá el futuro dueño del mundo en una rotación de civilizaciones similar a la de nuestra tierra».
Dejaremos a Yves Harté la paternidad de estas últimas observaciones. Se puede pensar que los pueblos del mundo, los que vienen de la experiencia de la dominación del estado-sistema, de las fechorías de la influencia de las multinacionales sobre los países y los pueblos, todo nuestro mundo, buscarán más bien una nueva globalización liberada de la dictadura de los amos actuales, en el respeto de las soberanías de los pueblos estrechamente vinculadas al desarrollo de la solidaridad y la cooperación, de la paz y el desarme, en el nuevo internacionalismo de una nueva era. Los pueblos que, por otra parte, contribuyeron con sus luchas al estrepitoso fracaso del imperio que ni siquiera desarrolló las lógicas internas del sistema capitalista. Como bien dijo Marx son las masas, es decir, los pueblos, quienes hacen la historia.
Superar la multipolaridad
Por ahora la multipolaridad está en adelante a la orden del día. El número de candidatos a la dominación no se limita a China. Los pueblos no tienen nada que ganar dejando perpetuarse otras formas de dominación de nuevos imperialismos como el de Europa y otros que parecen tener ambiciones, los cuales coexistirían en la competencia y desigualdades y finalmente no tendrían otro objetivo que seguir estrujando al pueblo o incluso arrastrarlo a nuevas aventuras similares a las desastrosas confrontaciones del siglo pasado.
Bernard Cassen es claro: «El altermundismo se acabó, este es el fondo de mi pensamiento. Era un ciclo. Podríamos inspirarnos en los países de América Latina (Venezuela o Bolivia, especialmente) donde no se tiene miedo a emplear las palabras ‘soberanía popular’ y ‘nacionalizaciones’. Obviamente, allí están pasando cosas y debemos sacar conclusiones».
El anuncio de los nuevos tiempos
Mirándolo bien, no obstante, lo que pasa en Francia y otros países son anuncios de los nuevos tiempos. Si el altermundismo fue una etapa en esta vía, los límites que él mismo se impuso pueden y deben ser superados. Recordemos que no veíamos el final de la historia que nos instalaría a perpetuidad en las formas y evoluciones de un capitalismo infranqueable. Será necesario nombrar adecuadamente a esta sociedad que sacará a nuestro mundo del capitalismo dominante. En Francia, a partir de la Revolución de 1789, los republicanos avanzados la bautizaron como comunismo. Las luchas por el comunismo se inscriben largamente en la historia y cuando hoy 61% de los franceses considera el capitalismo como negativo, se puede pensar que ha llegado el tiempo del renacimiento creativo. Y con Samir Amin, a escala mundial, se propone una «Quinta Internacional» para hacer revivir el «¡Proletarios de todos los países, uníos!» de nuestro tiempo.
Texto original en francés: http://bellaciao.org/fr/article.php3?id_article=51904
Michel Peyret nació en 1938 en Bègles, (Gironde-Francia), profesor de instituto y diputado comunista en la Asamblea Nacional por Gironde de 1986 a 1988. Es miembro del Consejo de Orientación de Espacios Marxistas de Aquitania-Burdeos-Gironde (Francia).
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.