Este 5 de mayo se conmemoró el 206 aniversario del natalicio de Carlos Marx, buena razón para preguntarme a cuál Carlos Marx recuerdo.
Ante todo, al de José Martí: «Como se puso al lado de los débiles, merece honor.
Por supuesto, al de El Capital; para mí siempre un viaje apasionante. Tuve la inmensa suerte de estudiar Economía en tiempos en que los profesores de la Universidad de La Habana orientaban: «los manuales soviéticos para alguna consulta; los exámenes son por los clásicos «.
No obstante la Economía, la vida me hizo encontrarme con mi gran amor: el periodismo. Mi colega y gran amiga, la periodista invidente Ilse Bulit, dice que soy un economista especializado en periodismo. Razón no le falta.
Ilse Bulit Peña, destacada periodista cubana, invidente, actualmente asesora «imprescindible» de Habana Radio, la emisora de la Oficina del Historiador de La Habana. Así dijo de ella Eusebio Leal Spengler, inolvidable habanero.(epd).Fuente: Directorio de Género de Cuba.
Por tal motivo, al Marx que más celebro en ese día es al periodista, ése que apuntó que “La censura no elimina la lucha entre verdad y falsedad o buena y mala prensa, la hace unilateral, convierte una lucha abierta en una lucha oculta, convierte una lucha de principios en una lucha entre el principio sin poder y el poder sin principios” (Gaceta Renana, nº 132, 12 de mayo de 1842, en K. Marx, op. cit., p. 79.).
O este otro: «La prensa libre es el ojo siempre abierto del espíritu del pueblo, la personificación de la confianza que un pueblo tiene en sí mismo, el lazo parlante que une a los individuos con el estado y el mundo, la cultura incorporada que transfigura las luchas materiales en luchas espirituales e idealiza su basta figura material. Es la confesión sin miramientos que hace un pueblo ante sí mismo, y es sabido que la fuerza de la confesión es liberadora. Es el espejo espiritual en el que un pueblo se contempla a sí mismo, y la autocontemplación es la primera condición de la sabiduría… Es el espíritu del estado que se puede llevar hasta cada choza con menos costo que el gas de la materia. Es universal, omnipresente y omnisciente. Es el mundo ideal que mana continuamente del real y fluye nuevamente a él, animando siempre un espíritu cada vez más rico» (Marx, En defensa de la libertad, pág. 85).
Cuba necesita a ese Marx de las libertades, a gritos. Aún cuando sean ineludibles ciertas medidas protectoras de secretos, habida cuenta del hasta rugir en los estómagos nacionales de las «éticamente inaceptables sanciones económicas unilaterales» de los Estados Unidos contra Cuba. Por si se olvidó, así las calificó un anticomunista probado y confeso como Juan Pablo II.
Medidas protectoras, sí, pero en Estado de Derecho, a tenor de normas internacionales harto conocidas. No por censuras arbitrarias; no por intereses que a la postre pueden ser hasta una traición al proyecto socialista cubano.
¿Coincidencias? Este 5 de mayo una vecina, militante del Partido Comunista de Cuba, me contó que vió desmayarse en plena calle a una anciana; de inmediato varios transeúntes se lanzaron a auxiliarla -así somos los cubanos, «solidarios genéticos»-; uno de éstos le regaló una pizza y un refresco que había comprado -sabe Dios a cuál precio-; la anciana «devoró» la pizza, bebió el refresco casi de un trago, y se repuso. Entre lágrimas de gratitud, confesó que hacía día y medio que no probaba bocado, que su pensión era de 1700 pesos mensuales; si se parte de datos del Banco Mundial, ya el ingreso mínimo decoroso per cápita de Cuba sobrepasa los 30 mil (1).
Mientras mi vecina me contaba, pensé que Marx y sus ideas sobre la libertad de prensa y la censura se dan la mano con las del gran científico hindú Mankombu Sambasivan Swaminathan, uno de los padres de la Revolución Verde, que a pura ciencia y técnica elevó en flecha los rendimientos agrícolas en los 60-80 del siglo pasado, para así dar un golpe contra el hambre mundial.
Prueba al canto de la conexión entre esos dos gigantes: Swaminathan, no obstante sus aportes, dijo al periodista francés Guy Sorman que «la mejor defensa contra el hambre es la libertad de expresión».
Conclusiones, lector.
Nota:
1.- Manuel David Orrio. Cuba, la pobreza y los datos. Rebelión.
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