Extracto sacado de diversas publicaciones y discursos de Marx, de Lenin y de la obra de István Mészáros, «Socialismo o barbarie: La alternativa al orden social del capital» con algún comentario que hemos añadido, en la intención de contribuir al debate sobre temas de tanta trascendencia que no ha sido suficientemente tratados, y que nos […]
Extracto sacado de diversas publicaciones y discursos de Marx, de Lenin y de la obra de István Mészáros, «Socialismo o barbarie: La alternativa al orden social del capital» con algún comentario que hemos añadido, en la intención de contribuir al debate sobre temas de tanta trascendencia que no ha sido suficientemente tratados, y que nos mantiene en la confusión, sobre todo tras la caída del llamado Socialismo Real. Con esta modesta aportación se intenta contribuir a que se comprenda o se suscite el interés, sin falsos idealismos, por la Revolución Rusa, el proceso revolucionario popular más grande que se ha dado en la historia de los trabajadores, los condicionantes existentes antes y tras el triunfo de la revolución; también como a pesar de estos condicionantes se dieron pasos gigantescos y como tras la muerte de Lenin el proceso degeneró y se burocratizó hasta la desaparición de la URSS y del llamado Socialismo Real.
Podremos apreciar como en aquel momento histórico, si bien fue posible con cierto grado de formación, conocimiento y organización el generar un proyecto revolucionario que permitiera vencer al caduco aparato estatal burgués, sin embargo fue insuficiente para administrar el nuevo poder al día siguiente del triunfo de la revolución, lo que nos debería hacer pensar, teniendo en cuenta la experiencia histórica, que los nuevos sistemas se generan en el viejo sistema, que es necesario estudiar aspectos básicos del marxismo para poder analizar las nuevas formas de lucha y de poder, imaginar el proceso de cambio desde la realidad que se vive en el actual sistema, que nos permita educarnos en lo que será el nuevo poder, cómo se estructura la participación permanente del sujeto histórico protagonista del nuevo mundo, una nueva forma de lucha y de poder desde abajo hacia arriba, y cómo desde las institucionales burguesas a las que se pueda tener acceso el saber instrumentalizarlas revolucionariamente, y partiendo del análisis de la realidad económica, social y cultural del conjunto de los sectores sociales interesados en el cambio, de su grado de conciencia y de organización, así como del enemigo de clase, propiciar desde ya la autoorganización de lucha y de lo que será el nuevo poder, ya, desde el actual sistema capitalista.
Comprender la unidad dialéctica del ser humano, como ser productivo y político para poder liberarse de la enajenación y el burocratismo, el papel de las vanguardias comunistas y de las masas protagonistas del proceso revolucionario, saber contar con la realidad del momento, tanto desde los medios que disponemos y con los que cuenta el enemigo de clase para poder contrarrestarlos, que nos permita la cohesión ideológica y organizativa, sin cuya comprensión hoy día es imposible que avance cualquier proyecto revolucionario de lucha anticapitalista, un proyecto estratégico y táctico antiimperialista, y de avance futuro del socialismo al comunismo. Si los errores son analizados con objetividad es posible aprender a corregirlos. Comprender el proceso del desarrollo revolucionario en el que era el país europeo capitalista más atrasado en el aspecto económico social, cómo aplicando una interpretación correcta de la dialéctica materialista al lugar y al momento histórico, permitió superar los innumerables condicionantes que culminaron en la revolución.
Es interesante apreciar que en la trayectoria política de Lenin, el desarrollo teórico del marxismo a través de sus múltiples trabajos, estaba ligado a la práctica política. Priorizó la necesidad de que a partir de su ¿Por donde empezar? plasmado en el ¿Qué hacer?, se sentaran las bases mínimas de agrupamiento y cohesión ideológica y organizativa de un grupo dirigente suficiente que permitiera desarrollar la organización revolucionaria con capacidad de conectar y orientar al pueblo explotado. El éxito del leninismo fue posible gracias a esa unidad dialéctica de la teoría y práctica: cohesión ideológica suficiente que diera lugar al desarrollo objetivo teórico y práctico de la revolución. Veremos como a medida que ese grado de organización y desarrollo de la revolución dio lugar a obras básicas sobre la filosofía marxista tendentes a clarificar aspectos del momento, a dar solución a aspectos básicos del marxismo, que si bien habían sido apuntados por los grandes teóricos Marx y Engels, no los desarrollaron en la práctica, y que Lenin sí lo consiguió con obras tan fundamentales ligadas a la fase imperialista del capitalismo: «El Estado y la Revolución», «El imperialismo fase superior del capitalismo», así como » La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo», además de muchas otras sobre todo las que contribuyeron a ampliar la interpretación científica de la dialéctica materialista. Palmiro Togliatti en el simposio organizado por el Instituto Gramsci en enero de 1958 confirma esa apreciación cuando dice: «Hay en Lenin, por lo menos, tres capítulos principales, que determinan todo el desarrollo de la acción y el pensamiento: una doctrina del Imperialismo como fase superior del capitalismo; una doctrina de la Revolución, y por ende, el Estado y el poder, y una doctrina del Partido. Son tres capítulos estrechamente unidos, fundidos casi el uno con el otro. Cada uno de ellos contiene una teoría y una práctica, es el momento de una realidad efectiva en desarrollo». Desgraciadamente esos aspectos básicos del marxismo desarrollados por Lenin, por su incomprensión son necesario abordarlos. No han sido tenido en cuenta por multitud de militantes incluso por destacados teóricos marxistas. Muchos de los activistas que se consideran comunistas no han leído esas obras, ni las básicas de Marx y Engels que permiten la comprensión de la filosofía materialista y dialéctica. Recientemente, una luchadora práctica, ejemplo de muchos otros abnegados luchadores, consideraba que en tiempos de Lenin si existía el comunismo en Rusia, de alguna forma trataba de personalizar el fracaso posterior en la cabeza de Stalin, tal era su grado de comprensión teórica del marxismo, sobre las causas que dieron lugar a su caída, y sobre todo del método de análisis materialista dialéctico.
Pocos fueron los que interpretaron la unidad dialéctica del poder productivo y político que permita acabar con el trabajo enajenado, Lenin y Mészáros, el primero desde la teoría y práctica demostrada con la revolución, aunque no pudo desarrollarla dados los condicionantes históricos objetivos que lo impidieron: la base material de desarrollo en aquel inmenso y atrasado país y la inexistencia de una clase obrera lo suficientemente desarrollada en el aspecto productivo y cultural; el segundo desde la interpretación teórica que hace del marxismo, en la obra anteriormente señalada.
Muchas de las obras de Lenin fueron conocidas por los «soviéticos» pasado bastante tiempo después de cuando fueron escritas, lo que dio lugar a que se perdiera el significado del momento, y que incluso el objetivo por el que fueron escritas no se cumpliera, dando lugar a que la dinámica existente en el momento fuera la que marcara las pautas posteriores, sobre todo en temas de gran significado y trascendencia. Era fundamental comprender lo que supuso la primera Guerra Mundial y aprovechar esa contradicción interimperialista instrumentalizándola revolucionariamente, anteponiendo las contradicciones de clase a nivel mundial a las contradicciones existentes entre los Estados burgueses imperialistas llamando a la defensa de las patrias, y lo que sería el Estado proletario internacionalista, en vez de caer en el juego en que cayeron los partidos obreros, de Europa, apoyando la guerra «patriótica» nacional imperialista. Sobre este tema Lenin hizo unas anotaciones en el Cuaderno Azul en junio de 1916 bajo el nombre El Marxismo acerca del Estado, que fueron desarrolladas en agosto de 1917 y con unas palabras finales que realizó el 30 de noviembre de 1917, finalmente se publicaron con el título El Estado y la Revolución en 1918, lo que originó que estando ya en el poder el partido bolchevique, muchos de los dirigentes no llegaron a leerlo y que aquellas enseñanzas de tanta importancia y fundamento no fueran suficientemente comprendidas, o no se pusieran en práctica por muchos dirigentes. Rafael Rodríguez Cruz en su comentario publicado en Rebelión, dice: Paradójicamente, al morir Lenin, en junio de 1924, (realmente Lenin murió a las 18,50 del 21 de enero de 1924) El Estado y la Revolución -ese libro que quizás el liderato bolchevique no leyó- se convirtió en un barómetro común para medir la fidelidad a la doctrina del socialismo. Barómetro que como hemos podido comprobar tras la caída de la URSS confirma estos comentarios. Aunque durante sus más de 70 años de vida siguiera llamándose Unión Soviética, la idea de la constitución soviética leninista basada en esa obra nunca se desarrolló en aquel atrasado país, y finalmente a propuesta de Stalin fue reemplazada el 11 de junio de 1936 por una constitución que respondía a la práctica burocrática que se había generado; el país siguió llamándose «soviético» pero no lo era, y quedaba implícito el formalismo institucional del Estado, en el que el poder se perpetuaba en manos de la llamada clase política que era el PCUS y que era semejante al de las constituciones burguesas con su sufragio universal y su falsa división de poderes, su democracia por arriba que nada tenía que ver con la soviética leninista con el soviet desde abajo constituido por los obreros, campesinos y soldados.
Para Lenin al plantearse por donde empezar, la selección de los cuadros y su comprobación en la actividad práctica era una de las tareas más importantes que consideraba debía ejercer el partido. Destacamos en negrita y cursiva sus palabras. Palabras con las que se intenta situar las prioridades: orden y tiempo político del leninismo, que empezaron a ser escritas a partir de finales del siglo XIX. Un orden que responde tanto a la dialéctica del desarrollo del conocimiento y de la lucha política, de la teoría y la práctica que nos ayuden desde la realidad de cada lugar y cada momento histórico, al desarrollo del marxismo y el leninismo en la lucha anticapitalista en su fase de desarrollo productivo, tecnológico e imperialista. Palabras, muchas de ellas sacadas de obras fundamentales como el ¿Qué hacer? resumidas en un compendio con la intención de que fuesen utilizadas para fomentar la formación de cuadros. Los subrayados que se hacen son nuestros.
Seleccionad a las personas necesarias -decía- y controlad la ejecución práctica, y el pueblo apreciará (…) ayudar a todo obrero que se distinga por su capacidad a convertirse en un agitador, organizador, propagandista… de carácter profesional… Obreros entregados a la causa revolucionaria, y en aquellos que por sus cualidades merecían ser liberados del trabajo productivo para dedicar totalmente su tiempo a la revolución. En contra de la opinión de los reformistas y economistas, que consideraban que esa labor solo la podían desarrollar los intelectuales, justificaban su posición sobre la capacidad de los obreros para formarse, por la falta de tiempo. No olvidemos que los propagandistas al servicio de la burguesía son profesionales con la necesaria capacidad formativa generadora de confusión entre los explotados, por cierto muy bien retribuidos, dedicados con total exclusividad a ese trabajo. A este respecto Marx resaltaba como el salario de un profesional de la Comuna de París, era el salario medio de los obreros. Algunos de los actuales reformistas comunistas y socialdemócratas que en algún momento fueron revolucionarios, y que actualmente ostentan cargos en los parlamentos, terminaron siendo absorbidos por la dinámica del juego político institucional burgués, con sus emolumentos, dietas y demás prebendas, que en nada se asemejan a los verdaderos revolucionarios. ¿Quién no conoce el cambio producido en trabajadores que integrados en ese juego terminaron prostituyéndose descaradamente, haciendo de la política un modo de vida suntuoso?. Basta con fijarse en su indumentaria y en algunos de sus nuevos hábitos para cerciorarse del cambio operado.
…seleccionar y promover cuadros revolucionarios del seno de la propia clase obrera. Los cuadros dirigentes del partido deben estar unidos al pueblo por vínculos irrompibles, deben ser fieles sin reservas a la revolución y gozar de la confianza infinita del pueblo. ¿Y donde está el pueblo trabajador? Deberíamos preguntarnos para ser consecuentes con esa necesidad de establecer vínculos permanentes. ¿Están en el cielo? o muy pegaditos a su realidad material-social y productiva: a los centros de producción, servicios, educación, cultura, ocio, vecinal, etc. Pero antes Lenin nos plantea la necesidad de existir cuadros dirigentes, cuadros con la necesaria formación filosófica marxista con capacidad de trasmitirla a los protagonistas del proceso revolucionario socialista, a los explotados que son los que teóricamente reconocemos como correcto pero que en la práctica no se les considera; a los que su supervivencia depende de la venta de su fuerza de trabajo, y objetivamente, aunque su alienación les impida verlo, son los objetivamente necesitados de acabar con la explotación de que son objeto.
Nuestra atención debe dirigirse principalmente a elevar a los obreros a nivel de los revolucionarios y no a descender nosotros mismos indefectiblemente al nivel de la ‘masa obrera’, como quieren los ‘economistas’. Lenin llama economistas, a los reformistas que negaban la necesidad de formación del pueblo trabajador, se limitaban a promover la lucha economicista, a luchas puntuales sin mayor trascendencia, porque su incapacidad ideológica les hacía creer que no es necesaria la formación política e ideológica de los trabajadores para poder dotarse de conciencia comunista y de organizarse como clase dominante, para poder ser la alternativa al Estado burgués. Lenin creía en la capacidad de los trabajadores para a pesar de los condicionantes culturales que padecían, pudieran desarrollar su conciencia de clase comunista, al contrario de los economicistas, reformistas e izquierdistas, que por no creer en esa capacidad del pueblo se limitan a, mediante panfletos pedirles que les voten, o que les sigan a sus convocatorias, que ellos les llevarán al socialismo. No hacen lo necesario, para, con la paciencia que el tema requiere y capacidad organizativa, vincularse a las masas y poder orientarlas y educarlas en los lugares donde estas siempre se encuentran, en donde son explotadas o conviven, para que finalmente el pueblo explotado se convierta en protagonista del proceso revolucionario. También puede ser válida esa crítica a los economicistas que hacen de El Capital una lectura «materialista» grosera, más bien religiosa, de esa obra y del proceso revolucionario, sin tener en cuenta la unidad dialéctica del factor objetivo material y el factor subjetivo también material, que posibilite el protagonismo revolucionario que les corresponde asumir a los explotados, lo que les condiciona además para una interpretación correcta sobre la integración de los trabajadores en el proceso productivo y el concepto del valor en la sociedad socialista. Lenin en sus Manuscritos Filosóficos toma este párrafo de Marx en La Sagrada Familia: «La economía política que acepta las relaciones de propiedad privada como relaciones humanas y racionales se mueve en permanente contradicción con su premisa básica: la propiedad privada, contradicción análoga a la del teólogo, que da constantemente a las ideas religiosas una interpretación humana, con lo cual entra en constante contradicción con su premisa básica: el carácter sobrehumano de la religión.» (…) Y seguidamente en referencia a los condicionantes de la propiedad privada, sobre los costos de producción de los bienes que se generan, al referirse al concepto valor dice: «Pero luego se advierte que el valor es una determinación puramente accidental, que no tiene relación alguna con los costos de producción ni con la utilidad social.» Si esa crítica se hace sobre la sociedad capitalista, qué crítica demoledora presupone para los que consideran ese concepto de valor en la sociedad socialista, lo que a algunos hegelianos-marxistas les lleva a poner como ejemplo de desarrollo socialista el modelo seguido en China. (China tiene casi 700.000 millones de dólares (unos 590.000 millones de euros) en reservas de divisas que está utilizando para comprar bonos del Tesoro americano. (Bloomberg / NUEVA YORK (06-07-2005) (Editado por CINCO DÍAS) – (El mayor tenedor es el Japón con US$ 635.600 millones. China, fue el segundo con una cifra total de US$ 327.700 millones en bonos del Tesoro estadounidense. (22-08-2006) Héctor Vega – Rebelión)
«De cualquier modo, en su movimiento económico la propiedad privada marcha hacia su disolución… está condicionada por la naturaleza misma de las cosas: sólo en la medida en que engendra el proletariado como proletariado, la miseria consciente de su degradación espiritual y física, la deshumanización consciente de su deshumanización… El proletariado ejecuta la sentencia… Cuando el proletariado logra la victoria… Entonces desaparece el proletariado y su contrario, que determina la propiedad privada. Cuando los autores socialistas atribuyen al proletariado ese papel histórico, no es en modo alguno, como pretende hacer creer la crítica, crítica, porque consideran dioses a los proletarios. (…) Se trata de lo que el proletariado es y de lo que se verá obligado históricamente a hacer de acuerdo con su ser.» Solo el explotado si se educa con objetividad, podrá tomar conciencia de la deshumanización de que es objeto, de su realidad social en relación con el mundo existencial, solo entonces podrá asumir el protagonismo que le corresponde. Esa última parte de la frase, aislada, sacada del contexto de la obra de marxista también puede inducir a una concepción determinista del proceso revolucionario sobre el paso del capitalismo al socialismo, cuando estamos comprobando que no es así, sin formación el obrero y el conjunto de la sociedad están abocados a la barbarie y la autodestrucción.
Lenin siguiendo con su discurso material y moral.
…es necesario inculcar en los comunistas la intolerancia con la ambición de poder, el engreimiento y la grosería con los camaradas.
La fuerza de la clase obrera reside en la organización. Sin organización de las masas, el proletariado no es nada. Organizado, lo es todo.
Lenin consideraba como el más grave distanciamiento hacia el pueblo, toda manifestación de burocratismo, de engreimiento y culto a la personalidad (que trataremos más adelante), el afán de concentrar en las propias manos el mayor poder posible, el aparecer en todas partes como protagonista, la sustitución del protagonismo de las masas por el partido o el «máximo» dirigente, la educación de las masas con métodos de ordeno y mando, que objetivamente impiden que el pueblo trabajador sea el protagonista revolucionario para el cambio de sistema.
El capital es una fuerza internacional. Para triunfar sobre él hace falta la unión internacional de los obreros, su fraternidad internacional… Somos internacionalistas. Una falta de interpretación correcta de esta síntesis internacionalista de la revolución mundial hacia el socialismo y el comunismo, es la que hace se confunda la revolución socialista en un solo país, con la transición del socialismo al comunismo en un solo país. Desde una interpretación de la unidad dialéctica del ser humano con la naturaleza no se debe confundir la posibilidad de la revolución socialista en un solo país, con el comunismo en un solo país. El comunismo será mundial o nunca lo será. El desarrollo armónico del conjunto de la materia humana con el conjunto ecológico de la naturaleza, que impida la explotación de la riqueza de unos pueblos por otros, o sobre el conjunto de la naturaleza. Marx en la Crítica del Programa de Gotha en esa relación dialéctica del trabajo con la naturaleza, dice: «El trabajo no es fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (…) el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza del trabajo del hombre.» Abundando en el tema y resaltando el carácter social material de la naturaleza humana Lukacs afirma que «el ser social supone, en su totalidad y en todos sus procesos singulares, el ser de la naturaleza inorgánica y orgánica. El ser social no puede ser concebido como algo independiente del ser natural, como su contrario excluyente.» Es imposible imaginar el que en un país se llegue al comunismo, que cada ciudadano de ese presunto país en vez de recibir por lo que produce, reciba lo que necesite, mientras otros pueblos se mueven en la penuria económica y social, lo que de hecho se traduce en una insolidaridad que nada tiene que ver con la dialéctica de la naturaleza basada en la solidaridad material del conjunto del mundo existencial, social y natural. No todos los lugares permiten las mismas materias primas para el desarrollo armónico de cada pueblo, ni todas las culturas tienen porque ser iguales, con las mismas necesidades, máxime cuando el mundo material es tan complejo, cuando las energías fósiles se agotan y hará que a nivel mundial se limite el transporte y la fabricación e intercambio de productos derivados de esas materias fósiles. Unos pueblos cubren sus necesidades básicas de subsistencia y alimentación con unos productos y otros las cubren con otros que su tierra les permite o con las básicas que solidariamente puedan recibir de otros lugares o pueblos. La realidad material de cada pueblo hace que las culturas de estos sean diversas. El mundo de la materia es finito en la forma en que se manifiesta, aunque infinitas sean las formas en que se manifiesta, la característica intrínseca de la materia: el movimiento y cambio permanente, así nos lo hace ver. El petróleo se convierte en gasolina en plásticos o en otros productos, incluso en contaminación atmosférica que influye de forma determinante en la naturaleza, pero como petróleo esta llamado a desaparecer en pocos años. El comunismo solo puede ser armonía humana y ecológica global, desde el comunismo en un solo país es imposible se de esa necesidad armónica.
En la octavilla La Unión de lucha a los obreros y socialistas de Petersburgo, que Lenin escribió en 1898 desde Siberia, decía: «Hacen falta agitadores legales… Dada la situación de clandestinidad que se encontraban los revolucionarios en Rusia, y poder vincularse al pueblo. A este respecto no debemos idealizar la legalidad de la democracia burguesa, pues hay que ser conscientes de que tiene mecanismos burocráticos con los que ilegalizar y reprimir a partidos obreros en cualquier momento, como sucede con Batasuna1 inventándose leyes con las que acusarles de terroristas, cuando la verdadera razón es por la fuerza que esa organización manifiesta desde el poder alternativo que supone el pueblo organizado desde abajo, desde la calle, más que desde los parlamentos burgueses. que sepan hablar a los obreros de tal modo que sea imposible entregarlos por ello a los tribunales… Hacen falta distribuidores de publicaciones y octavillas. Hacen falta organizadores de círculos y grupos obreros. Hacen falta corresponsales en todas las fábricas y empresas... Hacen falta enlaces para la entrega de publicaciones… Hacen falta agentes entre los intelectuales y los funcionarios públicos que tienen relaciones con… la policía, la inspección fabril, etc». Lenin se refiere aquí a la necesidad de generar una organización partidaria vinculada a las masas, con capacidad de penetrar en las fábricas y en los barrios populares para desde esa capacidad organizativa de vinculación directa poder orientarlas, realizar el necesario y paciente trabajo educador de masas, ya que la educación de las masas no es cuestión de confiar en panfletos llamando a la movilización, sino de un trabajo personalizado y colectivo constante, que una la lucha puntual con la formación y organización autónoma y alternativa de las propias masas, incluso de influir en los miembros de los aparatos represivos del Estado. Una organización con células y comités, donde los militantes comunistas en cada centro de producción pueden analizar la realidad del lugar y aplicar la política del partido, de generar organización alternativa anticapitalista con los trabajadores de mayor sensibilidad. Lenin de manera sencilla cuando se dirigía a los trabajadores, se esforzaba en provocar objeciones, el deseo de entrar en discusión, y de ese modo se conseguía profundizar en el fondo del problema, era el mejor método para que los oyentes al intervenir expusieran lo que creían entender. Era constante su preocupación e insistencia por la formación de los cuadros y dirigentes de los círculos obreros. «Vosotros debéis leer más, tenéis que formaros y formar a los otros… es necesario trabajar con todas las fuerzas. Tenéis que desarrollaros políticamente, y entonces el trabajo en los círculos será para vosotros un placer.» Como dirigente de los círculos obreros, Lenin se caracterizaba por su actitud no sólo para enseñar sino, además, para aprender constantemente de los obreros, para estudiar su vida y sus condiciones de trabajo.
Por otra parte no podemos olvidar que los agentes policiales, son parte del pueblo, con familiares, padres, hijos, hermanos que venden su fuerza de trabajo a los capitalistas, y que llegado el momento de crisis del sistema y de organización alternativa de las masas explotadas, les resultaría muy difícil romper los vínculos de solidaridad familiar, reprimiendo a sus familiares si estos participaran en la lucha tomando las calles para exigir sus derechos y la toma del poder. Contra los poderosos medios de dominio y alienación, debemos considera que solo una organización con ese grado de comprensión y organización capaz de conectar con el conjunto del pueblo explotado y alienado, hará posible que este tome conciencia de su protagonismo revolucionario.
Referente a las publicaciones tendentes a la formación y agitación de los obreros, escrito a finales de 1899. … el periódico que quiera ser órgano de todos los socialdemócratas rusos debe estar al nivel de los obreros avanzados; no debe rebajar su nivel artificialmente, sino, por el contrario, elevarlo sin cesar y seguir con atención todos los problemas tácticos, políticos y teóricos… El obrero medio no comprenderá algunos artículos del periódico que sea órgano del partido, no tendrá una idea completa de algún problema teórico o práctico complicado. Mas de ahí no se deduce, ni mucho menos, que el periódico deba descender al nivel de la masa de sus lectores. Antes al contrario: tiene el deber precisamente de elevar el nivel de sus lectores y ayudar a promover obreros avanzados del sector de obreros medios… para influir en tales sectores -en referencia a la masa de los sectores más atrasados del proletariado- es preciso utilizar otros medios de agitación y propaganda: folletos escritos en el lenguaje más popular, agitación oral y -lo que es principal- hojas dedicadas a los hechos locales… la agitación entre los sectores obreros inferiores debe conceder el más vasto campo de acción a las cualidades personales del agitador y a las peculiaridades del lugar, la profesión, etc… Hay que dejar que cada agitador elija los medios de que dispone: un agitador produce la mayor impresión por su entusiasmo; otro, gracias a su sarcasmo y mordacidad; otro, por el acierto con que aduce multitud de ejemplos, etc… El agitador debe hablar de tal modo que sea comprendido; debe partir de lo que conocen bien sus oyentes… Con los cocheros hay que hablar de distinta manera que con los cajistas. La agitación debe ser individualizada, pero nuestra táctica, nuestra actividad política, deber ser única… quienes, enfrascados en la lucha económica, olvidan la agitación y la propaganda política, la necesidad de organizar el movimiento obrero para la lucha del partido político, se privan, además de otras cosas, incluso de la posibilidad de organizar con firmeza y éxito la incorporación a la causa obrera de los sectores inferiores del proletariado. Desde el exilio en el extranjero, Lenin aprovechaba para visitar la biblioteca pública, estudiaba sus publicaciones marxistas, tomaba notas, hacía resúmenes, contribuyó a la edición de colecciones populares para los trabajadores en una compilación titulada «El Trabajador». Resulta curioso, -por decirlo de alguna manera-, como aspectos tan elementales a considerar han sido olvidados, o más bien despreciados por organizaciones que se consideran marxistas o revolucionarias, no se autoanalizan para ver cómo conseguir influir con el trabajo paciente y educador entre las masas explotadas y alienadas. Si se planteasen abordarlos se darían cuenta del grave distanciamiento organizativo en que se encuentran para poder ponerlo en práctica. Hoy día, gracias al desarrollo tanto técnico y productivo como cultural y educativo, se hace imprescindible como dijo Gramsci, que la lucha ideológica vaya unida a la lucha política y económica para poder elevar la conciencia de los trabajadores y para que éstos puedan organizarse de forma alternativa. No se trata, como se limitan algunas organizaciones políticas, intentar vender sus publicaciones a los que asisten a las manifestaciones, sino de poder vender su prensa de forma sistemática a través de sus militantes organizados en células vinculadas a los centros de producción o de servicios, a los barrios populares, a sus asociaciones vecinales o de cultura y ocio. La prensa obrera revolucionaria debe vincular la denuncia con la formación política e ideológica, para ello es necesario que el vendedor sea un activista con formación marxista capaz de al mismo tiempo que se la vende a sus compañeros de trabajo o lugar de convivencia, el incitarles a comentar con ellos el contenido de la prensa y las publicaciones obreras, intentar desarrollar su conciencia de clase mediante el dialogo y la invitación a la autoorganización popular, incluso, cuando el grado de conciencia del compañero llega a tal nivel proponerle su vinculación a la organización partidaria.
Durante el otoño de 1895, se produjo en Rusia un acontecimiento histórico de gran trascendencia histórica para aquel país y la lucha política de los obreros a nivel mundial: bajo la dirección de Lenin, los círculos marxistas de Petersburgo se agruparon en una organización política única, que fue el germen del partido. En diciembre, dicha organización se denominó «Unión de lucha por la emancipación de la clase obrera». Vinculaba la acción de los obreros por la satisfacción de sus necesidades económicas cotidianas con la lucha política contra el zarismo y la explotación capitalista. Fue el comienzo de la lucha obrera desde la bandera del marxismo. Editaron el periódico obrero «La Causa Obrera» (Rabócheie Dielo). En el verano de 1896 tuvieron lugar en Petersburgo grandes huelgas que repercutieron en Moscú. Sobre ellas escribió Lenin, «…abrieron la era del movimiento obrero que ascendió luego sin cesar, lo cual constituye el factor más poderoso de toda nuestra revolución».
A primeros de diciembre de 1895, junto a un grupo de compañeros, Lenin fue detenido y encarcelado. Más de 14 meses permaneció encarcelado. Desde allí siguió manteniendo su actividad revolucionaria con escritos que escapaban al control carcelario. Escribía sus trabajos con jugo de limón o con leche vertida en pequeños tinteros hechos de pan, luego esos papeles fuera eran calentados o sumergidos en agua caliente, haciendo visibles las ocultas líneas escritas. Con los compañeros encarcelados se escribía también aprovechando los libros de la biblioteca, señalando con puntitos las letras necesarias con las que componía sus palabras. El 13 de febrero de 1897 se le comunicó que había sido condenado a tres años de destierro en la Siberia Oriental. Escribió varios artículos, entre otros: ¿A qué herencia renunciamos?, Nuestro programa, Nuestra tarea inmediata, Un problema inaplazable, en los que recogiendo la tradición revolucionaria de su país, definía lo que debía ser la actitud revolucionaria del partido proletario. No pudo asistir al primer congreso del P.O.S.D.R. celebrado en Minsk en marzo de 1898 al que solo asistieron 9 delegados, muchos de ellos fueron detenidos posteriormente, por lo que ese congreso no tuvo mayor repercusión que la de dar lugar a la constitución formal del partido. Antes de su partida al extranjero, de forma ilegal consiguió realizar un viaje a Petersburgo, donde contactó con el grupo «Emancipación del trabajo» para tratar sobre la publicación de un periódico marxista «Iskra» (La Chispa) y de una revista política «Zaria» (La Aurora) que se publicaron desde el extranjero.
En su obra ¿Qué hacer?, (escrita durante el segundo semestre de 1901 y principios de 1902, publicada en marzo de ese año en Stuttgart, y aprobada en el II Congreso del P.O.S.D.R.), al polemizar con los «economistas», decía: La conciencia política de clase no se le puede aportar al obrero más que desde el exterior, esto es, desde fuera de la lucha económica, desde fuera de la esfera de las relaciones entre obreros y patronos. La experiencia nos demuestra como los grandes teóricos marxistas que desarrollaron con una base científica una filosofía revolucionaria no procedían de la clase obrera, fueron intelectuales que asumieron el papel protagonista que correspondía ejercerlo a esa clase social mayoritaria. Gramsci decía que el marxismo había que interpretarlo desde el leninismo, al considerar que si bien es cierto que el conocimiento del marxismo se sustenta en una base científica con la que interpretar el mundo existencial, y que los obreros por nacer obreros no nacen con un a conciencia comunista, no son libres; la conciencia y el conocimiento les viene de fuera, por gentes intelectuales que gracias a tener cubiertas las más elementales necesidades les permite cierta libertad, y pueden dedicar su tiempo al estudio y la difusión de la ciencia social con lenguaje comprensible. Gramsci unía la lucha económica y política a la lucha ideológica, sin la cual hoy día es imposible que se genere un proceso organizativo consciente verdaderamente revolucionario. La única esfera en que se puede encontrar estos conocimientos es la esfera de las relaciones de todas las clases y capas con el Estado y el gobierno, la esfera de las relaciones de todas las clases entre sí… la respuesta con la que se contempla, en la mayoría de los casos, los militantes dedicados al trabajo práctico, sin hablar ya de los que se inclinan hacia el «economismo», a saber: Hay que ir a los obreros, para aportar a los obreros conocimientos políticos… Debemos ir a todas las clases de la población como teóricos, como propagandistas, como agitadores y como organizadores. Lenin critica a los grupos existente entonces y ahora, los practicistas y economicistas que desprecian la capacidad teórica y práctica de los trabajadores, plantea la unidad dialéctica existente a tener en cuenta en cada momento histórico, la estructura y la superestructura concreta de cada Estado. En la actual fase oligárquica e imperialista, el análisis de la composición social y las relaciones que existen entre las clases antagónicas y las diferentes capas de la población, es una necesidad imprescindible a realizar en cada país para poder establecer una estrategia y táctica antiimperialista verdaderamente revolucionaria, que una a todos los sectores dañados por el poder oligárquico, incluido a sectores del propio bloque burgués, como puede ser la pequeña burguesía, que finalmente rompa la estructura de poder dominado por la oligarquía imperialista nacional e internacional. En ese sentido y dado el momento histórico de Rusia, interpretando el marxismo de forma creativa decía en: «Las tareas de los socialdemócratas rusos». De ningún modo miramos la teoría de Marx como algo acabado e intangible; por el contrario, estamos convencidos de que se han colocado sólo las piedras angulares de la ciencia que los socialistas deben llevar adelante en todas direcciones si no quieren quedar rezagados de la vida. Consideramos que para los socialistas rusos es especialmente indispensable la elaboración independiente de la teoría de Marx, pues dicha teoría da sólo los principios generales rectores, los cuales se aplican en Inglaterra de modo particular, distinto que en Francia; en Francia, de modo distinto que en Alemania; en Alemania, de modo distinto que en Rusia.
Continuando sus consideraciones sobre la organización revolucionaria del partido dice: Por «hombres inteligentes» en materia de organización hay que entender tan sólo, como lo he indicado en varias ocasiones, los revolucionarios profesionales, lo mismo da que sean estudiantes u obreros quienes se forjen como tales revolucionarios profesionales. Pues bien, yo afirmo: 1) que no puede haber un movimiento revolucionario sólido sin una organización de dirigentes estable y que asegure la continuidad; 2) que cuanto más extensa sea la masa espontáneamente incorporada a la lucha, masa que constituye la base del movimiento y que participa en él, más apremiante será la necesidad de semejante organización y más sólida deberá ser ésta (ya que tanto más fácilmente podrá toda clase de demagogos arrastrar a las capas atrasadas de la masa); 3) que dicha organización debe estar formada, en lo fundamental, por hombres entregados profesionalmente a las actividades revolucionarias…
Un revolucionario blandengue, vacilante en las cuestiones teóricas, limitado en su horizonte, que justifica su inercia con la espontaneidad del movimiento de masas, más semejante a un secretario de tradeunión (sindicato) que a un tribuno popular, incapaz de presentar un plan audaz y de gran alcance que imponga respeto incluso a sus adversarios, inexperto e inhábil en su arte profesional ¡no es, con perdón sea dicho, un revolucionario, sino un mísero artesano. Este mensaje debería servirnos a todos de autocrítica, de forma que nos suscitase la necesidad de la formación teórica permanente y desarrollo del espíritu crítico, que nos impida ser arrastrados por demagogos que debido a nuestra debilidad ideológica consiguen cierto culto a su personalidad y un seguidismo practicista que no conduce a ningún lugar, en todo caso, con el tiempo al cansancio, la desmoralización y el abandono de la lucha. Cuantos revolucionarios «prácticos», terminaron encerrándose en su casa, o evadiéndose con banalidades con las que poder justificar su existencia y sentirse más o menos realizado hasta el fin de su vida.
¡Dadnos una organización de revolucionarios y removeremos a Rusia en sus cimientos!
…no hay hombres porque no hay dirigentes, no hay jefes políticos, no hay talentos organizadores capaces de realizar un trabajo amplio y, a la vez, unificado y coordinado, que permita utilizar todas las fuerzas, hasta las más insignificantes. Una invitación que nos hace Lenin para que nos miremos, miremos a nuestro alrededor inmediato y más lejano, al mismo tiempo de comprobar cómo el imperialismo está organizado a nivel local, nacional e internacional con la que puede cometer las mayores aberraciones con total impunidad. Cómo nos entretienen y nos dejan criticarles desde nuestro limitado ámbito de influencia y disperso mundo desorganizado. No les asusta en tanto ello no se materialice en una organización comunista nacional e internacional cohesionada ideológica y organizativamente que influya en la autoorganización popular nacional e internacional. Internet un moderno medio tecnológico de comunicación no contribuye a dotarnos de la cohesión y organización revolucionaria, si nos fijamos hay multitud de grupos revolucionarios, de denuncias y peticiones puntuales solicitando nuestra firma de solidaridad que en nada contribuyen a que sigan cometiéndose burradas en todos los lugares, o de magníficos artículos denunciadores de las burradas imperialistas, pero que no van más allá de la denuncia del efecto en sí, no contribuyen a ir al fondo del problema e intentar dar soluciones objetivas. Tantos mensajes terminan por agotarnos y son mandados a la papelera sin apenas leerlos. No somos capaces de utilizar ese medio para ir más allá de la mera denuncia, de aprovechar el generar que el intercambio de ideas se traduzcan en organización visible en cada localidad, nacional e internacional. De nada sirve Internet si cuando estamos de acuerdo en determinados mensajes, esos mensajes no se traducen en la necesidad de contactos personales que nos permitan vernos, incluso entre los más próximos geográficamente, conocernos y sentirnos necesitados de la continuidad en el ágil contacto personal para profundizar en el tema mediante el dialogo directo y que ello se traduzca finalmente en proyecto organizativo más comprometido. Vivimos en un moderno destierro tecnológico que nos aísla, que nos impide verlo, porque nuestros mensajes vemos que fluyen por doquier a lo largo de ese espacio que llega a diversos personas, grupos y países y creemos, sin valorar lo que conseguimos.
El 29 de enero de 1900 después de cumplir su condena en Siberia Oriental Lenin fue desterrado de Rusia, de donde salió en julio de ese año. Durante los tres primeros años de destierro en países europeos aprovechó para documentarse en bibliotecas y escribir más de treinta obras que envió a Rusia lo que le permitió de forma objetiva eludir el desterrador aislamiento, y contribuir al desarrollo del proceso revolucionario nacional e internacional.
Del folleto escrito desde Londres entre el 1 y 11 de septiembre de 1902: Carta a un camarada acerca de nuestras tareas de organización.
Después del comité, (…) subordinados a él, los siguientes organismos: 1) discusión (conferencia) de «los mejores» revolucionarios; 2) círculos de distrito, con 3) un círculo de propagandistas adjunto a cada uno de ellos; 4) círculos fabriles, y 5) «asambleas representativas» de delegados de los círculos fabriles del distrito correspondiente.
… respecto a los grupos de distrito (…) una de sus tareas más importantes es organizar con acierto la distribución de publicaciones
El comité debe esforzarse por dividir al máximo el trabajo, teniendo presente que para los diferentes aspectos de la labor revolucionaria son necesarias facultades distintas, que un hombre completamente inadecuado como organizador puede ser un agitador insustituible, o que un hombre incapaz de resistir la más rigurosa clandestinidad será un excelente propagandista, etc.
Tienen para nosotros una importancia especial, ya que toda la fuerza principal del movimiento radica en el grado de organización de los obreros en las grandes fábricas… se encuentra la parte de la clase obrera no sólo predominante por su número, sino, además, … por su influencia, desarrollo y capacidad de lucha. Cada fábrica debe ser una fortaleza nuestra.
El grupo fabril o el comité de fábrica o empresa… ha de estar compuesto de un número muy pequeño de revolucionarios, que reciben directamente del comité las misiones a cumplir… la composición del comité fabril tiene una importancia muy grande, y una de las preocupaciones principales del comité debe consistir en organizar acertadamente estos subcomités.
… el tipo general de organización deberá ser, a mi juicio, el siguiente: todo movimiento local y toda actividad socialdemócrata local serán encabezados por el comité. Del comité partirán los organismos y sucursales subordinadas a él,… estará organizada como grupos de distrito y subcomités fabriles (de empresa)… En segundo lugar, partirá también del comité una serie de círculos y grupos de todo género que sirven al movimiento en su conjunto (propaganda, transporte, medidas clandestinas de diverso tipo, etc.). Todos los grupos, círculos, subcomités, etc., deberán ser considerados organismos del comité o sucursales suyas. Si comparamos esta forma de estructura revolucionaria con la que existe en los partidos comunistas, basadas en Agrupaciones heterogéneas, sin comités o células en los centros de producción o barrios populares, se comprenderá la falta de influencia de los comunistas en los lugares donde los trabajadores siempre están y donde sufren la explotación directa con más claridad. Las actuales estructuras de los partidos comunistas integrados en el juego institucional burgués, es semejante a la de las organizaciones socialdemócratas, cuya composición y compromiso de lucha militante se corresponde con la estratégica de lucha política supeditada al formalismo institucional del Estado burgués y al apoyo a los cargos institucionales del partido, para intentar conseguir un máximo de votos con los que pretender perfeccionar el Estado burgués y hacerlo más social. Ante la multitud de partidos comunistas y organizaciones anticapitalistas, dada su falta de vinculación a las masas, en ciertos momentos se ven necesitados de verse, reunirse, no tanto para profundizar en los aspectos ideológicos básicos y conseguir la necesaria unidad ideológica que permita poder superar la dispersión comunista que padecen y la organización unitaria revolucionaria, sino para desde esa evidencia de falta de fuerza organizativa e influencia de masas, intentar llegar a acuerdos sobre acciones de calle llegar a acuerdos en cuanto a la elaboración de carteles y octavillas con la correspondiente «sopa de siglas» de las organizaciones, con las que como activistas poder sentirse realizados políticamente. Desgraciadamente, en esa sopa de siglas convocantes, lo vemos en las manifestaciones, generalmente detrás de sus pancartas se puede ver el grado de organización partidaria de cada uno de los convocantes, algunas organizaciones dado su limitado grado de organización se ven incapacitadas de poder elaborarlas, que su sigla se vea a través de alguna de las pancartas, brillan por su ausencia.
El 15 de Agosto de 1902, Lenin celebró en Londres una reunión con representantes del Comité de Petersburgo del P.O.S.D.R., de la organización rusa de la «Iskra», (el grupo del exterior encargado de la edición, era controlado por Plejánov, Axelrod y Zasúlich, con los que finalmente Lenin mantuvo discrepancias ideológicas y políticas insalvables), de la «Unión del Norte del P.O.S.D.R.», y en dicha reunión se creó el núcleo iskrista del Comité Organizador para la convocatoria del II Congreso del Partido, que finalmente se celebró entre el 17 (30) de julio y el 10′ (23) de agosto de 1903, en un principio en Bruselas, pero debido a la persecución de la policía belga se vio obligado a trasladarse a Londres para concluirlo. Asistieron 43 delegados, que representaban a 26 organizaciones del partido.
(Discusión de los Estatutos del Partido)
Pasando al fondo del asunto, diré que el camarada Trotski no ha comprendido en absoluto el pensamiento fundamental del camarada Plejánov, debido a lo cual ha eludido a sus razonamientos toda la esencia del problema. Ha hablado de intelectuales y de obreros, del punto de vista clasista y del movimiento de masas, pero no ha advertido una cuestión fundamental: ¿restringe o amplia mi fórmula el concepto de miembro del partido? Si se hubiera hecho esta pregunta, habría visto sin ninguna dificultad que mi fórmula restringe este concepto, mientras que la de Mártov lo amplia, 2 distinguiéndose por su «elasticidad»… que… abre sin duda las puertas a todos los elementos de dispersión, vacilación y oportunismo… El camarada Trotski ha comprendido muy equivocadamente la idea fundamental de mi libro ¿Qué Hacer? (que comienza con la cita de Marx3), pues dice que el partido no es una organización conspirativa (esta objeción me ha sido hecha también otros muchos). Ha olvidado que el partido debe ser únicamente el destacamento de vanguardia, el dirigente de la inmensa masa de la clase obrera, la cual actúa en su totalidad (o casi en su totalidad) «bajo el control y la dirección» de las organizaciones del partido, pero que en su totalidad no pertenece ni debe pertenecer al partido.
Es de resaltar el entrecomillado que Lenin realiza sobre el control y dirección de los trabajadores, que pueda inducir a algunos a negar el papel protagonista que corresponde a los trabajadores en el proceso revolucionario, debemos entenderlo, solo como dirigente desde el conocimiento de la filosofía marxista, como destacamento de vanguardia, educando y orientando la dirección a seguir. El debate se cuestiona desde la situación de clandestinidad que preservaba al partido de los golpes policiales, pero al mismo tiempo, coincidiendo con el Manifiesto Comunista, se resalta las únicas diferencias existentes entre la masa trabajadora y los comunistas que no es otra que la del conocimiento del marxismo, que como toda filosofía con base científica no nos viene dada sino que requiere del estudio para su conocimiento. No se trataba de la confusión reformista de Martos sobre el partido dirigente, defendiendo ese carácter y el poco compromiso militante de los afiliados, o como hacen muchos reformistas cuando de hecho niegan el papel protagonista que en el proceso revolucionario les corresponde desempeñar a los trabajadores, ni del que realizan los izquierdistas desde ese ángulo pretendidamente vanguardista en el que se sitúan, cuando de hecho tampoco creen en la capacidad de los trabajadores de educarse y organizarse como clase protagonista en la lucha por la revolución socialista, y dominante cuando se produce la toma el poder, al confundir el papel de vanguardia educadora que les corresponde ejercer a los verdaderos comunistas, subiéndose al pedestal del poder y suplantando el protagonismo de la lucha por el poder y el poder en sí mismo, limitándose a generar proclamas para que los trabajadores les sigan, en vez de vincularse a ellos en los lugares donde siempre están, donde laboran y viven, para poder realizar la educación paciente que es necesario desarrollar incluso cuando estos tomen el poder.
El trotskismo tal vez sea el que históricamente ha defendido ese pretendido vanguardismo confusionista (partido, masas seguidistas) que a Lenin le llevó a criticar, tanto a Martov como a Trotsky, diferenciando desde la situación de clandestinidad, no confundiendo el compromiso militante y el papel dirigente del partido con el papel protagonista de las masas en el proceso revolucionario. Después de la caída de la URSS, de su crítica al estalinismo, que no al fondo del problema del poder que era la revolución soviética leninista, el trotskismo sigue en esa visión vanguardista e instrumentalizadora sobre el protagonismo de las masas. Incluso cada grupo trotskista, desde su individual interpretación organizativa del trotskismo siguen con la práctica del entrismo en otras organizaciones, no para ayudar a la unidad de los comunistas, sino para imponer burocráticamente su autoridad dirigente sobre el conjunto de la organización penetrada. Lenin en su obra «La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo», (escrita en Zurich entre enero y julio de 1916, aunque se publicó por primera vez en Petrogrado recién en abril de 1917) se extiende en esta denuncia sobre el izquierdismo, aunque destaca su crítica por la incomprensión que los izquierdistas tienen para instrumentalizar las instituciones burguesas, para combinar la lucha desde abajo, desde la calle, y desde arriba, desde las instituciones del Estado burgués. También los seudo-marxistas reformistas, no por el contenido sino por el título de la obra (que muchos si siquiera han leído) acusan de izquierdismo a todo el que discrepe de su entreguismo al juego institucional burgués.
Haciendo historia del proceso revolucionario y el impacto que supuso el triunfo de la revolución soviética, dice: ¿No convendría que las saturaciones entusiastas al Poder de los Soviets y a los bolcheviques se vieran acompañadas con mayor frecuencia del más serio análisis de las causas que han permitido a los bolcheviques forjar la disciplina que necesita el proletariado revolucionario? No quedarse en salutaciones sobre el efecto que provocó el triunfo, sino profundizar en el fondo del proceso revolucionario, el recorrido y prioridades leninistas establecidas que dio lugar al bolchevismo cohesionado ideológicamente y la victoria del proletariado finalmente organizado comunalmente a través del soviet.
El bolchevismo existe como corriente del pensamiento político y como partido político desde 1903. Sólo la historia del bolchevismo en todo el periodo de su existencia puede explicar de un modo satisfactorio por qué el bolchevismo pudo forjar y mantener, en las condiciones más difíciles, la disciplina férrea necesaria para la victoria del proletariado.
La primera pregunta que surge es la siguiente: ¿cómo se mantiene la disciplina del partido revolucionario del proletariado?, ¿cómo se comprueba?, ¿cómo se refuerza? Primero, por la conciencia de la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de ligarse, de acercarse y, hasta cierto punto, si queréis, de fundirse con las más amplias masas trabajadoras, en primer término con las masas proletarias, pero también con las masas trabajadoras no proletarias. Tercero, por lo acertado de la dirección política que ejerce esta vanguardia, por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia. Sin estas condiciones, es imposible la disciplina de un partido revolucionario verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones, los intentos de implantar una disciplina se convierten, inevitablemente, en una ficción, en una frase, en gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose solamente a través de una labor prolongada, de una dura experiencia; su formación se facilita con una acertada teoría revolucionaria que, a su vez, no es un dogma, sino que sólo se forma de manera definitiva en estrecha conexión con la experiencia práctica de un movimiento verdaderamente revolucionario. Aunque en este párrafo no hace mención a la cohesión ideológica, habla de corriente de pensamiento político, es evidente que sin ella hubiese sido imposible llegar a tal grado de organización e influencia para el triunfo de la revolución.
En ese sentido instrumentalizador sobre las instituciones del Estado burgués, con motivo del XV Congreso del PCE redactamos esta resolución que fue aprobada por el Congreso aunque nunca se llevó a la práctica y ya en el XVI Congreso fue suprimida4.
En referencia a la posición de Mártov dice: …en unas condiciones que obligan a concentrar la mayor parte de la actividad en estrechos círculos secretos e incluso en entrevistas personales, nos es difícil en grado máximo, casi imposible, deslindar a los charlatanes de los que trabajan. Desgraciadamente esa polémica con Mártov aunque desde otras condiciones, dado el nivel ideológico de la militancia comunista, es de actualidad, se da a pesar de la actual situación de legalidad burguesa que facilitaría la formación de los militantes comunistas. El compromiso político revolucionario de los militantes de muchos de los partidos comunistas integrados en el juego institucional burgués, sin ninguna visión instrumentalizadora posible de él propiciando la presión desde arriba y desde abajo, contribuye a que se facilite la estructura organizativa reformista. Basta con aceptar ser marxista aunque no haya leído nada de Marx, basta con que un militante esté afiliado a una agrupación y pague su cuota, para que pueda ser miembro del partido aunque no actúe políticamente ni en su lugar de trabajo, barrio o movimiento social, agitando o creando organización partidaria celular con los trabajadores más conscientes. Su profesionalidad revolucionaria brilla por su ausencia. De esa forma en una organización burocrática, el «tribuno» con mayor capacidad en el ejercicio de la verborrea y práctica burocrática, es asumido como líder. Vale más que diez hombres que trabajan no se denominen miembros del partido (¡quienes trabajan de verdad no corren tras los títulos!) que un charlatán tenga el derecho y la posibilidad de ser miembro del partido. He ahí un principio que me parece irrefutable y que me obliga a luchar contra Mártov.
A propósito del culto a la personalidad
Jean Bruta, profesor en el Instituto de Estudios Políticos, ex alumno de la Escuela Normal Superior, agregado en la Universidad, maestro asistente en la Sorbona y profesor en el Instituto de Estudios Políticos, publicó en Marzo 1966 en la Revista Janus un trabajo sobre el culto a la personalidad donde lo define como un «fideísmo contrario a una visión materialista y dialéctica de la historia…» dice:
«Nada de culto para Marx ni Lenin»
«Jamás mientras vivieron, Marx y Lenin fueron objeto de un culto tal. Para Marx, «el gran hombre» no actúa sino en función de ciertos datos históricos. Temía (y es lo que combatió en Bakunin, por ejemplo) la exaltación de la personalidad. En una carta de 1877, Marx destacaba «su hostilidad al culto» y declaraba que si Engels y él habían adherido a la Liga de los Comunistas era «planteando como condición que fuese quitado de los estatutos todo lo que pudiera favorecer el culto de la autoridad». Se me opondrá que Marx no fue el dirigente de un Estado. Exacto. Pero Lenin lo fue durante siete años y en circunstancias tan trágicas como las que conoció la Unión Soviética en tiempo de Stalin, y no hubo culto de Lenin. ¿Tal vez su compañera Nadejda Krupskaia temía un culto póstumo, puesto que se oponía al embalsamamiento y al mausoleo? «No exijáis -decía-. monumentos o palacios que lleven su nombre, no organicéis solemnidades para celebrar su memoria.» En efecto, Lenin se apoyaba siempre en el partido en tanto que expresión colectiva de una vanguardia. Para él, como lo recordaba el 18 de marzo de 1919 en las exequias de Sverdlov, «las grandes revoluciones sacaban a la luz grandes hombres y hacían florecer talentos que, hasta entonces, parecían imposibles». Pero, agregaba, siempre se puede «poner en el lugar de los grandes talentos desaparecidos grupos de hombres que continuarán su obra.»
«Hasta sucede que para ciertos comunistas hay como un culto de la personalidad invertido en que se atribuya a un solo hombre toda la carga de los errores y los crímenes. ¡Ayer era «Dios», hoy es «Satanás»! En ambos casos hay culto». En la interpretación materialista y dialéctica del autor, debemos entender esta referencia sobre el antes y después del culto al dios Stalin en el que muchos caímos, lo mismo que se sigue cayendo con el venerado culto a otros líderes políticos, sobre todo desde la derecha más reaccionaria. El culto, como destaca el autor es más propio de concepciones filosóficas idealistas que de materialistas. Se ignora que la existencia de «tribunos» tiene una base material, se asienta en un medio material que los posibilita. Cuanto más débil es la formación de las masas, más necesario es el tribuno de turno en que descargar la responsabilidad política, en vez de la que cada uno estamos obligados a ejercer. En tanto no asumamos esa responsabilidad, confiando en tribunos o la llamada clase política, seremos tratados como seres inferiores y lo más peligroso, en vez contribuir a nuestra formación permanente que permita la acción objetiva consecuente, descansar en la consigna del líder «salvador».
En referencia a la situación de la revolución rusa, dados los condicionantes materiales y formativos del pueblo, decía: «… un peligro permanente de agresión y hacía plausibles todos los complots, necesidad de una centralización estricta de la dirección, limitaciones de la democracia hechas necesarias por las condiciones de lucha. Todo eso merece ser reflexionado y el clima de ciudad asediada siempre favoreció el nacimiento de cultos y mitos».
«La causa general esencial reside en la relación que es menester establecer entre el culto y el socialismo. El socialismo está en el extremo opuesto del culto, es falso decir que el socialismo lleve en sus flancos la necesidad del culto. Empero, hay en un mundo que construye el socialismo elementos contradictorios: unos llevan a una democratización real (y no formal como en las condiciones de una sociedad burguesa). Los otros crean la tentación de la centralización del poder. Cuando se acumulan algunos de los factores que hemos evocado (clima «obsidional», imperativo de una dirección de conjunto, temperamento del dirigente), entonces el equilibrio democracia-centralismo puede bascular en provecho del centralismo. El poder de Estado que encarna esta centralización exagerada puede aparecer como exterior a los hombres, como trascendente con relación a ellos. Si ese Estado es entonces dirigido por un hombre solo, será este hombre quien se beneficie de la trascendencia. Esta personalidad se torna el Estado mismo con sus propiedades, su poder permanente e ilimitado de intervención.» Conviene destacar que no es cuestión como lo plantea el autor, establecer un equilibrio entre democracia y centralismo. Si el Estado responde a la necesidad del proletariado organizado como clase dominante, si es proletario, comunal, consejista, o soviético, cuando desde abajo es posible la participación política de forma permanente, el control permanente incluso llevado al extremo de la revocación en cualquier nivel y momento, entonces el centralismo es democrático, está carente de culto a la personalidad, pero cuando no lo es como refleja en su referencia a la sociedad burguesa, entonces el centralismo es burocrático y el culto a la personalidad sobre el líder de turno son aspectos sinónimos generados por la causa material que lo propicia, la no existencia de una democracia proletaria. Una democracia participativa de todos los ciudadanos una vez desaparecida la sociedad dividida en clases sociales antagónicas, con una estructura que posibilite la participación política de forma permanente desde abajo hacia arriba y viceversa, necesariamente impide todo culto a la personalidad como forma de poder burocrático.
«El desarrollo de la burocracia no sólo crea un grupo de hombres interesados en el mantenimiento del culto (pues la centralización extrema facilita su tarea de ejecutantes) sino que, además, la existencia misma de tal burocracia contribuye a disociar más al Estado del pueblo. Así puede surgir la mitología del héroe político, jefe de Estado y guía genial de los pueblos. Este héroe personaliza la acción del Estado al tiempo que expresa la teoría que justifica la acción y de la cual se torna el intérprete único e infalible.» Esa disociación entre el pueblo y el Estado solo es posible cuando a este se le «cuelga del cielo». Situación venerante lógica hacia el Estado burgués o de socialismo burocrático, pero cuando es comunal o consejista, como lo supieron apreciar Marx y Lenin tras la experiencia de la Comuna en 1871 y el Soviet de 1905 entonces el mito y el culto sobre el jefe político y el Estado desaparece, todo el pueblo es partícipe y guía del proyecto socialista en su caminar hacia el comunismo. Burocracia y culto a la personalidad son sinónimos de un sistema de poder in-solidario por mucho que se auto-titule de socialista que quiere caminar hacia el comunismo. Prueba más evidente, desgraciadamente, la tenemos tras la degeneración de la revolución rusa. El burócrata líder «socialista» para que ese poder personal se mantenga, necesita de un cierto culto de menor cuantía hacia los más próximos colaboradores, ciertos elogios y privilegios materiales hacia ellos que les estimulen en el desarrollo del culto a la personalidad del máximo líder. Prácticas jesuísticas de ese tipo desgraciadamente suelen ser de uso general no solo en organizaciones que se consideran marxistas, sino en multitud de movimientos sociales. La falta de una organización cohesionada ideológicamente, permite diversas capillas políticas a favor de los diferentes «líderes» de diversas tendencias que las encabezan, con su particular organización más o menos legal y reconocida, al margen de la estructura organizativa del Estado, partido u organización social.
Debemos considerar por otra parte que en el socialismo burocrático, necesariamente se tiene que generar culto a la personalidad para poder convertirse en hábito de poder y para que pueda continuar esa práctica una vez que desaparece el líder burócrata de turno. Cuando desaparece el líder carismático la estructura de poder en torno a su persona sufre cierto resquebrajamiento, la situación de vacío, genera la confrontación entre las cabezas más relevantes de los cultos de menor cuantía o relieve, que termina cuando uno de ellos demuestra una mayor capacidad en la acción burocrática entre el conjunto de la organización burocrática, imponiéndose como nuevo líder al que profesar el máximo culto, siendo ofrecido al pueblo desideologizado y alienado, como nuevo tribuno. Pero esta práctica en el socialismo, con el tiempo llega a tal distanciamiento con el pueblo trabajador que finalmente hace que el culto desaparezca entre el pueblo, el burocratismo socialista entonces aparece con total evidencia, da lugar a que tenga sus horas contadas. Basta con que se produzca una situación de crisis en el sistema burocrático para que surja cualquier demagogo como Yelsin, con un nuevo culto personal generando una falsa esperanza, prometiendo acabar con el burocratismo socialista, con los privilegios de los burócratas aparatichis, prometiendo los «manjares» del capitalismo, dando lugar a que el sistema burocrático socialista se mude a la esencia del burocratismo que es el sistema capitalista, ya sin ningún condicionante social al que estaba obligado en el socialismo.
Finalmente sobre el peligro interno que amenazaba a la revolución rusa, dice Bruta:«… intervenir como contrapeso de una exasperación burocrática del Estado -del Estado soviético que solo lo era de nombre, su práctica burocrática ya la conocemos-. Extraigo de un borrador -dirigido a la dirección del partido- de un discurso que Lenin no pudo pronunciar a causa de su enfermedad, esta frase, muy característica: ‘Con frecuencia, no es que este aparato nos pertenezca; somos nosotros los que le pertenecemos.'» A tal grado de usurpación del poder sobre el Estado soviético por parte del partido se llegó, que Lenin en un grito desesperado, imposibilitado físicamente, en un lenguaje cargado de sencillez sintetiza lo que fue la burocracia hecha forma de poder partidista. El «soviet» no era el pueblo organizado como clase dominante, era el partido el que se constituyó en clase dominante.
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Contra la superstición que sigue dominando sobre el concepto Estado, a modo de introducción del tema que seguimos a continuación, esta sintética frase de Marx en la Sagrada Familia que Lenin entresaca en sus Manuscritos Filosóficos: «La superstición política es la única que cree en nuestros días que la vida civil debe ser mantenida en cohesión por el Estado, cuando en realidad, por el contrario, el Estado es mantenido en cohesión por la vida civil.» O lo que viene a decir, la sociedad civil que derrota al capitalismo, sin antagonismos de clase permite que toda ella sea Estado, la vida civil se cohesiona políticamente al poder ejercer directamente, desde abajo hacia arriba, todo el poder.
Una vez en el apartado anterior resaltada la necesidad de priorizar la cohesión ideológica y organizativa partidaria como elemento dirigente en lo teórico y práctica revolucionaria, es necesario resaltar que el ejercicio de la lucha alternativa anticapitalista en su desarrollo da lugar a algo que hoy es motivo de gran confusión: El análisis de la función histórica de la lucha por el poder y el nuevo poder del proletariado organizado como clase dominante, que se desarrolla en el Estado capitalista y permite se practique por la totalidad del pueblo ya en el socialismo. La unidad dialéctica entre las formas de lucha por reivindicaciones sociales, económicas y políticas que finalmente, cuando la confrontación se resuelve favorablemente, se constituye en forma de poder alternativo. Usando las palabras de los clásicos: el proletariado organizado como clase dominante, o dictadura del proletariado. Conviene aclarar que el término dictadura del proletariado, no lo es tanto por la connotación repulsiva que genera la violencia física, que este tendrá que ejercer ante los intentos de los burgueses por recuperar sus privilegios, sino por el hecho organizativo del nuevo poder de todo el pueblo sin funcionarios políticos administradores de los intereses de la minoría burguesa, donde la igualdad en el ejercicio de la democracia verdadera impide a la clase minoritaria burguesa convencer con sus propuestas a la mayoría del pueblo trabajador en su intento de recuperar los privilegios que disfrutaba desde la falsa democracia del Estado capitalista. Los votos desde una estructura de poder donde desaparecen los términos sociedad civil y clase política, donde los burgueses quedan reducidos a la simple condición de ciudadanos, las propuestas burguesas no pueden convencer en las fábricas, en los barrios populares, en los lugares naturales donde la gente trabajadora siempre está y además lo está organizada como clase dominante.
El siguiente comentario está sacado del folleto sobre el poder soviético ¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?, escrito entre finales de septiembre y el 14 de octubre de 1917, antes de ser publicado El Estado y la Revolución cuando mandaba el gobierno provisional surgido tras la caída del zarismo en febrero de 1917, y el reformismo pretendía mantener las viejas formas institucionales burguesas.
Para situarnos en aquel momento histórico conviene recordar que Lenin al día siguiente del triunfo de la revolución en Rusia, dijo que no se daban las condiciones objetivas para que el socialismo pudiera mantenerse, no existía la base de desarrollo material que permitiese cubrir las necesidades más elementales del conjunto de la población y de desarrollo de la clase trabajadora con la necesaria formación cultural y política, en la que apoyarse la revolución para dirigir el poder administrativo en aquel atrasado país, de ahí la necesidad de apoyarse en la única fuerza que existía, el partido bolchevique, para intentar mantener el socialismo, en tanto se generaban las condiciones objetivas de desarrollo que permitieran al pueblo organizarse como clase dominante desde los consejos (soviet) y ejercer directamente el poder. En este escrito se resalta ese protagonismo que siempre Lenin lo mismo que Marx dieron a los trabajadores organizados como clase dominante, que sin embargo desde un análisis más desarrollado en esa obra sobre el Estado puede inducir a confusión en esta frase que señalamos y que figura en esa obra5. En todo caso lo importante es la confianza que nos trasmite en esta nota y que no nos debe abandonar nunca.
Los obreros conscientes deben dirigir, pero pueden incorporar a la labor de administración a verdaderas masas de trabajadores oprimidos. En aquel momento los más conscientes eran los miembros del partido, lo que no debía interpretarse como los fijos a gobernar eternamente, sino estimular y propiciar la incorporación a las tareas de gobierno al conjunto de las masas trabajadoras, en contra de la opinión de los economicistas reformistas que desconfiaban en la capacidad de los trabajadores para educarse y ejercer directamente el poder.
Claro que no podrán evitarse los errores en los primeros pasos del funcionamiento de ese nuevo aparato. (se refiere al nuevo aparato estatal que constituían los consejos o soviet). Pero ¿es que no cometieron errores los campesinos cuando, al quedar en libertad después de la servidumbre, empezaban a llevar por cuenta propia sus asuntos? ¿Es que hay otro camino para enseñar al pueblo a gobernarse a sí mismo, para evitar los errores, que sea el de la práctica, el de instaurar inmediatamente un verdadero autogobierno popular? Hoy por hoy, lo más importante es acabar con el prejuicio intelectual burgués de que sólo pueden gobernar el Estado funcionarios especiales, totalmente dependientes del capital por la posición social que ocupan. Lo principal es poner término a un estado de cosas en que intentan gobernar como en el pasado los burgueses, los funcionarios y los ministros «socialistas»,… Lo más importante es infundir a los oprimidos y a los trabajadores fe en sus propias fuerzas, demostrarles en la práctica que pueden y deben ellos mismos establecer una distribución justa, severísimamente reglamentada, organizada, del pan, de todos los alimentos, de la leche, del vestido, de la vivienda, etc., en interés de los pobres. No hay otro modo de salvar Rusia de la quiebra y de la perdición, y cuando se inicie honrada y decididamente en todas partes la entrega de la administración a proletarios y semiproletarios, se producirá un entusiasmo revolucionario de las masas nunca visto en la historia, se multiplicarán del tal modo las energías del pueblo en su lucha contra las calamidades, que muchas cosas que parecen imposibles a nuestras mezquinas y viejas fuerzas burocráticas serán realizables para las fuerzas de la masa de millones de hombres que empiezan a trabajar para sí y no para el capitalista, para el señorito, para el burócrata, y no a la fuerza.
¿Cómo debe organizarse la emulación?6
Escrito del 24 al 27 de diciembre de 1917 del viejo calendario.
En este escrito se sintetiza la concepción leninista del poder popular que era el soviet, constituidos desde abajo hacia arriba, desde los centros de producción. Desgraciadamente, como al mismo tiempo de producirse la revolución, dijo Lenin, (debemos repetirnos) que en Rusia no se daban las condiciones objetivas para que el socialismo pudiera sostenerse, Lenin confiaba en el partido como soporte de la revolución y de la ayuda que pudieran recibir de los países europeos más avanzados tras haber realizado sus propias revoluciones socialistas, que esos pueblos liberados asumiesen directamente el poder y las iniciativas del pueblo organizado como clase dominante sorprendiera al mundo con la práctica internacionalista. El tema de la emulación es poco comprendido, y ha sido motivo de poner en duda el marxismo y el leninismo. Tras la caída del llamado socialismo real, este escrito de Lenin ha muchos renegados les puede sonar a cuento chino que nada tiene que ver con su concepción economicista grosera que hacen de la lectura de El Capital.
Los escritores burgueses han embrollado y continúan embrollando montañas de papel, elogiando la competencia, la iniciativa privada y demás encantos y admirables virtudes de los capitalistas y del régimen capitalista. Se acusaba a los socialistas de no querer comprender la significación de esas virtudes, ni tener en cuenta la «naturaleza humana». En clara crítica de la concepción religiosa que hacen en el capitalismo de la naturaleza humana «esencialmente competitiva e insolidaria», necesitada a su vez de dioses y tribunos con los que pretender justificar sus intereses de clase. Pero en realidad, el capitalismo ha sustituido hace ya mucho tiempo la pequeña producción independiente de mercancías, en que la competencia podía, en proporciones más o menos amplias, desarrollar el espíritu emprendedor, la energía, la iniciativa audaz, por la producción industrial a grande y a grandísima escala, por las sociedades anónimas, por los consorcios y demás monopolios. La competencia significa en este tipo de capitalismo, el aplastamiento inauditamente feroz del espíritu emprendedor, de la energía, de la iniciativa audaz de la masa de la población, de su inmensa mayoría, del 99 por 100 de los trabajadores; significa también la sustitución de la emulación por la pillería financiera, el nepotismo, el servilismo en los peldaños más elevados de la escala social. Lenin destaca la emulación, la necesidad creativa del ser humano liberado del trabajo enajenado, como sustitución del espíritu competitivo que impregnó el desarrollo del capitalismo en su origen. Cómo en la fase imperialista del capitalismo, es imposible el espíritu emprendedor que se ve aplastado por las grandes oligarquías financieras y monopolistas que son las que controlan la gran economía, cómo los pequeños industriales y comerciantes son aplastados y muchos de ellos obligados a pasar a engrosar las filas obreras.
Lejos de apagar la emulación, el socialismo, por el contrario, crea, por primera vez, la posibilidad de aplicarla a escala verdaderamente amplia, verdaderamente masiva, crea la posibilidad de hacer realmente que la mayoría de los trabajadores entren en liza de una actividad que les permita manifestarse en todo su valor, desarrollar sus capacidades, revelar los talentos que en el pueblo forman un manantial inagotable y que el capitalismo pisoteaba, oprimía y ahogaba por miles y millones. Lenin al resaltar esa capacidad de iniciativa creativa del ser social productivo, es evidente que no lo hacía desde los falsos parámetros desarrollistas del capitalismo, sino de iniciativas creativas que atendiesen las necesidades reales, libres de los falsos estímulos consumistas que genera la ideología capitalista, necesidades que atiendan las necesidades reales de forma armónica con el conjunto de la naturaleza.
Nuestra tarea, hoy con un gobierno socialista en el poder, es organizar la emulación.
Los lacayos paniaguados de la burguesía han presentado el socialismo bajo el aspecto de típico cuartel gris, uniforme, monótono y penetrado de espíritu oficinesco. Los criados de la caja de caudales, los lacayos de los explotadores -los señores intelectuales burgueses- han hecho del socialismo un «espantajo» para el pueblo, que se ve condenado precisamente bajo el capitalismo a una vida de presidio y cuartel, de trabajo monótono y agotador, a una vida semihambrienta y de triste miseria. La confiscación de las propiedades de los terratenientes, la implantación del control obrero, la nacionalización de la banca constituyen el primer paso hacia la emancipación de los trabajadores encerrados en ese presidio. La nacionalización de las fábricas, la organización obligatoria de toda la población en sociedades de consumo, que también serán sociedades de venta de productos, el monopolio del Estado sobre el comercio del trigo y de otros artículos necesarios serán las medidas que han de seguir.
Sólo ahora adquieren la posibilidad de manifestarse, amplia y realmente de un modo general, el espíritu emprendedor, la emulación y la iniciativa audaz. Cada una de las fábricas, cuyo dueño haya sido lanzado a la calle o, cuando menos, metido en cintura por un verdadero control obrero; cada una de las aldeas donde se ha expulsado al terrateniente explotador, cuyas tierras han sido confiscadas, es ahora, y sólo ahora, campo de acción donde el hombre del trabajo puede manifestarse en todo su valor, enderezar un poco el espinazo, erguirse, sentirse hombre. Por primera vez, después de siglos trabajando para los demás, bajo el yugo, para los explotadores, se tiene la posibilidad de trabajar para sí mismo y de trabajar beneficiándose de todas las conquistas de la cultura y de la técnica más moderna.
Esta sustitución del trabajo esclavizado por el trabajo para sí mismo -el cambio más grande que conoce la historia de la humanidad- no puede realizarse, naturalmente, sin rozamientos, sin dificultades, sin conflictos, sin el empleo de la violencia contra los parásitos inveterados y sus lacayos.
La contabilidad y el control constituyen la principal misión económica de todo Soviet de diputados obreros, soldados y campesinos, de toda la sociedad de consumo, de todo sindicato o comité de abastecimiento, de todo comité de fábrica, de todo órgano de control obrero, en general. Es necesario destacar que esa mezcla de poder, donde se destaca al sindicato, fue realizada al día siguiente de la revolución. Por una parte estaban los soviets, hegemonizados por los bolcheviques, que eran los centros de poder, que no estaban implantados en todos los lugares, y por otra parte los sindicatos que no es que fueran una forma de poder pero era una forma de organización de los obreros mas avanzados con la que había que contar. Lenin les atribuía una doble función apoyándose en ellos, desde su grado de organización, la de contribuir a desarrollar el poder socialista mediante la educación de sus miembros para que se integraran en la organización de poder soviético, sus miembros pasaran de ser meros sindicalistas reivindicadores económico-sociales en el mundo capitalista a ser administradores en el nuevo mundo socialista. Tal vez Lenin idealizó al considerar que los elementos humanos del nuevo poder estaban capacitados para aplicar la técnica contable con la que poder ejercer el control y atender las necesidades básicas, algo que como veremos más adelante él mismo reconoce al acusarlos de no ser eficientes gestores.
Es necesario luchar contra la vieja costumbre de considerar la medida del trabajo y los medios de producción desde el punto de vista del hombre esclavizado que se pregunta cómo podrá liberarse de un peso suplementario, cómo podrá quitar algo a la burguesía. Los obreros avanzados y conscientes han comenzado ya esta lucha y dar una enérgica réplica a los elementos advenedizos, que han acudido a las fábricas en número particularmente grande durante la guerra y que querrían tratar la fábrica, que pertenece al pueblo, que ya es propiedad del pueblo, como antes, únicamente con el criterio de «sacar el mayor provecho y marcharse».
La contabilidad y el control -una contabilidad y un control de la cantidad de trabajo y distribución de productos-, si se realizan en todas partes (es evidente que esas todas partes, parte desde abajo, desde los lugares de producción y distribución, o lo que es lo mismo, desde la democracia directa participativa permanente que era el soviet) y con carácter general universal, por los Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos, como supremo poder del Estado, o se establecen de acuerdo con las indicaciones y por mandato de ese poder, constituyen la esencia de la transformación socialista, desde el momento que se ha conseguido y asegurado el dominio político del proletariado.
¡Obreros y campesinos, trabajadores y explotados! ¡La tierra, los bancos y las fábricas son propiedad de todo el pueblo! Empezad a llevar vosotros mismos la contabilidad y el control de la producción y distribución de productos; ¡ése es el único camino hacia la victoria del socialismo, la garantía de su victoria, la garantía de la victoria sobre toda explotación, sobre toda miseria y necesidad!
Hay que combatir toda tendencia a crear formas estereotipadas y a establecer la uniformidad establecidas desde arriba, a lo que son tan aficionados los intelectuales. Las formas estereotipadas y la uniformidad establecidas desde arriba no tienen nada que ver con el centralismo democrático socialista.
La Comuna de París nos ha ofrecido un magnifico ejemplo de iniciativa, de independencia, de libertad de movimiento, de despliegue de energías desde abajo… (el desarrollo organizativo desde abajo hacia arriba, cómo se cubrían los diferentes escalones, es el que no se consigue desarrollar en el discurso de Lenin, o por lo menos no se conocen escritos donde quede reflejado ese desarrollo hasta la cúspide de poder gubernativo, que permita recoger el sentir de las necesidades generales del conjunto del pueblo y poder establecer una planificación general que responda a las verdaderas necesidades. Así como conocer como es posible la participación por parte de los trabajadores en el control y la dirección del proceso productivo y gubernativo local, a semejanza de la experiencia de La Comuna.) Es necesario que los Soviets pongan manos a la obra con más audacia e iniciativa. Es preciso que cada «comuna» -cada fábrica, cada aldea, cada sociedad de consumo, cada comité de abastecimiento- se lance a la emulación con los otros, en calidad de organizadores prácticos de la contabilidad y del control del trabajo y la distribución de los productos.
Deben elaborarse y comprobarse prácticamente por las comunas mismas, por las pequeñas células, en el campo y en las ciudades, millares de formas y métodos prácticos de contabilidad y de control sobre los ricos, los pillos, y los parásitos.
Del discurso pronunciado el 26 de mayo de 1918 en el I Congreso de los Consejos de Economía Nacional de toda Rusia.
Estos organismos serán los únicos, entre todas las instituciones del Estado, que ocuparán un lugar firme, tanto más firme cuanto más nos acerquemos al establecimiento del orden socialista, cuanto menos necesario resulte el aparato puramente administrativo, el aparato que se ocupa sólo de la administración. Esos Consejos de Economía en la cúspide del poder, como experiencia de funcionamiento «eficaz» del antiguo poder, fue necesario que tomarán ese protagonismo, dado el caos económico, ante la falta de una clase trabajadora desarrollada y con la necesaria formación que debió forjarse durante el Estado capitalista para evitar el tener que recurrir a métodos burocráticos del pasado. Después… este aparato del viejo Estado deberá morir… -y refiriéndose al desarrollo del nuevo poder, donde el burocrático ya no tiene razón de ser, dice- está llamado a crecer, a desarrollarse y fortalecerse, haciéndose cargo de toda la actividad principal de la sociedad organizada.
Comprendemos que, en una obra tan gigantesca, jamás podríamos -y ningún socialista sensato que haya escrito sobre las perspectivas del futuro ha pensado nunca en ello- a poder crear de una vez y concretar de golpe las formas de organización de la nueva sociedad de acuerdo con una indicación dada de antemano. Si bien es cierto que en aquellas condiciones tan complejas del pueblo ruso era presuntuoso concretar formas de organización, hoy día si han cambiado las condiciones que con la flexibilidad necesaria permitiría imaginar se establecieran formas de organización del nuevo poder, o por lo menos el plantearnos la necesidad de profundizar en el tema, para no caer en el vacío, que nos permita ver o imaginar una vez destruida la vieja maquinaria estatal burguesa, enfrentarnos al reto de cómo sería la nueva maquinaria Estatal que desde abajo hacia arriba hay que implantar. Ideas básicas que en el desarrollo de la nueva realidad se modifican de forma natural, como de hecho el propio Lenin reconocía con su llamamiento a la necesidad del control en las células más pequeñas del poder comunal.
Conocíamos eso cuando tomamos el poder para emprender la reorganización concreta. Sólo la experiencia colectiva, sólo la experiencia de millones de personas puede dar en este sentido indicaciones decisivas, precisamente porque para nuestra causa, no basta la experiencia de centenares y de miles de componentes de las capas superiores,… confiamos en la experiencia conjunta, en la experiencia de millones de trabajadores.
Por eso sabemos que la labor de organización -tarea principal, cardinal y fundamental de los Soviets- lleva implícita obligatoriamente para nosotros multitud de experimentos, multitud de pasos, multitud de modificaciones, multitud de dificultades, sobre todo en lo que respecta a cómo colocar a cada uno en su sitio.
Del Informe pronunciado en el II Congreso de sindicatos de toda Rusia, el 20 de enero de 1919. Lenin, como hemos dicho ya, daba mucha importancia, después del partido, al sindicato, la organización en que apoyarse para el desarrollo del poder soviético, para la educación e incorporación del pueblo al ejercicio del poder soviético desde las fábricas.
Sabemos que la nueva clase -el proletariado- cuenta hoy con representantes suyos en cada rama de la administración del Estado, en cada sector de toda empresa socializada o en proceso de socialización, o en la esfera de la economía… es preciso dar aún no pocos pasos antes de que se pueda decir: los sindicatos de los trabajadores se han fusionado definitivamente con todo el aparato del Estado. Un cambió cualitativo, el paso de ser una organización eminentemente reivindicativa económica social, -como había sido durante el capitalismo- a ser una organización de poder para dirigir ese proceso económico y social, lo que de hecho suponía desaparecer como organización sindical para que se convirtiesen en parte de los consejos (soviet), en aparato de poder. Sin embargo, a los que hemos visitamos aquel país con motivo del 50 aniversario de la revolución rusa, nos llamó la atención que 50 años después existiese el TRUD como sindicato, que no se hubiese disuelto e integrada su gente en el soviet, esa dualidad estructural a semejanza en los países capitalistas, eso sí el sindicalismo con importantes propiedades, y una gran burocracia como la que se da en el capitalismo. Pero hay que comprender que al no existir los consejos (soviet) de fábrica controlando directamente la producción, liberados ya los obreros del trabajo enajenado y eligiendo delegados para los consejos superiores de gestión y coordinación, es lógica su existencia burocrática, denunciadora de los «excesivos» defectos provocados por los que de hecho ostentaban el poder, al mismo tiempo que controlaban posibles «excesivas» demandas de los trabajadores. No podemos olvidar que el TRUD era parte de la estructura burocrática, que disponía de importantes recursos materiales, entre ellos el modernísimo Hotel Spuknit recién construido, donde fuimos alojados los sindicalistas de diversos países que asistimos invitados a la celebración del aniversario. Es necesario ampliar más y más la participación de los propios trabajadores en la dirección de la economía y en la edificación de la nueva producción. Si no resolvemos esta tarea, si no convertimos los sindicatos en organismos de educación de masas diez veces más amplias que ahora para que intervengan de modo directo en la administración del Estado, no llevaremos hasta el fin la obra de la edificación comunista. Esa profecía desgraciadamente se cumplió. El partido y el sindicalismo no cumplieron los objetivos que Lenin consideraba debían cumplir, a pesar de que en teoría eran vanguardias para educar al pueblo de forma que este se incorporase al nuevo poder que era el soviet. Mientras que en la época del régimen de servidumbre de la gleba el número de estos creadores se contaba por centenares, y mientras en la época del capitalismo edificaron el Estado miles o decenas de miles de personas, ahora la revolución socialista sólo puede ser llevada a cabo con la activa y directa participación práctica de decenas de millones de hombres y mujeres en la gobernación del Estado. Marchamos en esa dirección, pero aún no hemos llegado a esto. La organización soviética era muy débil, no se implantó en todas las empresas productivas y de servicios, ni en el campo, descansaba fundamentalmente en los militantes bolcheviques, de ahí su insistencia para la incorporación de millones de ciudadanos a todos los niveles de la gobernación estatal soviética.
…se alza una tarea más elevada e importante: enseñar a las masas a administrar, no por medio de libros, conferencias y mítines, sino a través de la experiencia, y hacer las cosas de manera que sea cada vez más numerosa la capa avanzada que el proletariado ha destacado de su seno a los puestos de dirección y de organización, que aumente más y más el número de estas capas obreras, que esta capa se multiplique por diez. No es que Lenin despreciara el estudio y educación con libros, sino que la situación era tan urgente y desesperante, que era necesario incorporar al poder al máximo de obreros, desde la práctica inmediata, confiando en que desde los errores que se cometiesen aprenderían a corregirlos. Lo que originó que en algunos lugares los soviets se convirtieran en un completo caos,7 dada la visión estrecha, particular e insolidaria heredada que hacían del poder, lo que dio lugar a que se implantara cierta «dictadura» con comisarios políticos del partido que garantizasen los más elementales servicios. Debemos comprender el momento histórico, la incapacidad cultural y política de aquel pueblo, que si la comparamos con la que actualmente sufren los trabajadores, podemos apreciar que hoy día no necesitaríamos de gestores burgueses para que la administración de la producción y poder político funcionase, aunque habría que realizar un gran esfuerzo educacional sobre la función histórica del nuevo poder comunal, consejista (soviético), cómo debe funcionar el nuevo poder y sobre todo respecto al método de análisis materialista dialéctico que permita llegar a cuanta mas gente trabajadora sea posible, para dotarla del método con el que poder realizar el análisis objetivo de cada problema concreto que surja en el desarrollo del nuevo poder. Para lo cual se hace imprescindible la existencia de una organización marxista capaz de tener presencia en todos los lugares, con capacidad de analizar y de realizar propuestas que convenzan, en vez de imponer soluciones burocráticamente.
…podemos desplegar el trabajo práctico, destruir lo que durante siglos se ha venido inculcando a las masas obreras: el funestos prejuicio de que la obra de dirigir el Estado es una obra de privilegiados, el prejuicio de que esto es un arte especial. Eso es verdad. Cometeremos inevitablemente errores, pero en cada error no aprenderán ahora grupos de estudiantes que sigan un curso teórico cualquiera de administración del Estado, sino millones de trabajadores que experimentarán sobre sí mismos las consecuencias de cada falta y verán ellos mismos que tienen ante sí las impostergables tareas de contabilizar y distribuir la producción y de elevar la productividad del trabajo, y que comprueban a través de su propia experiencia que el poder está en sus manos, que nadie les ayudará si no se ayudan ellos mismos: tal es la nueva sicología que se está creando en la clase obrera, tal es la nueva tarea de colosal trascendencia histórica que se alza ante el proletariado y de lo que deben tomar conciencia ante todo los sindicatos y los dirigentes del movimiento sindical. Los sindicatos no son sólo profesionales. Son profesionales hoy en tanto en cuanto están agrupados en el único marco posible, ligado con el viejo capitalismo, y engloban al mayor número de trabajadores. Y su misión consiste en poner en movimiento a estos millones y decenas de millones de trabajadores, elevándoles de una actividad más simple a otra superior, sin cesar nunca de promover nuevas capas de la reserva de las masas trabajadoras y sin dejar en ningún momento de propulsarlas con miras al cumplimiento de las tareas más difíciles; educar, por lo tanto, a masas cada vez más amplias con vistas a la dirección del Estado; fundirse con la lucha del proletariado,…
Sostener esta bandera y, a la vez, ampliar constantemente las filas de los constructores del socialismo, recordar que las tareas de los sindicatos consisten en ser los artífices de la nueva vida, en ser los educadores de nuevos millones y decenas de millones de seres que aprendan por su propia experiencia a dirigir el Estado y la producción: sólo en esto reside la garantía infalible de que la causa del socialismo vencerá plenamente, excluyendo toda posibilidad de retroceso. Lenin se repite en su interpretación sobre el importante papel de los sindicatos y termina remarcando el fondo de su papel de vanguardia que les corresponde como elementos más conscientes y como educadores del nuevo poder por parte de unos trabajadores con cierto nivel de compromiso al estar afiliados, y poder influir e integrar en la práctica del nuevo poder al conjunto de la masa trabajadora, desde el soviet de fábrica que controlasen y dirigiesen ellos mismos el proceso productivo y el conjunto de actividades que corresponde al nuevo Estado alternativo de los trabajadores organizados como clase dominante. Es evidente, pasado el tiempo, que no existieron suficientes bolcheviques dominando la filosofía marxista que permitiese en primer lugar educar a las vanguardias sindicales, para que estos a su vez la extendiesen al conjunto de los trabajadores en cada fábrica.
También Lenin se dirigía directamente a los trabajadores no organizados, animándolos a la participación, invitándoles a la lucha contra el burocratismo, que solo es posible evitar mediante la participación consciente de los trabajadores en el ejercicio del poder, instándoles a que controlasen y aprendiesen de los que de forma burocrática y desde arriba por sus conocimientos técnicos, ejercían responsabilidades ejecutivas a gentes de procedencia burguesa. Así en el discurso pronunciado el 9 de febrero de 1920 en la Conferencia de trabajadores sin partido del distrito de Blagushe-Lefórtovo, decía: Una de esas importantes decisiones del CEC,8 a la que, a mi juicio, debería prestarse seria atención, es la lucha contra el burocratismo en nuestras instituciones… transformando nuestro aparato de control del Estado, en aparato de control obrero y campesino… Sin expulsar a los viejos funcionarios -de la misma manera que no hemos expulsado del ejercito a los especialistas, sino que hemos puesto a su lado comisarios obreros-, debemos poner al lado de esos especialistas burgueses grupos obreros que observen, aprendan y tomen en sus manos ese trabajo. Es preciso que los obreros formen parte de todas las instituciones del Estado, que controlen todo el aparato del Estado, y eso han de hacerlo los obreros sin partido, que deben elegir a sus representantes en las conferencias obreras y campesinas sin partido. Es preciso que las grandes masas sin partido controlen todos los asuntos del Estado y aprendan ellas mismas a gobernar.
Sobre el Mandato del Consejo de Trabajo y Defensa a las instituciones de los Soviets locales.
Bajo el capitalismo algunos «patronos» procuraban, a escondidas de otros y poniéndoles la zancadilla, contratar a buenos dependientes, gerentes y directores; hicieron eso durante decenios, y sólo unas cuantas «firmas» mejor organizadas obtenían buenos resultados. Ahora el «patrón» es el Estado obrero y campesino, y debe plantear ampliamente, de manera planificada, sistemática y abierta, la selección de los mejores trabajadores de la edificación económica, de administradores y organizadores de tipo especial y general, a escala local y de todo el país. Aún vemos a cada paso la herencia del primer periodo del Poder soviético, a saber: del periodo de la enconadísima guerra civil y del sabotaje rabioso, herencia que se manifiesta en que los comunistas se encierran en un estrecho círculo de gobernantes, temiendo o no sabiendo incorporar a la obra a trabajadores sin partido en número suficiente. Lenin reconoce en la frase subrayada quienes ocupaban el poder, pone el ejemplo de los avispados patrones que sabían escoger a los trabajadores mejor cualificados para contratarlos y ponerles al frente de sus negocios. Después del triunfo de la revolución era en los miembros del partido donde se apoyaba el nuevo poder soviético, sin embargo aquella falta de verdadera democracia soviética en las fábricas que era suplida por comisarios obreros generalmente comunistas, lo que unido a la poca comprensión o desconocimiento de la obra: El Estado y la Revolución, llevó a que la rutina burocrática fuera la práctica que Lenin acabó denunciando, y llama a superarla. Se debe emprender urgentemente y con todas las fuerzas la corrección de ese defecto. Stalin desoyendo estas recomendaciones de Lenin para que se seleccionase de entre los trabajadores a los mejores trabajadores para la administración de la producción en las fábricas, en su concepción productivista y economicista del socialismo imponía a los directores, a costa de cercenar el poder soviético.
Aquella práctica burocrática de los comunistas, el 20 de septiembre de 1921 le llevó a escribir: Acerca de la depuración del partido. Donde además de denunciar a los arribistas que anteponían sus intereses personales sobre los del conjunto del pueblo, lo que dada su sensibilidad y su capacidad para captar el sentir de los obreros, permitía a Lenin evidenciar el distanciamiento de los comunistas, y sobre todo el de los arribistas.
La depuración del partido se ha convertido, por lo visto, en una labor seria y de gigantesca importancia.
Hay lugares en los que se depura el partido apoyándose principalmente en la experiencia y en las indicaciones de los obreros sin partido, guiándose por ellas, tomando en consideración a los representantes de la masa proletaria sin partido. Y eso es lo más valioso, lo más importante. Si consiguiéramos efectivamente depurar de este modo todo el partido de arriba abajo, «sin contemplaciones», sería en verdad una gran conquista de la revolución.
Porque las conquistas de la revolución no pueden ser ahora como eran antes. Cambian ineluctablemente de carácter al pasarse del frente de guerra al frente económico, en dependencia del paso a la nueva política económica, de unas condiciones que exigen, en primer término, aumentar la productividad del trabajo y reforzar la disciplina laboral. En un momento así, la conquista principal de la revolución es un mejoramiento interno, no un mejoramiento brillante, que salte a la vista, que se vea enseguida, sino un mejoramiento del trabajo, de su organización y de sus resultados; un mejoramiento en el sentido de lucha contra los elementos pequeñoburguéses (…) que corrompen al proletariado y al partido. Para conseguir tal mejoramiento hay que depurar el partido de los elementos que se apartan de las masas (sin hablar ya, por supuesto, de los elementos que deshonran al partido entre las masas)… frente a los que se han acostumbrado demasiado a «mandar como comisarios«, frente a los «burocratizados», son valiosas en grado superlativo las indicaciones de la masa proletaria sin partido y, en muchos casos, también las de la masa campesina sin partido. La masa trabajadora percibe con extraordinaria sensibilidad la diferencia entre los comunistas honrados y fieles y los que inspiran repugnancia al hombre que se gana el pan con el sudor de su frente, al hombre que no tienen ningún privilegio ni «acceso a los jefes».
Es evidente que para que Lenin realizase esa denuncia, la práctica de Martov sobre la incorporación de militantes al partido fue la que finalmente se impuso, dando lugar a la denuncia y la propuesta de depuración. Resalta a los oportunistas incrustados en el partido procedente del menchevismo dice: Todo oportunista se distingue por su capacidad de adaptación (pero no toda adaptabilidad es oportunismo), y los mencheviques, como oportunistas, se adaptan, digámoslo así, «por principio» a la tendencia dominante entre los obreros, cambian de color para protegerse, como la liebre, que se vuelve blanca en invierno.
El partido debe ser depurado de los granujas, de los burocratizados, de los comunistas deshonestos y carentes de firmeza y de lo mencheviques, que han revocado la «fachada», pero que en el fondo del alma siguen siendo mencheviques.
Desde una interpretación dialéctica del proceso revolucionario transcurrido, se puede apreciar un cambio, el optimismo que al principio de la revolución (fase optimista) nos trasmite Lenin, hasta el tono angustioso que parecería interpretarse como consecuencia de las tremendas dificultades surgidas en la práctica del poder socialista (fase pesimista al final de su vida). Esta enseñanza nos obliga al estudio del método de análisis materialista y dialéctico, así como a la comprensión de que en la lucha por el poder y el nuevo poder no existen fases separadas o formas de lucha por el poder y el poder en sí mismo. Debemos insistir en la necesidad de que se comprenda que la forma de lucha anticapitalista, cuando en su práctica y desarrollo demuestra su eficacia, una vez derrocado el capitalismo, esa forma se convierte en la nueva forma de poder, que ha sido capaz de mandar al basurero de la historia al caduco Estado capitalista, esa forma de organización debe desarrollarse hasta conseguir integrar al conjunto del pueblo. En las últimas intervenciones de Lenin, ya al final de su vida, cuando su enfermedad le limitaba físicamente, se puede apreciar la angustia con la que insistía en esas denuncias contra el burocratismo y la corrupción, fruto de las condiciones objetivas que impidieron la autogestión de la masa obrera y campesina. Se evidencia que el soviet no había conseguido funcionar y era una premonición de lo que se avecinaba, aunque esta se produjera después de más de siete décadas. El 6 de marzo de 1922 en su discurso sobre La situación internacional e interior de la República Soviética, decía: Nuestro peor enemigo interior es el burócrata, el comunista que ocupa un puesto soviético de responsabilidad (y también no de responsabilidad) y que goza del respeto general como hombre concienzudo. Esta referencia al peligro interior, tiene una semejanza denunciadora con la que Fidel Castro realizó en su discurso del 17/11/05 a los estudiantes.
Lenin reconociendo su grave estado de salud en el Informe político del Comité Central del PC (b) presentado al XI Congreso del partido decía: Estamos constituyendo ahora estas instituciones de control, pero no hablo ahora de esa comprobación, sino de la que representa un control desde el punto de vista de la economía popular.
El capitalista sabía abastecernos. Lo hacía mal, lo hacía saqueando, nos vejaba, nos expoliaba. Esto lo saben los simples obreros y campesinos, que no discuten sobre comunismo porque saben que es eso.
Pero los capitalistas, a pesar de todo, sabían abastecer. Y vosotros ¿sabéis? No, vosotros no sabéis. Estas son las voces que se oían el año pasado… Sois personas excelentes, pero la obra que habéis comenzado, la obra económica, no sabéis realizarla.
Lamentablemente, por una serie de razones y en grado considerable por mi enfermedad, no he podido elaborar esta parte del informe y debo limitarme a expresar mis convicciones, basadas en la observación de lo que ocurre. En el transcurso de este año hemos demostrado con entera claridad que no sabemos administrar. Esta es la lección principal. O en el año próximo demostremos lo contrario o el Poder soviético no podrá existir.
Lenin reconoce que no se llevó a efecto la contabilidad y control directo por parte de los trabajadores, admite la realidad, la falta de integración del conjunto del pueblo en el poder, insiste en llamar al esfuerzo de los comunistas para salir de la crisis económica que se intentó superar mediante la NEP, política que al mismo tiempo generó problemas, como los que de alguna forma se dieron en Cuba tras la «etapa especial» y que dieron lugar al alarmante discurso de Fidel Castro sobre el peligro interior. Lenin fue premonitor de esa preocupación de Castro. Permitidme decíroslo sin ninguna exageración, porque en este sentido, realmente, es la «lucha final», no con el capitalismo internacional -con éste habrá todavía muchas «luchas finales»-, no, sino con el capitalismo ruso, con el que brota de la pequeña economía campesina, con el que es ayudado por ésta. Y aquí ha de librarse un combate, en un futuro cercano, cuyo plazo no se puede determinar con exactitud. Aquí ha de librarse la «lucha final», aquí no puede haber rodeos políticos ni de ninguna otra clase, ya que ésta es la prueba de la emulación con el capital privado. Si nos fijamos en su discurso anterior sobre la emulación lo hacía desde la abstracción teórica, el sentimiento de emulación creativa que provocaría en el trabajador liberado del trabajo enajenado, organizado ya como clase dominante, ejerciendo el poder desde los centros de producción desarrollando todo su potencial de iniciativa creativa y participativa, pero no fue posible esa unidad dialéctica en lo productivo y lo gubernativo. Desgraciadamente, la realidad objetiva era muy adversa para que esas condiciones estimulantes del poder productivo y gubernativo tuvieran lugar. Además la educación y práctica comunista es un proceso más lento, los hábitos y las costumbres del viejo sistema no se solucionaron en los cinco años de la revolución socialista, si tenemos en cuenta la fecha de este discurso. Ante esa realidad Lenin insta a los comunistas a formarse como buenos administradores, como comisarios políticos convertidos en eficaces gestores económicos que ayuden a ganar tiempo en tanto se genera la cultura comunista de todo el pueblo. Ello nos lleva a la necesidad de insistir en que desde el viejo sistema capitalista debemos, desde la actual realidad material y espiritual del conjunto de los trabajadores, y por supuesto del enemigo de clase, saber cómo organizar la lucha por el poder, para que esa forma alternativa y revolucionaria de organización, finalmente, cuando derroque al capitalismo, no desaparezca sino que sea la forma del nuevo poder. O salimos vencedores de esta prueba de la emulación con el capital privado, o será un fracaso completo. Para triunfar en esta prueba, tenemos el poder político y un montón de diversos recursos económicos y otros, tenemos todo lo que queráis, menos capacitación.
El Estado proletario de Rusia -debemos recordar que en manos del partido, no en del proletariado en su conjunto- dispone de fuerzas económicas completamente suficientes para asegurar el tránsito al comunismo. Esta frase, aislada, desde la angustia que le provocaba la posibilidad de fracaso de la revolución, puede inducir a confusión, hacer creer que defendía la posibilidad del comunismo en un solo país, debemos entenderla en el contexto del conjunto de su obra, donde el internacionalismo como alternativa al capitalismo, es sinónimo de socialismo y de avance hacia el comunismo. ¿Qué es, pues, lo que falta? Está bien claro qué lo que falta: falta cultura en la capa de comunistas que están dirigiendo… En el caso presente acontece algo semejante a lo que nos relataban en las clases de Historia cuando éramos niños… ocurre a veces que un pueblo conquista a otro, y el pueblo que ha conquistado es el vencedor, y el que ha sido conquistado es el vencido. Esto es muy sencillo y comprensible para todos. ¿Pero qué sucede con la cultura de esos pueblos? Esto no es tan sencillo. Si el pueblo conquistador es más culto que el pueblo conquistado, impone a éste su cultura, pero si es al contrario, acontece que el vencido impone su cultura al vencedor. En este ejemplo Lenin no resalta que la cultura capitalista sea superior, sino que lo que son los hábitos de eficacia gestora, el dominio de la contabilidad y el control, (de la cierta cultura) que desbordaba la capacidad humanista y práctica de los comunistas. Esa incomprensión hizo que Stalin se sintiera como el mejor elemento de «acero» para contribuir eficazmente a que en la Unión Soviética se impusiera el burocratismo capitalista, aunque allí se hiciese bajo una filosofía pretendidamente marxista y leninista, incluso cuando se generaran las condiciones de desarrollo y de cultura para que el pueblo asumiese directamente el poder desde los soviets (consejos) de fabrica. Lenin finaliza la cita de su ejemplo aplicado al capitalismo, diciendo: Ciertamente que aquí se podría tener la impresión de que los vencidos tienen una cultura elevada. Nada de esto. Su cultura es mezquina, insignificante, pero, sin embargo, es más elevada que la nuestra. Por muy deplorable, por muy mísera que sea, es mayor que la de nuestros comunistas que ocupan cargos de responsabilidad, porque ellos no poseen la suficiente capacidad para dirigir.
La emulación y la competición que hemos puesto a la orden del día al proclamar la NEP es una emulación seria. Parecerá que tienen lugar en todas las instituciones estatales, pero, en realidad, es una forma más de la lucha entre dos clases irreconciliablemente enemigas.
La emulación mediante la NEP, no era la emulación que esperaba en el sentido humanista y práctico productivo político de la revolución socialista, era una emulación con las características del capitalismo, con todas sus manifestaciones de insolidaridad y burocracia. Al final después de ver la evolución de sus discursos, se observa, como ya debilitado físicamente, consciente del bastión en que se sostenía el poder socialista, a través del partido, parecería que Lenin rompe con su discurso inicial basado en la confianza que depositaba en el proletariado organizado como clase dominante, para resaltar la división clasista del capitalismo mediante la defensa de la clase política, en este caso los partidos comunistas en el socialismo, y el concepto de sociedad civil aplicado a la masa trabajadora en el capitalismo. Desgraciadamente muchos marxistas que han hecho una interpretación economicista de El Capital con el ejemplo circunstancial en aquel momento histórico que se tuvo que hacer mediante la NEP para salir de la hambruna y el caos económico, se ven impedidos de comprender el problema de fondo, la cuestión del poder, el proletariado organizado como clase dominante dirigiendo todo el poder: el productivo, el legislativo, el gubernativo y el judicial directamente, sin funcionarios, sin burocracia, el trabajador liberado del trabajo enajenado realizándose a plenitud.
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Entrando ya en los apuntes y comentarios que suscita la obra citada de István Mészáros, donde destaca aspectos relacionados con la enajenación, que también destacaremos en cursiva y negrita, es de resaltar en este primer párrafo que reproducimos, el que realiza Isabel Rauber en la presentación de esa obra, seguido con los del autor. No nos extenderemos en reproducir todas las citas que realiza Mészáros criticando al capitalismo, por considerar que pueden redundar en lo que ya conocemos, nos limitaremos a señalar aquellas que consideramos pueden contribuir a despejar o denunciar malas interpretaciones sobre el marxismo.
Comentando la crisis general del sistema capitalista, la necesidad a superar los errores del sistema, tras los comentarios que se realizan por ambos, si los relacionamos más ampliamente, perfectamente también pueden ser aplicados a los fallos cometidos por las vanguardias anti-sistema capitalista y por el llamado socialismo real al separar la capacidad del ser humano social-productivo de su ser político, de hecho con el falso vanguardismo y seguidismo de masas, perpetuar la división clasista bajo el concepto clase política y sociedad civil. Dice: …supone re-construir desde la raíz (desde abajo) las relaciones entre lo político y lo social, redimensionar la política, lo político, el poder, y sus relaciones con la sociedad toda, (…) Implica superar las fracturas históricamente construidas y constituidas entre sociedad política y sociedad civil, entre Estado y sociedad, entre partidos y movimientos… (presentadora) No hay esperanza de re-articulación radical del movimiento socialista sin que se combine completamente ‘el brazo industrial’ del trabajo con su ‘brazo político’. Los partidos obreros no fueron capaces de elaborar una alternativa viable… una dirección política sobre otras bases… que lejos de fracturar aún más lo social de lo político, y sus actores, los integre, articule y cohesione desde la raíz proyectando la construcción de una dirección política colectiva que -en tanto tal- signifique conjugación consciente de protagosnismos, identidades, problemáticas y experiencias singulares, una dirección política que se construya desde abajo con la participación directa de todos los actores sociopolíticos. (autor) …un nuevo tipo de organización política de izquierda que, en vez de erigirse por encima y separada de lo social, lo articule e integre … que ponga fin a milenios de enajenación política, social y cultural de los seres humanos explotados y oprimidos… (presentadora) Ello debería inducirnos a preguntarnos, ¿Qué hacemos? para que seamos tan pocos los que nos organizamos en tantos grupos y grupúsculos, y tantos los dispersados, alienados, confundidos en esta falsa sociedad del individualismo y consumismo estúpido. ¿Qué falta por hacer? para contribuir a generar entre la gran masa alienada la conciencia de clase, sin la cual nunca se autoorganizará para poder ser protagonista del cambio de sistema. ¿Tenemos organización? en los centros de producción, o solo lo tienen ,aunque poco, el sindicalismo nada revolucionario. ¿Por qué? en tiempos de la dictadura franquista si fue posible la organización comunista en los centros de producción y ahora brilla por su ausencia. Es evidente que nuestra debilidad ideológica nos impide realizar una contestación consecuente que supere la necesidad de plantearnos estas preguntas. Tal vez la dictadura «democrática» del capital, desde los poderosos medios represivos alienadores que dispone nos impide ser conscientes de ese tipo de dictadura que padecemos. Aceptamos sumisamente competir en ese terreno organizativo y mediático, despreciando la labor mediática solidaria que antes se hacia directamente en los centros de trabajo, impedidos de valorar los medios que unos y otros disponemos para poder competir en ese terreno de los grandes medios de información, impedidos de poder analizar en qué centrar nuestro esfuerzo, de poder valorar nuestros escasos medios disponibles para que de forma objetiva emplearlos en poder superar nuestra dispersa debilidad y potenciar la unidad ideológica y organizativa. Cohesión ideológica que necesariamente implica una práctica organizativa consecuente que permite vincularnos todos, desde la organización partidista y con el conjunto de las masas trabajadores en los lugares donde laboran o conviven, en los centros de producción y servicios, en los barrios populares y los centros de educación, cultura y ocio sobre todo dado el interés de la juventud por evadirse del inseguro presente en el que vive.
Al comienzo del desarrollo de su obra Mészáros recurre a esta nota de Marx sacada de Grundrisse, que por su interés, bien merece su reproducción completa: Cuando se elimina la forma burguesa limitada, ¿qué cosa es la riqueza sino la universalidad de, entre otras, las necesidades, capacidades, placeres, fuerzas productivas individuales creadas por medio del intercambio universal? ¿El completo desarrollo del control humano sobre las fuerzas de la naturaleza, considerando así tanto las de la llamada naturaleza como las de la naturaleza humana? ¿El desarrollo absoluto de sus potencialidades creativas, sin otros presupuestos que no sea el desarrollo histórico anterior que compone esa totalidad del desarrollo, o sea, el desarrollo de todas las capacidades humanas como fin en sí, no como medida por un patrón arbitrario? Cuando el hombre no se reproduce en una especificidad, sino que produce su propia totalidad, ¿lucha para no permanecer siendo algo en lo que se transformó, sino para continuar un movimiento absoluto de transformación? En la economía burguesa -y en la era de producción que le corresponde-, ese desarrollo completo del contenido humano aparece como una sustracción completa, esa objetivación universal como alienación total, y el desmoronamiento de todos los objetivos limitados y parciales como un sacrificio del fin-en-sí humano a un fin enteramente externo. Esta cita es sumamente importante, sobre todo porque va en contra de los que se consideran marxistas, pero tienen una visión exclusivamente economicista, al hacer una interpretación materialista grosera de esa filosofía. Incapaces de comprender el aspecto humano y moral en que se asienta, lo que les conduce a una interpretación mecanicista del proyecto revolucionario, anteponiendo y separando la unidad dialéctica que debe existir entre la participación de las masas trabajadoras en el proceso productivo y político de lucha capitalista. Anteponiendo el desarrollo económico al desarrollo armónico e integral del ser humano productivo y creativo que le permita explicarse el por qué de su situación. Es importante también porque en esa cita, de forma sintética encierra la relación dialéctica del ser humano con la naturaleza, al considerar al ser humano responsable del control de la naturaleza, de la que el mismo es parte material, obligado a vivir en armonía con ella si no quiere autodestruirse, como desgraciadamente el desarrollo tecnológico en manos burguesas así lo está confirmando. También es importante porque destaca que el ser humano liberado de la enajenación capitalista supera la especificidad de objeto productivo y se desarrolla en su totalidad, en lo productivo y en el inmenso caudal sensitivo que puede ser.
Hoy no tiene sentido hablar de un «desarrollo general de la producción» asociado a la expansión de las necesidades humanas. (…) Pues, desde el perverso punto de vista del «proceso de realización» del capital, consumo y destrucción son equivalentes funcionales. (…) Nada ilustra mejor este hecho que el «complejo militar/industrial»…
Ahora la grave realidad del deshumanizante desempleo asume un carácter crónico, reconocido por los defensores más acríticos del capital como «desempleo estructural», bajo la forma de autojustificación, como si nada tuviese que ver la naturaleza perversa de su adorado sistema.
Refiriéndose al desarrollo del capitalismo a las contradicciones interimperialistas que ha generado, sobre todo desde el desarrollo de la industria militar, dice: Al mismo tiempo, nadie en sana conciencia puede excluir la posibilidad de la erupción de un conflicto mortal, y con él la destrucción de la humanidad. Aún así, nada se hace para resolver las grandes contradicciones ocultas que apuntan hacia esa temida dirección. (…) el fracaso de construir el Estado del sistema del capital en sí como complemento de sus aspiraciones y articulación transnacionales, de modo que se superen los antagonismos explosivos entre Estados nacionales… En este sentido argumentador sobre las contradicciones interimperialistas conviene recordar la afirmación que realizó Felipe González en el diario El País, con motivo de la invasión de Iraq, (dado el motivo real de la invasión, que se esconde en esa estratégica zona petrolera) diciendo que «era el inicio de la tercera guerra mundial», o como en ese mismo diario planteo el general de brigada del Ejercito de Tierra, José Enrique de Ayala Marín en relación con la hegemonía militar norteamericana: «¿Nos conformaremos con una coordinación de las políticas nacionales de defensa o queremos una defensa integrada que sea realmente capaz de respaldar nuestros intereses y nuestras políticas allí donde sea necesario? ¿Queremos un defensa común tutelada por la OTAN o realmente autónoma? La creación de la Defensa Europea demanda, más allá de la retórica… la constitución de unas Fuerzas Armadas europeas unificadas (…) Lo que necesitamos es una relación más equilibrada en la que dos aliados, EEUU y la Unión Europea, discutan en un plano de igualdad…» (es decir, que el imperialismo europeo pueda hablar militarmente de tu a tu al imperialismo americano.) En este sentido dice Mészáros: …la administración de los Estados Unidos ya está preocupada con las perspectivas de evolución de los acontecimientos en Europa. Y a continuación reproduce una cita publicada en The Independent: «Strobe Talbot, vice-secretario de Estado, dijo que la última cosa que Washington deseaba ver era una identidad europea (defensiva) ‘que comienza en la OTAN, pero se autonomiza fuera y se aparta de la OTAN’. El riesgo, dijo en un seminario en el Royal Institute of Internacional Affaire, es el de una ‘estructura de defensa de la Unión Europea que primero duplique la alianza y enseguida rivalice con ella’. Las palabras de Mr. Talbot (…) se refieren también a la ambigüedad esencial americana ante una mayor unidad europea: eso es muy bueno, mientras no ponga en riesgo la preeminencia global de los Estados Unidos.»
Mészáros, entrando ya en los desafíos del movimiento socialista, se remonta al examen crítico del pasado, dice: La constitución urgentemente necesaria de la alternativa radical al modo de reproducción del metabolismo social del capital no ocurrirá sin un re-examen crítico del pasado. Es necesario examinar el fracaso de la izquierda histórica en concretar las expectativas optimistas expresadas por Marx cuando postuló, en 1847, la asociación sindical y el consecuente desarrollo político de la clase trabajadora paralelamente al desarrollo industrial de varios países capitalistas. Se remonta el inicio de su análisis a aquella fecha donde Marx confiaba que el desarrollo del capitalismo, diera lugar al desarrollo integral de la organización y lucha internacionalista de los trabajadores, del ejemplo que toma de Inglaterra el país que tuvo el mayor grado de desarrollo industrial, y el mayor grado de organización de los trabajadores, Mészáros resalta lo que le llevó a confiar a Marx y decir en «La miseria de la filosofía»: La clase obrera, a lo largo de su desarrollo, sustituirá la vieja sociedad civil por una asociación que ha de excluir las clases y sus antagonismos, y dejará de existir el poder político propiamente dicho, pues el poder político es exactamente la expresión oficial del antagonismo en la sociedad civil. Si al concepto sociedad civil, añadimos el de clase política, Marx lo que plantea es que al desaparecer los antagonismos de clase, desaparecen ambos conceptos, ya que el ser humano en su desarrollo hacia la sociedad comunista, al mismo tiempo que deja de ser sociedad civil explotada y manipulada para ser toda ella clase política al existir una forma de organización estatal participativa permanente de abajo hacia arriba, con un Estado como máxima expresión de poder político y represivo de una clase sobre otra ya vencida, que al mismo tiempo inicia el proceso de extinción cuando ya no existan clases a las que reprimir. Defiende lo que será una asociación natural donde cada uno labora, produce y consume sin ninguna necesidad de burocracia administradora. Una especie de armonía imposible de imaginar en el ser humano, gracias a la conciencia desarrollada, infinitamente superior, si la comparamos con la que puedan tener las hormigas en su natural convivencia.
Sin embargo, en el desarrollo histórico de la clase trabajadora, la parcialidad y la sectoralidad no se confinaron a las ‘asociaciones parciales’ y a los varios sindicatos que de ellas surgieron. Ya en el inicio, la parcialidad inevitablemente afectó todos los aspectos del movimiento socialista, inclusive su dimensión política.
Con la constitución de los partidos políticos obreros -bajo la forma de la división del movimiento en un ‘brazo industrial’ (los sindicatos) y un ‘brazo político’ (los partidos socialdemócratas y vanguardistas)-, la defensiva del movimiento se arraigó todavía más, pues los dos tipos de partido se apropiaron del derecho exclusivo de toma de decisión, que ya se anunciaba en la sectorialidad centralizada de los propios movimientos sindicales. Esa defensiva se agravó todavía más por el modo de operación adoptado por los partidos políticos, cuyos éxitos relativos implicaron el desvío del movimiento sindical de sus objetivos originales. Pues en la estructura parlamentaria capitalista, a cambio de la aceptación de la legitimidad de los partidos obreros por el capital, se hizo absolutamente ilegal usar el brazo industrial para fines políticos. En el fondo con esa división de funciones entre partido y sindicato se rompió con un principio de unidad dialéctica marxista, la unión del ser productivo y político que es el ser humano trabajador. Y con ello la aceptación de las formas de juego político impuesto por el poder capitalista, los trabajadores desde el sindicalismo reivindicar mejoras sociales, que en nada amenazan al sistema, que incluso lo estimulan en su desarrollismo competitivo, y los partidos obreros absorbidos por el corrupto y falso juego político del Estado burgués pretendiendo perfeccionar esa maquinaria estatal, confiando hacerla válida para construir el socialismo, una vez ganada la mayoría parlamentaria mediante el sufragio universal y sin que el proletariado tenga necesidad de organizarse como clase dominante de forma permanente, es decir, confiando en la clase política, «¿obrera?» Eso significó una severa restricción a la cual los partidos laboristas se sometieron, condenando de esa forma el inmenso potencial combativo del trabajo productivo, de base material y políticamente eficaz, a la completa falta de poder. Actuar de esa forma era todavía más problemático, pues el capital, por medio de su supremacía estructuralmente asegurada, continuó siendo una fuerza extraparlamentaria por excelencia que dominaba desde fuera el parlamento a su antojo. La situación tampoco podía ser considerada mejor en los países post-capitalistas, pues Stalin degradó a los sindicatos a la condición de lo que él denominó ‘correas de transmisión’ de la propaganda oficial, limitando cualquier posibilidad de decisión y control en el aparato político post-capitalista, por parte de la base de la clase trabajadora. Es comprensible, entonces, teniendo en cuenta la experiencia histórica infeliz con los dos tipos principales de partido político, que no haya esperanza de rearticulación radical del movimiento socialista sin que se combine completamente el ‘brazo industrial’ del trabajo con su ‘brazo político’: lo que se hará, por un lado, confiriendo significativo poder de decisión política a los sindicatos (incentivándolos así a ser directamente políticos), y haciendo que los partidos políticos adopten una actitud desafiantemente activa en los conflictos industriales como antagonistas irreductibles del capital, asumiendo la responsabilidad por su lucha dentro y fuera del parlamento. Esta frase sobre el post-capitalismo y Stalin puede inducir a confusión sobre el papel de los sindicatos y los partidos obreros en el mundo capitalista y en el mundo socialista. Claro está siempre que aceptemos la diferenciación que tanto Marx y Lenin realizaron sobre el papel del partido obrero y el de las masas trabajadoras. Si el partido obrero con base filosófica marxista es la vanguardia de los trabajadores que contribuye a despertar la conciencia de clase de las masas obreras para que estas se organicen como clase dominante desde la sociedad capitalista, influyendo revolucionariamente incluso en el sindicalismo impuesto por el capitalismo, en el socialismo, con los trabajadores organizados de abajo hacia arriba comunalmente, consejistamente o como quieran denominarse, no necesitan del sindicato para defenderse de la clase social en el poder como sucede en el capitalismo, ya son clase en el poder. El sindicalismo no tiene sentido en el socialismo, lo mismo que no deberá tenerlo el partido obrero una vez que el socialismo se consolida y avanza hacia el comunismo. Antes de extinguirse el Estado, será el partido el que se extinguirá.
No podemos confundirnos, olvidar que aceptando el juego político burgués y capitalista que parcela toda la problemática política, social y económica, aceptando como inmutable la sociedad dividida en clases sociales antagónicas y dentro de ella los bloques burgués y proletario con la existencia de diferentes sectores sociales o sub-bloques, los partidos políticos pretenden defender los intereses de cada sector social. Partidos claramente defensores de la oligarquía, de los intereses pequeño burgueses, de la aristocracia obrera (por llamarlo de alguna forma) o de los que se consideran comunistas y pretenden defender los intereses de todos los explotados. En el socialismo las contradicciones antagónicas ya no existen, siempre que se hayan nacionalizado los principales sectores productivos y de servicios. No se puede admitir que en el socialismo se hizo del sindicato una correa de transmisión, como si se defendiese una independencia sindical frente al Estado socialista, lo que Stalin cercenó fue el poder soviético, dada su visión productivista que le llevó a hacerse cómplice de la ideología capitalista, al separar al ser productivo de su ser político permanente que siempre tiene que ser y que le permita acabar con cualquier manifestación de enajenación y burocratismo, como destacamos de Marx la posibilidad de «un movimiento absoluto de transformación» en el ser humano. Los miembros asociados en el sindicalismo dejan ese tipo de asociación para asociarse a un nivel de responsabilidad y participación muy superior que es el Estado comunal, consejista (soviético).
Ante los que aceptan el término globalización como una realidad a tener en cuenta, que introduce nuevos factores a considerar, y que a Negri le llevó a admitir como nuevo poder más allá del Estado capitalista, inventándose un nuevo término emancipatorio al que denomina «multitud», Mészáros aunque sin referirse al pos-moderno teórico tan publicitado desde los merdideros del sistema, dice: La idea de un gobierno mundial viable implicaría, como base material necesaria, que se eliminaran de la constitución global del sistema del capital todos los antagonismos materiales significativos, y la consecuente administración armónica de la reproducción del metabolismo social por un monopolio global incontestable, que abarcaría todas las facetas de la reproducción social con la alegre cooperación de la fuerza de trabajo global, una verdadera contradicción en términos; o que un único país imperialista hegemónico gobernase todo el mundo permanente y autoritariamente y, siempre que fuera necesario, violentamente, una forma también insustentable y absurda de gobernar el orden mundial. Solo un modo de reproducción del metabolismo social auténticamente socialista es capaz de ofrecer una alternativa genuina para esas alarmantes soluciones.
Mészáros en sus conclusiones finales: Los que hablan con relación a una ‘tercera vía’ como solución a nuestro dilema, y que afirman que no hay espacio para la revitalización de un movimiento radical de masas, o quieren engañarnos cínicamente al dar el nombre de ‘tercera vía’ a la aceptación sumisa del orden dominante, o no entienden la gravedad de la situación, confiando en un soñado resultado positivo que viene siendo prometido durante casi un siglo, pero que no da señales de realizarse. La verdad desagradable hoy es que si no hubiera futuro para un movimiento radical de masas, … tampoco habrá futuro para la humanidad.
Si tuviera que modificar las dramáticas palabras de Rosa Luxemburgo con relación a los nuevos peligros que nos esperan, sumaría a ‘socialismo o barbarie’, la frase ‘barbarie si tenemos suerte’, en el sentido de que el exterminio de la humanidad es un elemento inherente al curso del desarrollo destructivo del capital. Y el mundo de esa tercera posibilidad, más allá de las alternativas de ‘socialismo o barbarie’, solo tendría cucarachas, que soportan niveles letales de radiación nuclear.
Mészáros coincide con los grandes teóricos en su crítica del capital, incluso resalta aspectos críticos del burocratismo socialista al separar al ser humano productivo del ser político, pero no termina de comprender lo que supieron ver Marx y Lenin tras la experiencia espontánea de las masas trabajadoras en la Comuna y el Soviet. Confía en el sindicalismo revolucionario durante el capitalismo y el socialismo como motor de la unidad dialéctica político-productiva.
Una consideración final que debería desprenderse del proceso de lucha anticapitalista que permita ver al ser humano en su integridad, en su capacidad productiva y gubernativa. El espontaneismo de lucha con el que las masas se organizan sería correcto, cuando permitiese la democracia interna, la participación permanente que propicia el desarrollo organizativo y formativo de las personas que lo integran, cuando permitiese que el desarrollo de esas formas de democracia directa permanente derroten al Estado capitalista y esas formas alternativas de organización demuestran en la práctica su poder, se constituyen en el nuevo poder del Estado popular, cuando fueran la moderna Comuna o Soviet, y esas formas pueden analizar los problemas que se dan en su ámbito de actuación local o fabril, cuando a su nivel pueden legislar y ejecutar medidas para solucionarlos, incluso actuar judicialmente contra las manifestaciones antisociales, amonestando o reprimiendo al infractor cuando así lo consideren. Cuando desde abajo hacia arriba pueden elegir a sus consejos y directores de fábrica, a los delegados que les representen en los niveles superiores de gestión productiva, administrativa, social, educacional y cultural, hasta que esa forma horizontal y piramidal llega a la cúspide donde se adoptan las medidas legislativas y ejecutivas que responden objetivamente a las demandas previamente ascendidas desde abajo por las asambleas a través de sus delegados portadores. De esa forma, el control y la revocación permanente de los directores y de los delegados estará asegurada.
Conviene resaltar la experiencia venezolana, donde se está generando esa base de poder popular a través de los Consejos Comunales, (Chávez no se inventa nada nuevo, une la Comuna de París y el soviet, ‘Consejo en nuestro idioma’) las misiones, las parroquias, el desarrollo endógeno, la elección por los propios trabajadores entre ellos mismos a los gerentes de las ramas de producción, en la idea de llegar a elegir a los directores de fábrica. Una gran pirámide con una gran peana en la que poder sustentarse y no caerse, como ahora podría suceder, con esa pirámide puesta boca abajo, cuya cúspide o vértice descansa fundamentalmente sobre los hombros y cabeza de Chávez. Es de confiar que el proceso de desarrollo de esa gran base popular termine y ponga boca arriba a la gran pirámide, y mande definitivamente al basurero de la historia al Estado burgués actual hegemonizado por el honrado Chávez.
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Otra consideración suscitada tras el Intercambio de opiniones realizada durante la manifestación que tuvo lugar en Madrid el 19 de marzo de 2006 con motivo de protestar ante el tercer aniversario de la invasión en Iraq.
Nos lamentábamos por el escaso apoyo numérico que tuvo la manifestación, donde los viejos activistas volvíamos a encontrarnos, las mismas caras, sin las caras nuevas que en otro momento, antes incluso de la invasión, llegaron a ser de cerca de dos millones de asistentes, entonces vernos con aquellas nuevas caras hasta el extremo de juntos y apretujados sin espacio entre los hombres y mujeres, rozándonos en lo que parecía una sexualidad solidaria, empujándonos para poder avanzar en la manifestación, en aquel recorrido por la calle de Alcalá caminando hacia la Puerta del Sol.
Decía a mi compañero de diálogo y fatigas que no podíamos culpabilizar a la gran masa trabajadora por nuestro fracaso ante el llamamiento emitido con carteles y panfletos, por la asistencia que hicieron entonces y la falta de ahora, aquellas caras nuevas que entonces contaron con la influencia mediática de los medios de información masiva y el partido de la oposición mayoritario, que ya está gobernando y gestionando lo mejor que puede el orden capitalista, que se limita a festejar la rentabilidad de aquella postura, sin hacer lo necesario para desligarse del apoyo al imperialismo, con el que incluso se solidariza enviando fuerzas militares a Haití y Afganistán y permitiendo que el territorio español sirva de trampolín a las acciones terroristas del bushimperialismo, porque aunque sigue confundiendo con su pretendido partido socialista obrero, en el fondo y de hecho es administrador y gestor del orden capitalista. Intentaba hacerle ver al amigo nuestra falta de capacidad ideológica que se traducía en incapacidad organizativa para poder hacer frente al salvaje enemigo que utiliza los potentes y modernos medios tecnológicos mediáticos, de educación y cultura para imponernos su forma de vida, para agitarnos incluso a que hagamos estos llamamientos a tomar la calle con esos evidentes resultados, entreteniéndonos y desviándonos del verdadero proyecto con el que poder golpearles hasta destruirles; mantenernos en la división al conjunto de la izquierda que nos consideramos revolucionarios, y en la alienación de la inmensa mayoría de la masa trabajadora. Le decía que todos, los «más y los menos» revolucionarios, desde una interpretación objetiva del método de análisis materialista y dialéctico, éramos víctimas y cómplices del imperialismo por no ser capaces de generar la respuesta alternativa a ese medio dominante. Intentaba hacerle ver que los miembros de la especie humana, somos los únicos que tenemos una capacidad de abstracción y pensamiento lo suficientemente desarrollada que nos permite modificar el medio adverso dominante cuando lo analizamos con objetividad materialista y dialéctica, pero que cuando no lo hacemos, entonces objetivamente nos adaptamos al medio, como lo hace el resto de las demás especies y vamos superviviendo desde el primitivismo animal que el medio nos permite hacerlo, empujándonos los unos contra los otros por conquistar espacios de supervivencia que terminan autodestruyéndonos.
No nos vemos la especie humana como parte material del complejo mundo material, desde el animal biológico o incluso estelar que realmente somos los humanos, por muy marxistas y dialécticos que presumamos de serlo. Mi compañero de fatigas y diálogo insistía, rechazaba mi afirmación de que éramos víctimas y cómplices del medio dominante al ser incapaces de transformarlo, intentaba convencerme diciendo que ahí estábamos, presentes en la manifestación, que seguíamos en la lucha desde hacía muchos años. Que no éramos cómplices, pero ante mi rechazo en su insistencia por convencerme, me dejó en mi ignorancia, en mi falso convencimiento, diciendo al despedirse que él ¡no era cómplice! Su crítica no podía ir más allá.
Abundando en esta reflexión autocrítica, hay que destacar, que aun asumiendo teóricamente el método de análisis materialista dialéctico, debemos reconocer que en la práctica, los que vivimos en el llamado primer mundo, somos inconsecuentes. Somos incapaces de superar la nefasta influencia que el medio dominante ejerce sobre cada uno y sobre todos, -sobre la asunción teórica que creemos disponer del método materialista y dialéctico-, que penetra en nuestro cuerpo hasta manifestarse en el más insignificante acto que evidentemente reproducimos inconscientemente, lo que se traduce en resaltar el individualismo que como ser humano somos cada uno, tan tremendamente nefasto desde la forma de vida impuesta, sobre la asunción teórica que debía ser capaz de llevarnos en la práctica diaria a comportarnos como seres sociales solidarios con los demás seres humanos más o menos alienados y con el conjunto del entorno material del que formamos parte.
Nuestro pretendido diálogo discrepante educativo, en la práctica bajo la influencia violenta del medio dominante muchas veces se manifiesta violentamente y es rechazado por el contrario como ataque personal, como competencia impositiva, lo que nos incapacita para actuar solidariamente desde lo más elemental que nos diferencia a los seres humanos de las demás especies animales: el diálogo como manifestación de un pensamiento que queremos sea solidario, y que para que lo sea, debe serlo no solo por lo que se diga, sino que la forma y tono de expresión que se haga con el que tiene que manifestar ese respeto y solidaridad, ser consecuente con la teoría y práctica a la hora de la materialización del pensamiento que es la expresión.
Aunque, tal vez en ese análisis también estemos idealizando al generalizar el problema. Resultaría comprensible esa autocrítica si nuestro comportamiento violento en la expresión se realizase sobre compañeros que conocemos y que sabemos de su bajo grado de formación ideológica. Otra cosa es cuando las intervenciones antidialécticas, reformistas y personalistas se realizan por compañeros que lo hacen desde su pretendida posición marxista. Entonces es cuando resulta muy difícil el contenerse y no responderle con una expresión violenta, que de alguna forma sale del fondo de tu sentimiento e interpretación marxista, que además se produce cuando sabes que esos compañeros tienen por su experiencia u oratoria gran capacidad para influir en el ejercicio de la confusión entre la gran masa, más o menos alienada. Grandes teóricos, como lo fueron Marx, Engels y Lenin, no solo en sus expresiones orales públicas ejercían su critica desde la expresión violenta, sino que lo hacían en multitud de escritos, como podemos comprobar al leer sus obras, donde el epíteto acompañaba a la crítica razonada sobre los elementos reformistas o los renegados del marxismo. Hemos de admitir que esos autores al emplear ese tono caldeaban el ambiente y que indudablemente, a los más adormilados, si disponían del necesario espíritu crítico les llevaría a espabilarse y plantearse la necesidad de profundizar en el conocimiento para dejar de ser comparsas en las discrepancias entre «grandes personajes». Podemos estar seguros que esos grandes maestros, esperaban la respuesta violenta de los que habían criticado aunque de estos muchas veces recibían su expresión jesuistica y demagógica en su intervención criticada, ocultando la verdadera violencia material que escondía su primitivo y demagógico mensaje.
Lenin denuncia como uno de los principales males, el engreimiento de los comunistas. Ese compañero que no reconocía ser cómplice, le pasaba lo que nos sucede a los demás, que seguimos haciendo cosillas más o menos rojillas con las que nos sentimos realizados desde nuestro individualismo, nuestro engreimiento, pero que poco se traducen en organización solidaria teórica y práctica colectiva, en generar conciencia y organización real, en constante desarrollo teórico y organizativo colectivo. Hacemos multitud de cosas prácticas y teóricas, de artículos que pueden ser publicados, pero tan parciales, tan limitadas en la visión dialéctica que a lo sumo lo que generan es la felicitación de algún lector, pero que tampoco a él ello le induce a profundizar en eso que teóricamente aparentemente nos une. Es evidente que cada uno podemos tener aciertos en determinados aspectos, pero insuficientes para darnos una explicación correcta sobre el complejo mundo material. El engreimiento que inconscientemente provoca el trabajo realizado que ha merecido el aplauso o la felicitación nos llena de satisfacción pero nos condiciona para autocriticarnos y ayudarnos a profundizar en nuestras limitaciones y en buscar la ayuda, la colaboración de otros compañeros que por su desarrollo personal han podido llegar a otros conocimientos, otros aspectos de los que carecemos y que todos ellos puestos en común pudieran dar lugar a una síntesis de pensamiento colectivo, a como dijera Gramsci, forjar el intelectual colectivo. Debemos ser conscientes de donde y en qué lugar nos viene el elogio y la crítica sincera, cuando nos la hace el compañero al que nos une la confianza en el pensamiento, tanto cuando es elogiosa como crítica, debe servirnos de estímulo para seguir profundizando en el tema, y cuando nos viene del compañero confundido, con poca formación, pero que entiendes lo hace desde su ignorancia, sin dobleces, entonces debemos realizar un gran esfuerzo de actuación dialéctica, intentando hacer llegar el mensaje de forma comprensible. Pero cuando la hace el engreido, el egocentrista enfermizo, el tratamiento en la respuesta debe estar en consonancia, sobre todo teniendo en cuenta si se hace privadamente o en una asamblea donde tiene lugar el enfrentamiento, en el primer caso, valorar si existe algún resquicio que permita la confrontación de forma solidaria, si no es posible no caer en su juego, dejarle en su estímulo reformista y egocéntrico, ya que cuanto mayor sea su manifestación mayor será su repercusión pública negativa, y más fácil de comprobar por gentes incluso de poca formación, que como dice Lenin al referirse al pueblo trabajador, sabe apreciar cuando actúa el engreido. En el segundo supuesto debemos considerar que si nuestra violencia en la expresión, no va acompañada del razonamiento con base científica, entonces hacemos el juego al reformista con mayor capacidad de verborrea confusionista, y entonces es mejor ahogar tu expresión y prepararte para un posterior encuentro, o para realizar la crítica desde el papel escrito, donde ahí en ese ejercicio si podemos autocorregirnos al comprobar los posibles errores cometidos y al releerlos, rectificarlos.
Siempre es de agradecer la crítica del compañero mejor preparado cuando en las reuniones públicas, desconociendo o conociendo tu mala expresión sobre el fondo de lo que querías trasmitir te corrige, ya que desde esa intervención te ayuda a superar el error, pero lo más importante es que sobre todo ayuda al conjunto de los allí reunidos. También las críticas privadas a posteriori cuando el compañero mejor preparado se da cuenta del error que has cometido, son bien recibidas, aunque siempre lamentar se haya perdido el efecto positivo de haberlo hecho en su momento públicamente.
Marx y Engels tuvieron confrontaciones entre sí bastante violentas, que incluso les llevó a mantenerse sin comunicarse durante cierto tiempo, pero ello no supuso el distanciamiento total que fue recuperado una vez conseguida la autocrítica que personalmente desde su interior necesitaron hacerse. ¿Si en esos personajes, con ese nivel de conocimiento se dieron esas situaciones, que podemos esperar de gentes que estamos a mil leguas de su capacidad de conocimiento y de análisis?. En todo caso siempre el tomar conciencia de esta realidad nos debería servir de lección para seguir avanzando y ser más científicos en nuestras constantes confrontaciones dialécticas.
Siempre hemos de confiar en que algún compañero con mayor capacidad de síntesis pueda plasmar la expresión y el sentimiento colectivo. Marx, necesitó de un gran aliado como fue Engels y de muchos otros de menos renombre para desarrollar obras fundamentales, lo mismo que Engels necesitó de Marx para sus aportaciones teóricas. También influyeron en esos personajes las relaciones teóricas y practicas directas con el pueblo trabajador. Lenin también interpretó de forma creativa y revolucionaria la obra de Marx y Engels y sobre todo su vinculación directa con el pueblo trabajador.
Estos problemas que se manifiestan entre personas que no tenemos ningún renombre, y por lo tanto desde nuestra individualidad, limitadas repercusiones políticas, sin embargo en personajes de gran audiencia pública, pueden tener consecuencias desastrosas, como hemos podido comprobar tras el desarrollo del pensamiento burocrático hecho práctica en lo que dio en llamarse Socialismo Real.
Podemos imaginarnos los resultados, si en vez de un Stalin durante tantos años siendo el gran timonel, o los que les siguieron ejerciendo su protagonismo burocrático, el ejercicio protagonista fuera realizado por multitud de ciudadanos anónimos, sin cultos a la personalidad, trabajando solidariamente cada uno desde la responsabilidad que colectivamente le fuese asignada, sintiéndose realizado por el desarrollo creativo cumplido en la actividad encomendada por el colectivo. Es indudable que esos personajes que en su momento pudieron jugar un papel positivo en situaciones muy complejas, si hasta su muerte en vez de ser resaltada su figura, su base burocrática de funcionamiento, fuera resaltada la figura de multitud de cuadros con capacidad de sucederle, las intrigas palaciegas, ni la herencia burocrática no habrían tenido lugar tras su desaparición, porque además de esa multitud de cuadros se habría generado algo fundamental, todo un andamiaje de cuadros y sub-cuadros y pueblo en general participando directa y permanentemente, que serían los garantes del funcionamiento del nuevo orden organizativo en su caminar desde el socialismo hacia el comunismo.
Es hora de pasar de las múltiples denuncias que vemos constantemente en multitud de medios críticos, sobre todo de Internet, sobre los constantes efectos negativos, que por el tiempo que absorben contribuyen a la dispersión, a saber centrar la dedicación prioritaria de nuestro limitado tiempo para comprender el fondo, la causa de tantos efectos negativos, el enemigo que los provoca ya todos conocemos, el capitalismo en su fase imperialista de desarrollo y dominio nacional e internacional, lo que se necesitamos es reforzar nuestra base de conocimientos que nos permita analizar con objetividad cómo vencerlo. Es necesario profundizar en el por qué se siguen produciendo tantas barbaridades sin mayor respuesta que alguna acción de repulsa puntual. Analizar la actual realidad, desde los aspectos ideológicos, organizativos y prácticos del enemigo común, de su influencia en el conjunto de la sociedad, cómo lo consiguen e influyen en las masas trabajadoras y en el conjunto de la izquierda atomizada y dispersa, tanto en la reformista como en la pretendidamente revolucionaria. Cómo desde el análisis objetivo de esa realidad poder establecer respuestas ideológicas que permitan la coherencia organizativa y política con práctica objetiva.
Hoy más que nunca es necesario aprender de la historia, de las experiencias positivas posibles a desarrollar en el actual momento histórico, así como de las negativas, que se convertirán en experiencias positivas si somos capaces de apreciar y corregir los errores heredados que nos mantienen en la incoherencia y la dispersión. Incluso aprender de las actuaciones positivas que se están generando en Latinoamérica, donde pueblos considerados tercer mundo, con grandes índices de analfabetismo, gracias a su dura realidad material y a la interpretación correcta crítica y organizativa de sus dirigentes con propuestas alternativas, con otras palabras no clásicas en la terminología marxista, pero si en el fondo de su contenido práctico, sin condiciones objetivas para la instauración y mantenimiento del poder socialista, desde el subjetivismo revolucionario, están haciendo objetivo el proceso revolucionario hacia el socialismo, creando las bases educadoras y participativas basada en la democracia directa y permanente desde abajo hacia arriba. Tal es el de mayor avance el generado en Venezuela con los Consejos Comunales y otros formas de integración y participación popular que permiten la educación desde la teoría y práctica permanente que se ejerce desde abajo.
Por donde empezar para el verdadero ¡Qué hacer! con base real y objetiva.
1 Con Batasuna se podrá discrepar por su estrategia oportunista, no condenando el terrorismo -que incluso, puede fomentar entre la juventud el blanquismo terrorista, con bombas indiscriminadas que matan incluso a trabajadores y que dividen la lucha de los trabajadores al ser instrumentalizadas esas muertes por los partidos burgueses-, al anteponer el carácter nacional de su lucha, en vez de anteponer el carácter de clase y de lucha internacionalista, destacando en primer lugar el derecho a la independencia en vez del derecho y la necesidad de la revolución mundial. Los derechos sociales y económicos de los que se ven privados los trabajadores vascos no son mayores que aquellos de los que se ven privados los demás trabajadores del resto del Estado, incluso los derechos que disfrutan en Euskadi los trabajadores pueden ser superiores a los que disfrutan los de regiones más pobres o atrasadas como Extremadura o Andalucía. Solo en el socialismo todos los derechos de los trabajadores, incluidos los culturales y lingüísticos podrán ejercerse y desarrollarse. Esperemos que tras el anuncio de alto el fuego permanente se priorice el papel internacionalista de la lucha de masas anticapitalista.
2 Se alude a las discrepancias surgidas… al discutirse el art. 1º de los Estatutos en que se especifícaba quienes podrían ser miembros. Lenin propuso la siguiente redacción: «Se considerará miembro del POSDR a todo el que acepte su Programa y apoye al partido tanto con recursos materiales como su participación personal en una de las organizaciones del mismo». Mártov se opuso a la fórmula que obligaba al miembro del partido a pertenecer a una organización…
3 «…La lucha interior da al partido fuerza y vitalidad; la prueba más grande de la debilidad de un partido es el amorfismo y la ausencia de fronteras netamente delimitadas; el partido se fortalece depurándose…» (Extracto de una carta de Lasalle a Marx, 24 junio 1852)
4 En el apartado 2.1, f) decía: «Desde la óptica marxista del Estado y la democracia, recogiendo además la experiencia del movimiento obrero internacional en la lucha por sus reivindicaciones económicas y políticas, se hace preciso abrir un debate en el seno de IU, para analizar la forma de impulsar la eficacia de la acción de los cargos electos y militantes de IU, implicando además a los electores y a la base social en la que se sustenta su acción política».
«Los cargos electos de IU, en un régimen de democracia formal, limitada y poco participativa para el conjunto de los ciudadanos, difícilmente pueden conseguir que se aprueben sus propuestas que afectan a la mayoría social y que lógicamente chocan frontalmente con los intereses de la clase dominante, si su acción política se limita a ejercerla en el estricto marco parlamentario estatal, de las comunidades o de las corporaciones locales, sin más respaldo que da el número de diputados o concejales que disponga».
«Es necesario que se constituyan formas de organización y participación ciudadana, de forma permanente, que refuercen la eficacia de la acción política planteada por los cargos electos, propiciando la información y su implicación en la defensa de sus intereses. Canalizar de arriba abajo y de abajo arriba toda la información y propuestas de acción».
5 «Educando al Partido obrero, el marxismo educa a la vanguardia del proletariado, capaz de tomar el Poder y de conducir a todo el pueblo al socialismo, de dirigir y organizar el nuevo sistema, de ser el maestro, el dirigente, el jefe de todos los trabajadores y explotados». La experiencia nos dice que eso no es suficiente, tiene que ser todo el pueblo trabajador (no solo la vanguardia) el que debe tomar el poder y mediante la educación y el ejercicio práctico del poder convertirse todo él en dirigente, la única forma en que en su desarrollo, llegado el comunismo el Estado se extingue.
6 Marx en «La crítica al programa de Gotha» y tras el análisis sobre el trabajo enajenado desarrollado en los «Manuscritos Económicos y Filosóficos» dice que el ser humano una vez liberado del trabajo enajenado y cubiertas las elementales necesidades vitales, en la sociedad comunista, el trabajo se convierte en su primera necesidad, dada la verdadera naturaleza del ser humano creativo liberado del trabajo ajeno forzado.
7 Oskar Anweiler – Los Soviets en Rusia 1905-1921
8 Comité Ejecutivo Central.