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Marimba: música y baile de la negritud

¡Qué suene esa marimba, carajo!

Fuentes: Rebelión

Caudal de maravillas sonoras ¿Cuánta música murió en las sentinas de los llamados barcos negreros? Desde los Estados Unidos hasta la Argentina, los africanos vivieron hasta el último chininín existencial por la música cuando se consumió la última llamita de esperanzas de libertad. El caudal de maravillas sonoras es inmenso: espirituales, blues, jazz, calipso, ska, […]

Caudal de maravillas sonoras

¿Cuánta música murió en las sentinas de los llamados barcos negreros? Desde los Estados Unidos hasta la Argentina, los africanos vivieron hasta el último chininín existencial por la música cuando se consumió la última llamita de esperanzas de libertad. El caudal de maravillas sonoras es inmenso: espirituales, blues, jazz, calipso, ska, guaguancó, son-montuno, bomba, plena, merengue, palo de mayo, tamborito, cumbia, marinera, landó, la genérica marimba, samba, calenda, tango, y un sinfín de episodios armónicos. Todas músicas ancestrales y todas músicas parientes.

Flow y dembow en el palenque

Esa primera vez que arribaron a las costas que después serían colombianas y ecuatorianas debieron creer que las distancias les hacían un truco mágico, las pensaron iguales o, al menos, sospecharon que las divinidades los metían en otras tierras muy parecidas a aquellas que ningún olvido perturbaba el ritmo de la memoria. Esa misma memoria grata fue que les colocó oídos en las sospechas cuando las maderas musicales les salieron al encuentro aún como árboles enigmáticos. Y mientras demoraba la reinvención de los instrumentos en estas geografías semejantes, en sus lenguas cantaron apoyándose con las palmas y dejando correr las bisílabas: aé, aé, aé, aé- e-e-e. El génesis del flow gateaba por afinque. La próxima vez el balafón, el rongo, kalimba, o como se llamara, no estaría ausente en sus charangas. La primera vez que sonó una marimba en estos territorios, que después serían ecuatorianas, debió ser en un palenque de monte adentro, en noche cerrada y vigilia de ánimas musicales. El invento estaba ahí con sus físicas de enunciados sin grafemas, alquimias sin fórmulas, botánicas de renombradas especies, afinaduras instrumentales de oído privilegiado y la acústica festiva hasta donde alcanzaran a llevarla los vientos de ocasión. Se celebró la emancipación de la inteligencia. La gente africana disfrutó ese primer marimbeo primero con aires de nostalgia, por la orilla desaparecida para siempre y luego se haría algún corrinche ritual para agradecer a los Ancestros. Comprendieron que los esclavizadores no habían logrado matar el continente de música que estaba reprimido en sus cuerpos. Esos sonidos patentizaron una largura de vidas acimarronadas desde un por allá hasta este acá. Nuestra marimba tiene su origen en alguna región de la actual Nigeria, de Angola o del Congo, quién sabe, pero sus ritmos se extendieron por las Américas; en el sur de México tiene una sonora presencia y está en la sinfonías populares de Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. En Venezuela se disfruta de la marimba-chonta, en Cuba se llama marímbula y en el Caribe oriental se ha quedado con su nombre histórico: balafón. Hay marimba en las charangas de Colombia y Uruguay, y en toda el África; por ejemplo en Malí es kalimba, llamada en otros lados marimbol; en Burkina Faso es nombrada balafón; en Sudán se la conoce como rongo; y en el sur de África marimba también es su nombre. La música de marimba americana, e incluso la ecuatoriana, llegó en la cabeza de abuelas y abuelos africanos. Es el segundo instrumento musical creado por la humanidad, después del tambor. El investigador Curt Sacks sostiene que el instrumento debió inventarlo el hombre africano marimbeando costillares de animales de la prehistoria. En muchas culturas africanas no siempre hay una línea divisora definida entre lo sagrado y aquello que podría ser considerado como «profano» por quien lo observa desde afuera. Ese traslado ceremonial se asentó por acá, la marimba se usa en las festividades «desconectadas» de las santidades, mientras los tambores liberan plegarias de sus tuntuneos y cununeos. Los cantos de santos de la religiosidad afroesmeraldeña (arrullos y chigualos) no soportan marimba, pero sí cununos, bombos, guasás y maracas en sus ejecuciones. El alabao en cambio es vocal.

Marimba es totalidad

Hay una generalización aceptada en la comunidad afroecuatoriana: marimba es el instrumento musical, es la música y es la danza. El combo de marimba está integrado por bombos hembra y macho), cununos (hembra y macho), dos guasás, dos pares de maracas y una o dos marimbas, además el grupo de cantoras y cantores y un director. De vez en cuando se encuentran dos ejecutores: el bordonero con el bordón (percuta en las tablillas más graves y largas) y el tiplero con el tiple (trabaja con las más agudas y cortas). La música de marimba afroecuatoriana vivió por siglos sus vidas y evoluciones en las comunidades negras, considerada por la burguesía como una música inferior y un folclor de «bárbaros», jamás ocurrió aproximación intercultural. Su entrada tímida y tolerancia en los salones de la «ilustración» son recientes. Demasiado reciente, después de atravesar sonando sus orgullos rítmicos por tribulaciones como prohibiciones de autoridades, desprecios de la intelectualidad y burlas grupos blanqueados.

La división racial y social en el punto de la diversión tenía correcciones y distinciones: la marimbería por la puerta de servicio. En la zona norte de la provincia de Esmeraldas, los bailes de marimba eran (aún son) los bailes. En la capital esmeraldeña tenían sus reinos en los barrios de espesa alegría, mayoritariamente negros. Las autoridades serranas que gobernaron la provincia, desde entonces hasta ahora, no pocas veces prohibieron esos «bailes salvajes». El marimbeo fue arrinconado hasta orillarlo a ciertas muertes «folclóricas» permitidas de vez en cuando. Aunque los grupos artísticos de música y danza de marimba suele presentarse descalzos, con vestiduras que dejan al descubierto sus atributos físicos, en las fiestas de antaño no era así.

El baile de marimba era el baile de la negritud y la gente le daba esa solemnidad. Las mujeres se vestían con amplia polleras generalmente blancas, zapatos sencillos, aunque algunas iban descalzos en la zonas rurales. Solían cubrirse la cabeza, en recuerdo de las bubas yorubas (turbantes). Y llevaban grandes aretes circulares llamados candongas. Se acicalaban con cuidado y a todo eso se añadía un gesto de coquetería. Los hombres solían vestir de punto en blanco (aquello de los colorinches y el sombrero de plumas de pichón surgió un poco más tarde), la camisa perfectamente acomodada, sombrero de hojas de palma y zapatos generalmente negros, aunque también los había descalzos. Hubo el bailador que solía llevar algunas mudas de ropa para cambiarse varias veces durante la noche festiva. A las parejas más destacadas se les cedía la pista, para celebrar sus habilidades. A pesar de que la música de acompañamiento ya estaba establecida, cantadoras de buena voz se improvisaban en el justo momento de la cumbancha marimbera, ellas solían ser el alma y eran solicitadas en todos los bailes de sur a norte. Todavía anda por estas veredas Rosa Wila, célebre cantante de temas de arrullos y cantos de marimba, conocida como La Voz del Niño Dios.

Las deudas del corrinche

Los bailes de marimba duraban dos o tres días. La gente bajaba de los pueblos interiores o arribaba desde las cabeceras de los ríos y, de llevarse a cabo en la ciudad, caminaba de un extremo al otro, se juntaba en salas grandes o en la pampa de la casa de un hombre respetado por la comunidad o de algún mayor (el hijo de más de edad de una familia). Los cabildos de marimba eran casa de familias ampliadas, se bebía trago casero y la comida, generosa en aliños y sabores, era preparada trabajosamente y servida en términos de jerarquía. Los anfitriones en primer lugar, seguido por varones y mujeres según la antigüedad, y finalmente la niñez. Nadie pagaba, porque después a cada quien le llegaría el turno del convite. Cosa sería eran estos acuerdos sin firmas ni conversación previa, pero era imposible escapar del compromiso, eran tiempos del valor infinito de la palabra. La palabra suelta y aceptada entre iguales no era ganga [1] , acreditaba fortaleza de guayacán y musicalidad de chonta fina. Los marimbas dance’s hall (o marimbotecas, inventando jerga) decayeron hacia los años setenta, y para los ochenta quedaban muy pocos lugares para bailar a gusto de andarele [2] .

Soneros de marimba

Cununear verbo creado en las aguas cortas y largas de las músicas de trabajo y festejo, aquellas que celebran y aquellas que convocan existencias de todas partes. Cununear es actividad con el cununo [3] , hablar con su personalidad sonora, integrar la comunidad musical marimbera para sostener el firmamento de percusión. El cununo está elaborado a partir de un tronco de madera vaciado y cubierto, en uno de sus extremos con cuero de venado. Tuntunear otro verbo del Barrio, allá, por donde se descolbana las benditas ánimas hambrientas de sus más antiguas sonoridades. El bombo tuntunea en arrullos y chigualos, músicas de acompañamiento a la niña o niño fallecido para que no se «extravíe al transitar las vías más andadas», según referencia poética del Poeta Antonio Preciado; es decir se lo arrulla. O se chigualea a las divinidades africanas transfiguradas en santos católicos. La marimba, música, danza y lo que se mueve alrededor de ella, el sistema músico-cultural, pudo haberse quedado en el limbo de las cosas sin importancia. En los años cincuenta cununos, bombos, guasás, maracas y el pambil despertaron con fuerza «cien mañanas», otra vez el verso de Antonio Preciado. Los maestros Escolástico Solís, José Castillo, Elis Lerma (la mejor bailadora de marimba, según los entendidos), Emeterio Valencia y Remberto Escobar le dieron una segunda vida a la cultura de marimba, en la ciudad de Esmeraldas. Sin embargo, fue Olmedo Portocarrero Muñoz quien la llevó de las calles, en donde vivía el jolgorio de su clandestinidad social e institucional, a la Casa de la Cultura, Núcleo de Esmeraldas. Esos próceres continúan marimbeando desde el Orum, que es como la gente yoruba de América conoce a su Cielo.

Petita Palma Piñeiros ha quedado como la institución, por su larga historia de sobrevivencia con nuestro propio candomblé marimbero. Ella hizo escuela, en todos los sentidos pedagógicos y filosóficos, de ahí proviene la mayoría de los actuales marimberos, y su conjunto Tierra Caliente todavía gobierna una parte del imperio del pambil melódico. Hay que decirlo en homenaje a Petita: «la calentura está en el instrumento».

Otro legendario músico es el maestro Guillermo Ayoví, renombrado como Papá Roncón. Músico desde siempre y personalidad de fábula, si no le conociera apostaría a que pertenece a la mitología afroesmeraldeña. Papá Roncón comenzó con la guitarra y de las cuerda paso al Pambil en un viaje sin retorno actualmente tiene su academia a la manera africana donde se aprende la música y se hereda la sabiduría del experto. Un griot legendario.

Y llegaron los actuales. Hace 50 años se formó la orquesta marimbera Jolgorio, uno de los grupos más renovadores de la danza de marimba. Ellos abandonaron el «folclor» de la música afroesmeraldeña y constituyen una agrupación de profesionales. Cuero, Son y Pambil y África Negra son otros ejecutores de música y danza, sin olvidar a Alberto Castillo Palma, trabajador de la marimba de doble tablillado. Hay sucesión: Lindberg Valencia Zamora, percusionista y musicólogo, su maestría abre vías para las fusiones de géneros. El maestro Larry Preciado, marimbero de aquellos que «conversa con el instrumento». Un listado rápido de virtuosos: Alfredo Caicedo, Jackson Arroyo y Narciso Jaramillo. Cantoras supremas como Sonia España, Karina Clavijo Rosita y Heródita Wila y Karla Kanora. O cantores como Guido Nazareno o Línver Nazareno que involucra la décima esmeraldeña. Centenares de danzarines. ¡No hay canto de alabao para la marimba!

Marimba es la marquesina

Como en la salsa, marimba es el gran rótulo que nombra diversos ritmos, como el andarele, torbellino, caderona, agua larga, agua corta, bambuco así hasta no sé dónde; todos son música y danza. Mientras el andarele es la más elegante de las danzas de marimba esmeraldeña, se baila en correspondencia con la pareja y en permanente contacto visual y físico, el torbellino es arrebato y fibra de los bailadores.

El ritmo de caderona es sensual, hay requiebre acompasado de caderas y un perfecto acompañamiento vital del cuerpo con la música. Las aguas corta y larga son ejecuciones que pretenden representar cantos y bailes de laboreo, de hombres y mujeres. Posiblemente hay muchos más ritmos de marimba no mencionados aquí como el bunde, por citar otros más, en la parte norte de la provincia de Esmeraldas y en los barrios de Guayaquil y Quito. Hay el andarele sinfónico, con arreglos del maestro Julio Bueno, siendo la marimba el principal instrumento. Hay prometedoras experiencias fusión con jazz, rap, chachachá y otras músicas entroncadas, como lo hacen el maestro afrocubano Omar Sosa, Los Chigualeros y la agrupación musical Etnia.

Cada vez la marimba surge con más fuerza, brota a borbotones de la sangre afroecuatoriana y nadie le a podido enmudecer. Y en esa sublime batalla, cuero, son y pambil estallan en grito montonero: «¡Qué suene esa marimba, carajo!».

Balón y marimba (coda obligatoria)

Balón y marimba, dos instrumentos para liberar mentes o perpetuar prejuicios racistas; unas veces la explicación historiográfica y antropológica consigue narrar la travesía humana y otras es poner límites a las capacidades con ciertas actividades. Fútbol y música, se exponen como los extremos exitosos alcanzables, se ilustran con nombres y hazañas para reforzar el estereotipo. El liderazgo afroecuatoriano cae en la trampa, para mostrarse y mostrar nuestras potencialidades se apresura a rechazar el fútbol y la música, el balón y la marimba. «No somos eso», saltamos cuando alguien nos restriega el estereotipo camuflado de halago. Es acto inútil esa negación, siempre lo será; no porque se sumen negaciones con alardes intelectuales se adquiere un valor positivo. Balón y marimba, fútbol y música; son derechos, razones y continuidad de resistencia irrenunciable. Es una interpretación filosófica de los saberes del Abuelo Zenón.

No deberíamos desgastarnos tratando de convencer a la sociedad mayor que no solo somos los dueños del balón y de la rumba, porque no entiende o no logra percibir el reduccionismo malafesivo de sus estereotipos sobre el Pueblo Negro. La incomprensión es por el uso parcializado y permanente de aquellos instrumentos ideológicos de mejorar entendederas (sistemas de educación y difusión mediática) en su conservación. Más que la mala leche, es el proceso de afirmación cultural y social para amistarse con el balón y hallar armonías en las plaquetas de chonta; hasta ahí se ha llegado después superar dificultades e iniciar y completar andaduras. Es resultado transitorio y parcial de unas búsquedas políticas. Ulises de la Cruz, palabras más palabras menos, lo dijo: «alguna vez la selección ecuatoriana de fútbol debería estar llena de blanquitos y al mismo tiempo que las universidades de negros».

A nuestra resistencia se trata de imponer una contra resistencia, a la desestandarización del producto intelectual de los grupos oprimidos unas maneras cosméticas del estándar, son luchas políticas por otros medios, su escenario es la cotidianidad, con lenguajes y actos. Algunos de esos medios: imagen estereotipada invariable por el sustento ideológico racista, negación de los significados históricos de las acciones humanizadoras, dilatadas letanías explicativas del porqué los estereotipos raciales, «metabolismo» cultural de los estándares prejuiciados para el uso (y abuso) habitual, entre otros.

Los estereotipos raciales son pesos muertos en el afán revolucionario de una sociedad; son las diferentes velocidades de los componentes sociales, sus contradicciones y frenos; son las insatisfacciones decantadas. El balón y la marimba son extensiones de un pensamiento liberador y no solo una oportunidad para destacar, compensa a individualidades y acumula gratificaciones colectivas, por eso se mezclan aprecio y rechazo cuando la sociedad mayor insiste en eternizar una imagen simplificada de la gente negra.

Notas:


[1] Bantuismo americanizado. Significa objeto de escaso valor, gratis o cosa inútil.

[2] Pieza musical de marimba esmeraldeña, sin dudas, la más emblemática y difundida de la provincia de Esmeraldas, equivale a himno popular. Es danza y música de compás binario simple.

[3] ¿Hace referencia al río Cunene, en Angola? Es posible, porque la denominación marimba «Es voz originaria del quimbundo, en donde marimba es vocablo plural o colectivo que equivale a: «Dos grandes arcos de madera unidos por los extremos y sobre ellos dispuesta una serie de pequeñas tablas de espesor variable teniendo por debajo calabazas que refuerzan el sonido obtenido por percusión de dos bastones sobre las láminas de madera» (Pereira, 1907: 58). Si cambiamos las calabazas por pedazos de troncos de guadua tendremos las marimbas de nuestra Costa Pacífica, algunas colgadas del techo de iglesias y casas (Friedemann 1989: 33, 121, 152, 171). Ver Del Castillo, 1984: 79). Tomado de la revista América Negra Nº 9, junio 1995, Bogotá, Colombia, del artículo escrito por Nicolás Del Castillo Mathieu, titulado Bantuismos en el español de Colombia, pp. 73-93.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.