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Las caricaturas del profeta

¿Quién alimenta la espiral?

Fuentes: Gara

Desde hace semanas, es cada vez mayor el numero de analistas que inciden en la convergencia de ciertas situaciones como algo provocado. Las preguntas estan ahi: ¿Por que salta el escandalo de las caricaturas sobre Mahoma en Dinamarca cuatro meses despues de haber sido publicadas y justo despues de la victoria de Hamas en Palestina […]

Desde hace semanas, es cada vez mayor el numero de analistas que inciden en la convergencia de ciertas situaciones como algo provocado. Las preguntas estan ahi: ¿Por que salta el escandalo de las caricaturas sobre Mahoma en Dinamarca cuatro meses despues de haber sido publicadas y justo despues de la victoria de Hamas en Palestina o el plante politico irani en torno a su legitimo derecho a desarrollar su infraestructura nuclear?

Quiénes y en función de qué intereses tratan de alimentar mediante la provocación, el Huntingtoniano y artificioso choque de civilizaciones que tan buenos réditos justificadores ha beneficiado a las políticas «neocon» hoy vigentes en Oriente Medio?

Lo cierto es que siempre existe la debilidad de la teoría conspirativa para tratar de explicar la importante serie de acontecimientos que en las últimas semanas alimentan el enfrentamiento abierto entre dos mundos contrapuestos, el mundo islámico y el occidente «laico», pero es mucho más resolutivo interpretar los hechos como parte mínima de un todo mucho más complejo y a la vez más explicativo.

Desde el final de la Guerra Fría, la expansión de la hiperpotencia dominante en convergencia con la meteórica evolución de todos los recursos tecnológicos ha generado una rapidísima involución en las relaciones internacionales. El concepto totalitario de que el modelo político y económico neoliberal occidental, con su vertiente de uniformismo cultural, es el modelo único al que hay que adherirse se quiera o no, ya que es «el menos malo», ha generado claras resistencia en amplias partes del planeta. Pero si algo alimenta a estas, al margen de su evidente y heterogénea legitimidad ideológica e identitaria es sin duda la falta patente de entidad ética del modelo que Occidente pretende exportar e imponer.

Lo que hasta el 11-S era una actividad común que se vestía de «humanitarismo» y «mandato ONU» para mantener el vital sentido ético del proceso de expansión «del modelo» comienza desdibujarse de modo masivo desde esa fecha, es decir, se acabaron las milongas. Occidente, pacifica por la fuerza, democratiza a la fuerza, institucionaliza por la fuerza, obliga a vota por la fuerza e incluso hacer respetar los «derechos humanos» por la fuerza.

Del mismo modo, Occidente se mofa en nombre de la libertad de expresión, de los dioses ajenos cuando es incapaz de superar las tutelas teocráticas que rigen desde el más totalitario de los dogmas religiosos los registros «laicos» de las «tan plurales sociedades del bienestar». ¿Qué ocurriría si un diario iraní publicase una imagen de la virgen de Begoña encapuchada con una metralleta o a Benedicto XVI con uniforme nazi y hubiera una campaña de fanáticos religiosos atizando «el agravio»?

El mundo islámico lleva décadas sufriendo agravios, pero sangrantes y verdaderos, basados en el doble rasero occidental. Un doble rasero integral que alimenta el agravio permanentemente basado en el crimen impune, la tortura o la opresión sistemática. Desde los genocidios de Bosnia, Argelia o Chechenia, pasando por Palestina, Afganistán, Irak o los despóticos pero fieles regímenes de Arabia Saudí, Túnez, Egipto o Marruecos. Millones de personas en estos países llevan años oyendo hablar a los líderes occidentales de democracia y derechos humanos a sabiendas de que son estos en última instancia los responsables últimos de la catástrofe que se ha cernido sobre la vida de los habitantes de estos y otros muchos países, ya que el mismo drama es extensible a Latinoamérica o Africa.

Cuando ese Occidente falaz y arrogante, se quita la careta y bombardea inmisericorde ciudades o pueblos de modo sistemático en nombre de paz mundial, impone gobernantes corruptos y criminales en nombre de la democracia, organiza elecciones fraudulentas en nombre de una presunta pluralidad, y tortura y asesina con escuadrones de la muerte en nombre de la seguridad, está alimentando la espiral. Esa espiral de odio que generaliza a todos los seres humanos convirtiéndolos en odiados enemigos mutuos; que permite que por mero efecto reactivo la indiscriminación criminal que sufren esos millones de personas mencionadas se reproduzca en las orondas sociedades occidentales ajenas al drama, en forma de lo que puerilmente denominan terrorismo; esa espiral, que es el caldo de cultivo perfecto para el cierre de filas, para diluir las matizaciones, para vertebrar la homogeneización de «los bandos», es la espiral permanente, estructural, que crea y alimenta el mismo modelo totalitario en expansión para retroalimentarse.

Pero cuando la espiral sale de control, cuando en pocos días «una anécdota», «una noticia» eleva exponencialmente el caudal de odio crónico es cuando de repente «nos damos cuenta» de «lo explosivo» de la situación, como si desde hace décadas hubiéramos estado en el limbo y no supiéramos que efectivamente todo, incluso una espiral «controlada y crónica» tiene un límite. Un límite que como demuestra el imperativo histórico, una vez superado, es puerta abierta a la insurrección, la revuelta, la revolución.

De ahí que no sea casual que se cuestione cínicamente en los medios occidentales la oportunidad o no de difundir imágenes de malos tratos, torturas y crímenes en Irak en función de la coyuntura explosiva en que vivimos. No tanto por lo que suponen de «adrenalina» en el mundo islámico sino por el hecho de que la reiteración de filtraciones demuestra en el anestesiado Occidente, allí ya lo saben, que efectivamente el orondo modelo democrático occidental que exportamos como paradigma de valores y libertad, y que el mundo «no libre» ha de asumir «por su bien», es exactamente igual de criminal que muchos de los que dice combatir.

Probablemente, la clave de que toda esta espiral, que ahora se agudiza por la cada vez más evidente noción de que el ciclo expansivo occidental esta en crisis estructural tras los varapalos en «su» Oriente Medio, pudiera invertirse si las opiniones públicas occidentales, saliesen de su letargo anestésico consumista e individualista y pasasen a ser agentes activos de denuncia que impulsasen iniciativas populares que mediante sus propios recursos impulsasen cambios determinantes en los ámbitos de poder que ahora sustentan. Hasta entonces, Occidente seguirá viendo legitimado su doble rasero conductivo por la conformidad general de sus habitantes y así cada vez mayor número de ciudadanos agraviados del planeta entenderán que el que calla otorga, y la espiral irá increscendo hasta reventar. –

(*) Gabirel Ezkurdia es analista internacional