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Quién dijo fábula

Fuentes: Bohemia

Nadie en verdad sensible puede menos que espeluznarse ante el análisis de la «caída catastrófica en la producción de alimentos en 2009» realizado por el perito Eric de Carbonnel y que encontrara eco en los medios de comunicación alternativos. Sobre todo, por el panorama de una de las causas principales, la sequía, que se ha […]

Nadie en verdad sensible puede menos que espeluznarse ante el análisis de la «caída catastrófica en la producción de alimentos en 2009» realizado por el perito Eric de Carbonnel y que encontrara eco en los medios de comunicación alternativos. Sobre todo, por el panorama de una de las causas principales, la sequía, que se ha cebado tanto en dos de los principales países agrícolas: China y Argentina, como en Australia y un rimero de naciones de Sudamérica, el Cuerno de África, el Oriente Medio y Asia Central… En fin, en los cuatro puntos cardinales.

 

Ahora, a las «veleidades» de natura, que en gran medida responden a «veleidades» humanas, a la sempiterna agresión de la especie contra el ambiente, se añaden razones meramente sociales, económicas, que determinan, por ejemplo, los bajos precios de las materias primas. Nuestra fuente nos advierte también de que la falta de créditos limitó la capacidad de los agricultores para comprar semillas y fertilizantes, de existencias ya magras por la falta de lluvia.

 

Lo peor es que la única gran región productora relativamente premiada por el agua, Europa, no podrá compensar el déficit que se le avecina por la combinación de plantaciones tardías, malas condiciones del suelo, reducción de los insumos, en todo lo cual se percibe el espectro de la crisis… ¿Dije que lo peor? No, tal vez lo peor sea que las naciones exportadoras están imponiendo restricciones a sus ventas, con lo que los precios podrían aumentar vertiginosamente, haciendo morir a millones de personas en los países pobres.

 

Pero por supuesto que no solo el investigador citado anda prendido del badajo de la alarma. Colegas como Germán Gorraiz López (Rebelión.org) no escatiman decibeles al grito de «viene el lobo», y no juegan, como sí jugaba el protagonista de la fábula. ¿Recuerdan? De tanto tomarles el pelo a los aldeanos, recabándoles ayuda para proteger las ovejas de un cánido furioso que no llegaba, las vio morir, una a una, cuando al fin la bestia se presentó y los lugareños creyeron adivinar otra bufonada del pastor.

 

No, decididamente Gorraiz no bromea cuando asevera que «la carestía de productos agrícolas básicos para la alimentación (trigo, maíz, arroz, sorgo y mijo) y el incremento bestial del precio de dichos productos en los mercados mundiales que tuvo su punto de iceberg en el 2007 irán in crescendo a lo largo de la década hasta alcanzar su cenit en el horizonte del 2018». Y que a dicha crisis han contribuido elementos como «el desarrollo económico suicida de los países del Tercer Mundo con crecimientos desmesurados de macrourbes y megacomplejos turísticos y la consiguiente reducción de superficie dedicada al cultivo agrícola».

 

A ello se unirá el incremento del uso por el Primer Mundo de tecnologías depredadoras (biocombustibles), que fagocitarán ingentes cantidades de maíz para la producción de biodiesel. Por otra parte, la severa contracción de la demanda planetaria y la huida de los especuladores imposibilitarán los precios competitivos del hidrocarburo (alrededor de 70 dólares el barril). Estos permitirían a los países extractores la imprescindible inversión en infraestructuras energéticas y la búsqueda de nuevas explotaciones, por lo que no se debe descartar un «estrangulamiento de la producción mundial del crudo» hacia 2016.

Con ello se encarecería el petróleo y se dispararían los costos de los fletes y de los fertilizantes agrícolas, algo que sumado a las restricciones en la exportación de los principales graneros, para asegurar el autoabastecimiento, terminará arruinando los mercados internacionales. La población condenada a la inanición podría pasar de los mil millones actuales a los dos mil millones estimados por los analistas.

 

El acabóse en un planeta regido por un sistema que, para colmo, se niega a aceptar la incontestable necesidad de que el acceso al agua resulte declarado un derecho humano, y en lugar de ello plantea imponer el fuero de la ley del valor, la oferta y la demanda, excluyendo de su disfrute a una enorme porción de la humanidad.

 

Pero, en fin, ¿qué podría esperarse de quienes oyen los gritos sobre la crisis alimentaria -por cierto, el agua es el principal alimento- como perciben el ruido de la lluvia, apoltronados en sus aposentos, al socaire de las peores ráfagas de viento? Claro, hasta cuando deje de llover, de seguir la vida como va.